EEUU intenta un pacto ‘in extremis’ en Ucrania
Pero Moscú, Kiev y Bruselas amplían las brechas que los separan
La corrupción en su entorno trastoca la partida a Zelenski
En todo caso, tras el fin del ultimátum, todas las partes comenzaron a mover sus fichas negociadoras. Fue en este contexto cuando el escándalo que rodeaba a Zelenski y su Gobierno, con varios ministros acusados de corrupción en materia energética y un empresario amigo suyo tras la trama, estalló con toda su fuerza. La crisis se desplomó sobre el número dos ucraniano, Andri Yermak, amigo personal y mano derecha del presidente.
Y quedaba expuesto también el propio Zelenski, a pesar de que sus amigos en Occidente se apresuraron a definir el escándalo de soborno y lavado de dinero como una muestra del buen hacer de Kiev en su lucha contra la corrupción. Asimismo salía dañada la estrategia negociadora de Ucrania en el proceso de paz lanzado por Trump. Yermak había asumido la dirección de esa negociación, de ahí los recelos planteados en la Casa Blanca tras estos últimos acontecimientos. Recelos que podría aprovechar Trump para apretarle las tuercas a Zelenski.

dimisión de Yermak como una muestra de la fortaleza de Zelenski por descabezar a su compañero de fatigas de tantos años, no hay que olvidar que en Ucrania crecen las críticas al autoritarismo con que el presidente dirige el país y la guerra, con escasa participación del Parlamento y el propio Gobierno.
El hecho de que esta vez esa limpieza que defiende Zelenski le haya caído tan cerca no ayuda mucho, pues nadie olvida la forma en que Yermak fue acumulando poder desde que comenzó el conflicto, colocando en ladiplomacia, la gestión económica y el mando militar a sus propios pretorianos. Y esto no lo sabía y aprobaba solo Zelenski. Los aliados europeos de Kiev conocían perfectamente con quién se estaban gastando, literalmente, los cuartos.
Zelenski sabe que, si acaba el conflicto, las posibilidades de que deje el mando del país no son bajas, pues se podrían disparar casos como el de Yermak y debería además someterse a unas elecciones generales, ya pendientes desde mayo del año pasado. No ayuda nada el hecho de que el escándalo de corrupción ataña al sistema energético ucraniano, justo cuando este se está viendo sometido a los continuos ataques rusos y cientos de miles de personas quedan cada día sometidas a las inclemencias climatológicas.
Una guerra que no cesa, con Trump o sin Trump
En la noche del sábado al domingo un nuevo ataque masivo ruso causó la muerte de una persona y heridas a una veintena en las cercanías de Kiev. Un día antes, eran tres los muertos y 37 los heridos en otra oleada de drones y misiles rusos. De nuevo el sistema energético ucraniano sufrió los mayores daños materiales, con cerca de medio millón de usuarios sin luz esta semana en la capital del país. En la última semana, en medio de las discusiones sobre el proceso de paz, Rusia lanzó 1.400 drones con explosivos, mil cien bombas aéreas y casi setenta misiles.
El ejército ucraniano tampoco se quedó mudo por su parte, también con oleadas de drones contra territorio ruso y con ataques quirúrgicos a instalaciones relacionadas con el refinado, almacenamiento y transporte de
hidrocarburos. Este domingo, Kiev asumió el ataque lanzado el 28 de noviembre con drones navales contra dos petroleros en el mar Negro cuando enfilaban hacia el puerto ruso de Novorosiisk. Esos navíos, según Ucrania, eran parte de la llamada «flota en la sombra» que Rusia tiene para evadir las sanciones internacionales contra la exportación de petróleo ruso.
Esta semana, los ataques ucranianos también alcanzaron una terminal de atraque de petroleros en Novorosiisk perteneciente al Consorcio Internacional del Oleoducto del Caspio (CPC), donde llega el crudo de Kazajistán. El Gobierno de este Estado centroasiático condenó ese ataque, el tercero de este tipo que se produce contra infraestructuras civiles compartidas por Rusia en ese puerto, el mayor para la exportación de crudo en el mar Negro.
No es Zelenski el único a quien los vaivenes de la guerra están dejando en entredicho en unos momentos tan convulsos. La Unión Europea y Reino Unido se mueven estos días entre el aplauso desganado a los pasos que da Trump y los intentos de desempeñar un papel más agresivo con Rusia en caso de que se inicie un proceso de negociación.
Estos últimos días, diversos líderes de la UE subrayaron la necesidad de que sea Rusia quien reduzca su ejército, que pague reparaciones de guerra a Ucrania una vez que se firme el armisticio o que Europa haga todo lo posible para garantizar que a Moscú le sea «imposible» intentar una nueva invasión en el futuro, como señaló ingenuamente la alta representante europea para Política Exterior, Kaja Kallas. Una serie de deseos que parecen olvidar dónde está el fiel de la balanza militar entre Ucrania y Rusia.
Más armas y menos palabras
Al tiempo, los tres países que dirigen la posición europea más dura, es decir, Alemania, Francia y Reino Unido, apuestan no por el apoyo al diálogo con Rusia, sino por acelerar el envío de armamento a Ucrania e intentar asfixiar al sector petrolero ruso para hundir la economía rusa y así dar un vuelco a la guerra, como señaló también Kallas.
Hace unos días, la Cámara Baja del Parlamento alemán aprobó el presupuesto federal para 2026, que incluye 11.500 millones de euros en artillería, drones y otros sistemas de armamento y equipamiento militar dirigidos a Ucrania. Una cifra récord muy acorde con la propaganda que prevalece en estos momentos en los citados países del núcleo duro europeo y que califica la amenaza rusa como una espada de Damocles que pende sobre el viejo continente.
Este lunes, los ministros de Defensa de la UE eludirán tratar en Bruselas sobre el alto el fuego en Ucrania y examinarán la forma de mantener el apoyo militar a Kiev, con la posibilidad de utilizar los activos rusos congelados en Europa con ese destino.
No es de extrañar que Rusia rechace la participación europea en las negociaciones con estadounidenses y ucranianos. Este domingo, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, acusó a Europa de «socavar acuerdos previos» en la crisis de 2014, en los tratados de Minsk sobre el Donbás y durante esta contienda.
«La última vez que ocurrió algo similar fue en abril de 2022, cuando los acuerdos de Estambul descarrilaron por orden de Boris Johnson [el entonces primer ministro británico], sin que Europa ofreciera resistencia alguna, e incluso la acogiera con agrado», afirmó Lavrov
*Periodista y analista para Público.es en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.

Por ahora, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que había anunciado a bombo y platillo una reunión bilateral con Trump antes de que terminara noviembre, se tiene que conformar con este formato de encuentros, sin que el presidente de EEUU se implique. Lo ha dejado bien claro Trump: no recibirá a Zelenski salvo que antes haya un acuerdo escrito y se haya aceptado el plan de la Casa Blanca, con enmiendas o sin ellas.
