Trump contra la BBC o la guerra de la ultraderecha contra los hechos
Miquel Ramos
El presidente norteamericano Donald Trump ha emprendido una batalla contra la cadena británica BBC por un documental sobre su carrera política, emitido días antes de las últimas elecciones de las que salió vencedor. Trump acusa a la BBC de manipular uno de sus discursos y sugerir que él propició el asalto al Capitolio que protagonizaron sus seguidores en 2021, cuando perdió las elecciones ante Joe Biden
La edición del documental juntó partes separadas de un largo discurso de Trump, y es esto lo que usa el presidente para amenazar con una demanda milmillonaria si no rectifica y se disculpa públicamente, según sus propias palabras, para evitar dañar la imagen del ente.

Esta polémica, así como otros asuntos que venía arrastrando la dirección de la cadena debido a su tratamiento del genocidio en Palestina, han sido usados por la derecha y la extrema derecha para atizar a la prestigiosa cadena, cuyos directivos dimitieron recientemente
El documental en cuestión, titulado Trump: A Second Chance? ha sido retirado de su plataforma online, con lo que una parte del objetivo del supuesto agraviado ya se ha cumplido. Ahora, la guerra sigue, y como no le cuesta nada y le sirve para mantener la atención sobre otros asuntos ajenos a su gestión y que además le refuerzan en su eterno papel de víctima, Trump va a apretar al máximo.
Lo cierto es que una de las primeras medidas que tomó Trump nada más volver a la Casa Blanca fue indultar a los asaltantes del Capitolio, a sus chicos. Aquello acabó con varios muertos y con una imagen para la eternidad de las hordas neofascistas seguidoras de Trump tomando el símbolo de la democracia norteamericana.El asalto al Capitolio fue la culminación de un mandato plagado de desinformación, autoritarismo, conspiranoia y fanatización. Y esto no fue una anécdota, sino que es algo ya instalado en la disputa política, parte del manual de la batalla cultural de la extrema derecha para difuminar los márgenes de la verdad y de la razón, y conquistar así los marcos de los debates, los significados de las palabras y la autoridad moral.
Todo el camino estaba sembrado para que al final ocurriese esto y mucho más, y ni siquiera tal acontecimiento ha servido para vacunar a la sociedad norteamericana contra el odio y la mentira que lo propició. Al contrario, Trump ha vuelto a la Casa Blanca a pesar de ello.
Trump, al igual que todos los actuales líderes de la extrema derecha, se acompañan de numerosos propagandistas y desinformadores profesionales que labran el terreno para que su relato se imponga a los hechos. No es ningún secreto su uso habitual de la mentira y de la desinformación. Su infección en las redes sociales gracias a la complicidad de sus dueños, que exhiben orgullosos su adhesión al proyecto reaccionario, como Elon Musk, o el uso de bots y trolls que enturbian los debates o acosan a sus oponentes.
También cabe destacar el trabajo sucio de los agitadores disfrazados de periodistas y de toda la red de influencers y sinvergüenzas que hacen buen negocio apuntalando la realidad paralela que venden estos populistas. Su batalla por el sentido común se basa en gran medida en provocar una desconexión de la realidad desprestigiando los medios convencionales y promoviendo una adhesión a los artefactos creados para sustituirla. Yo me informo viendo YouTube, no la BBC. Ese es el plan.

La guerra de la extrema derecha contra los medios públicos y contra todos aquellos que no les son afines es internacional. En España, las críticas de la derecha a RTVE y el señalamiento a periodistas de diversos medios forma parte de su estrategia de desprestigio y amedrentamiento. Y esto tiene consecuencias, tanto para la profesión, su credibilidad y su función pública, como para los profesionales que la intentan ejercer con libertad y rigor, viéndose intimidados por las reiteradas campañas de agitadores y voceros ultras, o por las amenazas de los fascistas que deciden ir un paso más allá y participar del escarnio.
No es que la prensa convencional sea una garantía de veracidad, rigor y objetividad. Obviamente, la ideología y el interés económico son parte inseparable de todo proyecto comunicativo. Esto no implica desertar del buen trabajo, de la honestidad y del rigor, aunque en no pocas ocasiones, algunos medios y algunos profesionales arrastren por el suelo la profesión con malas praxis. Tampoco los medios públicos son infalibles, y por muchos filtros que existan, los humanos que participan del proceso también tienen sus prejuicios, sus intereses y sus fallos.
Reconocer esto no implica comprar el argumentario de la extrema derecha, ni defenestrar la labor de tantos y tantas profesionales que realizan un buen trabajo en diferentes medios. Pero la cosa no va de eso, sino de toda la estrategia que tiene montada la extrema derecha para amoldar la realidad a sus intereses. 
Se puede debatir si la edición del documental de la BBC podría ser mejor, pero eso a Trump le da exactamente igual. Ha encontrado un nuevo foco, un escenario en el que bailar y hacer bailar a los demás, minando una vez más la credibilidad de quienes lo ponen en duda, y en este caso, a una de las cadenas más reconocidas del mundo, y presentándose como un guerrero de la verdad y el rigor, que se atreve con todos. El objetivo de esta guerra es meter miedo. Es que, cada vez que alguien pretenda hablar de él, tenga cuidado y sepa a lo que se enfrenta. Si puede con la BBC, puede con todos.
Trump exhibe con vehemencia lo que sus homólogos también están dispuestos a hacer cada vez que puedan. Los EEUU nos enseñan el camino que transita una democracia en manos de quien no cree en ella ni en los derechos que la sustentan. Más nos vale ir tomando nota.
