Trump y la tercera muerte de Khashoggi

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Jorge Elbaum

El 2 de octubre de 2018, el columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi, ingresó en el consulado de Arabia Saudita de Estambul. El periodista, que mantenía un posicionamiento crítico respecto a los bombardeos de Riad contra Yemen, debía actualizar su documentación para casarse semanas después con la ciudadana turca Hatice Centiz. N

unca salió de la delegación diplomática saudita. Después de torturarlo y asfixiarlo, lo descuartizaron. Su cuerpo, según conjeturas de la policía turca, fue disuelto en ácido. El homicidio fue ordenado por el príncipe heredero Mohamed bin Salman (conocido como MBS), quien, siete años después, logró reparar su imagen pública gracias a la inestimable colaboración de Donald Trump.Chilling words 'from recording of Khashoggi killing' in Turkish media ...

Al fin y al cabo, no había muchas diferencias entre ambos. Uno, ordenó la disolución en ácido de un periodista; el otro bombardea, sin evidencia jurídica alguna, a tripulantes de barcazas o pesqueros en el Caribe.

Para esa época Trump ya era un socio de MBS en emprendimientos inmobiliarios. Ante  las filtraciones incontrastables, el heredero reconoció, en 2019, “su plena responsabilidad en el homicidio”. Su ejecución fue realizada por el Escuadrón Tigre, también conocido como Unidad 1103, que funciona como un escuadrón de la muerte dedicado a eliminar opositores de la realeza. Luego del crimen, para encubrir sus derivaciones, MBS montó la “estrategia de las moscas”, descripta en el documental  El Disidentede Bryan Fogel, donde se detallan las operaciones en redes sociales destinadas a confundir a la opinión pública y culpabilizar a la víctima.

Para morigerar el rechazo de la opinión pública hacia MBS, esta semana, durante una visita oficial del príncipe a la Casa Blanca (foto), el magnate estadounidense devenido en presidente respaldó el asesinato al considerar que Khashoggi “era una figura muy controvertida, a muchos no les agradaba” y que su huésped había “hecho un trabajo fenomenal”.

Dirigiéndose a la valiente periodista de la Cadena ABC, Mary Bruce, que intentaba interrogar al asesino de Khashoggi, Trump la interrumpió, advirtiéndole que no debía “avergonzar a nuestros huéspedes haciendo una pregunta como esa”. El salvataje, sin embargo, no detuvo la incomodidad de MBS, quien respondió como si se tratara de un jarrón roto: “Fue un gran error que no se repetirá en el futuro”.

La reprimenda de Trump a Bruce logró que el príncipe prescindiera de alguna explicación respecto a la ejecución del periodista Turki al-Jasser, ahorcado el 14 de junio último, después de permanecer siete años en prisión. Al Jasser había fundado el blog de noticias Al-Mashhad Al-Saudi (La escena saudí), donde cuestionaba la misoginia y el despotismo de la monarquía.

 i isolasjon, 5 år etter sine første 50 piskeslag
Raif Badawi

En la actualidad, el gobierno saudita mantiene a 14 periodistas presos, sin que se conozcan los cargos y sin garantías de defensa jurídica. Otro de los casos en que Trump logró evitar la interpelación se relacionó con la causa de Raif Badawi, de 2014, condenado a mil latigazos y diez años de prisión por exigir en su blog una mayor libertad de prensa y autonomía para las mujeres. En ocasión de la sentencia, uno de los magistrados recomendó que fuera sentenciado a muerte por apostasía porque se había negado a “arrepentirse ante Dios”.

A pesar de estos sombríos antecedentes, el príncipe ha sido recibido con los máximos honores en la Casa Blanca. Su gobierno no ha sido caracterizado como responsable de prácticas autocráticas ni su estatus absolutista asociado a un tirano, pese a que –en casi un siglo– no ha llevado a cabo elección democrática alguna, desde su independencia en 1932 hasta la actualidad. La doble moral estadounidense se convierte en patética cuando Washington juzga a terceros países con patrones jerárquicos de mayor o menor nivel de democraticidad.

La inconsistencia —la hipocresía flagrante de la doble vara— continúa siendo un subterfugio para demonizar a los gobiernos que no coinciden con las expectativas de Washington. Lo único relevante para su política exterior es el mantenimiento de sus prerrogativas imperiales, hoy en declive. Esa es la explicación de por qué Trump y sus predecesores en el cargo omiten el carácter salvaje de Riad. La familia Al-Saud ha rubricado la pena de muerte para 1816 personas en la última década. En esa práctica despiadada no se diferencia de los Estados Unidos: durante 2025 transitaron por el corredor de la muerte 44 personas.

Mohamed bin Salman

El precio pagado por el príncipe para revitalizar su alicaída figura consistió en el compromiso de invertir mil millones de dólares en Estados Unidos, lograr el acceso a la energía nuclear de uso civil y aceptar la invitación a ser parte del club de los aliados extra-OTAN, un estatus del que también forma parte Argentina desde la etapa de las relaciones carnales menemistas. El aspirante al trono logró, además, la adquisición de los aviones de combate F-35, que habían sido retaceados por los presidentes estadounidenses anteriores.

Arabia Saudita es el único país en el mundo que lleva el apellido de una familia como nombre nacional (Al-Saud), cuyos gobernantes pertenecen obligatoriamente a dicha descendencia.

‘Además, como parte de su marketing deportivo, Trump le permitió publicitar el vínculo con su socio, Cristiano Ronaldo, con quien comparte la propiedad del club Al-Nassr, donde juega el portugués, y sus inversiones en el Newcastle de la Premier League. Como contrapartida, Trump logró de forma parcial superponer la agenda política marcada por la liberación de los Archivos Epstein, que no se publicarán completos, gracias a una maniobra del Departamento de Justicia que logró dejar ocultas aquellas secciones que aún se encuentran en investigación judicial.

La aquiescencia de Trump con el crimen no es el resultado de una improvisación. En 2021, durante el gobierno de Joe Biden, la prometida de Khashoggi, Hatice Centiz, había logrado instituir una causa contra la monarquía saudita en un tribunal federal de Washington. Sin embargo, en diciembre de 2022, el magistrado responsable de la instrucción, John Bates, cerró la causa ante un pedido del Departamento de Justicia, dado que el príncipe MBS “gozaba –según la administración federal– de inmunidad frente a la jurisdicción de los tribunales estadounidenses”.

En un escrito de 25 páginas, el juez Bates exhibió su fastidio ante la decisión, pero se vio imposibilitado de darle continuidad al proceso judicial. En aquella ocasión, Centiz declaró que su novio había sido asesinado por segunda vez. El último martes, mientras Trump protegía a MBS, el ácido que consumió el cuerpo del periodista en Estambul, volvía a derramarse, irrespirable, en el Salón Oval. Fue la tercera muerte de Khashoggi.

*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)