La dictadura brasileña inauguró en 1964 una serie de golpes militares encadenados en América del Sur. Sus jerarquías castrenses, con pleno respaldo de Estados Unidos, idearon e instrumentaron el Plan Cóndor que se extendió por el continente para asesinar o desaparecer a cuadros políticos. Además brindaron apoyo logístico desde la propia embajada en Santiago de Chile para que se concretara el derrocamiento de Salvador Allende en 1973.

Sobre esa alquimia entre el Departamento de Estado (para aquella época liderado por Henry Kissinger) y el poder de las fuerzas armadas subordinadas a Washington, se construyó el aparato represivo en la región durante la guerra fría. El comunismo, como ahora – y sin matices de análisis -, era el enemigo al que se procuraba exterminar.

Cambiaron sí, los métodos cruentos por otros incruentos. Una especie de terrorismo de Estado 2.0 con presiones, boicots, aranceles a la suba y mucha alharaca virtual. Ni política de las cañoneras, ni el gran garrote, ni la Alianza para el Progreso. Las intromisiones descaradas (recuérdese lo que dijo el futuro embajador en la Argentina, Peter Lamelas, un cuasi virrey del Río de La Plata) no tienen un slogan en esta etapa. Si se mantiene el nombre de la doctrina: Monroe. Va a cumplir 202 años en diciembre próximo.

Nadie queda a salvo si no le rinde pleitesía a EE.UU. Ni los presidentes en ejercicio o retirados, ni un juez como Alexandre de Moraes (foto), integrante del Supremo Tribunal Federal. Entran en la misma bolsa que los personajes del hampa pasibles de ser extraditados o los dirigentes del fútbol, como sucedió en 2015 con el FIFA Gate.

Trump no es Nixon, tampoco Reagan, por nombrar a dos expresidentes del mismo partido Republicano. Sí es constante e inalterable la intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos de los países del hemisferio con fines geopolíticos y cualquier excusa. En el caso de Brasil, integrar los BRICS o juzgar y condenar a Bolsonaro por golpista.

* Periodista argentino. Es docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)