Cuba: 66 años de revolución
Observatorio en Comunicación y Democracia (OCD) – FILA
Este 1 de enero se cumplieron 66 años de la revolución que tuvo un impacto mucho más grande que el pequeño tamaño de la isla del Caribe. La invadieron y bloquearon. Y sigue viva.
Desde ya que Cuba no es el paraíso. Imposible serlo en un mar capitalista y amenazada por la primera potencia mundial que no abandona su intento de destruirla. Tampoco se trata de hacer un balance de 66 años, sino de marcar algunas cuestiones para tratar de comprender aspectos generales y puntuales de una revolución que desata polémicas pasionales y parte aguas en nuestra región y en todo el mundo. Nadie es indiferente a lo que sucede en la isla.
Estados Unidos no quiere destruir la revolución cubana porque sea crea que es una dictadura. Republicanos y demócratas han sostenido -y sostienen- dictaduras o grupos que asesinan y desaparecen a miles de personas. Vaya coincidencia, el mismo día del aniversario 66 de la revolución el New York Times difundió una serie de crónicas sobre Afganistán.
Entre ellas se destaca la titulada “El monstruo americano: Cómo Estados Unidos apoyó secuestros, torturas y asesinatos en Afganistán”. Y no es una metáfora.
La Casa Blanca está empecinada en destruir la revolución por lo que todavía significa: la posibilidad de transitar un camino para intentar la construcción de una sociedad con valores diferentes. Y amenaza directa y constante para quienes se atrevan a desafiar a los Estados Unidos.
Por eso hay un antes y un después del 1 de enero de 1959.
¿Desde qué lugar mirar a Cuba? Tal vez ésta sea la pregunta a formular cada vez que se analiza la revolución año tras año. En lo ideológico es muy sencillo: hay quienes la defienden y quienes la defenestran.
Más allá de lo ideológico es posible afirmar que las miradas diferentes son producto de las experiencias personales, el estrato social al que se pertenezca, y la influencia que tengan los medios masivos de comunicación al momento de imponer miradas.
Las voces dominantes en los medios son de periodistas que -por lo general- pertenecen a las clases medias, más o menos ilustradas, que reflejan sus intereses y preocupaciones sobre cualquier tema, incluyendo Cuba. No hay duda de que su visión sobre la vida en Cuba está influenciada por su experiencia personal y su nivel de vida, que difícilmente podrían mantener si fueran a vivir a la isla.
Sin embargo, hay otras miradas, que no suelen tener presencia en los grandes medios. La de los pobres. Según la CEPAL en América Latina y el Caribe como mínimo hay unos 180 millones de pobres. Sería interesante saber cómo mirarían éstos a Cuba si se los consultara y se les planteara comparar cómo viven y cómo serían sus vidas si estuvieran en la isla.
Esos pobres comen cuando pueden, no tienen un techo, duermen en las calles, abandonan la escuela en su infancia, nunca vieron un médico generalista y mucho menos un dentista. En sus penurias tampoco les interesa demasiado el debate sobre lo que se llama democracia ni los convoca ir a votar para que nada cambie. Para estas personas, vivir en Cuba -con todos sus problemas- sería un notable salto de calidad.
También es verdad que muchos cubanos y cubanas abandonan la isla. Desde una mirada absolutamente ideologizada se sostiene que es porque no toleran la “dictadura”. En realidad, como sucede en todo el mundo, las personas se van del país donde nacieron y crecieron por múltiples motivos.
Hoy más de 40 millones de personas de origen mexicano cruzaron el río Bravo para radicarse en los Estados Unidos, un 10 por ciento de la población uruguaya vive fuera del paisito, y otro tanto dejó el Ecuador. La lista es larguísima. Según Naciones Unidas 1 persona entre 30 es considerada migrante que abandona su lugar de nacimiento por múltiples motivos. Cuba no es la excepción.
Quienes están en la isla quieren vivir mejor. Protestan y salen a las calles cuando tienen problemas concretos, como la falta de energía eléctrica. No son extraterrestres y protestan. Es lógico que lo hagan e interpelen a sus autoridades. La gran diferencia con otros países de la región es que no hay cientos o miles de muertos por la represión.
En Cuba, desde 1959 no hubo nada parecido a la matanza de estudiantes en Tlatelolco (México) en 1968, o los asesinatos en las cárceles de Ecuador que se cobraron cientos de vidas en los últimos años. Y ni que hablar de las masacres cometidas por las dictaduras argentinas, chilenas, guatemaltecas o salvadoreñas en el pasado reciente, para nombrar solo alguna de ellas.
Es más, Cuba probablemente sea el país más seguro para caminar por las calles a cualquier hora. El tema de la “inseguridad” -esto es, el peligro de ser asaltado y asesinado en las calles- no es una de las principales preocupaciones diarias como sí lo es en la mayoría de los países de América. De toda América.
No es el paraíso, pero no viven con el corazón en la boca cada vez que salen a las calles como sucede en San Pablo, Bogotá o Quito. Cualquiera que haya visitado la isla sabe que la comparación es válida.
A pesar de los incontables estímulos del consumismo y la habitual voracidad individual por hacerse rico en el capitalismo, en los 66 años de revolución se han dado pasos gigantescos en la educación hacia la solidaridad. Lo que no es poco. Tal vez el ejemplo más notable sea el de sus médicos y médicas trabajando en decenas de países. A veces llegan a los lugares más recónditos, a aquellos que los médicos locales no quieren ir, sea porque no son rentables o porque no están dispuestos a ensuciarse en el barro.
La disposición a ayudar a otras personas existe, y no es “propaganda” porque es el único país que lo sostiene hace décadas.
Cuba está muy lejos de ser el paraíso. La desilusión de muchos es haber anhelado y/o creído que lo fuera. Apenas comenzaron un largo camino lleno de piedras. El gran caricaturista cubano René de la Nuez describe muy bien en su libro “La piedra en el camino” las dudas que se tiene cuando una persona se encuentra frente a una gran piedra que le obstaculiza el paso.
Una piedra es un problema. Por eso, dice Nuez, que hay quienes la evaden, quienes se achican, y quienes se atreven a atravesarla a cómo sea. Toda una metáfora para los 66 años de esta Cuba.
* Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (OCD) – Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
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