Argentina: Fachos
Gustavo Veiga
¿Qué es un facho en el siglo XXI? ¿Acaso es un significante en busca de un significado preciso? Tal vez no resiste la comparación con el fascista clásico, mussoliniano, de hace cien años, pero tampoco evita la analogía libre. En un juego sin pretensiones historiográficas, facho funciona como apócope, reduccionismo y una manera de llamar de modo gráfico y nada elíptico lo desagradable que resulta un tipo de extrema derecha, las ideas de extrema derecha, la liturgia violenta de la extrema derecha.
Los fachos siempre estuvieron entre nosotros. Aunque aquellos de camisa negra de la Italia de entreguerras no vinieron en cantidades suficientes como para temer una segunda marcha sobre Roma pero en nuestra patria. También llegaron miles de antifascistas. El más célebre, un anarquista: Severino Di Giovanni fue fusilado por la dictadura de Uriburu el 1° de febrero de 1931. Roberto Arlt escribió la crónica de ese instante con maestría.
Antes de Rocca, otro personaje destacado fue Vittorio Valdani, también empresario italiano y referente del movimiento totalitario en Argentina. Encabezó el Partido Nacional Fascista (PNF) en nuestro país entre 1925 y 1928, fundó un diario afín a esas ideas, Il Mattino d’Italia y condujo la Compañía General de Fósforos.
Aunque no influyó de manera notoria en el mundo de los negocios como Rocca y Valdani, Vittorio Mussolini, el segundo hijo varón del matrimonio con Rachele Guidi, dejó su impronta en la Argentina. De gran parecido físico con su padre, su vida fue un mosaico de aventuras. Ofició de traductor del nazi Erich Priebke en la Italia ocupada, fue piloto de aviación –en sus memorias contó lo “divertidos” que le resultaban los bombardeos sobre población civil en Etiopía–, participó en la película Caballeros del desierto de 1942 con un joven guionista llamado Federico Fellini y después de la Segunda Guerra Mundial huyó hacia Buenos Aires donde instaló una cadena de pizzerías. De regreso a Italia produjo películas y se transformó en crítico de cine. Murió en 1997.
A los fachos como Rocca, Valdani y el hijo de Il Duce no los rotulaban así. La definición, de uso coloquial en Latinoamérica, varía según qué país del continente. En Cuba significa robo, en Chile define a un fascista pobre y en la Argentina hoy se extiende para describir a los mal llamados libertarios. Javier Milei y Patricia Bullrich componen el binomio que mejor se adapta al diccionario: “Adjetivo despectivo. Coloquial, se usa para designar a una persona que es fascista”. Pero en la Libertad Avanza son muchos más. Incluso asimilan otros apelativos: neofascistas, ultraderechistas, extrema derecha 2.0, aunque facho es más seco, más directo, como una piña en la mandíbula.
La palabra resume con creces lo que una investigación más erudita llevaría a improductivas disquisiciones sobre su origen. Se sabe, es un término que en la jerga política describe un momento histórico, un determinado sujeto histórico. Como en la Argentina actual e irrespirable del autoritarismo berreta, dispuesto a matar, condenar a la inanición a los jubilados o suprimir al enemigo que protesta.
Los fachos han vuelto con fuerza inusitada. Gobiernan en simultáneo varias naciones. Ya no hay uno solo en un pequeño país, Hungría, como Viktor Orbán, que se mantiene en el poder desde 2010 sin interrupciones. Ahora son varios. Trump en EE.UU., Netanyahu en Israel, Meloni en Italia, Bukele en El Salvador, nuestro facho en Argentina. Más o menos criminales, más o menos racistas, más o menos partidarios del neoliberalismo, más o menos inclinados a la retórica incendiaria, más o menos obscenos.
Nos queda el magro consuelo de que Jair Bolsonaro ya no controla el país más grande de América Latina, Brasil. Y que pretendió seguir en la presidencia después de perder las elecciones con Lula mediante un golpe de Estado. Hoy no cuenta. Podría ir preso en cualquier momento.
Se proyecta en esta etapa una remake del regreso de los muertos vivos. Zombis que remiten a la peor tradición política del siglo XX. Parafraseando a Groucho Marx, “si no le gustan mis fachos, tengo otros”. Mussolini fue el primer embrión de la cadena que alimentó a los fachos de su casta. Fundador el 23 de marzo de 1919 de los Fasci Italiani di Combattimento, dio pie a la creación dos años después del Partido Nacional Fascista. Dos emblemas de la ultraderecha que se creían, sino extinguidos, ya demodé.
Tras su marcha sobre Roma en octubre de 1922, el movimiento se entronizó en el poder con la venia del rey Víctor Manuel III. Habría que aprender la lección del modo fulminante en que lo logró. Más que nunca por lo que pasa en estos días de democracia tutelada, limitada, sin garantías constitucionales elementales y camino a una dictadura.
Otro facho, el ideólogo de este régimen de oprobio Agustín Laje, no solo reivindica la represión que dejó en estado crítico al fotógrafo Pablo Grillo. Apunta a que las fuerzas de seguridad tiren con precisión y si es posible a matar. En su cuenta de X escribió el 13 de marzo: “La próxima vez que un policía tenga que disparar con una bala de goma o con un gas lacrimógeno, por favor apunten bien. Apunten bien por sus compañeros heridos. Apunten bien por los vecinos y por los argentinos de bien en general que han sufrido daños materiales. Los argentinos de bien vamos a estar aplaudiéndolos. Los argentinos de bien queremos a nuestra policía. La próxima apunten bien porque están frente a delincuentes, antidemocráticos y corruptos”.
Emilio Gentile, el más prestigioso historiador vivo que investigó al movimiento mussoliniano y autor entre otros libros sobre el tema de El fascismo y la marcha sobre Roma: el nacimiento de un régimen (2015) y ¿Quién es fascista? (2019), con todas las diferencias que tiene con el mal uso del término, explicó:
“En apenas tres años de vida como movimiento, en un solo año como partido, con un grupo de jefes jóvenes sin experiencia alguna de administración y de gobierno, mediante la violencia el fascismo logró derrotar y desbandar a poderosas fuerzas organizadas que tenían tres décadas de vida; logró engañar a astutos políticos y gobernantes de larga trayectoria y consumada experiencia; logró quitar el monopolio de la fuerza, la autoridad y el prestigio a un Estado que había salido vencedor de la prueba de una guerra mundial, y finalmente consiguió conquistar el poder proclamando de manera abierta que lo usaría para destruir el Estado liberal y la democracia”.
En eso están los fachos en la Argentina.
* Periodista argentino. Es docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)