Latinoamericanos critican «totalitarismo» de EEUU y genocidio en Gaza
En la Asamblea General de la ONU
Diana Carolina Alfonso
La 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas se convirtió en un escenario de fuertes pronunciamientos de presidentes latinoamericanos que rechazaron de manera directa la política exterior de Estados Unidos y la ofensiva de Israel en Gaza. Con discursos que combinaron llamados al multilateralismo, advertencias sobre el riesgo de nuevas guerras y denuncias de violaciones a los derechos humanos.
El martes 23 de septiembre de 2025, Gustavo Petro habló frente a la ONU en Nueva York. No era un viaje cualquiera. Fue su cuarta y última comparecencia frente a las Naciones Unidas como presidente, y lo hacía bajo el signo de la descertificación impuesta por Donald Trump.
La decisión estadounidense es más que un trámite administrativo. Se trata de una marca de sometimiento: la potencia imperial sancionando al país periférico, recordándole su lugar en la jerarquía global. El foro multilateral, en apariencia neutral, se convirtió así en escenario de una disputa por el sentido de la soberanía.
Petro propuso crear un “ejército de la salvación del mundo” votado por la Asamblea General y sin derecho a veto, con el fin de “liberar a Palestina”. Para el mandatario, “la diplomacia ya acabó su papel” y el genocidio en Gaza debe detenerse de inmediato.
Y señaló: “No sé si Trump sepa que su política exterior hacia Colombia, Venezuela y el Caribe es asesorada por colombianos que son aliados políticos de la mafia de la cocaína”
Petro frente a Trump: el lenguaje de la desobediencia
Petro acusó directamente a Washington y a la OTANde matar la democracia y revivir el totalitarismo a escala global. En su discurso, el mandatario colombiano exigió a las Naciones Unidas investigar a Trump por crímenes en el Caribe.
“No quieren que se haga luz en la América Latina y llegue de nuevo la hora de los pueblos. Los jóvenes asesinados con misiles en el Caribe no eran del tren de Aragua, que nadie quizás conozca aquí su nombre, ni de jamás. Eran caribeños, posiblemente colombianos, y si fueron colombianos, con el perdón de quienes dominan las Naciones Unidas, debe abrirse proceso penal contra esos funcionarios que son de los Estados Unidos. Así se incluye al funcionario mayor que dio la orden, el presidente Trump.”, señaló.
Trump acusó a Petro de haber permitido el crecimiento de los cultivos de coca y de haber fracasado en la guerra contra las drogas. Pero la respuesta del presidente colombiano no apeló a la tecnocracia, sino a la raíz del problema: “la tasa de crecimiento de los cultivos de hoja de coca venía en un alza del 43% anual en el gobierno de Duque, y lo he bajado en este año a 3%, y no descertificaron a Duque que tenía un financiador narcotraficante en su campaña, y sí a Petro, porque dice cosas y verdades”.
A propósito de los subterfugios de la estrategia antidrogas del presidente estadounidense, su homólogo colombiano señaló: “No sé si Trump sepa que su política exterior hacia Colombia, Venezuela y el Caribe es asesorada por colombianos que son aliados políticos de la mafia de la cocaína. Yo mismo denuncié con nombre propio a estos políticos del paramilitarismo narcotraficante, con nombre propio por una década en el Congreso de la República siendo senador. y me quisieron matar muchas veces por ello y quisieran que no fuera presidente y me callara y me silenciara»
«Y ahora quieren que no continúe un nuevo gobierno progresista y por eso me desertifican casi que personalmente y calumnian a Colombia, donde se ha incautado la más alta cantidad de cocaína de toda la historia del mundo y lo hizo este gobierno y me desertifican”, dijo el mandatario colombiano, desmontando la máscara de la cruzada antidrogas.
El día anterior, desde la tribuna internacional, Petro denunció que se trataba de un castigo político y no de un juicio objetivo: “¿Con qué derecho un presidente extranjero puede descertificar a otro elegido por su propio pueblo? ¿Eso es democracia o barbarie?”. Al nombrarlo así, colocó la disputa en el terreno que incomoda a Washington: el de la legitimidad.
Ya en el recinto de la ONU, mientras la delegación estadounidense se levantaba de la mesa, el líder colombiano reiteró la impostura de la comunidad internacional: “Los que no tenemos bombas ni grandes presupuestos no somos escuchados aquí, pero cuatro años después, ya hoy, lo dantesco de la situación de Palestina, no me llevó a pensar que lo mismo o casi lo mismo podría ocurrir en el Caribe colombiano cuando tiran misiles a personas jóvenes desarmadas en el mar”.
El Caribe como frontera de guerra
La disputa no quedó en palabras. En el Caribe, Estados Unidos desplegó buques de guerra frente a las costas venezolanas con el pretexto del narcotráfico. La escena repite un libreto viejo: barcos, marines, la promesa de “ordenar” una región considerada peligrosa. Petro reaccionó con la militarización de la frontera, enviando 25.000 soldados al Catatumbo. Pero la operación no fue la obediencia dócil de un subalterno. El presidente lo formuló como estrategia de coordinación soberana: “No es la tierra la que le gana a la mafia, es la articulación de los dos Estados”.
En ese mismo registro, negó la existencia del “Cartel de los Soles”, acusación con la que Washington pretende vincular a Nicolás Maduro con el tráfico de drogas. Maduro agradeció el gesto como un acto de unidad, mientras el Caribe se convierte otra vez en campo de batalla, donde bases militares en Panamá y acuerdos que privilegian barcos estadounidenses evocan la vieja “quinta frontera”: un colonialismo reeditado en pleno siglo XXI.
Tres líneas de batalla en la ONU
En Nueva York, Petro trazó tres ejes que, más que propuestas, fueron actos de insubordinación:
Justicia climática: denunció que el carbón y el petróleo son más letales que la cocaína. Su señalamiento desarma la narrativa que criminaliza al campesino cocalero y exculpa a las grandes corporaciones energéticas.
Paz y Palestina: el presidente colombiano nombró sin rodeos el genocidio en Gaza y propuso una fuerza militar e internacional de paz liderada por el bloque oriental, y recordó que el genocidio, como práctica, ha sido funcional a las dinámicas de desposesión tanto en Colombia como en Palestina. “A centenares de miles de campesinos colombianos los han masacrado como masacran a los niños en Gaza.
Las masacres fueron hechas en Colombia por políticos que eran senadores, presidentes, ministros, ligados y sobornados por la mafia colombiana del narcotráfico, aliados al mismo tiempo a la extrema derecha de la Florida en Estados Unidos y ahora aliados al gobierno de Trump, aliados desde hace décadas a los capos del narcotráfico de la cocaína en Colombia”.
Nuevo multilateralismo: Petro llamó a reconstruir la ONU desde abajo, desde la cooperación Sur-Sur, la defensa del derecho internacional y la inclusión de las voces históricamente acalladas.
En su discurso, el mandatario colombiano articuló los escenarios: narcotráfico, genocidio palestino, migraciones, crisis climática. Todos como capítulos de una misma lógica de muerte. “La política de drogas está ligada al genocidio en Gaza y al fracaso climático”, advirtió. La frase condensa la visión de una estructura global donde la violencia cae siempre sobre los mismos: campesinos, migrantes, pueblos sitiados. Los misiles, recordó, no impactan en Miami ni en París, sino en las aldeas pobres del Sur.
El dilema que planteó fue tajante: “Hoy hay que escoger si es la vida o el capital”. En esa disyuntiva, la indiferencia de las potencias frente a Palestina aparece como prueba de que el capital prevalece sobre la humanidad.
La rebelión como horizonte
En un tono poco común en este tipo de instancias internacionales, el mandatario latinoamericano insistió en las alianzas reales que secundan la expansión del narcotráfico: “Narcotraficantes todos, dicen. Cuando la mayoría de los narcotraficantes son rubios y de ojos azules, y guardan sus enormes fortunas en los bancos más grandes del mundo, y no viven en Bogotá, ni en Caracas, ni en el Caribe, ni en Gaza, sino que viven en Miami y son vecinos del presidente de los Estados Unidos, y viven en Nueva York, y en París, y en Madrid, y en Dubái”.
Aseguró esto último en concordancia con las investigaciones que indican la existencia de una Junta del Narcotráfico en Emiratos Árabes, implicados en propósitos de desestabilización y magnicidio.
Al mencionar las contradicciones de la política antidrogas de los países del norte, Petro recordó los fines eminentemente coloniales detrás de las acciones represivas que en los últimos días se han cobrado decenas de vidas en el Caribe: “Los verdaderos narcos viven donde hay lujo, no pobreza. Pero los misiles los tiran donde hay pobreza y no donde hay lujo. Es mentira que el tren de Aragua es terrorista, solo son delincuentes comunes en forma de banda agrandados por la estúpida idea de bloquear a Venezuela y quedarse con su petróleo pesado”.
En ese orden de ideas, aprovechó para denunciar las políticas xenófobas impulsadas por los países de Europa y Estados Unidos: “ya venenoso los migrantes no son delincuentes no tienen que llevarlos a campos de concentración ni expulsarlos encadenados la migración no es sino el producto del bloqueo a los países más pobres como Irak o Irán o Cuba o Venezuela el bloqueo económico no es más que un genocidio la migración no es sino el producto del empobrecimiento de los países más pobres por una deuda impagable y codiciosa la migración no es más sino la consecuencia de las guerras y las invasiones por el petróleo desatadas por Estados Unidos y la Europa de la OTAN”.
El viaje de Petro a Nueva York confirmó que la política internacional de Colombia transita en la tensión entre el disciplinamiento neocolonial y la búsqueda de soberanía. Frente a la descertificación, no hubo repliegue: hubo confrontación abierta. Frente a la militarización del Caribe, no hubo silencio: hubo denuncia y despliegue propio. Frente a la indiferencia ante Gaza, hubo palabra y propuesta de presión a China para organizar una intervención militar que termine de una vez por todas con el genocidio.
La voz de Petro no es un gesto aislado, sino la irrupción de un discurso que desafía la normalidad colonial. En un tiempo en que resurgen viejas formas de dominación, su posición en la ONU simboliza dignidad y resistencia. Como él mismo lo dijo, rebelarse es un derecho: “Los seres humanos tenemos derecho a la rebelión contra el tirano y yo me revelo como presidente descertificado”, insistió el primer día de su gira en New York.
*Historiadora y doctoranda. Analista internacional de Diario Red