El Oriente y el Sur: las relaciones de China con América Latina
Paula Giménez y Matías Caciabue
Diversos indicadores nos señalan que el mundo se encuentra enmarcado en una profunda agudización de las luchas por el dominio mundial. La escalada de tensiones en el mar meridional de la China, la disputa geopolítica en torno a Venezuela, y las guerras totales en Medio Oriente (por Palestina) y en Ucrania (por la conexión o no de Eurasia), nos señalan que el futuro del mundo se dirime cada vez más en la esfera decisiva: la político militar.
En ese marco, una guerra económica, financiera, tecnológica y estratégica se está librando en lo que hemos denominado “enfrentamiento del G2”, como contradicción principal cuyos polos son los proyectos estratégicos Estados Unidos-Amazon y China-Huawei.
En este nuevo escenario mundial, América Latina y el Caribe, se convierten en un territorio que, a pesar de que a lo largo de su historia se encontró bajo una gran influencia de EEUU y Europa, en los últimos años China profundizó sus relaciones económicas tanto en lo que respecta a exportaciones como inversiones, pero también su influencia política en la región.
Un poco de historia
El crecimiento exponencial de la economía china en los últimos 40 años, en los que pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a convertirse en una potencia mundial, no es producto del azar o de la buena fortuna. Hasta mediados del siglo XX, China atravesó por diferentes conflictos armados y problemas económicos que culminaron con la revolución nacional liderada por Mao Tse-Tung, que proclamó la República Popular de China el 1 de octubre de 1949, buscando transformar un país que para ese entonces era mayormente rural y atrasado tecnológicamente. Podemos decir que esa revolución socialista, con una profunda identidad nacional, sentó las bases de la potencia económica que es hoy China.
Una de las políticas implementadas por la revolución fue la reforma agraria, que se orientó en un primer momento a una nueva repartición de la tierra a través de su socialización o colectivización. El objetivo era lograr la autosuficiencia en la alimentación del pueblo, pensando en que la mano de obra de los campesinos podría edificar la infraestructura de riego y de caminos para el aumento de la productividad.
La reforma agraria posibilitó una disminución inicial del desempleo, pero no logró incidir de manera directa en la mejora de la infraestructura y en el aumento de la producción y la productividad general de la economía china.
La falta de resultados alentadores durante la primera mitad de la década de los 50 llevó a que se lanzara, en 1958, lo que se denominó el “Gran Salto Adelante”, una nueva política tendiente a superar el atraso económico e industrial. Complementariamente, en 1964, se desarrolló la política de las “cuatro modernizaciones” creada por Zhou Enlai, quien fuera primer ministro de Mao Tse-Tung desde la creación de la República Popular China en 1949 hasta su muerte en 1976.
Estas cuatro modernizaciones se basaron en transformaciones en la agricultura, la industria, la tecnología y la defensa, que llevarían a un desarrollo de las fuerzas productivas y, por lo tanto, de la economía.
Tras la muerte de Mao, en 1976, se produjo un cambio importante en China. Deng Xiaoping lideró una serie de reformas económicas a partir de 1978 que transformaron la estrategia de desarrollo chino. Estas reformas, influenciadas por el contexto de la Guerra Fría y la crisis del capitalismo mundial de finales de los 60, impulsaron un cambio que, tiempo más tarde, sería conocido como la apuesta por construir una “economía socialista de mercado”.
Xiaoping es considerado el “arquitecto de la China moderna”. Sin embargo, ese proceso de modernización capitalista empezó a parirse desde la visita secreta a China del por entonces Consejero de Seguridad Nacional de Richard Nixon, Henry Kissinger, en 1971. Las conversaciones de éste con el por entonces Primer Ministro Zhou Enlai derivaron en una serie de acuerdos que rubricaron Mao Tse-Tung y Richard Nixon en 1972.
Deng Xiaoping, por entonces viceministro de Zhou Enlai, reemplazó la economía centralizada por una economía de mercado con cierta planificación estratégica estatal, movilizando su abundante mano de obra y abriéndose al comercio exterior. Cabe aclarar que dicha apertura económica no se produjo al estilo neoliberal como conocemos a las políticas implementadas en el resto del mundo subdesarrollado. En la República Popular de China todo maniobró por un importante proceso de reformas pro-capitalistas bajo la tesis “un país, de dos sistemas”.
Esta tesis, formulada por el propio Deng, permitió la devolución de la isla del Hong Kong a China por parte del Reino Unido en 1997 y desde allí y desde Shanghai, se estructuraron las cities financieras desde donde el gran capital transnacional, particularmente de origen angloamericano, estructuró al gigante oriental como la fábrica del mundo.
El modelo resultante fue uno mixto, bajo la doble premisa política de “apertura y reforma”, donde coexisten formas empresariales públicas, privadas, cooperativas y mixtas. Las zonas económicas especiales, creadas a partir de 1980, permitieron la entrada de inversión extranjera directa, orientada al desarrollo de tecnología y conocimiento, con la condición de transferencia tecnológica y desarrollo local de investigación y desarrollo (I+D).
Los profundos cambios en la economía china de finales de la década de los 70 se mantienen hasta nuestros días, bajo la tesis del “socialismo con características chinas” planteado por el Presidente Xi Xinping.
Los pilares del crecimiento económico del gigante del Oriente
El crecimiento económico de China se sustenta en cuatro pilares fundamentales: las características de su fuerza laboral, la inversión y la tasa de ahorro, la afluencia de capital extranjero, y una alta inversión en investigación y educación.
En relación al primer pilar, China cuenta con una fuerza laboral de 782 millones de personas que crece a una tasa anual del 2.5% desde 1980 y que se caracteriza por su bajo costo, que es una décima parte del coste en Europa, aunque hay regiones como Beijing y Shanghái, donde los salarios de puestos calificados son elevados debido a la competencia por talento.
El 60% de la población aún reside en áreas rurales y, en estas zonas, factores como los bajos precios de productos agrícolas y el aumento de los costos productivos impulsan la migración a las ciudades, haciendo que el empleo urbano creciera del 24% en 1978 al 40% en la actualidad.
Asimismo, la modernización y la mecanización de las zonas rurales ha hecho que el sector agrícola reduzca su participación en el empleo del 71% en 1979 a menos del 40% en 2008. Al mismo tiempo, la industria ha aumentado del 17% al 25%.
Respecto al segundo pilar del crecimiento económico, la inversión en China ha alcanzado niveles cercanos al 50% del PBI, impulsada por la liquidez, el superávit comercial, las inversiones extranjeras y el crecimiento del crédito bancario. El PBI chino creció en promedio un 9,7% anual entre 1978 y 2007, multiplicándose por 75 en ese período.
En relación al ahorro, China sigue manteniendo la tasa de ahorro más alta del mundo, alcanzando el 40% del PBI.
En cuanto al tercer pilar del crecimiento chino, podemos mencionar que la inversión directa extranjera (IDE) ha sido un motor clave del crecimiento en las últimas décadas. Inicialmente, estas inversiones se dirigían hacia sectores de bajo costo laboral, pero hoy en día el país también se perfila como un inmenso mercado de consumo.
China ha adoptado un enfoque de «learning by doing», donde la llegada de multinacionales ha permitido la transferencia de tecnología y conocimiento. Además, el gobierno ha incentivado la inversión en regiones del interior del país para reducir las disparidades económicas con las zonas costeras más desarrolladas.
Sobre el cuarto pilar del crecimiento económico vinculado a la educación, en 1978 solo el 1,5% de los jóvenes chinos entre 18 y 22 años accedía a la universidad, mientras que en la actualidad esa cifra ha aumentado a más del 45%.
Relaciones comerciales de China con América Latina y el Caribe
China es el segundo socio comercial en importancia en la región, solo por detrás de los Estados Unidos. El intercambio comercial entre el gigante asiático y Latinoamérica y el Caribe aumenta año a año, registrando récords en las transacciones en cada período.
Según cifras del Foro Económico Mundial, el comercio entre China y América Latina se multiplicó por 26 entre 2000 y 2020 (pasando de 12.000 millones de dólares a 315.000 millones de dólares) y se espera que se duplique para 2035, alcanzando más de 700.000 millones de dólares.
En relación a las exportaciones de la región a China, las mismas representaban el 1,6% en 2001 y en 2020 había aumentado al 26%.
En el año 2023 hubo un volumen récord de intercambio comercial con 243 mil millones de dólares en exportaciones desde la región a China y 245 mil millones de dólares en importaciones lo que deja una balanza comercial ligeramente a favor del gigante asiático.
La región provee principalmente alimentos, entre ellos soja, café, caña de azúcar, cerezas, camarones, carne bovina y harina de pescado. Según datos de la CEPAL, América Latina y el Caribe fue origen de casi un tercio de las importaciones de alimentos de China entre 2010 y 2022. Estos datos demuestran que la relación comercial tiene un perfil similar al que se tiene con los Estados Unidos y Europa, caracterizado por la exportación de bienes con un escaso nivel de industrialización y, por lo tanto, menor valor.
Respecto a la inversión extranjera directa, según el Consejo de Relaciones Exteriores tanto las empresas estatales chinas (SOE) como las grandes corporaciones privadas han realizado importantes inversiones en sectores clave como la energía, la infraestructura tradicional y la llamada «nueva infraestructura», que abarca ciudades inteligentes, inteligencia artificial (IA) y tecnología 5G. Además, China ha establecido refinerías y plantas de procesamiento en países ricos en recursos como el cobre y el carbón.
Sin embargo es importante destacar que, en este aspecto, América Latina y el Caribe no ha sido un destino tan significativo para China como se podría haber anticipado por el dato del intercambio comercial, representando la inversión extranjera directa china solo el 5,74% del total recibido entre 2000 y 2020, frente alrededor del 70% que representaron, de manera combinada, la inversión de la Unión Europea y los Estados Unidos.
Sin embargo, en 2023 se observa un leve incremento de la inversión extranjera directa china en la región, representando casi el 10% del total recibido a nivel global.
En relación a los sectores donde se realiza la inversión, en el año 2021 el 42% fue en infraestructura, con proyectos vinculados a construcción de rutas y autopistas, vías férreas y trenes de alta velocidad, por mencionar las principales.
Alrededor del 37% de la inversión extranjera directa china se realiza en energía y minería, invirtiendo en el denominado “triángulo del litio” (región formada por partes de Argentina, Bolivia y Chile) y en minas de diferentes metales en Perú, Ecuador y Chile, como así también en represas hidroeléctricas y parques eólicos.
Latinoamérica, más allá de sus vinculaciones con China
En el contexto internacional China realiza diferentes tipos de acciones en búsqueda de imponer su proyecto global por sobre el de EEUU, en un territorio que histórica, cultural y económicamente estuvo dominado por este último.
Es también este proyecto estratégico, ya en marcha, con pretensiones y condiciones para imponer su liderazgo, el que visualiza a América Latina como una región en disputa, por sus recursos naturales, por sus “mercados” de producción y consumo, y por su calificada y “barata” fuerza laboral.
Ambos proyectos estratégicos, que están librando la disputa del G2, tienen los mismos intereses en nuestra región, particularmente nuestros recursos naturales. Sin embargo, y producto del extraordinario desarrollo de sus fuerzas productivas, China intenta operar en una estrategia geopolítica menos agresiva que la estadounidense, en una lógica del “ganar-ganar”.
“Seguiremos inalterablemente el camino de este desarrollo y aplicaremos invariablemente la estrategia de apertura basada en el beneficio mutuo y la ganancia compartida: no solo nos dedicaremos a desarrollar China, sino que también subrayamos nuestras responsabilidades con el mundo y nuestras contribuciones con este; beneficiaremos no solo al pueblo chino, sino también a los demás pueblos del mundo”, afirmó Deng Xiao Ping en mayo de 2013, en una comunicación conjunta con periodistas de tres países latinoamericanos (Trinidad y Tobago, Costa Rica y México).
Por supuesto que las inversiones chinas en nuestra región son importantes para impulsar el desarrollo económico. Pero se debe entender que estas inversiones no son otra cosa que una exportación de capitales, y que ese desarrollo debe estar sólo direccionado en función de construir márgenes crecientes de Justicia Social para nuestro Pueblo. Edificar, en éstas latitudes y a nuestra manera, nuestra comunidad organizada, algo que Xinping define como “la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada”.
La salida para los pueblos de nuestramérica, entonces, sigue siendo el fortalecernos como bloque para que la explotación de esos recursos posibilite el bienestar y la dignidad humana en nuestra región.
*Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, directora de NODAL. Caciabue es Licenciado en Ciencia Política. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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