Guerra cultural en el escenario preelectoral estadounidense

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Beverly Fanon-Clay

Cuando las encuestas coincidían en que la candidata demócrata Kamala Hariis aventajaba a su oponente republicano Donald Trump, la atención se desvió hacia un eventual segundo atentado en apenas dos meses contra el magnate en el Trump International Golf Club de West Palm Beach, en Florida, de su propiedad.

Agentes del Servicio Secreto detectaron el domingo a un hombre armado con un rifle AK-47 con mira telescópica oculto entre los arbustos de una verja próxima al campo de golf donde estaba jugando Trump. Uno de los agentes abrió fuego, el sospechoso –Ryan Routh, de 58 años- se dio a la fuga sin disparar y luego fue detenido. Ya  había sido condenado hace más de 20 años por posesión de una ametralladora. Según la NBC se han presentado más de 100 cargos criminales contra Routh en Carolina del Norte.Foto

Trump, acusó al presidente Joe Biden, y a su contrincante demócrata a la Casa Blanca, Kamala Harris, de utilizar una retórica que motivó lo que según la agencia de Inteligencia estadunidense (FBI) parece ser un intento de asesinato. El sospechoso se creyó la retórica de Biden y Harris, y actuó en consecuencia, declaró el magnate a Fox News, y reiteró: Su discurso está provocando que me disparen, cuando soy yo quien va a salvar al país y son ellos los que están destruyendo a la nación.

El Servicio Secreto indicó que está al tanto de una publicación del multimillonario Elon Musk, partidario de Trump, en la red X, sobre la falta de intentos de asesinato contra Biden y Harris. “Y nadie está tratando siquiera de asesinar a Biden/Kamala”, escribió Musk. Rápidamente fue criticado por usuarios, preocupados de que sus palabras pudieran incitar a la violencia contra Biden y Harris. Musk borró la publicación.

Ambos candidatos han redoblado recientemente sus esfuerzos para apelar al electorado latinoamericano, que bien puede definir las elecciones. Últimamente ambos se han enfocado en el creciente electorado puertorriqueño, especialmente en el Estado clave de Pensilvania, donde el 80% del voto latino es puertorriqueño

Guerra cultural

Estados Unidos está en guerra, en una guerra extraña, furtiva, cultural, en la que se enfrentan los liberales multiculturalistas que afirman que no existe un pueblo ni una cultura estadounidense, y que la sociedad es esencialmente racista, discriminadora, machista, sexista, imperialista, represiva y que, por lo tanto, merece desaparecer, y los que, pese a sus infinitos defectos, la consideran la sociedad más democrática y generosa del mundo, y luchan por conservarla. Esta guerra reapareció de cara a las elecciones.

Los campus universitarios en Estados Unidos han explotado durante los últimos meses con protestas contra la campaña bélica de Israel en Palestina. Lo ocurrido en las universidades es un microcosmos de otra guerra que se ha estado librando en Estados Unidos: la cultural. Esta guerra gira en torno a conceptos contrapuestos sobre la identidad, la justicia, la naturaleza del poder y la manera de resolver las diferencias.

J. D. Vance centra su discurso en atacar a Biden y elogiar a Trump: "Es la  última esperanza de EEUU"Si tengo que crear historias para que los medios de comunicación estadounidenses realmente presten atención al sufrimiento del pueblo estadounidense, dijo Vance, entonces eso es lo que voy a hacer, Dana, porque ustedes están dejando completamente la costa a Kamala Harris, le dijo JD Vance a Dana Bash, de la CNN.

La periodista señaló que Vance acababa de admitir que él había creado estas historias, las que afirmaban –sin pruebas- que los inmigrantes estaban comiendo las mascotas de otras personas en un eco de la retórica racista antiinmigrante. Mejor tener a la nación debatiendo si los inmigrantes negros son o no asesinos semihumanos que tenerlo enfocado en áreas donde Harris podría tener una ventaja, señala Philip Bump en The Washington Post.

¿Es el sistema de la democracia de mercado esencialmente racista o es el que mejor sirve a las minorías, aun cuando tenga defectos que se pueden corregir? ¿Es la pertenencia a determinado grupo o los atributos individuales lo que más importa al momento de definir la identidad? ¿Debe haber baños especiales para ciertos géneros? Esas son solo algunas de las preguntas sobre las que se están librando batallas culturales, señala Ian Vázquez , del Cato Institute.

A pesar de su posición como la vicepresidenta en funciones, Harris se ha transformado en la candidata que representa el cambio al hablar de una realidad que la mayoría de los estadounidenses sienten. Aunque Trump ha estado fuera del cargo por casi cuatro años, su espíritu enojado y pesimista todavía domina la vida pública del país. Mientras Trump acecha, cada controversia se convertirá en una guerra cultural, se definirán elecciones en torno a quién odia a quién, y los problemas reales se dejarán de lado.

Los estadounidenses están exhaustos con el mismo viejo y cansado libreto de jugadas, dijo Harris en el debate. Están hartos de una política que los vuelve contra el otro y explota a los descontentos. Quizá los candidatos no se dieron cuenta que es hora de curar, de mover los problemas familiares fuera del campo de batalla de la guerra cultural. Obviamente la lucha por el aborto no desaparecerá, y tampoco los debates sobre las políticas hacia los niños transgénero.

Harris está está apostando, correctamente, a que una mayoría sustancial de los estadounidenses quieren que las guerras culturales se detengan, luego que el candidato a vicepresidente de Trump, JD Vance, se dedicara en las últimas semanas a difundir mensajes misóginos y antifamilia.

No es sólo sus comentarios sobre damas con gatos y sin hijos o su afirmación de que los profesores que no tienen hijos propios son un problema para la  educación. Atacó a las mujeres que piensan que, realmente, el camino liberacionista es pasar 90 horas a la semana trabajando en un cubículo en lugar de empezar una familia y tener hijos.

«Eran todos fundamentalmente ateos o agnósticos. No tienen un sistema de valores real. Con Dios fuera de la imagen, buscan significado en los movimientos para la equidad racial o de género”, añadió en sus discursos sectarios, contrarios a las luchas por el género, la ideología, la identidad sexual o la religión.

Lejos del paraíso que muchos pintan, decenas de millones de estadounidenses no disfrutan de los salarios básicos y a veces deben conseguir dos o tres trabajos para llegar a fin de mes. La desigualdad radical de ingresos es un problema de vida familiar. Los estadounidenses no pueden permitirse el cuidado del niño que sus vidas laborales requieren, mientras otros luchan para ayudar a sus padres ancianos.

Durante el debate, Kamala Harris mencionó apenas brevemente el crédito fiscal para niños y la ayuda a las familias jóvenes para costear un hogar, pero se abstuvo de ahondar  sobre su agenda en licencia, cuidado de niños, cuidado de ancianos y salario adecuado para aquellos que trabajan en la economía del cuidado, lo que bien podrían ayudarla con los votantes que precisa.

* Socióloga estadounidense, profesora universitaria, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

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