Venezuela, la manipulación mediática y las propuestas externas
Álvaro Verzi Rangel
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador señaló este jueves que no ve «prudente» pedir ahora nuevas elecciones en Venezuela, como sugirió el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, como solución a la crisis. “Vamos a ver qué resuelve el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). No creo que sea prudente el que nosotros de afuera, un gobierno extranjero, sea quien sea, opinemos sobre algo que corresponde resolver a los venezolanos», declaró el mandatario.
Lula había sugerido dos posibles salidas a la crisis poselectoral de Venezuela: la formación de un gobierno de coalición o la celebración de nuevas elecciones (el presidente estadounidense Joe Biden había sugerido repetir los comicios, según informaciones de agencias de Noticias, que luego la misma Casa Blanca rechazó). El presidente brasileño tambiéndijo que Brasil está trabajando con México y Colombia para encontrar soluciones. “Desde el principio de este asunto se vio que hay una actitud muy tendenciosa», matizó.
Aunque aún no reconoce la victoria de Maduro, López Obrador criticó otra vez que gobiernos y organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, hayan reconocido la victoria del opositor Edmundo González Urrutia.
El mandatario colombiano Gustavo Petro señaló este mismo jueves que de Nicolás Maduro depende una solución política “que lleve la paz” y dijo que la experiencia del Frente Nacional colombiano es “una experiencia que, usada transitoriamente, puede ayudar a una solución definitiva. Un acuerdo interno es el mejor camino de paz, depende solo de los venezolanos”, tras resaltar que las fronteras entre ambos países siguen abiertas.
Narrativa del fraude
La narrativa del fraude electoral en Venezuela tiene un indudable ánimo golpista. La derecha venezolana no pudo en 2002 derrocar a Hugo Chávez a través del golpe militar, con clara injerencia de Estados Unidos y España. Tampoco pudo hacerlo cuando fue mayoría legislativa a partir de 2015. Y no pudo hacerlo, de nuevo, a través de las guarimbas (protestas violentas) en 2014 y en 2017.
Nadie puede dudar del poderío estadounidense sobre la mayor parte de América Latina y el Caribe. Apenas finalizadas las elecciones del 28 de Julio en Venezuela lo dejaron en claro gobiernos ultraderechistas como el de Dina Boularte en Perú, Javier Milei en Argentina, que rechazaron los resultados.
Otros gobernantes de derecha, como Luis Lacalle en Uruguay, Rodrigo Chávez en Costa Rica, José Raúl Mulino de Panamá, Luis Abinader de República Dominicana al rechazar los resultados electorales y/o dar por ganador al candidato de la extrema derecha Edmundo González Urrutia mostraron su subordinación a Washington como parte de la derecha global que se ha propuesto acabar con todos los gobiernos progresistas y particularmente con el de Venezuela.
Gobiernos extranjeros afiliados a la narrativa del «fraude» dicen haber confirmado el supuesto triunfo de Edmundo González Urrutia tras revisar las copias de las «actas» electorales publicadas en una página web. Las mismas no cuentan con ninguna herramienta complementaria de validación o transparencia más allá del grado de convencimiento de cada interesado a la hora de consultar. Hoy la agenda estadounidense duda sobre la autenticidad de los mismos.
Ninguno se esforzó en leer la normativa electoral venezolana: el artículo 155 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales establece de manera inmutable que hay un lapso de 30 días para la publicación de los resultados electorales. Agrega que «esa publicación normalmente se hace en la Gaceta Electoral en concordancia con el artículo 395 del Reglamento».
Manipulación mediática
Lo que pudieron sorprender fueron las reacciones de algunos mandatarios “progresistas” como Lula da Silva, Gustavo Petro o Andrés Manuel López Obrador.
La manipulación mediática, la tergiversación de declaraciones, la imposición de imaginarios colectivos son parte de esta guerra de los sentidos, de cuarta y quinta generación. Lula dijo: “me asusté con la declaración de Maduro de que si pierde las elecciones habrá un baño de sangre, quien pierde las elecciones toma un baño de voto, no de sangre. Maduro tiene que aprender cuando ganas, te quedas; cuando pierdes, te vas”.
Obviamente, un veterano político como Lula bien sabía que Maduro se refería al hecho de que la oposición no aceptaría una derrota, que por eso gritaban “fraude” desde antes de las elecciones, y que su respuesta siempre fue la violencia. Lo que cabría esperar, de ganar la ultraderecha, era una feroz acción represiva sobre el chavismo.
Luego Lula tuvo una comunicación telefónica de 30 minutos con el presidente estadounidense Joseph Biden y ambos fijaron una posición conjunta en el sentido de que “se divulguen de inmediato datos completos, transparentes y detallados de las votaciones en los colegios electorales”. ¿Fue un descuido de Lula? Bien sabe él, por experiencia propia, de lo que es capaz la ultraderecha cuando pierde o teme perder: debe recordar el golpe contra Dilma Rousseff en 2016 y su “alojamiento” carcelario por 580 días gracias al corrupto accionar de los fiscales y jueces del Lava Jato.
González y Machado, así como sus supervisores, tenían directrices. Menos de un mes antes, estas directrices fueron preparadas por Mark Feierstein, exdirector principal de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y asistente especial del presidente. Hoy asesora activamente al gobierno del país desde el Centro Internacional Woodrow Wilson, sobre temas de América Latina.
El especialista preparó un interesante documento menos de un mes antes de las elecciones presidenciales en Venezuela, específicamente para el Instituto de la Paz de Estados Unidos. La publicación “Libertador” obtuvo este documento muy interesante con el irónico título «Cómo detener un golpe de Estado». Allí señala que «las sanciones de larga data, la difícil situación socioeconómica y la increíble presión de Estados Unidos y sus aliados, crearon un terreno fértil para la oposición colaboradora con Washington (algo que, por cierto, no ocultan)»
Para Feirstein, la cohesión de la oposición, es «diplomacia estadounidense hábil» y señala que ésta debería «boicotear o unirse colectivamente alrededor de uno de los otros diez candidatos»: de allí Enrique Márquez como «Opción B»; «las sanciones económicas como método del «palo» y las negociaciones como «zanahoria» : fundamental para entender el fracaso del intento de «engatusamiento».
Qué dicen en América Latina
Gustavo Petro, valiente en fijar posturas frente a los designios de la política estadounidense, en esta ocasión declaró de manera ambivalente: “Las graves dudas que se establecen alrededor del proceso electoral venezolano pueden llevar a su pueblo a una profunda polarización violenta con graves consecuencias de división permanente de una nación que ha sabido unirse muchas veces en la historia”.
Vale rescatar que cuando el secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken declaró como presidente a González Urrutia, Petro, quien se ha pronunciado inequívocamente contra el bloqueo como política estadounidense, dijo: “No es un gobierno extranjero el que debe decidir quién es el presidente de Venezuela. Es a los venezolanos a quienes corresponden llegar a un acuerdo político para que cese la violencia en su país y establecer la forma transparente como se puede adelantar un escrutinio con garantías para todos”.
En tanto el chileno Gabriel Boric mostró nuevamente su afecto las conveniencias y a seguir los lineamientos de la exmandataria Michelle Bachelet. “Elecciones que generan tanta expectación como esta tienen que ser absolutamente transparentes y verificables… todavía no se entregan todas las actas que podrían verificar esta elección. Mientras esto no se haga, nosotros como país nos vamos a abstener de hacer un reconocimiento a lo que ha señalado el Consejo Nacional Electoral… los resultados que publica son difíciles de creer”.
No le salió gratis seguir el libreto de Washington: produjo un cisma en su gobierno y el Partido Comunista, integrante de la coalición oficialista, que reconoció sin titubear el triunfo de Maduro.
Desde el día siguiente a las elecciones, Manuel Andrés López Obrador, el presidente mexicano, enfatizó que a los venezolanos les correspondía dirimir los resultados electorales, rechazó la maniobra de Luis Almagro en la OEA y anunció que el representante de México no asistiría a la reunión de dicho organismo convocada expresamente para aprobar una declaración injerencista con respecto a Venezuela. López Obrador califico a la OEA como facciosa. El secretario general Almagro fracasó en su intento de aprobar dicha resolución al no lograr los 18 votos necesarios para ser aprobada.
El papel de López Obrador ha sido decisivo en la declaratoria del 1 de agosto suscrita por los gobiernos de México, Colombia y Brasil la cual llama a que de forma expedita se den a conocer públicamente los resultados desglosados por mesa de votación, al respeto imparcial a la voluntad popular, al mantenimiento de la paz y el respeto a la vía institucional.
Previendo una nueva derrota, la derecha venezolana tenía dos cosas decididas: la narrativa de fraude y los intentos de «fractura institucional», consumados con la autoproclamación de González y el llamado a la rebelión militar. E intentó aplicar ambas.
Ahora EEUU cree tener las puertas abiertas a la expoliación de las riquezas venezolanas, legitimando como presidente a Edmundo González Urrutia, un cansado y envejecido exdiplomático con una historia oscura vinculada a la CIA y a la contrainsurgencia salvadoreña durante los años ochenta cuando fue funcionario de la embajada venezolana en ese país.
El alegato del fraude se da en el contexto de un sistema electoral que ha dado dos victorias nacionales a la oposición entre los 31 procesos electorales observados desde la asunción del chavismo al poder. Se alega un sistema electoral fraudulento cuando ese sistema ha convalidado muchos triunfos electorales de la oposición. Lo que no cuenta la prensa hegemónica es que hoy cuatro de los 23 estados son gobernados por opositores como también más de 100 alcaldías de las 335 existentes.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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