Mientras intenta crear un desequilibrio de poder con sus reclamaciones sobre el canal de Panamá, Canadá y Groenlandia, Donald Trump busca intimidar a los países para obtener concesiones. Las amenazas expansionistas de Trump anticipan una relación tormentosa entre EE UU y sus aliados.

Los planes del próximo presidente de Estados Unidos pueden significar el fin de la democracia en Estados Unidos, la imposición de una réplica aggiornada de la Doctrina Monroe en América latina, el impulso y financiamiento de las ultraderechas en la región, y un enorme signo de interrogación sobre la paz mundial, señala el Observatorio en Comunicación y Democracia.

Todo apunta a que la terapia de shock que quiere llevar a cabo Estados Unidos va a ser contra China, pero también contra aquellos países latinoamericanos que Washington considere que están demasiado alineados comercial- o políticamente con Pekín. En este sentido, la administración republicana amenazará abierta y coercitivamente –con aranceles, sanciones o presión diplomática– a estos países para forzarles a cambiar su regulación comercial y distanciarse de la potencia asiática.

Sus tres objetivos prioritarios son contener el poder de China, impulsar –aún forzándola– la relocalización de la industria en territorio estadounidense y mantener la primacía global de Estados Unidos. «Puedes llamarlo como una Doctrina Monroe 2.0», señaló Mike Waltz, asesor de Seguridad Nacional elegido por Trump, en Fox News. Una vez más, detrás de la grandilocuencia de las declaraciones de las figuras más destacadas de la administración republicana se esconde algo mucho más profundo.

Estados Unidos ha entrado en una especie de ansiedad hegemónica como consecuencia de la pérdida progresiva de su poder y busca atar en corto a todos los países a los que considera que forman parte de su «patio trasero»; e incluso, amenazar con controlar –por la vía militar– puntos estratégicos como el Canal de Panamá o Groenlandia.

Antes objetivo prioritario de la famosa Doctrina Monroe, América Latina se ha acercado a China en los últimos años, en buena parte por la posición pasiva y condescendiente que ha mantenido Washington. Trump, tanto en su primer mandato como quizá en su segundo, ha tratado a la región como un mero foco de inmigración «no deseada» y un chivo expiatorio para la problemática de criminalidad que afronta Estados Unidos y a la que el trumpismo vincula con los flujos migratorios.

Sobre México, Trump aseguró que declararía a los cárteles de la droga como «organizaciones terroristas» y varios miembros de su equipo abogan por llevar a cabo una intervención militar. Respecto a Panamá, no esconde su ambición de volver a controlar el estratégico Canal. Y la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, advirtió que podría revocar la presencia militar estadounidense en la base de Comayagua por la «actitud hostil de deportaciones masivas» de miles de hondureños.

A Latinoamérica no le ha ido mejor con el aún presidente demócrata Joe Biden, quien se dio el lujo de ignorar la región para centrar sus esfuerzos en las guerras de Ucrania y Medio Oriente. La llamada «Alianza de la Américas para la prosperidad Económica», establecida con bombos y platillos en 2022, no dio frutos y no logró uno de los objetivos  buscados por los países latinoamericanos; abordar la desigualdad económica. El mutis de EEUU es bien aprovechado por China.

El comercio bilateral entre China y América Latina ha escalado de los 18.000 millones de dólares en 2002 hasta los 450.000 millones de dólares 20 años después. En un década, en 2035 esta cifra superará los 700 mil millones de dólares, lo que alienta un fortalecimiento de los lazos políticos.

En la actualidad, 22 de los 26 países latinoamericanos forman parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la cual cuenta con numerosos proyectos de infraestructura, incluyendo decenas de puertos o terminales operados o construidos por empresas chinas, lo que además de suponer una alarma en la Casa Blanca, debiera conducirla a cambiar las estrategias… y el vocabulario.

Trump enfrentó numerosos problemas en los años noventa para negociar sus enormes deudas bancarias, tanto que, como señaló John Feffer en su artículo «Trump’s Dirty Money», solo quedaba un banco, el Deutsche Bank, entonces conocido por su altamente cuestionable comportamiento legal y ético, dispuesto a darle crédito.

Sus formas de ganar dinero son más que cuestionables, como su fraudulenta Universidad Trump y la Fundación Trump, y recientemente promoviendo y ganando dinero con tarjetas comerciales, materiales autopromocionales, Biblias muy caras y relojes de 100.000 dólares, involucrándose, además, en empresas de criptomonedas.

Más importante que la flexibilidad ideológica del capitalismo es su flexibilidad moral: los imperios siempre se presentaron como víctimas o con algún derecho divino. Cabe recordar que hace casi dos siglos (1832) Andrew Jackson justificó la remoción de los pueblos nativos de sus propias tierras y  proclamó: «nos agredieron sin que nosotros los provocásemos. Tuvimos que defendernos».

Desde 1763 hasta hoy, la tradición ha sido forzar a los nativos a firmar tratados que luego serían violados por los dueños del cañón cada vez que los tratados limitaban las oportunidades de hacer buenos negocios despojando a «las razas inferiores». Más importante que la flexibilidad ideológica del capitalismo es su flexibilidad moral (o carencia de la misma)..

El tratado de 1848 obligó a ceder la mitad de México a Estados Unidos por una limosna y nunca se cumplió según los acuerdos que protegían los derechos de los mexicanos que quedaron del otro lado de la nueva frontera. Ahora, Donald Trump volvió a acusar a México de abusar de «la bondad de EEUU» y a China de «abusar del canal de Panamá.

La Separación de Panamá y sus consecuencias. El Gobierno de Rafael Reyes y  el de Carlos E. RestrepoEl abuso se refiere a que está haciendo demasiados negocios con Occidente y, peor, con América Latina, al que Trump aún considera el patio trasero de EEUU, las repúblicas bananeras. Las amenazas de Trump por apoderarse de Canadá, Groenlandia y Panamá responden al «deshielo del Ártico» que le daría más independencia a China y Rusia.

Todo apunta a que la terapia de shock que quiere llevar a cabo Trump va a ser contra China, pero también contra aquellos países latinoamericanos que Washington considere que están demasiado alineados comercial o políticamente con Pekín, a los que amenaza con guerras arancelarias y sanciones. Ya propuso aplicar aranceles del 60%  a «cualquier producto que pase por [un] puerto de propiedad o control chino en la región» y que tenga como destino final Estados Unidos.

Hace pocos días el presidente de China, Xi Jinping, viajó a Lima para asistir a la ceremonia inaugural del puerto de aguas profundas de Chancay, una infraestructura valorada en 3.500 millones de dólares construida y operada parcialmente por la empresa estatal COSCO Shipping Ports.Ancash al Día - #Chancay La nueva ruta de la seda, que... | Facebook

Según la perspectiva trumpista, cualquier mercancía que parta de este punto del Pacífico en dirección a EEUU, sin importar el país de origen, debería ser gravada. Esta medida se aplicaría también a otros puertos de naturaleza similar en América Latina y el Caribe, como el de Lázaro Cárdenas en México, Balboa en Panamá o Paranaguá en Brasil.

Teodoro Roosevelt le robó Panamá a Colombia con una revolución financiada por Washington. El canal, comenzado por los franceses y terminado por Washington fue, de hecho, construido con la sangre de cientos de panameños que el histórico racismo olvidó, como olvidó la construcción de las vías de ferrocarriles por parte de inmigrantes chinos en la costa Oeste o de irlandeses en la costa Este, grupos que sufrieron la persecución y la muerte por pertenecer a «razas inferiores».

Si EEUU pagase a los países latinoamericanos una mínima compensación por todas sus invasiones y democracias destruidas, por todas las sangrientas dictaduras impuestas a fuerza de cañón, por la «política del dólar» o por los sabotajes de la CIA desde la Guerra Fría, las reservas de oro del Tesoro estadounidense no bastarían para cubrir siquiera un porcentaje mínimo.

El sistema esclavista que le arrebató Texas, New Mexico, Colorado, Arizona, Nevada y California a México no desapareció con la Guerra Civil. Simplemente cambió de nombre. A ello hay que sumarle los crímenes imperiales, a veces en colaboración con los imperios en Asia y África que no solo asesinaron a sus líderes independentistas como Patrice Lumumba sino que dejaron mares de muerte y destrucción, todo en nombre de una democracia y una libertad que nunca llegaron y que nunca les importó.

Estos fueron los territorios que... - Miguel Torruco Garza | FacebookEstamos en la misma situación del siglo XIX: expansión geopolítica y arrogancia racial, señala Jorge Majfud. La diferencia es que, por entonces, EEUU Unidos era un imperio en acenso y hoy está en descenso. Como lo demuestran los ejemplos europeos desde el español, el británico o el francés, a la larga, y pese a toda la muerte y el despojo ajeno, los imperios siempre fueron muy caros para sus ciudadanos, ya que no existen sin guerras permanentes.

En sus apogeos siempre dejaron ganancias económicas, para los de arriba. El problema es cuando se trata de un imperio en decadencia, la arrogancia es una reacción natural, pero resulta carísima y solo puede acelerar su decadencia, miseria y conflictos, tanto dentro como fuera de sus fronteras, añade.

Uno puede saltearse tres mil intervenciones de Washington en 50 años, pero según la lógica capitalista, el Canal de Panamá nunca fue de Estados Unidos como el Hudson Yards de Manhattan no le pertenece a Qatar, ni el One World Trade Center ni el nuevo Waldorf Astoria en Nueva York o las mega urbanizaciones de Chicago y Los Angeles les pertenecen a China, por nombrar solo ejemplos recientes. No: el mundo no es el mismo que en su primera presidencia.

El destino (in)eludible

Tratan desde el Norte imponer el imaginario de que el destino ineludible de América Latina y el Caribe es ser la aliada de Estados Unidos, por obligación natural e institucional, alineada con el orden mundial que ha defendido hasta ahora la Europa occidental, basado en los intereses de ellos, la naturaleza de las instituciones, los valores “democráticos” que venden pero no consumen.

No hay que olvidar que América Latina es el mayor proveedor de petróleo a Estados Unidos y su socio comercial de más rápido crecimiento, así como la mayor fuente de cocaína  e inmigrantes, tanto documentados como indocumentados, lo que subraya la relación en constante evolución entre ellos dos. Pero las presiones individuales de EEUU no bastan, sino que apela a la de sus socios de la alianza bélica OTAN.Estados Unidos reafirma su apoyo a la OTAN | El Mundo | DW | 24.01.2017

La influencia de Estados Unidos fue basada en la protección de intereses corporativos y geopolíticos estadounidenses e intervencionismo militar. Ideológicamente se sustentó en la idea del Destino Manifiesto, caracterizada por la idea de que la colonización y posesión de América latina, era de Estados Unidos.

La excusa de EEUU siempre ha sido imponer a los demás países sus propias leyes y lecturas de lo que libertad y democracia significan para los “wasp” (blancos, anglosajones, protestantes). Es una interpretación interna y libre de la doctrina Monroe de América para los (norte) americanos, simplificándola en América para los wasp, señala Álvaro Verzi Rangel.

El enemigo es totalitario; el amigo es demócrata. El poder de definición es centralmente punitivo y se impone como discurso disciplinario. Quienes no lo siguen son autoritarios, fascistas, enemigos de la libertad. Quienes dudan, cuestionan, critican, denuncian son lo peor de lo peor: quinta columna, tontos útiles, agentes, señala Manolo Monereo.

*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.