Más que Pinochet: la larga sombra de la derecha chilena 

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Pedro Brieger

La última elección presidencial en Chile marcó la consolidación de un bloque de derecha y extrema derecha que reivindica, de manera directa o indirecta, la figura de Augusto Pinochet y lo que representa en la historia del país.  

Entre José Antonio Kast –que pasó a segunda vuelta-, Johannes Kaiser y Evelyn Matthei, sumaron poco más del 50 por ciento de los votos.  Esto indica que Kast tiene altas probabilidades de vencer el próximo 14 de diciembre, porque la dirigente comunista Jeannette Jara obtuvo apenas el 26,8 por ciento en la primera vuelta.  

Kast y Jara, la segunda vuelta

De todos modos, los balotajes a veces deparan sorpresas.

La gran pregunta que suele aparecer fuera de Chile es cómo es posible que puedan acceder al poder por las urnas quienes reivindican a Pinochet. Tal vez el problema radica en olvidar que Salvador Allende fue un espejismo en la historia de Chile.  Allende fue el primer presidente socialista y su figura quedó agigantada por el heroísmo de su resistencia en La Moneda, un hecho que eclipsa un dato central: su gobierno no llegó a cumplir tres años.  Apenas 2 años, 10 meses y un día.

Cuando Allende ganó las elecciones en 1970 obtuvo solo el 36 por ciento de los votos, y pudo asumir la presidencia porque era un sistema electoral sin balotaje.  En contraste, sus competidores —Radomiro Tomic (Democracia Cristiana) y el expresidente Jorge Alessandri (Partido Nacional)— concentraron el 63 por ciento, una señal del peso mayoritario que mantenían entonces –y como casi siempre- las fuerzas de centro y derecha.  La Unidad Popular encabezada por Allende no representaba a las mayorías ni la historia conservadora chilena. Era una minoría intensa con gran apoyo popular, pero minoría al fin.

Augusto Pinochet, por su parte, permaneció al frente de la Junta Militar durante 16 años y seis mesesAl dejar la presidencia en marzo de 1990 continuó como comandante en jefe del Ejército hasta 1998 bajo el mandato de dos presidentes electos: Patricio Aylwin y Eduardo Frei.  El 11 de marzo de ese año dejó el cargo en una emotiva y laudatoria ceremonia en la Escuela Militar.  Ese mismo día ingresó al Senado como senador vitalicio, cargo que mantuvo hasta 2002.  

Un mes después de asumir como senador once parlamentarios presentaron en la Cámara de Diputados una moción en su contra.  ¿Acaso lo acusaban por asesinar a miles de personas?  No. Solamente por haber movilizado al ejército en 1993 en protesta por una investigación de fondos de su hijo.  El expresidente Patricio Aylwin aportó un curioso argumento al debate señalando que durante su gobierno (1990-1994) Pinochet nunca había jaqueado el sistema democrático.  El diario La Tercera lo interpretó correctamente al titular “Aylwin salvó a Pinochet”.

No se puede comprender el Chile actual sin tomar en cuenta que Pinochet permaneció en posiciones de poder político y militar desde el golpe de 1973 hasta su retiro del Ejército en 1998 y el fin de su senaduría vitalicia en 2002.  

Veinticinco años: un cuarto de siglo.   Por eso no hay que sorprenderse de la gran votación de la derecha chilena.  La dictadura de Pinochet duró 17 años, tiempo suficiente para desarticular a los partidos de izquierda y darle aire a las formaciones de derecha que apoyaron el régimen militar.  

La dictadura persiguió sin miramientos a todos los partidos de la Unidad Popular, lo que facilitó la creación y desarrollo de los dos grandes partidos de derecha que apoyaron a Pinochet (Renovación Nacional-RN y la Unión Demócrata Independiente-UDI). 

El retorno a la democracia: Chile [i] - Analitica.comEl retorno a la democracia en 1990 permitió que algunos de los partidos de izquierda se reconstruyeran, aunque sin la mayoría de sus antiguos líderes, asesinados o en el exilio y golpeados hasta la médula en lo físico y moral.  En cambio, RN y UDI aparecieron como fuerzas renovadoras y dinámicas, a tono con el auge de las teorías neoliberales y los famosos “Chicago Boys” que dominaron la escena económica y cultural.

Ahora, José Antonio Kast, Johannes Kaiser -y en menor medida Evelyn Matthei- son el fruto maduro de la dictadura, mucho más que de la histórica derecha oligárquica chilena.   En ese sentido, y atando cabos, representan una continuidad ideológica de la olvidada formación fascista Patria y Libertad que actuó violentamente contra el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973).   Después del golpe, varios de sus dirigentes se integraron a diferentes organismos de la dictadura. 

El régimen militar le quitó su razón de ser al tomar sus fundamentos ideológicos e “institucionalizar” con la represión estatal su accionar violento.  Por dicho motivo Patria y Libertad se disolvió después del golpe.  Pero sus ideas no desaparecieron.   Dejando de lado sus operaciones paramilitares y abiertamente fascistas, sus postulados ideológicos están enraizados en las derechas de hoy: nacionalismo, anticomunismo, autoritarismo, posturas conservadoras en lo social y cultural, defensa absoluta de la propiedad privada, rechazo a las nacionalizaciones y a la reforma agraria.

En líneas generales, principalmente Kast y Kaiser, son la continuidad de las ideas fundamentales de Patria y Libertad, adaptadas a estos tiempos de xenofobia y exclusión.

Como observa Alberto Bohoslavsky en su estudio sobre las derechas chilenas entre 1932 y 1973, la dictadura pinochetista absorbió y amplificó muchas de las corrientes ideológicas que venían gestándose desde décadas atrás. A ello habría que sumarle los postulados de Patria y Libertad, cuyas ideas parecen haber renacido de las cenizas en las figuras de Kast y Kaiser.  Lo que vemos hoy no es una anomalía, sino la continuación de una larga tradición autoritaria que nunca se terminó de desmantelar.

*Sociólogo y periodista argentino