El tratado con la UE empuja a Brasil a la condición de colonia agrícola
Jeferson Miola
El avance del Consenso de Washington en Brasil a principios de la década de 1990 se concretó con la decisión de las oligarquías dominantes de elegir a Fernando Collor de Mello como presidente. La Red Globo fue decisiva. Manipuló groseramente la edición del último debate televisivo, en la antevíspera de las elecciones de 1989, para perjudicar a Lula y elegir a Collor.
Electo, Collor prometió la “modernidad neoliberal”, que consistía en la apertura total del mercado nacional con desregulación económica y libre circulación de capitales. El auto importado simbolizó la “nueva era” de la “modernización neoliberal”, y marcaría el final del “tiempo de las carrozas en Brasil”, como Collor se refería jocosamente a los modelos de vehículos disponibles en el mercado nacional.
Ahora, más de 30 años después, en este final de 2024 los medios de comunicación neoliberales y sectores de las elites celebran el tratado de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur, como si Brasil hubiera logrado finalmente la modernidad neoliberal prometida por Collor.
CNN Brasil incluso llegó a celebrar que la Ferrari 296 GTB, el modelo 2025, será un millón y medio de reales más barata con el acuerdo. Con el tratado, los ricos tendrán que desembolsar “apenas” 3,39 millones de reales (unos 540 mil dólares), y ya no los 4,52 millones reales de hoy (unos 718.500 dólares) para adquirir un Lamborghini Huracan Coup LP 640-2.
Los medios de comunicación colonizados y deslumbrados, también celebraron que además de autos deportivos de lujo, aceites de oliva, vinos, quesos y coches importados de Europa, principalmente de Alemania, serán más baratos para el consumidor brasileño y del Mercosur.
El tratado aún deberá pasar por un largo itinerario en los parlamentos nacionales y en las instituciones del bloque europeo antes de ser firmado e implementado. Afortunadamente por eso, existe la posibilidad real de que pueda ser rechazado, debido -al menos- a la oposición de Francia e Italia.
El acuerdo es malo y desfavorable para Brasil y los vecinos de la región. Agrava el proceso de desindustrialización y refuerza la primarización de nuestras economías.
Además profundiza la participación de Brasil y de los países del Mercosur en el comercio con la UE como economías relegadas al papel de los proveedores de materias primas agrícolas y minerales. Y acentúa la dependencia de las importaciones de bienes industrializados de las metrópolis.
La tasa media de importación de Brasil es del 15%, pero, sin embargo, hay una variación muy expresiva de las tasas, dependiendo de la competitividad específica de cada producto en comparación con los extranjeros. Los vinos, por ejemplo, tienen una tasa del 27%; los automóviles de lujo pueden alcanzar el 35%; los quesos, 18%; la ropa, 20%; y los productos químicos, 20%, por ejemplo.
Por otra parte, el arancel de importación de la UE, inferior al 2%, tendrá un efecto poco expresivo, y no mejorará la patrón -en variedad y volumen- de la exportación de productos industrializados de Brasil y del Mercosur al bloque europeo.
Esto es tan cierto que Itamaraty evalúa que los productos que pueden expandir residualmente en la participación comercial son los de origen primario, con bajo valor añadido (carnes, azúcar,arroz, miel). Aún así, para que esto suceda, sigue dependiendo del cumplimiento de la promesa europea de aumentar las cuotas de importación, lo que no está garantizado.
Para las economías periféricas del capitalismo, el arancel de importación es un instrumento esencial para la protección de los intereses nacionales y la producción industrial.Es un mecanismo para la protección de las empresas y empleos locales en los países menos adelantados frente al desfasaje tecnológico, de productividad y de poder económico, financiero e industrial en relación con las naciones capitalistas más avanzadas.
Con la eliminación de los aranceles de importación, los bienes y productos producidos en nuestros propios países por las industrias instaladas aquí dejarán de ser consumidos, siendo reemplazados por sus homólogos desembarcados de Europa. La consecuencia de ello será la desindustrialización, con la destrucción de empresas y puestos de trabajo nacionales.
Además, con la eliminación de las barreras arancelarias y aduaneras, las trasnacionales europeas con sede en nuestros países también considerarán conveniente cerrar sus filiales. Y, en lugar de producir y generar empleos e ingresos aquí, las trasnacionales aumentarán la producción y los empleos en sus respectivas sedes matrices para aumentar la exportación de productos que penetrarán fuertemente en un mercado (el Mercosur) libre de barreras arancelarias.
Brasil ya mantiene un sólido flujo comercial con los países de la Unión Europea. En 2023 el comercio alcanzó 91.700 millones de dólares, 46.300 millones en exportaciones y 45.400 millones en importaciones, un saldo favorable de casi mil millones.
Con un comercio tan intenso y un mercado comunitario regional como Mercosur, que necesita ser protegido y ampliado, la firma de este tratado de libre comercio es inexplicable. Sus impactos son tremendamente negativos para la estructura productiva brasileña y la de los vecinos sudamericanos.
El tratado con la UE condena a Brasil a la primarización económica y encarcela al país a un pasado subdesarrollado, agrícola y colonial. Y abre la puerta para que otras potencias industriales, como China y los EEUU, reivindiquen las mismas condiciones que se conceden a los europeos, lo que inviabilizará el desarrollo industrial, científico y tecnológico brasileño (y de sus vecinos).
*Miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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