Alto al fuego entre Israel e Irán: El mundo respira, pero no lo suficiente.

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Javier Tolcachier

çEn la madrugada de este martes (25) cesaron los ataques mutuos entre Israel e Irán. Lo que parecía una escalada hacia un infierno global luego de la intervención de bombarderos de los Estados Unidos contra instalaciones iranies, se disipó –al menos al momento de escribirse esta nota – a través de un acuerdo de cese al fuego que el presidente norteamericano comunicó presuroso a través de su cuenta en la red Truth Social.

Las acciones posteriores confirmaron que Trump estaba correctamente informado. Las poblaciones en Irán, Israel y el resto del mundo hoy respiran una bocanada de esperanza. Pero ¿puede atribuirse el belicoso mandatario este acuerdo? ¿Puede ser este importante cese al fuego moneda de cambio para que Trump aspire al premio Nobel deIrán confirma el alto al fuego tras el anuncio de Trump - The New York Times Paz, como fuera otorgado a Barack Obama, quien lo recibió con su país todavía en guerra en Afganistán, Irak y Siria, además de los ataques de sus Fuerzas Armadas a Libia, Yemen y Somalía?

Y más allá, ¿qué hay de las restantes guerras que sufren los pueblos? ¿Qué hay del genocidio en Gaza, de la guerra civil en Sudán, qué de la inextinguible sangría en la República Democrática del Congo, qué del conflicto en Ucrania y tantos otros lugares?

Alto al fuego entre Irán e Israel-EEUU,

¿apenas un alto en un camino escabroso?

Sin duda que múltiples factores operaron en este paso auspicioso y es difícil apreciar cuál de ellos fue determinante. Los analistas geopolíticos pondrán sobre la mesa en los próximos días un buen número de informaciones reservadas y teorías sobre el particular.

Se mencionarán sin duda las actuaciones diplomáticas de los gobiernos de Rusia y China, con fuertes vínculos e intereses en la región, cuyas intervenciones seguramente contribuyeron a este auspicioso desenlace. Pero también se aludirá a la mediación de los vecinos países del Golfo que albergan bases militares estadounidenses, que como en el caso de Qatar, constituyen un blanco inmediato en el caso de que el conflicto bélico perdurara.

Trump dice que Israel e Irán han acordado "un alto el fuego total"Del mismo modo, podría haber influido cierta reluctancia, aunque ambigua, de los gobiernos europeos a involucrarse directamente en nuevas guerras apoyando a Israel y los Estados Unidos. Y sin duda la certeza de que la ya endeble economía mundial sufriría más retrocesos, afectando no solo a los países más pobres sino también a las economías más voluminosas, acelerando el derrumbe de la primacía occidental hoy ya en franco declive.

No pocos comentarán el riesgo que supondría el cierre selectivo o total del Estrecho de Ormuz, el aumento de los ataques del gobierno hutí, la posibilidad cierta de atizar aún más la combatividad de facciones islámicas fundamentalistas o el éxodo migratorio masivo que se produciría como efecto inmediato de una guerra generalizada en Medio Oriente.

Posiblemente también una cuota de intermediación pueda atribuirse al gobierno ultraconservador turco, poco interesado de que se desaten nuevas hostilidades en territorio sirio, luego del valiente aporte a la paz dado por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) al dejar la lucha armada.

La desastrosa situación ocasionada en Gaza, Siria y el Líbano por la criminal obsesión de aniquilación del gobierno de Netanyahu, sería tan solo una muestra del caos que se generaría de continuarse la agresión y las retaliaciones. E incluso la amenaza cierta de una detonación recíproca de armamento nuclear, podría haber sido un elemento que acelere la negociación del cese de hostilidades.

Pero hay un factor que pocos mencionarán en los sesudos y seguramente bien informados análisis: el sentir de los pueblos.

De la consternación y la impotencia a la acción

De la noche a la mañana del día 13, en el que Israel inició su ataque contra Irán y el asesinato selectivo de varios referentes políticos y científicos de la nación persa bajo el argumento de la expansión de su programa nuclear, el mundo asistió atónito al peor de los escenarios: el de una nueva guerra en una región vapuleada por la violencia bélica casi constante.

El estupor dio paso a la certeza de que los pueblos son tomados como rehenes por gobernantes crueles que no dudan en sacrificar vidas humanas para alcanzar sus objetivos de poder geopolítico. No basta con argumentos como “derecho a la defensa” para ejecutar acciones mortíferas al bando rival, que solo acarrearán, una y otra vez, mayor violencia, afectando sin duda alguna a aquellos a los que se dice proteger.

La única postura moralmente correcta ante cualquier diferencia, es defender la vida humana, toda vida humana como sagrada y no hay razón, ni propósito válido que justifique la violencia.

Así fue como comenzó la resistencia popular, que señaló la disconformidad de muchos con tomar parte en una nueva guerra. Diversas manifestaciones tuvieron lugar en Grecia, Italia, España y otros lugares de Europa, señalando la oposición a que sus gobiernos continúen guardando un silencio cobarde y enviando armamentos a Israel. Cientos de pancartas exigieron, con toda justicia, la disolución de la OTAN.

Mientras tanto, en los Estados Unidos, las extendidas marchas contra la violencia antiinmigrante del gobierno Trump empezaron a articularse y caminar en la huella del histórico movimiento pacifista.

Lo mismo en Israel, donde una población cada vez más numerosa no quiere ser cómplice de las matanzas y agresiones de su gobierno. Las voces de protesta se hacen oír al unísono en un mensaje clave: ¡No en nuestro nombre!

Y en numerosos lugares comenzaron a elevarse pedidos y plegarias que, silenciosa- pero sentidamente expresaron el mismo mensaje.

Mensaje que cada gobierno debería escuchar para no perder el poco crédito del que todavía algunos gozan. Mensaje sobre el que cada persona, debería reflexionar para no verse envuelto en situaciones penosas o en complicidades difíciles de recomponer luego. La guerra no tiene vencedores, todos pierden.

Es tiempo de acabar con TODAS las guerras

La idea de la guerra, de que existen enemigos y que acabando con ellos se acabarán los problemas propios, es un anacronismo inútil y perjudicial. Es un reflejo mecánico, que incluso en el caso de una resistencia justa a las distintas formas de violencia que hoy sufren los pueblos, no conduce a una mejor situación sino que la empeora.

¿Cómo es que se piensa acabar con la violencia? clamaba el humanista Silo en medio de las montañas. Y añadía a continuación: “Tal vez piensen que son un ejemplo inspirador de las nuevas generaciones cuando disfrazados de video juego despotrican contra el mundo; cuando amenazan en la peor muestra de matonaje; cuando, finalmente, envían a sus muchachos a invadir, a matar y a morir en tierras lejanas. Este no es un buen camino ni un buen ejemplo.”, afirmaba.

“Tal vez piensen que volver a las primitivas prácticas de la pena de muerte, será un gran ejemplo social. Tal vez piensen que penalizando progresivamente el delito cometido por niños, desaparecerá el delito… ¡ o desaparecerán los niños !

Tal vez crean que trasladando la práctica de la “mano dura” a las calles, las calles serán seguras.

Por cierto que estos problemas existen y se multiplican en el momento actual, pero con un enfoque violento de la violencia no resultará la paz.”, agregaba.

Es preciso, por tanto, para apagar tanta sed de venganza, tanto odio, tanta explotación, segregación y maltrato, aplicar un enfoque no violento de la violencia. Avanzar desde lo más profundo de la propia humanidad, hacia la compasión, la solidaridad y la colaboración entre las personas y los distintos grupos humanos, llegando a una correntada indetenible que atraviese y derribe fronteras, llegando a todos los rincones de la Tierra.

“Este es el intento que vale la pena vivir”, insistía Silo en aquella oportunidad, “porque es la continuación de las mejores aspiraciones de la gente buena que nos ha precedido. Es el intento que vale la pena vivir porque es el antecedente de las futuras generaciones que transformarán al mundo.”

Intento que propiciamos y alentamos a hacemos eco, de manera cotidiana, permanente y profunda, para que no solamente se acaben todas las guerras, sino que la historia humana deje atrás toda forma de violencia.

*Investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista.