Soberanía en Jaque: Autoritarismo fiscal y judicial del gobierno de Milei
Emilia Trabucco
El 20 de noviembre las y los argentinos festejamos el Día de la Soberanía Nacional, en rememoración a la Batalla de la Vuelta de Obligado ocurrida en 1845 durante la gobernación de Juan Manuel de Rosas, constituyéndose en símbolo de la defensa de la soberanía nacional frente a las potencias extranjeras.
En este contexto político, económico y social, nada más importante que traer este hecho a la memoria colectiva. La reciente foto del presidente Javier Milei junto al reciente presidente electo de Estados Unidos Donald Trump y el multimillonario Elon Musk, en la gala del conservador America First Policy Institute realizada en Mar-a-Lago, Florida, es expresión de un proyecto de absoluta subordinación, que debe seguir motivando debates urgentes sobre el rumbo del país.
¿Qué entendemos por soberanía nacional? La capacidad de un pueblo para decidir sobre su destino económico, político y social, algo que en el gobierno de Javier Milei se ve amenazado con el discurso de «libertad» y «modernización», consolidando un modelo autoritario y fascista que se manifiesta tanto en el plano económico como en el judicial, erosionando los principios democráticos que deberían regir a la Argentina.
Modelo de liberalización financiera: soberanía entregada
La historia de nuestro país se ha visto dividida desde sus inicios. Según Galasso, la historia argentina ha estado dividida entre dos proyectos antagónicos: uno que busca la Independencia Nacional y la Justicia Social, y otro que persigue la subordinación a las potencias extranjeras y la consolidación de una élite privilegiada. Esta dualidad se manifiesta en lo que Galasso denomina la «ruta del pueblo», que busca una Argentina independiente, inclusiva y soberana, y la «ruta de la oligarquía», que opta por la dependencia y la entrega de los recursos nacionales a intereses foráneos.
El endeudamiento externo es un claro ejemplo de este planteo, diferenciando aquellos gobiernos que buscaron desendeudar el país, de aquellos que lo hunden en las profundidades de acuerdos impagables. El reciente DNU 846/2024, que permite al Ejecutivo tomar deuda externa sin pasar por el Congreso ni cumplir con la Ley de Administración Financiera, es una afrenta directa a la soberanía popular. En lugar de fortalecer los mecanismos democráticos de decisión, Milei ha optado por concentrar el poder, eliminando el debate parlamentario sobre una cuestión tan crucial como el endeudamiento del país.
Este modelo de liberalización financiera no solo perpetúa la dependencia económica de organismos internacionales y capitales especulativos, sino que también sienta las bases para futuras crisis de deuda que pagarán las generaciones venideras. La capacidad de decidir sobre el uso y destino de los recursos nacionales se ve subordinada a los intereses de un mercado financiero global al que el gobierno parece responder con mayor lealtad que al pueblo argentino.
Ficha limpia: persecución judicial disfrazada de transparencia
En el plano judicial, la implementación de la ley de «ficha limpia» como requisito para ejercer cargos públicos representa una herramienta de persecución política. Bajo la apariencia de garantizar la ética en la función pública, este mecanismo facilita la exclusión de opositores mediante procesos judiciales cuestionables.
El caso de Cristina Fernández de Kirchner es emblemático. Condenada en un contexto de persecución mediática y judicial, su situación refleja un sistema que utiliza las instituciones de justicia para neutralizar voces opositoras. La «ficha limpia» consolida un modelo en el que la justicia se convierte en un arma para el autoritarismo, dejando al margen del juego político a quienes representan un desafío real al statu quo.
La paradoja de la soberanía bajo un régimen autoritario
El discurso de Milei sobre la «soberanía individual» contrasta con la realidad de su gobierno. Mientras promete liberar a los ciudadanos del «yugo estatal», concentra poder en el Ejecutivo, elimina controles democráticos y somete al país a reglas impuestas por actores externos.
La soberanía se convierte en un concepto vacío cuando el Estado renuncia a su capacidad de regular la economía para proteger a los sectores más vulnerables. Cuando la justicia es utilizada para perseguir a opositores en lugar de garantizar derechos, la libertad deja de ser un ideal y se transforma en una herramienta de dominación. Libertad sin alimento, sin techo, sin un salario digno, es una libertad para unos pocos y pocas.
El modelo autoritario de Milei requiere una respuesta contundente de los sectores democráticos, frente a una erosión sistemática y acelerada de la soberanía popular y un retroceso en las conquistas democráticas logradas con lucha y sangre del pueblo.
En un contexto de crisis económica y social, defender la soberanía no es solo una cuestión de principios, sino una necesidad para garantizar que las decisiones sobre el futuro del país respondan a las necesidades del pueblo, y no a los intereses de una élite económica y política que perpetúa la desigualdad y la injusticia.
La Argentina enfrenta un desafío histórico: resistir las políticas que destruyen su capacidad de autodeterminación y construir un modelo verdaderamente democrático y soberano, donde la libertad no sea un privilegio de unos pocos, sino un derecho para todos y todas.
El Día de la Soberanía Nacional no solo debe tratarse de una rememoración de un hecho histórico, sino que también es una oportunidad para reflexionar sobre el significado de la soberanía en el presente: la capacidad de un país de tomar decisiones autónomas en lo político, económico y social, libres de presiones externas.
En este Día de la Soberanía, la memoria de la Vuelta de Obligado nos interpela como argentinos y argentinas a repensar qué significa, hoy, defender nuestra soberanía. Aquel episodio nos recuerda que no hay independencia sin decisiones políticas que prioricen el bien común por sobre los intereses extranjeros. Sin embargo, las ideas que impulsa Javier Milei, con su abierta apuesta a la privatización de los recursos estratégicos y la subordinación a lógicas de mercado extranjeras, representan un grave retroceso histórico.
Defender la soberanía no es solo un gesto simbólico, sino una práctica cotidiana que exige preservar nuestras herramientas de autonomía: desde los recursos naturales como el Río Paraná y Vaca Muerta hasta las instituciones que sostienen nuestra ciencia, educación y justicia social. Frente a quienes buscan desmantelar estas conquistas en nombre de un falso «libre mercado», hoy reafirmamos que la soberanía no se vende ni se regala: se defiende, como ayer, con convicción y unidad nacional.
*Psicóloga, Magíster en Seguridad. Analista de la Agencia NODAL y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico ( CLAE) en Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU
[…] Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico ( CLAE), 17 de noviembre de […]