Roberto Savio y la necesidad de ganar la batalla informativa a la derecha

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Norma Fernández

A sus 90 años, Roberto Savio sigue bregando por una sociedad mejor. Nacido en Italia, donde vive hace muchos años, pero nacionalizado argentino, tiene una extensa labor en el campo de las comunicaciones, que desarrolló mientras se formó académicamente en economía y ciencias políticas. En 1964 fue uno de los fundadores de la legendaria agencia de noticias cooperativa Inter Press Service (IPS) y sesenta años después sigue siendo uno de los puntales de Other News, siempre con el objetivo de presentar una comunicación alternativa a la de las grandes cadenas de noticias.

Fue desde asesor del dirigente democristiano italiano Aldo Moro hasta del secretario general de la ONU Butros Ghali, integrante de la mesa directiva del Foro Social Mundial y consultor de varias agencias multilaterales. Recientemente vino a Argentina (donde habló en la Universidad de Buenos Aries, en una actividad organizada por el Plan Fénix), Chile y Uruguay para presentar el último de sus muchos libros: “Manual para el ciudadano global”.

— La conferencia que ofreciste en diciembre en Buenos Aires se llamó “La declinación de Occidente y sus consecuencias geopolíticas”. Quiero repasar contigo esos efectos, pero antes te pregunto: ¿cómo llegamos a esto?

— Estamos en el fin del multilateralismo, creado luego de la Segunda Guerra, un ciclo histórico importante que transcurrió por unos ochenta años. Las causas del declive incluyen algunos elementos fundamentales. El primero de todos ha sido lo que se llamó el Consenso de Washington, que fue un acuerdo del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Tesoro de Estados Unidos para definir una estrategia económica internacional. Fue determinante y se implementó con una fuerza similar a la del llamado “pensamiento único”, sin prácticamente debate.

Decía cosas que hoy se naturalizaron: el Estado es una complicación, porque es el “mercado” el que crea el desarrollo, el crecimiento, la riqueza, la participación, y por lo tanto hay que eliminar el Estado en la mayor medida posible. El “mercado” es una estrategia con la que se busca la eficiencia de la sociedad, de lo inmediatamente productivo, y ahí comienza la debacle de la salud y de la educación. La idea del “mercado” como elemento fundamental de la sociedad ha tenido una influencia muy grande que bajó a todos los estamentos de la sociedad.

Lentamente se creó un lenguaje en el cual los códigos de comunicación obligaban al éxito del individualismo, del enriquecimiento, de una serie de cuestiones que cambiaron profundamente el sentir de la sociedad.

— Hablas de varios elementos…

— Sí, claro, hubo otros. Un segundo elemento que también fue muy importante y sobre el que reflexionamos poco es la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, porque a partir de allí se desató una carrera de capitalismo sin controles. Hasta ese momento había una noción de responsabilidad social, un cierto cuidado. Los sindicatos y las organizaciones sociales intermedias cumplían un cierto papel, que ahora ha desaparecido.

Las finanzas tomaron vuelo propio, no son más un elemento de la economía. Se vuelven autorreferentes, ya no necesitan relación con la política ni con los ciudadanos, prescinde de ellos. Un ejemplo reciente es el de la primer ministra británica Liz Truss, quien debió renunciar apenas asumida, hace un par de años, por no poder hacer pasar su plan económico. Y un tercer elemento fue —también británico— Tony Blair, quien como premier en un momento dado dice que la globalización neoliberal es imparable y postula una “izquierda” que debería ser la cara humana de la globalización.

No hay que discutir la relación con el mercado o la defensa de los puestos de trabajo porque el capital ha ganado históricamente sobre el trabajo, sólo se pueden defender los derechos humanos de los trabajadores. Ese sería el planteo. Los derechos humanos son temas fundamentales, pero a partir de allí los obreros no se sienten representados por la socialdemocracia y terminan votando por Le Pen y no por el Partido Socialista en Francia, por ejemplo.

Hoy en Europa la clase media vota a la izquierda y los pobres votan a la derecha. Ésta es la situación a la que hemos llegado y no es solamente de Europa, sino general. Y agrego un último elemento del que quiero dar testimonio: es el comienzo de la incapacidad de EE.UU. de entender el mundo en que se vive y que genera el suicidio de Occidente en el cual estamos ahora.

En 1981, los jefes de Estado se reunieron en Cancún, México, después de la Resolución de la October 25, 1981, Forty Years Ago: Cancun Summit Fails | The Indian ExpressAsamblea General de ONU para un Nuevo Orden Económico Internacional y la relación Norte-Sur. Yo era el director de comunicaciones de la Conferencia y todos hablaban de la necesidad de seguir reduciendo la brecha entre Norte y Sur, de la importancia del consenso como elemento de diálogo internacional.

Cuando le toca hablar a Ronald Reagan, elegido seis meses antes, dice: señores, yo no creo en la democracia internacional, no siento que los países sean todos iguales, EE.UU. no es igual a otro país, entonces yo no reconozco a Naciones Unidas el hecho de establecer políticas que estén en contra de los intereses de mi país. Así es como desde 1981 EE.UU. no ha firmado ningún acuerdo internacional, ni siquiera los Derechos del Niño. Allá yo vi cómo Estados Unidos no entendía el mundo por el camino que iba tomando.

— ¿Cuál es la base de esa percepción de superioridad que no sólo tienen en el pueblo estadounidense, sino muchos de los que emigran hacia allí desde América Latina, pese a sus políticas claramente discriminatorias con ellos?

— Ha tenido un rol fundamental como potencia dominante. Ha seguido inmóvil en el mundo del final de la guerra, donde era el país que había ganado y nadie discutía que fuera el de mayor poder. Ellos todavía se sienten el país que ganó la guerra y tiene la misión de dar su contribución a un mundo ordenado y armónico según su visión, con el resultado de que han logrado lentamente que Occidente se transforme en la OTAN.

Cuando decimos OTAN decimos Occidente y han desaparecido las diferencias que había en su interior. Las diferencias entre Europa y EE.UU. en términos reales son mínimas, porque estamos todos en la OTAN. Los estadounidenses tienen dos mitos, uno es el del destino excepcional que los acompaña desde el Mayflower —he viajado mucho por allí y nunca encontré una persona que no creyera que su país tiene la función de reglamentar y ordenar el mundo.

Hay sólo dos países que tienen esa percepción: Israel y EE.UU. (sus presidentes hablan en nombre de “la Humanidad”). El otro es el del “sueño americano”, en el que todos están convencidos de que trabajando duramente pueden ser ricos. Y no tiene sustento, porque hay un 37% de la población de EE.UU. que logra apenas llegar a fin de mes, y el índice de pobreza es más alto que el de casi todos los países de América Latina. Es un país de enorme desigualdad, sin embargo su autopercepción de superioridad se ha impuesto hacia afuera como un relato indiscutido.

EE.UU. hoy está habitado por tribus: la tribu de los blancos y la de los negros, la tribu de los latinos, la tribu de los evangélicos, la de los católicos, la tribu del campo y la de la ciudad, la tribu de los que han estudiado y la de los que no. Todas estas tribus conviven juntas y la fuerza de la política es utilizar una campaña donde todo aquel que se siente dejado afuera vea en alguna persona la posibilidad de que le dé lo que la política tradicional no dio. Y es en esto en lo que se basa la derecha que está llegando a todos lados.

— Te he escuchado hablar de la codicia y el miedo como sustento de estas reflexiones

— Sí, ésa es la cuestión a la que quería llegar. Hemos tenido veinte años de codicia, desde 1981 hasta principios del 2008, en donde hemos educado a la gente a ser competitiva, a buscar el individualismo, el dinero, y ésta es la herencia que hemos dejado a los jóvenes en todos lados. Estos veinte años de codicia han sido seguidos después por casi otros tantos años de miedo, cuando en 2008 estalló la crisis de Wall Street.

La codicia y el miedo, según los historiadores, son dos motores de cambio de la historia. Juntos crean una visión de la sociedad diferente. La codicia primero destruye los valores, el sentir del bien común, de la justicia social, el sentir de la sociedad como tal, porque todo se transforma en una carrera del éxito, conquista y enriquecimiento personal. Se compite personalmente, se compite como sociedad, compite un país con otro, todo basado en la idea de la competición para enriquecerse y de allá viene la diferencia entre desarrollo y enriquecimiento.

El desarrollo es un proceso en el cual, si yo entro, salgo de ese proceso siendo más de lo que era antes, del enriquecimiento salgo teniendo más de lo que tenía antes. Son dos cosas muy diferentes, pero es la visión general y lo que les hemos dado a los jóvenes. Han nacido en una sociedad de la codicia, basada en valores de mercado, de éxito, etc.

— Y luego vino el miedo…

— Claro, a esos veinte años de codicia les han sido seguidos después otros tantos años de miedo, porque en 2008 viene la crisis de los bonos hipotecarios y de la especulación con epicentro en Wall Street, que costó 23.860 dólares por persona para salvar los bancos en el mundo y el sistema financiero. Viene el imperio del miedo porque la gente se da cuenta de la incertidumbre del futuro, de la desigualdad creciente, y se suman otros problemas importantes como el cambio climático, la carrera armamentística y las guerras continuas, la amenaza nuclear… y luego, encima, la pandemia.

Una serie de fenómenos que, todos juntos, hacen que se imponga el miedo. Antes de 2008, no había un solo partido de extrema derecha en el mundo fuera del de Le Pen en Francia, que surgió tras la descolonización de Argelia. Pero a partir de 2008 nacen partidos de extrema derecha en todo el mundo, por eso tienen razón los historiadores cuando dicen que codicia y miedo cambian el rumbo de la historia. Crean una condición nueva en la sociedad y permiten que aparezcan políticos que utilizan el miedo y la cultura creada por la codicia para hacer una política diferente de la que había. Crean un nuevo estilo que está representado desde Trump a Milei.

Empieza a desaparecer una política de ideas y aparece una política donde la corrupción es más fácil y el poder se va personalizando a tal punto que ahora el narcisismo en política es creíble. Estos nuevos políticos utilizan este lenguaje: yo vengo a solucionar los problemas que la política tradicional no ha solucionado.

Ustedes han vivido un periodo en el cual la política los ha utilizado, no les ha dado lo que tienen derecho a tener, yo voy a cambiar y en poco tiempo va a cambiar el país, dejaré un país rico y poderoso como el que fuimos. Es un mensaje idéntico, que toda esta gente usa, un mensaje que se basa en el miedo y en la codicia. Son los dos elementos que han llevado al éxito a los partidos de extrema derecha.

BRICS

— Esto es muy ilustrativo de Occidente, su capitalismo actual y la hegemonía del Norte. Ahora me gustaría que hables sobre un tema que tuvo mucho que ver con vos: el Movimiento de los No Alineados. Algo de ese espíritu han heredado los BRICS, a pesar de tener una composición muy distinta. ¿Cómo ves este tema y eje Norte-Sur?

— El Movimiento de los No Alineados fue una toma de conciencia de los países del Sur del mundo de que ellos no podían ser parte del juego de poder entre el mundo capitalista y el mundo socialista. Decidieron salir de esta necesidad de estar de un lado o del otro y crearon la categoría del Tercer Mundo. Fue un movimiento muy importante, pero como estaba conformado por muchos países, tenía diferencias internas muy grandes, por lo que no logró nunca ser una fuerza que condicionara a las potencias hegemónicas, aunque las obligó a tratarlos de una manera diferente.

Los BRICS son una forma actual de recuperar fuerza de los países del Sur Global (que es otra categorización diferente a la del Tercer Mundo, enfrentada al Norte hegemónico). Es una fórmula que tiene los mismos problemas que tenían los No Alineados: diferencias internas muy grandes, porque Rusia y China están en confrontación con Occidente, pero India y Brasil no, ellos quieren mayor respeto y mejores términos en el intercambio comercial, pero no están en contra de los países de Occidente.

— ¿Entonces?

— Entonces los BRICS tienen dos posibilidades. Una es la de seguir haciendo entre ellos una política de cooperación económica, lo cual es posible porque a pesar de las diferencias hay intereses comunes. O bien jugar un papel más relevante en relación con los países hegemónicos. Para esto tienen que, por lo menos, hacer dos cosas: una, salirse del sistema Swift de información interbancaria para transferencias, y dos, crear una moneda de intercambio que no sea el dólar. Si hacen esas dos cosas, jugarán un papel importante porque reducen el poder hegemónico del Norte. Si no, recuperarán dignidad, aumentarán el intercambio comercial, pero no cambiarán la relación de poder del Norte.

Cultura, consumo y nuevas tecnologías

— Además de los intereses económicos y territoriales, ¿la cultura tiene un rol importante en la geopolítica?

–La tradición, la identidad cultural y la religión son factores fundamentales, no se pueden ignorar. Un profesor de Economía del Desarrollo que tuve nos decía que el mundo se dividía entre países duros y blandos. Asia es dura, América Latina es blanda. Eso decía. Entonces en un intervalo me acerqué a él y le dije: profesor, éste es un juicio que se acerca al nazismo… Y me contestó: “no, mire a Vietnam, que ha hecho la guerra infinita. ¿Conoce algún país de América Latina que haya hecho eso?”

Y ésta es una realidad que viene de la cultura, de las religiones. Me hizo hincapié, por ejemplo, en EE.UU., que tenía una cultura protestante, contra una América Latina, de cultura católica. Misma región, mismas características, misma cantidad de materia prima, allá el protestantismo, el calvinismo, el luteranismo han producido una relación con el trabajo, la producción y el ascenso económico mayor que en el mundo católico. E

sta teoría se ha demostrado históricamente cierta. Y no hablemos del mundo de Confucio que domina en toda Asia, que es el mundo de Calvino multiplicado por cien. Confucio educa en la disciplina, el respeto a las autoridades, la realización de una persona a través del trabajo. Es una cultura en la que, por ejemplo, si alguien es excelente en su trabajo, tiene un título especial y un nivel social altísimo. Entonces, la armonía de la sociedad de no conflicto interno, del individuo después de la colectividad, contiene todos los mecanismos que hacen que haya una enorme capacidad productiva. Son sociedades verticales; las blandas son más horizontales.

— En tus conferencias recientes has hablado del paso de la sociedad del pensamiento a la sociedad de los sentidos y del impacto de la Inteligencia Artificial en el mundo actual. ¿Qué podés contarnos de esos temas?Una sociedad sin pensamiento crítico está en manos de los manipuladores

— Eso es muy sencillo. Yo vengo de la sociedad del pensamiento, de Gutenberg, de los libros. Se leía. El conocimiento era un elemento natural en la sociedad: las escuelas, las universidades, el debate. El entretenimiento era parte de este mundo del conocimiento: las artes populares eran la alternativa al arte oficial, pero siempre se partía del debate del conocimiento.

Cuando llega la televisión aparece una capacidad que no se basa en los contenidos, sino en las imágenes, que activan una zona cerebral diferente de la zona del pensamiento y esta industria de los sentidos es la que crea programas como Gran Hermano, shows, que tienen gran éxito porque son entretenimiento, donde no se piensa, la gente llega a la casa y prefiere eso.

— Sí, pero en las artes clásicas o populares no había una contradicción entre los sentidos y la emoción con el pensamiento; lo mismo en el mundo de las imágenes. Acá hay algo más, que no es sentir o pensar, sino el tipo de sentimiento que se genera.

— Es así porque la industria de los sentidos rápidamente se convierte en industria de consumo para transformar a la gente en consumidores. La publicidad, por ejemplo, que antes era muy marginal, se transforma en un elemento fundamental, entonces se crea una sociedad muy diferente, la sociedad de los sentidos está basada mucho en el consumo, el pensamiento es una idea mucho menor. Estamos en un mundo que ha cambiado mucho los términos de la comunicación y nosotros hemos dejado la comunicación en manos de la derecha.

Trump es un gran comunicador, como lo fue Reagan. Mienten, pero la gente los sigue, usando conceptos simples para decir cosas complejas. La derecha tiene una gran capacidad de comunicación y nosotros no la tenemos, entonces creo que tenemos que trabajar a fondo la capacidad de lograr comunicación que realmente signifique diálogo.

Hoy, los medios no se ocupan de procesos, sino de acontecimientos, porque los procesos son demasiado complicados y la cobertura internacional está hecha por las agencias de prensa, ya casi no existen los corresponsales en terreno (en África, ninguno). El mundo se va reduciendo siempre más a una suma de acontecimientos: pasa esto y esto, pero por qué pasa, qué significa, ya tiene poco desarrollo. Hay un lenguaje nuevo, nosotros tenemos un lenguaje que es del siglo pasado, nuestra categoría de comunicación ya no existe y debemos actualizarla.

— ¿Cómo incide la Inteligencia Artificial en estos cambios?

— Cuánto la Inteligencia Artificial va a jugar en esto, aún es temprano para decirlo, pero la proyección lógica es que va a aumentar la característica individual de la persona, que entra a un mundo virtual donde se coloca solo, y la comunidad es creada por un sistema de algoritmos entre los que tienen los mismos gustos, miran los mismos partidos de fútbol, donde no hay diálogo con gente diferente, se pierde la capacidad de intercambio, aumenta el individualismo.

Y todo eso se basa en la idea del consumo porque la persona que está en la plataforma compra según la plataforma, hace todo a través de la plataforma y pasa a ser un consumidor permanente, ya no es una persona, sino un dato, un número puesto junto a otros números que compran un zapato azul… Estamos en un proceso en el que hemos pasado de la sociedad del conocimiento a la sociedad de los sentidos y ahora vamos hacia la sociedad virtual. Todo esto alimenta cada día más a la sociedad de consumo. La única alternativa válida es que la gente se dé cuenta de que es esclava y quiera liberarse.

— Sí, la sociedad de consumo es el gran problema en que ha devenido Occidente y el capitalismo actual. Volvemos al principio, la declinación de Occidente…Sociedad de consumo, ¿sociedad o sumatoria de individuos aislados? | Psyciencia

— A mí el declive de Occidente me parece una cosa inevitable, Europa tenía 20% de la población mundial a fines del siglo pasado, hoy se redujo a 8%. Es insostenible la idea de que una visión del mundo permanezca un tiempo indefinido. Pero sí me preocupa una cosa: que lo que nosotros llamamos valores eran de Occidente hasta cierto punto, tenían una larga historia, del mundo de los persas, de los árabes, de los griegos, de los romanos, donde valores como justicia social, participación, diálogo, respeto del diferente ya habían llegado a las constituciones y eso para nosotros era obvio.

Hoy han desaparecido de la política. Ya no se habla de valores, se habla de intereses, Trump dice cada país tiene que buscar sus intereses, por lo que entramos en un mundo multipolar de intereses contrapuestos, y esto es inexorablemente un mundo de conflictos. Sin valores comunes en los cuales poder encontrarnos, ¿cómo se crea una comunidad internacional?

A mí no me preocupa el declive de Occidente, sino que, como se dice popularmente, tiremos el agua de la palangana con el niño adentro, o sea que perdamos el tema de los valores. Yo sigo viajando, escribiendo, trabajando para dar testimonio de valores, para que se sigan discutiendo, para que no desaparezcan del debate. Si miramos la historia del mundo vemos crisis que han sido muy profundas, hemos pasado por el fascismo, por el nazismo, de cada una de estas crisis hemos salido con una sociedad mejor.

Creo que de esta crisis en la que estamos ahora debemos salir con una fórmula de cooperación internacional que se base en la paz y no en la guerra, que se base en el diálogo y no en el conflicto, que se base en el descubrimiento del bien común y no del egoísmo individual. Vamos a tener que hacer este proceso de descubrimiento y de actualización, para no repetir los errores cometidos.

*Comunicadora y documentalista. Su último trabajo como tal ha sido «El testigo (Conversaciones con Osvaldo Bayer)», estrenado en 2024. Integrante del Foro Social Mundial. Reside en Córdoba, donde estudió cine y fue docente de Antropología en la Facultad de Comunicación de la UNC.

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