La franja de mar entre España y África es la mayor necrofrontera
Isabella Arria
El Mediterráneo también es una ‘necrofrontera’, aunque a los europeos no les importe mucho. Las personas migrantes buscan trabajos, estudiar, reunirse con sus familias, huir de la pobreza, de la violencia o de los desastres naturales; lidian con mafias y se juegan la vida. En lo que va de 2024 se registraron más de 10 mil muertos en su intento de buscar una vida digna.
Para los gobiernos europeos «no hay que caer en su “trampa” y la trampa son los migrantes, que se considera deben ser contenidos y devueltos lo antes posible. Así es como se llega a afirmar que «cualquier método» es válido a fin de «garantizar las fronteras y la integridad territorial».
La franja de mar que divide Europa de África se convirtió en la más mortífera del planeta para la ruta de la migración este año, con 10 mil 457 viajeros fallecidos en su intento de pisar suelo europeo, lo que supone 30 decesos al día, la mayoría procedentes del África subsahariana y del Magreb. La organización no gubernamental Ca-Minando Fronteras calificó la frontera marítima y terrestre entre España y la franja costera desde el sur de Senegal hasta Argelia como la necrofrontera más letal en el informe Monitoreo Derecho a la Vida 2024.
Los datos de la investigación señalan que, desde enero del 2024, de los más de 10 mil muertos, 421 fueron mujeres y mil 538 niños, niñas y adolescentes, lo que convierte este año en el más aniquilador desde que se tienen registros en la organización y con relación al año anterior, con 30 por ciento más de fallecidos. El reporte ofrece un estudio detallado de 293 tragedias ocurridas en las diferentes rutas migratorias. Entre estos casos, se realizó un seguimiento especial a 131 embarcaciones que desaparecieron sin dejar rastro.
El informe Derecho a la vida 2024 denuncia las principales causas de este aumento de naufragios y víctimas. Entre las principales, destaca la omisión del deber de socorro, la priorización del control migratorio sobre el derecho a la vida, la externalización de fronteras en países sin recursos adecuados, la inacción y arbitrariedad en los rescates, la criminalización de organizaciones sociales y familias, esto unido a las situaciones de extrema vulnerabilidad que empuja a los migrantes a lanzarse al mar en condiciones muy precarias.
El informe también analiza la situación de las mujeres en los cruces migratorios, que se producen principalmente en embarcaciones neumáticas entre Agadir y Dajla. Mientras están en situación de tránsito, estas mujeres sufren violencia, discriminación, racismo, deportaciones y violencia sexual, viéndose obligadas a sobrevivir en condiciones extremas que las empujan a la mendicidad, la prostitución y los trabajos precarios, además de correr el peligro de ser captadas por redes de trata.
Un número creciente de mujeres migrantes están viajando en cayucos desde Senegal, Gambia y Mauritania huyendo de conflictos bélicos y del impacto del cambio climático en zonas muy empobrecidas. También ha crecido la presencia de mujeres en la ruta hacia Baleares provenientes de África Central y Occidental que cruzan Libia y Túnez sufriendo violencia, esclavitud, feminicidios raciales y desplazamientos forzosos hacia Argelia.
Asimismo señala un aumento del número de niños, niñas y adolescentes en las principales rutas migratorias hacia el Estado español que siguen sufriendo desprotección y falta de garantías por parte de las autoridades. Estos menores son tratados como migrantes antes que como infancia, por lo que se ven expuestos al mercadeo político y son diana para los discursos del odio, lo que les expone a situaciones de vulneración de sus derechos.
Especialmente crítica es la situación en Canarias, donde niños y niñas no identificados como tales conviven con adultos en los centros de acogida, una realidad que los expone a graves peligros.
La ruta atlántica hacia las islas Canarias se mantiene como la más letal a nivel mundial, con 9 mil 757 víctimas; además, durante este año “hubo un notable incremento de salidas desde Mauritania, que se consolidó como el principal corredor migratorio hacia las Canarias. La ruta a la isla de El Hierro o la del viaje argelino hacia Baleares se consolidaron cómo derroteros especialmente peligrosos debido a la longitud y a la dificultad de los trayectos, detalla el informe.
Blanca Garcés, investigadora del CIDOB, un centro de investigación en relaciones internacionales, señala que «Sin darnos cuenta, ahora sí, nos hemos convertido en la Europa que no queríamos. No sólo porque hemos normalizado la muerte, cada año, de miles de personas (y cientos de niños) en nuestras fronteras. También porque hemos aceptado que estas muertes, que a menudo son muertes por omisión, son la otra cara de la frontera, los efectos colaterales de nuestras propias políticas de no llegada».
En este sentido, no son sólo muertes accidentales, afirma: «forman parte de la necropolítica de la frontera, aquella que subordina el derecho a la vida de unos (los no-ciudadanos, los de fuera, aquellos que no son percibidos como parte de nosotros) al derecho de los estados a “defender” sus propias fronteras».
Perecieron sus hijos durante 11 días de naufragio
«Mis hijos murieron en mis brazos, no pude salvarles. Les tuve que cerrar los ojos y tirarlos al mar. Nos metieron en la barca, no teníamos GPS ni comida; el motor se rompió. Pedimos ayuda, pero no venía nadie. Pasamos 11 días en el mar. Pido a Alá que me mate a mí también, es lo único que quiero», relató M.C., mujer guineana que se encuentra en las islas Canarias, en un centro de acogida temporal de migrantes desde su travesía infernal del verano pasado. Este es sólo uno de los muchos casos que llegan a diario a las costas españolas.
En opinión de los expertos de la organización, el aumento de víctimas está directamente relacionado con factores como la omisión del deber de socorro por encima de la protección al derecho a la vida, la prevalencia de políticas de externalización de fronteras que vulneran los derechos humanos de las personas en tránsito internacional, la falta de activación o la tardanza en los operativos de búsqueda y de rescate, incluso cuando se tenía la posición de las embarcaciones, así como la política de criminalizar a los viajeros sin documentos.
Helena Maleno, vocera y coordinadora de la investigación, explicó que estas cifras son evidencia de un profundo fracaso de los sistemas de rescate y de protección. Más de 10 mil 400 personas muertas o desaparecidas en un solo año es una tragedia inadmisible. Urgimos a que se priorice la protección del derecho a la vida, se refuercen las operaciones de búsqueda y rescate, además de que se garantice la justicia para las víctimas y sus familias.
El gobierno de Mali informó que unos 200 migrantes desaparecieron al hundirse su embarcación en aguas marroquíes rumbo a España, reportó Europa Press.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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