Bukele: Un “ejemplo” represor que seduce por diestra y siniestra.
Nicolás Centurión
El presidente uruguayo Yamandú Orsi tuvo declaraciones que fueron complacientes con el modelo de seguridad de Nayib Bukele en El Salvador. Un coqueteo innecesario, un error involuntario y un progresismo neoliberal que de progresismo cada vez tiene menos.
Dichos
En el ciclo de entrevistas Desayunos de Búsqueda, Orsi expresó que «es un ejemplo para analizar». Continuó sobre el tabú de la izquierda sobre la seguridad, “…pero de la seguridad es un tema que hay que hablar, y yo creo que el ejemplo es Bukele, es El Salvador. El ejemplo de un proceso”. A los pocos días se desdijo -una marca de agua de esta administración-, aunque dichas afirmaciones fueron tomadas con alerta tanto por la oposición como por sectores del oficialismo.
Al ser consultado por ese tema, el Ministro del Interior Carlos Negro respondió: “A mí el fenómeno Bukele me genera un sinnúmero de incógnitas, y me parece un modelo digno de ser analizado. En su momento también le confieso que estudié a fondo el modelo Giuliani, en Nueva York. Otra época, otros resultados, otras armas o estrategias”.
Vale aclarar, que en Uruguay también se quiso injertar el “Modelo Giuliani” a través de Edgardo Novick, ex Partido Colorado y fundador del Partido de la Gente, empresario devenido en político outsider de derecha conservadora.
Según Negro, el modelo Bukele, “claramente se ha constituido en un paradigma en América” pero aseguró que este gobierno trabaja “un paradigma de seguridad distinto del implementado en algunas partes de América Latina, y nos referíamos, concretamente, a El Salvador”.
“Somos un país con una realidad histórica, política y democrática absolutamente distinta, con tradiciones republicanas que no pueden ser comparables ni comparadas a las de El Salvador, república hermana, que ha tenido la desgracia de vivir la guerra y la guerra interna durante décadas, que ha devastado prácticamente el país, imposibilitándolo de desarrollarse democráticamente, cosa que a nosotros felizmente no nos ha ocurrido ni nos va a ocurrir”, aseguró.
El viejo debate de la libertad y la seguridad
Datos
Repasemos algunos datos sobre el gobierno de Bukele en materia de seguridad. El gobierno de Bukele fue publicitado como “el más seguro de Occidente”. Debajo de ese eslogan contundente que a los próximos segundos de ser leído cualquiera desconfiaría, se barren varias cuestiones que se enfrentan casi con cualquier garantía institucional y se llevan muy bien con los calabozos subterráneos de la democracia.
El Salvador ostentaba en 2015 la mayor tasa de asesinatos del mundo: 108 cada 100.000 habitantes (diez veces más alta que la de Uruguay hoy). El 2024 lo cerró con una tasa de 1,9 cada 100.000. Cifras validadas por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
El 85,2% de la población aprueba la gestión de Bukele, según LPG Datos, la consultora de La Prensa Gráfica, al término del sexto año del presidente en el poder. Y de acuerdo a la medición de Gallup, el 87% de los salvadoreños dicen sentirse seguros si caminan solos durante la noche.
Según los datos del Latinobarómetro entre 2023 y 2024 aumentó el conocimiento de los uruguayos sobre quién es el presidente de El Salvador y en el mismo tiempo creció la imagen positiva del mandatario: en 2023 solo el 13% tenía una valoración “buena” o “muy buena” de Bukele y eso trepó al 30% en 2024.
Un estudio del think thank liberal Ceres señala que El Salvador tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, con 1.659 personas privadas de libertad por cada 100.000 habitantes. Este modelo se basa en un régimen de excepción constitucional —previsto para durar 30 años— en que se detiene a la gente sin orden judicial.
Desde marzo de 2022, Bukele ha gobernado bajo un «Régimen de Excepción» renovado mensualmente por la Asamblea Legislativa (controlada por su partido). Esto suspende temporalmente derechos constitucionales como el Derecho a la defensa y plazo de detención administrativa (de 72 horas se extendió a 15 días); inviolabilidad de la correspondencia y las comunicaciones, libertad de asociación y reunión.
Sencillamente esto convierte la excepción en una norma, erosionando el estado de derecho y normalizando un estado de emergencia permanente. A esto se le agrega las detenciones masivas y arbitrarias. Se reportaron más de 78.000 detenciones (aproximadamente el 1.2% de la población adulta).
Luego de las detenciones, las condiciones carcelarias y el trato inhumano más el hacinamiento extremo nutren a este sistema de vigilancia y persecución. El sistema penitenciario, ya precario, recibió masivamente a decenas de miles de detenidos. Bukele mostró imágenes de presos amontonados y semidesnudos en celdas, presentándolo como una política de «control total».
Incluso podemos hablar de la mega-cárcel del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), presentada como solución, se critica su modelo de confinamiento de 24 horas al día sin programas de rehabilitación, lo que podría exacerbar la violencia a largo plazo.
Otro punto más polémico es la militarización de la Seguridad. Se le ha dado un rol protagónico al ejército en tareas de seguridad pública, desdibujando la línea entre defensa nacional y orden interno.
En otro arrebato de emulación de Gran Hermano centroamericano, se ha implementado vigilancia masiva (como con la app «Yo me Cuido») sin marcos claros de protección de datos, abriendo la puerta a un estado de vigilancia.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)** y la **ONU** han emitido informes críticos, pidiendo restablecer las garantías constitucionales.
Algunas investigaciones de El Faro, de la academia y de la Justicia en Estados Unidos demostraron que la baja de homicidios en El Salvador “fue a costa de negociar con pandilleros por más de diez años, prometiéndoles la no extradición de sus líderes, el pedido de apoyo electoral y beneficios carcelarios”,
En El Salvador las cárceles se saturaron. En Uruguay ya están saturadas y, de aumentarse a una tasa de presos como la del país centroamericano, el Estado tendría que destinar cada día unos 56,9 millones de pesos para mantener a los privados de libertad.
El «modelo Bukele» representa el sueño húmedo de los “mano dura” que regatea entre seguridad y derechos civiles. Sus defensores priorizan la paz inmediata y la restauración del control estatal tras décadas de violencia pandilleril. Sus críticos advierten que se está construyendo una paz autoritaria, con un alto costo en derechos humanos y riesgos de largo plazo para la democracia.
.Tener en consideración este modelo, donde con una lectura somera, uno puede aventurar todos los riesgos que conlleva, no es más que un guiño a un giro autoritario aunque sea discursivo y el Presidente se desdiga.
¿Otra vez el progresismo allanándole el camino a la derecha y haciendo el trabajo sucio?
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP).Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)