Panorama Económico Latinoamericano – Del 24 al 31 de julio de 2024

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Colombia, una economía en problemas

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Mario Hernández

Petro aseguró que “mientras la tasa de interés estrangula la economía, la acción anticíclica de mi Gobierno la hace reflotar”

En Colombia, desde mediados de 2023, el desempleo crece, los bancos registran aumentos de las deudas, se eleva el número de empresas en crisis o quiebra, cae la inversión, caen los ingresos de la Hacienda Pública, se registran problemas con el pago de la deuda externa, el Gobierno amenaza con declarar la “emergencia económica” si el Congreso no le aprueba aumentar el endeudamiento. La ampliación que propone Gustavo Petro es la más alta que se ha hecho en la historia.
Durante los tres últimos trimestres (junio 2023 – marzo 2024) le economía colombiana no crece. Una recesión describe un período en el que por tres o más trimestres consecutivos se registran contracciones en el PBI a través de caídas en la producción e incrementos en el desempleo.

La tasa de desempleo aumentó de 9,3% en junio a 10% en diciembre de 2023 y en marzo de 2024 escaló a 11,9%. El Banco Central de la República sostiene un costo de vida por encima del 7%, lejos de la meta de inflación del 3% y las tasas de interés se mantienen (12,3% en marzo) ante el poco enfriamiento del IPC.

No hay duda. La recesión es real. Se registra una disminución generalizada y sostenida de la actividad económica. El crecimiento económico desde el segundo semestre de 2023 registra aumento del desempleo y el costo de vida se mantiene alto junto a tasas de interés también altas, entonces la economía no crece, cae la inversión, caen los ingresos y la inflación no baja al ritmo necesario, la gente se empobrece y las empresas tienen dificultades -a diciembre 2023, se registraron 4.471 empresas en Ley de Insolvencia para reorganizar sus pasivos y tratar de mantenerse activas en el mercado-, se reduce la demanda y los deudores empiezan a no pagar los créditos.

El aumento de empresas en situación de crisis o quiebra comparado con años anteriores -1.292 en 2020, 1.193 en 2021, 1.219 en 2022- implica la pérdida de empleos y la disminución del ingreso en numerosas familias exacerbando la desigualdad económica y social ya existente.

Además, estos procesos afectan en la cadena empresaria, a proveedores, clientes y empresas vinculadas, pudiendo desembocar en una contracción de la actividad económica disminuyendo la confianza de inversores y consumidores, lo que afectaría el crecimiento económico a largo plazo.

Frente a esto Gustavo Petro aseguró que “mientras la tasa de interés estrangula la economía colombiana, la acción anticíclica de mi Gobierno la hace reflotar”.

Y en parte los números del primer trimestre 2024 le dan la razón. La economía crece 0,7% de la mano del gasto público. Si se descuenta, la economía cae -0,1%, acumulando tres trimestres de contracciones consecutivas del sector privado.
Pero la lectura del presidente Petro y su ministro de Hacienda sobre los resultados del PIB en 2024 es equivocada. No hay reactivación económica.

Para la oposición tampoco, pero resulta de la incertidumbre y desconfianza de los inversores por las malas reformas en trámite y los discursos polarizadores del presidente. Además, la reforma tributaria significó un exceso de tributos para las empresas y los empresarios. Finalmente, la no consecución de la Paz Total afecta el potencial crecimiento de la economía.

Un segundo semestre incierto

De acuerdo a un informe de Anif, sobre las para el segundo semestre, señala que el desempleo promedio de estos 4 meses es de 11,6%, un 0,2% superior frente al mismo período del año pasado.

“Proyectamos una tasa promedio de 10,9% para 2024 y de 10,6% para 2025.

Estas proyecciones son consistentes con una del 10% al cierre de 2024 y del 9,8% al cierre de 2025. Aunque en abril disminuyó, el estancamiento de las ramas más productivas y con mayor capacidad empleadora, al igual que la gran salida de personas de la fuerza laboral a marzo de este año, parecen indicar un mayor deterioro laboral en el futuro cercano”, asegura el informe.

De acuerdo con el Dane (Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas), se crearon en el mes de mayo 463.000 empleos para llegar a 23 millones de personas ocupadas. Sin embargo, la tasa de desempleo bajó levemente a 10,3%, desde un 10,5%.

De acuerdo con la directora del Dane, Piedad Urdinola, las ramas que más aportaron positivamente a la variación de la población ocupada fueron las actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios con 1 punto porcentual.

En el futuro cercano, el panorama monetario y crediticio estará marcado por la continuación del ciclo de reducción de la tasa de interés por parte del Banco Central de la República, tras un período prolongado de política monetaria contractiva. Eso tiene el potencial de fomentar el crédito y revitalizar el dinamismo económico en la medida que se facilita el acceso al financiamiento, tanto para los consumidores como las empresas, con las menores tasas de interés.

Pese a esto, la inflación se encuentra por encima del techo del rango estipulado por el Banco de la República (2-4%). Desde Anif (Centro de Estudios Económicos) estiman una inflación del 5,6% para el cierre de 2024, con lo cual se mantendría por encima de ese rango.

Ahora bien, se espera que la senda decreciente se extienda hacia 2025, alcanzando una variación anual de 3,9%, lo que la ubicaría finalmente dentro del rango.

No obstante, persisten varios riesgos en el horizonte. Un factor relevante es el comportamiento de los servicios públicos y los alquileres, los cuales han ejercido una presión importante sobre los consumidores en los últimos meses.

Deuda externa y pago de intereses

De acuerdo con los últimos datos del Banco de la República, la deuda total de Colombia llegó a U$S 196.280 millones, lo que significa un incremento de U$S 8.549 millones frente al mismo mes del año pasado y llegó al 50,8% de PIB.
Los compromisos externos de Colombia estuvieron segmentados por U$S 113.338 millones del sector público, lo que significa el 29,3% del PIB. Mientras tanto, la deuda privada sumó U$S 82.042 millones, o sea, el 21,5% del PIB.
Durante el primer trimestre de 2024, el servicio de la deuda de largo plazo del sector público ascendió a U$S 4.742 millones, mayor en U$S 977 millones al mismo período de 2023. Del monto del servicio, U$S 2.270 millones (48%) correspondió a amortizaciones y U$S 2.472 millones (52%) a intereses.

El gobierno acude a recortes

El ministerio de Hacienda autorizó el primer recorte de $ 20 billones, dado que la recaudación tributaria ha caído y se espera que disminuyan los ingresos.

Por ahora, no se han tocado los presupuestos de salud y educación.

Hacienda solicitó que cada entidad redujera su presupuesto en un 5,46% afectando principalmente a Hacienda con $ 11 billones, de los cuales 8,5 billones provienen de transferencias y $ 1 billón del funcionamiento de la Dian (Dirección de Impuestos y Aduanas nacionales).

El ministerio de Trabajo sufrirá un recorte de $ 2.2 billones que afectará principalmente las transferencias corrientes para prestaciones sociales y el Fondo de Pensiones Públicas Cajanal.

El sector de Transporte enfrentará un recorte cercano a los $ 1.3 billones, principalmente en la Agencia Nacional de Infraestructura

En el caso de entidades como la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría, la Rama Judicial, la Registraduría, el CNE, la Fiscalía, Medicina Legal, la Unidad de Búsqueda y la JEP el recorte es cercano al $ 1 billón.

“En el escenario más negativo, pero más real, siempre estos son presupuestos y pueden variar en el tiempo, tenemos que disminuir la inversión pública en $ 96 millones este año, a $ 57 billones el año que viene, para pagar deuda”, dijo el mandatario la semana pasada ante los militares, en un evento en el que admitió que no le quedan más salidas, puesto que prefiere la emisión monetaria, pero no es aceptable en Colombia porque hay “demasiado fundamentalismo económico y se considera que la emisión es satánica”.

“A veces hay que hacerla, la hicieron cuando se trataba de salvar banqueros, pero no la hicieron cuando se trataba de salvar la vida de los seres humanos puesta en peligro durante la pandemia”, y destacó que en ese período en el que el mundo entero luchaba contra la propagación del coronavirus. Estados Unidos sí imprimió más billetes.

El recorte no solo será para este año, sino que deberá mantenerse en 2025, puesto que habría un aumento de la deuda del 28%, pasando de $100 billones en 2024, a $129 billones; por lo cual, la plata para la inversión bajaría 33%, al asignarse $70 billones, es decir, $35 billones menos.

“Ahora presentaremos un plan de reactivación económica al Congreso y una Ley de financiamiento para reponer lo perdido en la Reforma Tributaria”, posteó Petro en X y con ello se refiere a que la Corte Constitucional tumbó varios de los artículos de su primera reforma tributaria, golpeando la recaudación en, al menos, $6,7 billones al año y en el largo plazo unos $34,9 billones.

En este sentido, el ministro de hacienda, Ricardo Bonilla, reafirmó su posición de modificar la regla fiscal a partir del parágrafo para la transición, así como la convergencia del impuesto del carbono hacia los estándares internacionales. Se prevén también beneficios tributarios para sectores que generen energía a través de fuentes renovables.

“Se propone cambiar la exclusión del IVA por sanción para bienes y servicios de producción local, dada la desventaja frente a extranjeros (exención del IVA)”, detalló Bonilla.

Además, se contemplan beneficios tributarios para el turismo en San Andrés y certificados de reembolso tributario para inversiones en turismo y servicios digitales.

Deuda pública e inversión

El crecimiento de la deuda pública le está quitando espacio a la inversión. Detrás de esta situación un problema estructural afecta a Colombia y, sobre todo, al mercado internacional de capitales.
A nivel internacional se está observando un progresivo crecimiento del saldo de la deuda pública. En Colombia, en el 2024, el saldo de la deuda pública con respecto al PIB es de 57,1%, similar al promedio del grupo de economías emergentes (52%). En 2012, era el 33,2%. Lo más alarmante es que en 2050 para las economías emergentes podría llegar al 160%.
La deuda pública es el mecanismo que permite cerrar la brecha entre un mayor gasto y menores ingresos. Los déficits se intensifican porque el gasto sube y los tributos bajan.
A medida que aumenta la esperanza de vida, las intervenciones clínicas se incrementan, y ello eleva el gasto público. La investigación de punta también es más costosa a medida que se obtienen mejores logros. Los proyectos de investigación nuevos son más exigentes y complejos. El gasto público también es presionado hacia el alza por los compromisos ambientales, y por la carrera bélica.

Por otro lado, la tasa impositiva continúa bajando. El impuesto a la renta es menor en todos los países desde finales de los 80, aunque esta reducción de los impuestos a los más ricos no se ha manifestado en un mejoramiento de la productividad y la competitividad de las empresas.

El aumento de la deuda pública reduce la disponibilidad de ingresos para la inversión

El servicio de la deuda pasó de $35,2 billones en el 2011 y se estima que en el 2025 será de $128,7 billones.
La inversión fue de $32,9 billones en el 2011. El presupuesto para 2024 es de 99,9 billones, un nivel históricamente alto. Se estima que en 2025 se reducirá a $ 74 billones. Donde se presentaría la mayor diferencia entre el servicio de la deuda y la inversión. La deuda casi duplicaría a la inversión.
También se complica la situación fiscal del 2024 y, sobre todo, la del 2025 por varias razones:
1) Por las deudas a corto plazo que contrató el expresidente Duque para responder a la pandemia. El pago de estos créditos significó en 2024 un aumento del servicio de la deuda en $20 billones.
2) El déficit del Fondo de estabilización del precio de los combustibles (Fepc). Durante la administración anterior no se aumentaron los precios de la nafta, y el costo fiscal de esta decisión se tendrá que pagar entre 2024 y 2025. En el 2024 la cifra es de $20 billones.
3) El desbalance originado por la llamada opción tarifaria. Durante la pandemia no se aumentaron las tarifas de los servicios públicos y el desbalance financiero de las empresas debe ser compensado por el actual gobierno. El monto es de $6 billones.
4) A los concesionarios de carreteras se les debe responder por la menor circulación de vehículos por los peajes durante la pandemia por $% billones.
Estos cuatro compromisos suman $51 billones.
Entre las alternativas para reducir la deuda entre servicio de la deuda e inversión se barajan las siguientes:
1) Aumentar los ingresos tributarios municipales.
2) Ampliar el margen de la regla fiscal abriendo un debate sobre su flexibilización ya que este gobierno está pagando los costos de la pandemia. Entre otros, sustituir deuda por activos ambientales. Debería aceptarse que el dinero dedicado a la conservación y recuperación de activos ambientales no debería entrar en la contabilidad del gasto de la misma manera que lo hacen, por ejemplo, con los salarios.
3) Reducir los intereses que se pagan por los TES y supone que el Banco de la República continúe disminuyendo la tasa de interés que en la actualidad está en 11,75% anual.
4) Reprogramar la deuda. En opinión del FMI: “Gracias a la apropiada implementación de políticas macroeconómicas restrictivas durante los últimos 2 años, Colombia pudo lograr una reducción de los desequilibrios internos y externos”. Y en virtud de esta opinión favorable, se amplió la línea de crédito flexible a U$S 8.100 millones, lo cual permite que el beneficiario tome los recursos en caso de necesidad.

A partir de este mes se trabajará una hora menos

Este 16 de julio entrará en vigencia la segunda reducción de la jornada de trabajo. Se trata de la Ley 2101 de 2021 que busca que las horas trabajadas pasen de 48 a 42 a la semana a partir del 16 de julio de 2026.
La primera reducción se presentó el 16 de julio del 2023, cuando se pasó de 48 a 47 horas a la semana. Cabe destacar que no se disminuye el salario, ni se afectan los derechos adquiridos y garantías de los trabajadores.
Con esta reducción, las horas trabajadas quedan en 46 semanales. En 2025 se bajarán dos horas más, para quedar en 42 horas semanales.

La medida no cobijará a la totalidad de los trabajadores del país, pues hay algunos casos en los que no aplica según la ley.
Una de las excepciones se presenta en las actividades insalubres o peligrosas, aunque el gobierno puede ordenar la reducción de la jornada de trabajo de acuerdo con dictámenes al respecto. El empleador y el trabajador podrán acordar también, temporal o indefinidamente, la organización de turnos de trabajo sucesivos, que permitan operar a la empresa o secciones de la misma sin solución de continuidad durante todos los días de la semana, siempre y cuando el respectivo turno no exceda de seis horas al día y treinta y seis horas a la semana. En este caso no habrá lugar a recargo nocturno ni al previsto para el trabajo dominical o festivo, pero el trabajador devengará el salario correspondiente a la jornada ordinaria de trabajo.

Mientras, para los adolescentes con autorización para trabajar se estipuló que: cuando sean mayores de 15 y menores de 17 años solo podrán trabajar en jornada diurna máxima de seis horas diarias y treinta horas a la semana y hasta las 18:00. Y cuando sean mayores de 17 años, solo podrán trabajar en una jornada máxima de ocho horas diarias y 40 horas a la semana y hasta las 20:00.

Cabe destacar que el gobierno de Gustavo Petro adelanta otra iniciativa con la que asegura que mejorará la calidad de vida de los trabajadores. Se trata de la reforma laboral que superó su primer debate en el Congreso el mes pasado. Sin embargo, los gremios y empresarios cuestionan que esa iniciativa, por el contrario, aumentará el desempleo y la informalidad.
Hay que tener en cuenta que esta propuesta recupera las jornadas nocturnas y dominicales. El recargo nocturno se pagará a partir de las 19:00. Eso significa que se reconocerá con dos horas de anticipación; actualmente se remunera a partir de las 21:00.

A su vez recupera progresivamente las horas dominicales y festivos que será del 100% de manera voluntaria, no obstante, a partir de julio de 2026 sería obligatorio.

La advertencia del presidente Petro

El 23 de mayo, Gustavo Petro alertó sobre una posible cesación de pagos poniendo nerviosos a los mercados. Anunciando en su cuenta oficial de X la importancia del Proyecto de ley que elevaría el cupo de endeudamiento hasta U$S 17.000 millones. Incluso advirtió que de no ser aprobado el país ingresará en cesación de pagos y decretará la emergencia económica; la octava vez en los últimos 30 años. De no aprobarse el país tendría que asumir un déficit de U$S 1.366 millones para el cierre de 2024.

¿Qué pasó después de la advertencia del presidente?

La moneda se devaluó, el precio de los bonos y las acciones cayeron y las calificadoras de riesgo alertaron a los inversionistas, entre ellos el Bank of America. También Moody’s bajó a Ecopetrol de b1 a ba3 en el riesgo crediticio.
Finalmente, el déficit fiscal para el primer trimestre confirmaría problemas de caja. El déficit con relación al PIB fue de -1,2%, superior al que se registró en el mismo período del año anterior de -0,9%. Incluso al de 2022, en plena pandemia, que llegó a -1,1%.

Las cifras demuestran la necesidad de un debate democrático y una acción colectiva para un nuevo proyecto de sociedad. La promoción de un movimiento de transformación en todos los planos a la altura de los tiempos que se viven.

Evasión Fiscal, robo de guante blanco

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Gabriela Cultelli *

Desde hace un tiempo hemos venido trabajando sobre los recursos públicos que no están disponibles para el conjunto de la sociedad. Entre las muchas causas que hacen a la injusticia social y que por tanto atacan a la democracia, es la evasión fiscal, donde se podría trabajar y mucho.

Con fecha 17 de junio y bajo el título “Un derrame anti natural”, publicábamos, por ejemplo, que el costo o gasto fiscal, lo no recaudado, por IRAE era de U$S 1.134. En este impuesto, se perdona más de la mitad de lo que se recauda, pues las exoneraciones son el 56% de lo recaudado efectivamente.

En aquel artículo decíamos: “Y hablando de leyes incumplidas y de regalías sobre las mismas, excepciones y demás, comencemos por la evasión del IRAE que continúa en el orden del 30%, o sea que lo que se recauda realmente es prácticamente lo mismo que se deja de recaudar por evasión y exoneraciones. Si habrá tela para cortar en esta causa.”

Y ni hablar del impuesto al Patrimonio, donde el perdona tutti, es mayor al total recaudado.

Pero la idea hoy es observar como estamos respecto al mundo, también en este tipo de indicadores.

El primer cuadro, muestra que Uruguay, es el segundo país de América Latina (aquí mostramos solo 10 para simplificar la información), detrás de Costa Rica y sin significativa diferencia con este primero, en ingresos, “perdidos” provenientes del capital, de las empresas, cómo le llaman en “Atlas del Mundo Offshore” (la DGI le llama Gasto fiscal). Es oportuno recordar, como expresamos en el artículo anterior aquí citado, que estas tendencias, al menos para Uruguay, empeoraron en estos años.

El segundo cuadro, muestra la misma relación, pero ahora con otros países del mundo, demostrándose así cuánto se podría trabajar en ello, para recaudar fondos para “la pública felicidad” como decía Artigas, el que en estas tierras habló sobre que “los más infelices sean los más privilegiados”, y su legado aún está por cumplirse.

El cuadro 3 nos presenta la tasa efectiva, la realmente recaudada, de impuestos al Capital. Aquí si que no estamos en los primeros lugares. Quedamos por debajo de toda la región del cono sur, más Colombia.

El próximo gobierno, heredará una situación fiscal complicada y con un endeudamiento externo que ya supera el 70% del PBI, relación bastante peor a la del 2019 tan criticada por el gobierno actual.

Hacer cumplir las leyes para eliminar o reducir muchísimo la evasión y reducir las exoneraciones escandalosas, es un camino que sin duda habrá que recorrer.

* Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- Directora de Mate Amargo.

Argentina: solo se ven crecer despidos y suspensiones

Impactos de la crisis: despidos y suspensiones en los primeros 7 meses de  2018 - Centro CEPA

Raúl Dellatorre *

Un análisis de la situación laboral en el primer semestre del año, elaborado por Centro de Economía Política (CEPA), arroja que como resultado de las políticas oficiales se produjeron al menos 160 mil despidos entre el sector público y el privado.

El relevamiento señala que una muy alta proporción de las pérdidas de fuentes de trabajo se produjeron en la construcción y en la industria, a causa principalmente de la paralización de la obra pública y de la caída en el consumo provocado por el ajuste sobre los ingresos de la población.

Este deterioro de la situación para el sector laboral se agrava, además, por el costo de los servicios públicos esenciales, que empiezan a reflejar en las facturas de aumentos del orden del 200 al 1.200 por ciento en relación a los precios vigentes hasta el pasado mes de noviembre. Los aumentos estacionales del invierno, por tarifa y por incremento del consumo, marcan una perspectiva aun más preocupante.

El informe del CEPA  analiza la situación de los despidos y suspensiones ocurridos entre enero y junio de este año, así como algunos casos testigo tanto en el sector público como privado. Las estadísticas del Sistema Integrado Previsional arrojan una pérdida de puestos de trabajo asalariados privados entre noviembre de 2023 y abril de 2024 de 111.656 casos. Para mayo, la Encuesta de Indicadores Laborales (Secretaría de Trabajo) prevé una nueva caída de otros 18.111 empleos.

Estos despidos en el sector privado se suman a las 29.604 desvinculaciones relevadas por CEPA en el sector público, principalmente en el Estado Nacional, ya sea en la Administración Central como en las empresas de capital estatal. De acuerdo al actual relevamiento, los despidos y suspensiones en la actividad privada fueron motorizados por el sector de la construcción, que explica el 56,29% del total, seguido por la industria que acumula el 42,95% de los casos y muy por detrás los servicios con sólo el 0,76%.

Los despidos en el sector construcción tiene su origen principalmente en la paralización de la obra pública y los del sector industrial en la caída del consumo como consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos, a partir de la devaluación y la desregulación de amplios sectores de la economía.

Casos paradigmaticos 

El estudio cita algunos casos paradigmáticos del impacto de la crisis sobre el empleo. Uno de los casos seleccionados es el de Acindar, una de las principales siderurgias del país, y que tras el derrumbe de las ventas, suspendió ya dos veces en el año su producción.

El desplome del consumo alcanza incluso al sector alimenticio. Un caso testigo en ese aspecto es el de los despidos por el cierre de la fábrica Canale, en Mendoza. A fines de junio anunció su definitivo cierre, y con él, el despido de 38 empleados.

CEPA también selecciona dos casos de industrias pertenecientes al sector de insumos para la construcción, FV y Ferrum, que paralizaron sus plantas y despidieron o suspendieron personal en el marco del desplome del sector. FV (líder en grifería) dispuso en mayo la suspensión por tres meses de unos 800 operarios de su planta en Pilar, provincia de Buenos Aires. En el caso de Ferrum (la mayor fábrica de sanitarios de cerámica del país), ya despidió 100 trabajadores en lo que va de 2024.Otro caso seleccionado es el de Tenaris SIAT, del grupo Techint. A fines de junio, anunció el despido de unos 200 trabajadores de la planta ubicada en Valentín Alsina.

La caída del consumo también afecta al sector de electrodomésticos o línea blanca, que a su vez está siendo desprotegido por la reducción de aranceles a la importación de heladeras y lavarropas. Ello ocasionó despidos en Whirpool y Bricket, que produce heladeras, exhibidoras y freezers en su planta de Rosario, despidió 300 trabajadores en lo que va del año.

El informe releva, finalmente, otros importantes casos de retracción del empleo en distintos sectores. Cinco casos en el sector metalúrgico, con 450 despidos en total; cinco firmas del sector textil, que suman 470 despidos; cuatro firmas de la alimentación, con 110 despidos, y más de 3600 despidos en la construcción, industria química, automotriz, sector supermercadista y otros servicios.

«Desde su asunción el Poder Ejecutivo presenta un sesgo anti industrial: a las medidas de política económica, se las complementó con derogaciones de  leyes de protección a la industria local vía DNU, desfinanciamiento de organismos trascendentales como el INTI, y la estocada final es el RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones), que pone en jaque el entramado productivo local», advierte el informe de CEPA.

Padecieron ataques cibernéticos tres de cada 10 negocios en América Latina

Ciberataques: Qué son y qué tipos existen - IberdrolaJulio Gutiérrez *

La ciberseguridad se ha vuelto uno de los ejes en las políticas de las empresas del mundo, pero ello no las exenta de sufrir algún ataque. A lo largo de 2023, al menos tres de cada 10 compañías de América Latina tuvieron un incidente cibernético, de acuerdo con el último estudio de la firma especializada Eset.

El documento detalla que una de cada cinco empresas en la región declararon no tener la tecnología necesaria para saber si tuvieron o no un incidente, un hecho que sugiere que existe un porcentaje de empresas que posiblemente hayan sido blanco de ataques, pero no los registraron.

El reporte de seguridad de Eset para América Latina indica que los sectores que más intentos de ataque padecieron el año pasado fueron los organismos de gobierno, las firmas informáticas o de finanzas y las empresas de banca o relacionadas.

De acuerdo con la empresa, 23 por ciento de las empresas de la región fueron blanco de al menos un intento de ataque de ransomware (robo de información) en los últimos dos años; 36 por ciento fueron contra industrias relacionadas con petróleo, gas o minería; 31 por ciento, empresas firmas de telecomunicaciones; 30 por ciento, servicios públicos y 29 por ciento, de ventas al detalle o mayoristas.

Según Eset, 86 por ciento de los negocios de la región no estarían dispuestos a negociar el pago de un rescate de su información, pero sólo 23 por ciento tienen contratado un seguro contra riesgos cibernéticos.

Precisa que seis de cada 10 empresas de la región consideran que el presupuesto asignado a ciberseguridad no es suficiente; aquellas que reportan menores niveles de presupuesto son las de gobierno, agricultura y ganadería, seguidas por las de ventas minoristas o mayoristas y después las de petróleo, gas y minería.

En contraste, los sectores más satisfechos con el presupuesto asignado son los de informática y tecnología y telecomunicaciones.

Exportaciones no petroleras de Venezuela llegan a 47 países

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La directora de la Asociación Venezolana de Exportadores (AVEX), Jesly Lusinchi, afirmó las exportaciones no petroleras del país están llegando a 47 países.

“Esto quiere decir que hay empresas que están haciendo un esfuerzo a pesar de no tener preferencias arancelarias, a pesar de que no tenemos todos los acuerdos de libre comercio”, resaltó.

La ejecutiva de AVEX detalló el país exporta “radiadores, baterías, textiles, estamos saliendo con productos de aluminio, productos metalmecánicos”.

En una entrevista para un medio radiofónico, Lusinchi destacó que la nueva Ley de Fomento de las Exportaciones No Petroleras, aprobada por unanimidad en la Asamblea Nacional el pasado miércoles, incidirá en la disminución de los costos para los traslados de mercancía de un territorio a otro, así como también generará más empleo y competitividad en los precios.

Capacidad de producción

Por su parte, el presidente de AVEX, Gustavo González Velutini, reveló que la capacidad de producción de Venezuela “es mucha más grande que la capacidad de consumir”.

Además, destacó como positivo los acuerdos alcanzados entre la República y la Organización Mundial del Comercio (OMC), así como la reciente aprobación de la ley de Exportaciones No Petroleras.

El presidente de la República, Nicolás Maduro, promulgó este jueves la Ley de Fomento de las Exportaciones No Petroleras, aprobada el miércoles en segunda discusión por la Asamblea Nacional.

La ley de 26 artículos busca desarrollar mecanismos que faciliten el comercio internacional de bienes y servicios desarrollados en el país. Tras su aprobación en el Parlamento, su presidente Jorge Rodríguez, dijo que la nueva ley protege al exportador, especialmente “de la taquilla, de la alcabala, de la burocracia, es una ley que agiliza todos los procesos de exportación”.

Para el presidente de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria), Luigi Pisella, según reseña Telesur, la medida “reduce la carga tributaria y aumenta el flujo de caja de las industrias, lo que ayuda a aumentar su productividad”.

Exportaciones chilenas a Brasil crecieron 9% en el primer semestre de 2024

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Brasil se posiciona como el tercer mercado de destino para las exportaciones chilenas alcanzando un valor de 1.429 millones de dólares en los primeros seis meses del año, sin contar al cobre y al litio.

Las exportaciones chilenas registraron un notable incremento en los envíos nacionales a Brasil durante el primer semestre del 2024, reveladas por el Departamento de Inteligencia de Mercados de ProChile.

Brasil se posiciona como el tercer mercado de destino para las exportaciones chilenas, excluyendo al cobre y al litio, alcanzando un valor de 1.429 millones de dólares en los primeros seis meses del año. Este monto representa un aumento del 9,3% en comparación con el mismo período de 2023, capturando el 6,34% del total de los envíos chilenos al mundo. Entre los productos más destacados se encuentran las frutas frescas, cuyo volumen de exportación ha crecido un 63,6% respecto al año anterior.

Brasil se sitúa en el tercer lugar entre los destinos de exportación de Chile, solo superado por China, con 5.103 millones de dólares, y Estados Unidos, con 4.782 millones de dólares.

Por otra parte, Brasil también es el principal destino de la inversión chilena en el extranjero, alcanzando los 35.235 millones de dólares en 2023. En promedio, se estima que una de cada diez empresas chilenas exporta a Brasil, lo que subraya la importancia de este mercado para la economía chilena.

Hugo Corales, Director Comercial de ProChile en Brasil, destacó el sólido posicionamiento de Chile como proveedor de alimentos, resaltando que productos emblemáticos como el salmón y el vino contribuyen significativamente a esta reputación.

“Los números responden al buen posicionamiento que tiene nuestro país como proveedor de alimentos y que, junto a grandes embajadores como el salmón y el vino, posicionan a Chile como un proveedor confiable en este mercado”, afirmó Corales.

El informe también revela aumentos notables en varios productos específicos: las exportaciones de manzanas frescas alcanzaron los 51 millones de dólares, un incremento del 127,3%; las ciruelas frescas llegaron a los 27 millones de dólares, con un aumento del 42%; las cebollas frescas registraron un impresionante aumento del 999,2%, alcanzando los 27 millones de dólares; y el aceite de oliva alcanzó los 22 millones de dólares, con un incremento del 84,6%.

Corales subrayó que estos resultados reflejan un trabajo consistente y a largo plazo realizado en conjunto con empresas y asociaciones del sector privado, así como la diversidad y calidad de la oferta chilena.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, aseguró que el Corredor Bioceánico, la ruta terrestre que unirá el sur de Brasil, sobre el Atlántico, con los puestos de Antofagasta, Mejillones e Iquique, en el Pacífico, es “prioritario” para su país.

Durante su intervención en un encuentro con empresarios como parte de la agenda de su visita oficial a Paraguay, Boric destacó que esta iniciativa “es estratégica para mejorar la conectividad y la integración sudamericana entre las cuencas del Atlántico y el Pacífico”.

En ese contexto, señaló que están “expectantes” del desarrollo que esa ruta pueda traer a los puertos de su país. “Pero, además, porque es una iniciativa concreta de integración regional”, afirmó.

“Durante demasiado tiempo -complementó-, la utopía de la integración regional en América Latina y en particular en Sudamérica, se ha sustentado en la retórica y creemos que es tiempo de avanzar en hechos concretos”.

Para el jefe de Estado, este corredor “es una muestra clara y concreta del trabajo conjunto que va además a beneficiar” a los pueblos y que en el caso de su país puede convertir las regiones de Antofagasta y Tarapacá en un centro logístico y en “una puerta de entrada para Brasil, Paraguay y Argentina al mercado asiático”.

Panorama internacional

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1.-Latinoamérica: más millonarios y más desigualdad

De acá a cinco años, Brasil, México y Chile aportarán, en conjunto, 177.000 millonarios a la región latinoamericana de acuerdo al informe Global Wealth Report 2024, que divulga la firma de servicios financieros suiza UBS. La proyección apunta a que en 52 de los 56 países que toman como referencia haya un aumento de adultos que tengan un patrimonio mayor a un millón de dólares. La contracara: la desigualdad, que también va en aumento en Latinoamérica.

En 2023, los millonarios representaban ya el 1,5 por ciento de la población adulta que analiza el informe. Estados Unidos tenía el mayor número, con casi 22 millones de personas (o el 38 por ciento del total). China ocupaba el segundo lugar, con algo más de seis millones, aproximadamente el doble que el Reino Unido, que ocupaba el tercer puesto.

Desde el 2008, “la evolución más espectacular ha tenido lugar en Turquía, donde la riqueza media por adulto se disparó un 1708 por ciento en moneda local desde el 2008. Los valores de Brasil y China alcanzan un nivel aún notable por encima del 360 por ciento, más del triple que en Estados Unidos. Un total de siete mercados de nuestra muestra superan la marca del 300 por ciento de crecimiento en moneda local. En el lado opuesto del espectro, en dos países europeos el crecimiento se ha limitado a los dos dígitos inferiores, y Grecia ha experimentado un descenso de su riqueza del 11 por ciento”, detalla.

La riqueza media en Brasil creció más de un 375 por ciento desde la crisis financiera de 2008, medida en moneda local. Esta cifra duplica con el crecimiento de México, de poco más del 150 por ciento, y supera el 366 por ciento de China. Sin embargo, Brasil ocupa el tercer lugar en cuanto a desigualdad de la riqueza en nuestra muestra de 56 países, por detrás de Rusia y Sudáfrica.

Proyecciones

De cara al futuro, UBS espera que la riqueza por adulto siga creciendo en casi todos los mercados. “El comportamiento generalmente positivo de los mercados financieros en gran parte del mundo en los últimos años es una de las razones que explican el crecimiento observado de millonarios en dólares en nuestra muestra de mercados, pero dista mucho de ser la única”, aseguran y agregan que “como la mayoría de las clases de activos han visto aumentar su valor en los últimos años, el mero efecto del crecimiento económico constante es decisivo para el aumento de millonarios en dólares”.

Hacia 2028, el porcentaje de riqueza mundial de las economías emergentes superará la barrera del 30 por ciento, aumentando hasta casi el 32 por ciento en 2028. Además, preven que en 2028, el número de adultos con una riqueza superior a un millón de dólares habrá aumentado en 52 de los 56 mercados de nuestra muestra.

En Japón y Corea, estiman que el número de millonarios en dólares aumentará más de un 25 por ciento, y en Taiwán casi un 50 por ciento.

“Si bien esperamos que el crecimiento orgánico de la riqueza represente una parte de este marcado aumento de millonarios en dólares, principalmente gracias a la industria de microchips de Taiwán, que está lista para cosechar los frutos del auge de la inteligencia artificial, una parte sustancial se debe a la inmigración de extranjeros ricos”, aseguran. Otros mercados que tendrán más millonarios son Turquía (43 por ciento), Kazajistán (37 por ciento), Indonesia (32 por ciento) y Japón (28 por ciento).

En el otro extremo el informe agrega que “dos excepciones notables serán el Reino Unido y los Países Bajos“, a los que proyectan que 17 y 4 por ciento de su población, respectivamente, dejarán de ser millonarios en 2028.

En la región latinoamericana Brasil verá aumentar el número de millonarios de 380.585 a 463.797 en los próximos cuatro años, lo que significa un avance del 22 por ciento. En México, el número de millonarios se incrementará un 24 por ciento entre 2023 y 2028, al pasar de 331.538 a 411.652 Entre tanto, en Chile los millonarios aumentarán de 81.274 a 95.173 en el mismo período, lo que significa una variación del 17 por ciento.

La contracara

UBS también señala que la desigualdad ha aumentado en América Latina en función del coeficiente de Gini. En Brasil el coeficiente pasó de 70 a 81 entre 2008 a 2023 (una variación de 16,8 por ciento), mientras que en el caso de México pasó de 68 a 72 (6,5 por ciento) en el mismo período.

De acuerdo a un informe de la ONG Oxfam, los latinoamericanos y caribeños con un salario mínimo promedio tendrían que trabajar 90 años para ganar lo mismo que un milmillonario de la región en un día y únicamente 98 magnates acumulan la riqueza igual a todo lo producido en Chile y Ecuador en un año. Hasta enero de este año, los 98 milmillonarios de Latinoamérica y el Caribe acumulan una riqueza conjunta de 480.800 millones de dólares. “En los últimos 25 años, los más ricos han seguido siendo igual de ricos, mientras la mitad más pobre se ha hecho más pobre”, dice el documento.

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2. La acumulación de capital y sus derivas antiecológicas

Esteban Mercatante *

Los múltiples desastres ecológicos en distintas escalas que observamos cotidianamente, algunos de los cuales se encaminan a sobrepasar niveles de peligrosidad elevados como el calentamiento global, tienen causas que están inscriptas en la lógica de funcionamiento del modo de producción capitalista. Este se caracteriza por la búsqueda de someter todas las esferas de lo social y lo natural a los requisitos el aumento permanente de la ganancia.

Si seguimos el hilo del razonamiento a través del cual Karl Marx se propone en El capital la reconstrucción conceptual del modo de producción capitalista, podemos ir viendo las distintas dimensiones antiecológicas que distinguen al metabolismo socionatural capitalista. En estas páginas vamos a presentar las coordenadas de este recorrido que mayor relevancia adquieren para la crítica ecológica desde una mirada materialista histórica.

La mercancía, valor de uso, valor de cambio y valor

En primer lugar, el capitalismo es un orden social que se distingue de todos los que lo precedieron por estar basado en el intercambio generalizado de mercancías. Lo novedoso no es el intercambio mercantil, que tiene una existencia antiquísima, sino que este no sea anecdótico, reducido a lo superfluo o a canalizar excedentes.

Se produce con miras al intercambio y solo a través del intercambio se satisfacen el conjunto de las necesidades sociales. Por eso, Marx va a identificar a la mercancía como la “célula básica” de este modo de producción. El dominio de la mercancía proyecta las categorías que le son propias, como las de valor y su expresión, el valor de cambio, a todo el conjunto de los ámbitos de la vida social. La relación de la sociedad capitalista con la naturaleza se encuentra permeada por estas relaciones de valor que le son propias.

Cuantitativamente, el capitalismo solo atribuye valor a la naturaleza en la medida en que su apropiación requiere trabajo productor de mercancías, aunque la contribución de la naturaleza a la producción (y a la vida humana en general) no es materialmente reducible a este trabajo de apropiación. Aquellos atributos de la naturaleza que sirven a los procesos de producción pero son aprovechados sin que medie ningún trabajo “socialmente necesario” –que en las relaciones sociales imperantes significa trabajo objetivado en una mercancía–, no entran en esta contabilidad.

La forma valor “hace abstracción cualitativa y cuantitativa de las características útiles y dadoras de vida de la naturaleza, aun cuando el valor es una forma social particular de riqueza, una objetivación social particular tanto de la naturaleza como del trabajo” [1]. Esta contradicción ayuda a explicar la tendencia del capitalismo a despojar su entorno natural.

El capitalismo, con su reductiva lógica del valor, ignora descaradamente el papel de las condiciones naturales en la producción. Muchas veces se le critica a Marx esta falta de reconocimiento, por el solo hecho de poner en evidencia cómo en las categorías de la economía política capitalista no hay otro lugar para la naturaleza que el de ser objeto de apropiación. La naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí; incluso el reconocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece solo como artimaña para someterla a las necesidades humanas, sea como objeto del consumo, sea como medio de la producción [2].

David Harvey observa que la naturaleza “es necesariamente considerada por el capital […] solo como una gran reserva de valores de uso potenciales –de procesos y objetos–, que pueden ser utilizados directa o indirectamente mediante la tecnología para la producción y realización de los valores de las mercancías” [3]. Los valores de uso naturales “son monetarizados, capitalizados, comercializados e intercambiados como mercancías. Solo entonces puede la racionalidad económica del capital imponerse en el mundo” [4].

La naturaleza “es dividida y repartida en forma de derechos de propiedad garantizados por el Estado” [5]. Esta disociación va de la mano de un proceso equivalente en la relación entre sociedad y naturaleza, que es también de objetivación y abstracción. Esta idea de abstracción de la naturaleza tiene dos dimensiones, que ambas van de la mano: la conversión de lo natural en “recursos” a servir como insumos para la producción, y la reducción a unidades homogéneas y cuantificables.

Observa Paul Burkett que el capitalismo tiene un antagonismo específico hacia la naturaleza “que se manifiesta en un tipo particular de subvaloración de las condiciones naturales, y esta subvaloración es una forma básica de la contradicción entre valor de uso y valor de cambio” [6].

Hay una crítica que hace ya tiempo se ha planteado desde sectores del ecologismo crítico al análisis del valor realizado por Marx, y es que supuestamente no reconocería el aporte de valor económico de la naturaleza. No alcanza con destacar que no hay producción sin un sustrato material que proviene de la naturaleza, es decir, que todo elaboración de mercancías –en las que se cristaliza el valor creado por el trabajo– constituye un metabolismo entre lo social –en sí una parte de la naturaleza aunque diferenciada– y el resto de la naturaleza.

Es necesario, sostienen estas críticas, traducir este reconocimiento en una contabilización del valor económico que los procesos metabólicos naturales agregan a las mercancías. Estas objeciones vienen de hace tiempo [7]. En la actualidad, autores como Zehra Taşdemir Yaşın, Dinesh Wadiwel, Giorgos Kallis y Erik Swyngedouw plantean que no solo los seres humanos sino también la naturaleza/los animales/la energía producen valor económico bajo el capitalismo [8].

Jason Moore también plantea la necesidad de reconceptualizar la teoría de valor introduciendo más ampliamente el rol del “trabajo-energía” de la naturaleza como condición fundamental para que pueda existir el excedente que se apropia el capital [9]. Por otro camino, también llega a la demanda de introducir la participación de la naturaleza en el valor económico.

El problema con estos planteos es entender que aquello que no es señalado como productor de valor para el capital, resulta degradado desde la perspectiva del orden social capitalista, sino desde el punto de vista de quien teoriza críticamente al respecto. Se confunde la noción de valor mercantil con una idea de valor intrínseco, entendido como el valor que atribuimos a las cosas en sí mismas y para nuestras relaciones.

Marx no busca establecer en abstracto qué es el valor, o qué tiene o debería tener valor en este último sentido, sino que le preocupa cómo funciona la categoría de valor en el capitalismo. Todo el propósito de su empresa crítica, es mostrar cómo las categorías de la economía política soslayan todo un conjunto de dimensiones sin las cuáles no resulta posible la reproducción de las relaciones capitalistas. En primer lugar, la explotación del trabajo, que Marx muestra cómo aparece velada, oculta, en las categorías de precios y salarios.

Lo mismo vale para la expoliación de la naturaleza. Pero para hacer esto, no se gana mucho reconceptualizando las categorías de valor de modo diferente a como operan en el capitalismo. No se eleva la importancia de la naturaleza de esta manera, ni esto actúa como freno a su expoliación. De hecho, todas las nociones de “capital natural” y de “servicios ecosistémicos” se dedican a “dar valor” a la naturaleza, traducirla a números, pero para profundizar todavía más el dominio de las relaciones mercantiles sobre todas las esferas.

Son la culminación de la conversión de la naturaleza en “recursos” que sirven como insumos para la producción y la reducción a unidades homogéneas y cuantificables. Los bonos de carbono también “dan valor” a la naturaleza, y se han convertido en un jugoso negocio financiero para grandes corporaciones. Por eso, estas críticas a las categorías de valor desarrolladas por Marx equivocan el blanco de ataque que debería plantearse el proyecto ecológico crítico. Como observan bien John Bellamy Foster y Paul Burkett, los intentos ahistóricos e idealistas de imaginar la internalización e integración de los costos sociales y ambientales dentro del sistema de mercado, o de ver la naturaleza como la verdadera fuente de valor, solo restan importancia a las contradicciones sociales (incluidas las clases y otras formas de opresión) y ecológicas del sistema capitalista [10].

No es en el plano del “reconocimiento” del aporte de la naturaleza en términos de los conceptos de valor donde se juega la cuestión de fondo, sino en cómo transformamos las bases sociales que son las que llevan al dominio de estas relaciones de valor en todas las esferas.

Trabajo concreto-abstracto, privado-social

Una segunda característica específica del capitalismo es el aspecto bifacético del trabajo: es un trabajo social, cada vez más complejo e interdependiente por la especialización y división del trabajo, pero se lleva a cabo en las esferas privadas de una infinidad de empresas. En este metabolismo social, que en opinión de Marx solo resultó históricamente posible sobre la base de una división del trabajo social ya muy desarrollada, el aspecto social del trabajo solo se pone en evidencia cuando la labor ha terminado, y se ha materializado en un producto que se busca vender.

El éxito en vender la mercancía al precio esperado, valida socialmente el trabajo incorporado en ella; el valor de la mercancía solo se vuelve efectivo en este acto de intercambio. Si se vende por debajo del precio esperado, el trabajo ha sido validado socialmente en parte. Por esta mediación del trabajo social a través del intercambio mercantil, es que Marx va a afirmar que se conforman relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas, que es lo que él llamará el fetichismo de la mercancía.

Entre muchas consecuencias, esta separación de esferas produce una manera muy acotada de considerar los impactos que tiene cada proceso de trabajo “privado”. Lo que ocurre por fuera de la esfera inmediata de la producción, aunque sea resultado de la misma (como la contaminación del aire o las aguas) es tratado por las firmas capitalistas como una “externalidad” no incorporada en su ecuación “económica”. Esta noción de esferas separadas, se traslada al nivel de la sociedad en su conjunto, donde la “economía” (pensada como productos, precios, acciones, créditos, cifras de empleo, etc.) aparece como una esfera distintiva y acotada.

A pesar de la clara relevancia y centralidad que tiene en los problemas ambientales, muchas veces por los enfoques fragmentarios no se visualizan hasta el final los aspectos sistémicos que producen muchos problemas ambientales, tratados como algo “externo”, algo así como un efecto secundario de la actividad de las empresas. Cierto ambientalismo mainstream, o los abordajes de economía ecológica basados en el pensamiento económico neoclásico, continúan pensando que “la destrucción ecológica es un ‘efecto externo’ no esencial de las relaciones sociales dominantes del capitalismo” [11], con lo cual se pueden encarar soluciones a la misma sobre las bases de estas mismas relaciones.

La separación entre quienes producen y los medios de trabajo

En tercer lugar, en el capitalismo el proceso de trabajo, o, lo que es lo mismo, la mediación metabólica entre la totalidad material natural y la esfera social, se caracteriza por el hecho de que la fuerza de trabajo y los medios para que este pueda desarrollarse solo se reúnen cuando los dueños de la riqueza social, la clase capitalista, los adquieren y ponen a funcionar bajo su mando. La fuerza de trabajo se encuentra convertida en una mercancía más, y solo llega a reunirse con los medios y objeto de trabajo si antes logra ser vendida exitosamente a cambio de un salario.

Esto expone en un nuevo nivel la cosificación y el fetichismo a los que ya nos referimos. Los capitalistas son quienes tienen la propiedad de los medios de producción, y por eso pueden decidir qué, cómo, cuánto y cuándo se produce. Todo el proceso laboral se ejecuta bajo sus órdenes y tiene como finalidad básica obtener un plusvalor, del cual surge la ganancia. La producción, de medio para satisfacer necesidades, se convierte en medio para generar lucro. Al final del circuito de producción los capitalistas deben tener en sus manos un valor mayor que el desembolsado en salarios, medios de producción e insumos.

Este plusvalor, muestra Marx, solo puede generarse en la explotación de la fuerza de trabajo, porque el valor no es otra cosa que la expresión del trabajo requerido para producir las mercancías incluyendo el no solo el trabajo directamente gastado, sino el que requirieron antes todos los insumos utilizados. Como toda mercancía, la fuerza de trabajo tiene un valor (expresado en el salario) y un valor de uso. Este valor de uso es para los capitalistas uno fundamental: producir un valor superior al que estos han pagado por ella.

El trabajador reproduce el valor equivalente a lo que desembolsó el capitalista como salario en una fracción de su jornada; el valor que continúa produciendo más allá de ese tiempo, se lo quedan los capitalistas. El trabajo que se extiende por encima del tiempo necesario para producir el equivalente a lo que gastaron los capitalistas como salario, Marx lo denomina plustrabajo, y en él se genera el plusvalor del que surge toda la ganancia en el capitalismo [12]. Vemos entonces el rol fundamental que tiene la enajenación de la fuerza de trabajo.

Marx apela a la noción de subsunción formal para dar cuenta de esta primera instancia de subordinación por parte del capital que reduce a la fuerza de trabajo a una condición objetiva más de la producción orientada a la valorización, tanto como lo son las materias primas y medios de producción también compradas por los capitalistas. Todas las sociedades de clase que precedieron al capitalismo, basaban la explotación de un sector de la sociedad por otro en formas de trabajo en las que no se observaba esta separación entre productores y medios de producción.

“Lo que necesita explicación, o es resultado de un proceso histórico”, observa Marx, “no es la unidad del hombre viviente y actuante, [por un lado,] con las condiciones inorgánicas, naturales, de su metabolismo con la naturaleza, [por el otro,]” sino “la separación entre estas condiciones inorgánicas de la existencia humana y esta existencia activa, una separación que por primera vez es puesta plenamente en la relación entre trabajo asalariado y capital” [13]. Marx desarrolla esta explicación a través de la “acumulación originaria”, un proceso de expropiación en gran escala –y en todos los rincones del planeta– sin el cual el capital como relación social dominante no habría sido posible.

La subsunción de la fuerza de trabajo como mercancía –que tiene un primer momento formal, que es cuando los procesos mismos de producción todavía no han sido enteramente reconfigurados por el capital– y la instrumentalización de la naturaleza, han marchado en paralelo desde el origen del capitalismo. Un presupuesto de esta fuerza de trabajo “liberada” fue que las tierras que trabajaban pasaron a ser propiedad privada (los famosos “cercamientos” que Marx analiza en el capítulo XXIV de El capital).

Desde los inicios de la acumulación originaria capitalista hasta hoy, la mercantilización de la naturaleza, acompañada en general de la lisa y llana apropiación directa de lo que históricamente era comunitario, fueron vitales para la expansión del capital. La consolidación del capitalismo a nivel mundial significó la repetición de estos procesos de acumulación “originaria” –o por desposesión, como prefiere llamarlas David Harvey para acentuar que éstas no ocurrieron solo en el origen histórico de este modo de producción–.

John Bellamy Foster observa que a medida “que el trabajo se volvió más homogéneo, también lo hizo gran parte de la naturaleza, que pasó por un proceso similar de degradación” [14]. La homogeneización o producción de una naturaleza “abstracta” [15] convertida en un objeto para el uso del capital, resulta inseparable de la generalización de la relación trabajo asalariado-capital.

La separación entre fuerza de trabajo y medios de trabajo es fundamental para desembarazarse de los límites impuestos por los tipos de vínculos entre la fuerza de trabajo y las condiciones naturales que caracterizan a las sociedades precapitalistas. “Los requisitos de valor de uso material de la producción capitalista, en particular, no están comprometidos por los vínculos sociales previos de los productores con la naturaleza” [16].

Al subsumir el metabolismo socionatural de la producción a los fines de la valorización, emergen tensiones evidentes en la relación capital-naturaleza. Por un lado, “el capital requiere fuerza de trabajo viva y físicamente funcional y condiciones materiales conducentes a la encarnación del trabajo en productos que satisfagan las necesidades” [17]. Esto significa que, como todas las formas que se dieron las sociedades humanas para satisfacer las necesidades, la producción capitalista depende de la contribución de la naturaleza al valor de uso.

Por otro lado, el capital requiere la naturaleza solo en forma de condiciones materiales “separadas” para su apropiación del valor de uso de la fuerza de trabajo, “no en forma de una unidad social y material orgánica entre los productores y sus condiciones naturales de existencia [18]. Las condiciones naturales necesarias para la producción aparecen como un factor objetivo separado de la fuerza laboral, porque así lo determina la relación de clase fundamental del capitalismo.

En resumen, la clasificación del capital en cuanto a los valores de uso requeridos, con la fuerza de trabajo explotable en primer lugar, representa (1) una abstracción específicamente capitalista de la necesaria unidad de la naturaleza humana y extrahumana; y (2) una degradación social de la naturaleza y de los productores humanos, del valor de uso mismo, al estatus de meras condiciones para hacer dinero [19].

Otra consecuencia antiecológica que se deriva de la separación entre la fuerza de trabajo y los medios de producción, es que la primera pierde poder de decisión sobre todo lo vinculado a los materiales utilizados y manejo de los residuos que genera toda producción. Los dueños de los medios de producción toman esas decisiones, siempre con el criterio fundamental de minimizar los costos. Por eso, durante mucho tiempo han contaminado ríos y lagos conscientemente y sin ningún cuidado porque no había ninguna sanción para ello.

En la medida en que se han ido imponiendo regulaciones ambientales, no abandonan esas prácticas, sino que realizan una ecuación de costo-beneficio. Se regula la contaminación. Lo mismo lo vemos en la emisión de gases de efecto invernadero. Si la fuerza de trabajo tuviera alguna injerencia en la producción, serían puestas en debate todas estas cuestiones que hoy el capital impone y que degradan las condiciones de vida en las ciudades que habitamos.

La producción, de medio a fin en sí mismo

En cuarto lugar, cuando la producción deja de estar ordenada primeramente por el objetivo de satisfacción de las necesidades sociales y pasa a estar determinada por el requisito de la ganancia, ya no se trata simplemente de ganar, sino de ampliar todo lo posible la magnitud de la ganancia que se puede obtener.

Este es un aspecto distintivo del orden social capitalista respecto de los que lo precedieron: cuando en una formación económico-social no prepondera el valor de cambio sino el valor de uso del producto, el plustrabajo está limitado por un círculo de necesidades más estrecho o más amplio, pero no surge del carácter mismo de la producción una necesidad ilimitada de plustrabajo [20].

Al romper la unidad entre fuerza de trabajo y condiciones de trabajo, el capitalismo corta con las limitaciones que esta conexión ponía a la necesidad –y a la posibilidad– de ampliar continuamente el volumen de la producción. Los tipos de valores de uso producidos, es decir, los tipos de necesidades materiales y sociales que deben satisfacerse, ya no están limitados por los antiguos vínculos sociales de los trabajadores con condiciones naturales particulares.

La producción no está ligada a un nivel de necesidades establecido de antemano por vínculos sociales entre el trabajador y las condiciones naturales de producción; de ahí que el nivel y la variedad existentes de necesidades no predeterminan el curso de la producción en sí. Más bien, si es posible producir y vender de manera rentable un valor de uso particular, entonces se producirá en ausencia de controles sociales forzosos sobre dicha producción.

Con la separación capitalista de la fuerza de trabajo de las condiciones de producción necesarias, el valor de cambio –específicamente, la rentabilidad de apropiarse del valor de uso de la fuerza de trabajo y objetivarlo en valores de uso vendibles– determina qué necesidades (y de quién) se satisfacen. “El valor de cambio y la acumulación monetaria competitiva, no las necesidades dadas de los productores (o de cualquier otra persona), regulan ahora el crecimiento y el desarrollo de la producción humana” [21].

El aumento de la escala de la producción, una necesidad vital del capital

La separación social de los productores humanos de las condiciones naturales y la consiguiente dominación del valor de cambio sobre el valor de uso, explican así por qué, en comparación con formas anteriores de producción, el capitalismo impone la compulsión de realizar plustrabajo.

Esto significa varias cosas. Obtener la rentabilidad máxima impone ante todo hacer rendir al máximo la inversión realizada, minimizando los desperdicios. El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece el trabajo de aquél. El capitalista vela por que el trabajo se efectúe de la debida manera y los medios de producción se empleen con arreglo al fin asignado, por tanto para que no se desperdicie materia prima y se economice el instrumento de trabajo, o sea que solo se desgaste en la medida en que lo requiera su uso en el trabajo [22].

Pero asegurarse que la ganancia prevista se concrete sin despilfarro es una cuestión elemental que se da por descontada. Saciar la sed de ganancia de los capitalistas exige mucho más que cumplir estas precauciones básicas. Para esto, el imperativo es ampliar a como dé lugar el plusvalor que se embolsan los dueños de los medios de producción.

El primer impulso para lograrlo fue extender las horas bajo las cuáles la fuerza de trabajo debía producir en beneficio de los capitalistas. A igual gasto en salarios, una jornada laboral más larga significa más plustrabajo embolsado por los capitalistas. Como observa Kohei Saito, “Marx describe primero la desarmonía existente en la interacción metabólica entre los humanos y la naturaleza, prestando especial atención al lado humano” [23].

Como observa Marx, “los límites físicos y sociales” para la extensión de la jornada –los primeros vinculados a la inevitable necesidad de descanso sin la cual el capital no puede seguir explotando la fuerza de trabajo, los segundos definidos por el tiempo requerido “para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización”– estos son de “naturaleza muy elástica y permiten la libertad de movimientos” [24].

Por eso, si dependiera de los capitalistas, la jornada laboral sería extendida e intensificada por el capital hasta el máximo tolerable en aras de su valorización, a costa de los padecimientos de la fuerza de trabajo. Esto fue lo que impusieron hasta que la resistencia obrera le puso un freno a la voracidad del capital, arrancando leyes que limitaron la duración de la jornada laboral.

La búsqueda de explotar lo más posible a cada fuerza de trabajo, va de la mano de la reinversión del plusvalor obtenido para incrementar la escala de la producción. Se incrementa el volumen del capital desembolsado para contratar más fuerza de trabajo, producir más mercancías y obtener más plusvalor.

Para extraer más plustrabajo, los capitalistas deben aumentar la disponibilidad de materias primas y medios de trabajo sin los cuales la fuerza de trabajo no puede confeccionar más valores de uso. Sin esta disponibilidad de materiales, no habría forma de objetivar el plustrabajo adicional. La necesidad de realizar un plusvalor creciente exige también para los capitalistas buscar los medios para poder vender un volumen creciente de mercancías, ya que si éstas no se venden no se realiza el plusvalor extraído.

De ahí la tendencia de esta sociedad a ampliar paulatinamente la esfera de los consumos “necesarios”, incorporando en ellos una variedad cada vez más amplia de mercancías que los capitalistas necesitan vender. Pero, al mismo tiempo, es necesario combatir la durabilidad de las mercancías. Si las cosas se fabricaran para durar toda la vida, no habría manera de que los empresarios vendan suficientes autos, lavarropas, televisores o teléfonos. Por eso, la obsolescencia programada está en el ADN del modo de producción capitalista. Por todo esto, el incremento de plustrabajo implica necesariamente una huella material creciente.

La transformación capitalista de las formas de producción

Aunque parezca a primera vista contradictorio con el hecho de que la ganancia surge de explotar fuerza de trabajo y apropiarse plusvalor, la competencia empuja a los capitalistas a reducir el tiempo de trabajo requerido para la producción de sus mercancías, es decir, a reducir el valor que se llevan por cada mercancía. Los empresarios que se terminan imponiendo en la competencia son los que logran producir más barato, con técnicas más eficientes y ahorrando en tiempos muertos y todo tipo de desperdicios.

Esto reduce el valor individual de cada mercancía, pero los capitalistas que sacan ventaja pueden obtener una ganancia extraordinaria mientras el resto de los empresarios continúe con mayores costos, porque su precio individual estará por debajo del que rige socialmente. Cuando los demás lo imitan, se esfuma la ganancia extraordinaria, pero si las mercancías en cuestión entran en la canasta de consumo de la clase trabajadora, el conjunto de los capitalistas se ve beneficiado porque tiene lugar una reducción del valor de la fuerza de trabajo. Esto significa que pueden pagar menos en salarios sin que se vea afectado el consumo de la clase trabajadora.

Como consecuencia de eso, aumenta el tiempo de la jornada laboral durante el cual la fuerza de trabajo genera plusvalor que se apropia el capital; esto ocurre, en este caso, sin que cambie la duración de la jornada laboral, sino por un cambio en las proporciones entre el tiempo de trabajo necesario (que reproduce el equivalente al valor de la fuerza de trabajo) y tiempo excedente. Por eso Marx se refiere a un incremento del plusvalor relativo.

El resultado de la competencia por abaratar las mercancías es la tendencia a aumentar rápidamente la productividad, que significa que durante un mismo tiempo de trabajo se producen más valores de uso. Esto es lo mismo que decir que se transforman volúmenes de materiales cada vez más elevados.

Toda la producción capitalista está dirigida a extraer el máximo plusvalor absoluto y relativo posible “y este gasto unilateral de fuerza de trabajo humano no hace más que distorsionar la relación de la humanidad con la naturaleza” [25]. Dado que tanto la fuerza de trabajo como la naturaleza son importantes para el capital solo en tanto “portadores” de valor, este actúa en forma negligente hacia los diversos aspectos de estos dos factores fundamentales de la producción, conduciéndolos por lo general al agotamiento. De hecho, Marx describe con lujo de detalles, en El capital, cómo esta negligencia de las dimensiones materiales del proceso de trabajo conduce al deterioro y destrucción de la vida humana y el ambiente [26].

Esta búsqueda de ganar competitividad abaratando las mercancías, en la que cada capitalista participa buscando imponerse sobre sus competidores, transforma completamente las formas en las que se produce. La separación entre los productores y sus medios de trabajo es apenas el primer paso de un dominio mucho más profundo por parte del capital de todas las esferas del proceso laboral. La introducción de maquinarias cada vez más complejas e integradas, crea procesos de producción continuos en los cuales la fuerza laboral y sus destrezas van quedando en un segundo plano.

Si el capitalismo empieza históricamente dependiendo de los saberes de los oficios, su desarrollo convierte cada vez más a la fuerza laboral en apéndice y asistente de medios de producción que actúan de forma cada vez más autónoma. Este dominio capitalista de las formas en las que se produce, Marx lo conceptualiza como una subsunción real. El adjetivo real es utilizado para distinguir este avance de la primera instancia en la que la fuerza de trabajo se encuentra convertida en una mercancía, pero el capital todavía no transformó profundamente las formas de la producción, por lo cual la subsunción se define como formal.

La gran industria no implica simplemente mayores volúmenes de producción. En primer lugar, trastocar el modo de producción en una esfera de la industria implica trastocarlo en las demás.Esto es válido ante todo para esos ramos industriales que están aislados por la división social del trabajo, de modo que cada uno de los mismos produce una mercancía independiente, pero entrelazados sin embargo en cuanto fases de un proceso global. […] Pero la revolución en el modo de producción de la industria y la agricultura hizo necesaria también, sobre todo, una revolución en las condiciones generales del proceso social de producción, esto es, de los medios de comunicación y de transporte. […] De ahí que, prescindiendo de la navegación a vela, radicalmente revolucionada, un sistema de vapores fluviales, ferrocarriles, vapores transoceánicos y telégrafos fue adaptando paulatinamente el régimen de las comunicaciones y los transportes al modo de producción de la gran industria. Pero, a su vez, las descomunales masas de hierro que ahora había que forjar, soldar, cortar, taladrar y modelar, exigían máquinas ciclópeas que la industria manufacturera de construcción de máquinas no estaba en condiciones de crear.

La gran industria, pues, se vio forzada a apoderarse de su medio de producción característico, esto es, de la máquina misma, y producir máquinas por medio de máquinas. Comenzó así por crear su base técnica adecuada y a moverse por sus propios medios. Con el desenvolvimiento de la industria maquinizada en los primeros decenios del siglo XIX, la maquinaria se apoderó gradualmente de la fabricación de máquinas-herramientas. Sin embargo, solo durante los últimos decenios la construcción de enormes ferrocarriles y la navegación transoceánica de vapor provocaron la aparición de máquinas ciclópeas empleadas para fabricar primeros motores [27].

Es notable que Marx escribió El capital cuando la gran industria apenas había atravesado la primera de una serie de oleadas de grandes transformaciones que tuvieron lugar en los últimos 150 años. Tengamos en cuenta que no vio la electrificación ni mucho menos la electrónica, la informática y todo lo que vino después hasta las disrupciones que se esperan hoy con la “internet de las cosas” y la aplicación a la producción de todas las tecnologías de frontera. Los cambios en las tecnologías fueron de la mano de toda una técnica de organización de la producción que no había dado siquiera sus primeros pasos en tiempos de Marx.

Esto va desde la llamada “administración científica” de Frederick Taylor y Henri Fayol que reorganizó los procesos productivos desde finales del siglo XIX, para aprovechar las potencialidades de la técnica de manera más eficiente y explotar mejor a la fuerza de trabajo. Tampoco existía cuando salió El capital la línea de montaje popularizada sobre todo a partir de los éxitos de Henry Ford a comienzos del siglo XX.

Podemos entonces darnos una idea de la prefiguración que se encierra cuando Marx habla de la integración de las maquinarias como una especie de “autómata” que subordina a la fuerza de trabajo. Cada una de estas “revoluciones industriales” profundizó cualitativamente la tendencia básica de la gran industria, que es que el “trabajo muerto”, cristalizado en maquinarias cada vez más complejas, domina sobre el trabajo vivo de la fuerza de trabajo.

La conexión entre medios de producción organiza de manera cada vez más autónoma los procesos productivos, y refuerza el rol de apéndice de la fuerza laboral. En proporción, se requiere una fuerza laboral proporcionalmente menor para poner en movimiento masas de medios de producción y materias primas cada vez mayores, que se plasman en volúmenes de mercancías crecientes. Por eso, a medida que se acrecienta la fuerza productiva del trabajo, ocurre al mismo tiempo que se profundiza la subsunción real y se profundiza la demanda de la locomotora productiva de materiales naturales que puedan nutrirla.

La ciencia al servicio del aumento sistemático de la producción

La producción en masa es la que por primera vez subyuga las fuerzas de la naturaleza en gran escala (viento, agua, vapor, electricidad) al proceso de producción directo, las convierte en agentes del trabajo social […] su apropiación se produce solo por medio de maquinaria […] Por lo tanto, solo son apropiadas como agentes del proceso de trabajo a través de la maquinaria y por los propietarios de la maquinaria [28].

La gran industria tiene como prerrequisito el desarrollo del conocimiento científico como factor independiente en el proceso de producción. “De la misma manera que el proceso de producción se convierte en una aplicación del conocimiento científico, así, a la inversa, la ciencia se convierte en un factor, una función, por así decirlo, del proceso de producción” [29]. Cada invención se convierte en la base de nuevas invenciones o de nuevos métodos de producción mejorados.

Es el modo de producción capitalista el que primero pone las ciencias naturales al servicio del proceso de producción directo, “mientras que, a la inversa, el desarrollo de la producción proporciona los medios para el sometimiento teórico de la naturaleza” [30].

La tarea de la ciencia “se convierte en ser un medio para la producción de riqueza; un medio de enriquecimiento” [31]. Los capitalistas “y sus funcionarios científicos y tecnológicos son libres de aislar y aplicar las formas particulares de riqueza natural que son más útiles para la mecanización del trabajo y la objetivación de este trabajo en mercancías” [32]. El comportamiento instrumental hacia la naturaleza “se vuelve dominante, pues las ciencias se desarrollan desde una perspectiva de utilidad para el capital” [33]. Esto está íntimamente relacionado a un dominio en los campos científicos de lógicas reduccionistas para abordar los fenómenos, que es muy bien criticado por autores como Richard Levins, Richar Lewontin, o Hilary Rose y Steven Rose.

La aplicación de tecnología en la gran industria y la agricultura modernas no tiene por objetivo establecer una relación sostenible con la naturaleza, sino su utilización rentable. Al igual que la fuerza de trabajo se agota y se destruye debido a la intensificación y extensión de la producción en pos de obtener un mayor plusvalor, así también las fuerzas de la naturaleza corren la misma suerte [34].

El procesamiento instrumental de la naturaleza, “impulsado por el objetivo cuantitativamente ilimitado y cualitativamente homogéneo de la acumulación monetaria”, se produce “sin ninguna preocupación fundamental por las diversidades, interconexiones y capacidades de ajuste limitadas que gobiernan la reproducción de la naturaleza humana y extrahumana” [35].

En la pretensión de someter al conjunto de la naturaleza a la lógica continua y creciente de la acumulación, el desarrollo de la ciencia se convierte en un arma más para perturbar los metabolismos naturales sin ninguna consideración por los efectos que dichas intervenciones puedan producir en el mediano o largo plazo sobre los ecosistemas afectados.

No está dicho que la ciencia solo deba servir para imponer la homogeneización y degradación de la naturaleza. El conocimiento de los diversos metabolismos naturales es una base necesaria para establecer una relación equilibrada con la misma. Pero esta solo puede lograrse si ponemos fin a las condiciones que convierten a la ciencia en una herramienta para la explotación de la fuerza de trabajo y de la expoliación de la naturaleza.

El salto de escalas espaciales y la autonomía del capital respecto a ecosistemas específicos

La transformación de la gran industria conlleva un cambio de las escalas geográficas en las que se desenvuelve el metabolismo social, porque si algo caracteriza a la gran industria “es su celeridad febril en la producción, su escala gigantesca, su constante lanzamiento de masas de capital y obreros de una a otra esfera productiva y sus flamantes conexiones con el mercado mundial” [36]. El aumento de la producción es impensable sin una ampliación de la esfera geográfica de los mercados, que a la vez solo resulta posible con un desarrollo y abaratamiento de los medios de transporte y comunicación.

La diversificación y extensión también ocurre en el plano de la extracción de recursos. Obviamente, esto ya está en la prehistoria del capitalismo. La llamada acumulación originaria que dio origen a este modo de producción, como relata el capítulo XXIV de El capital ya mencionada, tuvo entre sus puntos de apoyo el saqueo de oro y plata realizado en las colonias. Pero la expansión capitalista profundiza estas exigencias.

La transformación capitalista de las formas de producción va de la mano de una producción capitalista del espacio, sobre la cual elaboraron ampliamente pensadores marxistas como Henri Lefebvre, David Harvey y Neil Smith, entre otros. El capital se invierte en infraestructuras, que permiten al mismo tiempo acelerar la circulación del capital (trenes, autopistas, puertos aeropuertos, etc., que permiten que las mercancías se transporten más rápido, cableados de telégrafo y teléfono, fibra óptica para transmitir más información a una velocidad reducida) y generar esferas de valorización para los excedentes. Con estas reconfiguraciones, el capital puede aumentar su densidad manejando con facilidad espacios geográficos cada vez más amplios.

Este salto de escala geográfica de los procesos metabólicos sociales tiene varias consecuencias. Entre ellas, significa que el capitalismo resulta mucho menos dependiente que los modos de producción previos de la preservación de ecosistemas particulares y otras condiciones naturales localizadas. La acumulación de capital está menos limitada por áreas terrestres, elementos y formas de vida extrahumanas particulares.

Esto ayuda a explicar el hecho de que el saqueo y la degradación de las condiciones naturales por parte del capitalismo, sin precedentes históricos, hasta ahora no han amenazado seriamente la reproducción y expansión de este sistema económico. “El capitalismo, más que las sociedades anteriores de explotación de clases, tiene la capacidad de destruir o degradar los fenómenos naturales mientras se reproduce y expande tanto social como materialmente” [37].

“El capital pugna por obtener un acceso seguro y barato a los recursos naturales, sin reparar en problemas como la contaminación del aire y el agua, la desertificación y el agotamiento de los recursos naturales” [38], de los cuáles se desentiende dejando detrás los pasivos ambientales como un problema ajeno, buscando siempre el próximo territorio todavía sin explotar o subexplotado que le permita reiniciar el ciclo. La explotación brutal de las fuerzas gratuitas de la naturaleza va acompañada de una feroz carrera global para asegurarse el primer lugar en la obtención de los recursos naturales críticos. Imperialismo y apropiación de bienes comunes naturales estuvieron íntimamente entrelazados desde el comienzo.

Lo que observamos es que la expansión de los extractivismos profundiza la amputación ecológica que estos imponen sobre las “periferias” que nutren los procesos de producción capitalista, configurados en complejas cadenas de valor globales. Incluso la transición energética, planteada como una clave para el “desarrollo sostenible”, profundiza la exigencia del saqueo de recursos, como el litio que las multinacionales están comenzando a explotar en el NOA Argentino, Chile y Bolivia.

El orden social capitalista, entonces, relaja las limitaciones que imponen las condiciones naturales a la producción gracias a la apropiación en gran escala de las capacidades de la fuerza de trabajo y de la naturaleza en toda la geografía planetaria, y de la expansión de la variedad y el alcance espacial de la producción material.

Crisis ecológicas y perturbación de la acumulación

El capital se posiciona frente a la naturaleza como si fuera una cantera inagotable, que provee recursos utilizables sin costo y otros de los que solo contabiliza los desembolsos de capital requeridos para apropiárselos. Cuando una fuente se agota –ya sea que se trata de una tierra que pierde nutrientes, de una mina que no tiene metales para ofrecer en cantidad suficiente para resultar rentables, un pozo petrolero que no se puede recuperar, o una fauna marina raleada por la pesca indiscriminada que vuelve a dicha actividad económicamente inviable, por citar algunos ejemplos– el capital va en busca de la siguiente.

Cuando una fuente energética empieza a encontrar límites, se apuesta por la siguiente para continuar un ciclo que debe perpetuarse. La contaminación del entorno como resultado de la producción, es otra de las facetas que adquiere esta relación alienada entre sociedad y naturaleza que caracteriza al capitalismo.

Sin embargo, la crisis ecológica que tiene múltiples dimensiones, pueden amenazar de distintas maneras al circuito de valorización del capital. Esta crisis ecológica planetaria da lugar a fenómenos muy imprevisibles, ya que combina shocks repentinos (catástrofes) con fenómenos continuos (como son los cambios en las precipitaciones﴿.

La crisis climática, que se ubica como causa principal de desastres ambientales como las temperaturas extremas y sequías, viene golpeando severamente en actividades como la agricultura. La imprevisibilidad de las cosechas afecta los precios, aumentando costos y reduciendo márgenes de ganancia y, si la merma en las cosechas es muy fuerte, puede paralizar industrias enteras.

Una de las expresiones claras en las que el capitalismo fagocita sus propias condiciones de sostenimiento es la manera en que lleva al agotamiento de recursos fundamentales. Este puede ser absoluto, como ocurrió con fertilizantes naturales como el guano, utilizado a finales del siglo XIX hasta que sus reservas se agotaron por completo. También puede ser relativo, como está ocurriendo con los hidrocarburos y con otros minerales, de los cuales las reservas resultan cada vez menos puras o de acceso más complejo.

Esto se manifiesta por ejemplo en la menor Tasa de Retorno Energético de la extracción de hidrocarburos, que significa que se requiere cada vez más gastos de energía en relación a la que se extrae. Todo esto significa que la cuestión de la naturaleza se introduce de manera a veces dramática en la ecuación de costos del capital. Estas perturbaciones muestran que, aunque elásticos, existen límites naturales para el capital.

La cantidad de fuerza productiva del trabajo puede aumentar con el fin de obtener el mismo producto, o incluso un producto decreciente, de modo que este aumento de la fuerza productiva del trabajo solo sirve para compensar la disminución en las condiciones naturales de la productividad –e incluso esta compensación puede ser insuficiente–, como se ha visto en ciertos casos de la agricultura, la industria extractiva, etc. [39].

Si debe invertirse más, y dedicarse más trabajo, para extraerse la misma cantidad de valores de uso en actividades como la minería o la agricultura, esto significa que aumentará el valor de estos productos. El resultado es que la elaboración de todos los productos que introduzcan como insumos esos valores de uso afrontará mayores costos en insumos. Si los mayores costos de la agricultura o de otros bienes naturales repercuten en un mayor costo de vida, para el capital significa que la fuente toda su ganancia, la explotación de la fuerza de trabajo, también se ve deteriorada de manera directa, porque esto deriva en un incremento de lo que tendrá que pagar en salarios. Estos mayores costos en insumos y en salarios, repercuten negativamente sobre la rentabilidad y pueden convertirse en catalizadores de crisis económicas –las que nunca suelen estar ocasionadas por un factor excluyente–.

Confrontada por el aumento de costos por agotamiento de los recursos, “la producción capitalista intenta desesperadamente descubrir nuevas fuentes y métodos tecnológicos a escala global para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia” [40]. El capital “no duda en explotar la naturaleza en forma cada vez más extendida e intensiva, sin calcular el impacto sobre el ecosistema” [41].

Podríamos dar cuenta de otras muchas dimensiones en las que la acumulación de capital se ve amenazada por los trastornos ecológicos. Algunos ejemplos son la crisis de los sistemas de seguros (sobre todo agrícolas y de vivienda) ante la multiplicación de los riesgos ecológicos [42]; la caída de la productividad laboral debida al aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor, y sus consecuencias económicas [43]. También [el aumento de los desplazamientos poblacionales creados por catástrofes ambientales –refugiados “climáticos”– se está convirtiendo en un factor que los Estados imperialistas identifican como amenazante.

Desastres ambientales en escala ampliada

La fuga hacia adelante del capitalismo frente a los trastornos ambientales generados tiene una dinámica espacial específica, que es la de los cambios de escala. Así como la circulación de capital en todas sus facetas se ha vuelto más densa internacionalmente, creando redes cada vez más densas e integradas, iguales saltos han ocurrido en las transferencias espaciales de los peores efectos de los trastornos ambientales. Los problemas asociados a la contaminación “no solo se trasladan de un sitio a otro, también se resuelven dispersándolos y transfiriéndolos a una escala diferente” [44].

La autonomía que gana el capital respecto de entornos naturales específicos, cuya perturbación no necesariamente es una amenaza para un orden social que amplía permanentemente la escala geográfica de la acumulación y responde a cualquier amenaza que puedan generar las perturbaciones ecológicas relocalizando los procesos de producción, se choca con barreras cada vez más amenazantes en esas escalas ampliadas. Con los cambios de escala los problemas ambientales son cada vez menos locales (como la contaminación de un río o la niebla tóxica en una geografía acotada) y más regionales o directamente globales, como ocurre con el cambio climático, la destrucción de los hábitats, la extinción de especies y pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas oceánicos, forestales y terrestres, etc. También se acelera el ritmo de los impactos, de manera también exponencial. El desigual reparto de los efectos que generan estas perturbaciones –donde los mayores costos recaen los países dependientes, especialmente en los más pobres– sigue las mismas líneas de demarcación que las relaciones de clase –y de relaciones interestatales asimétricas– que ordenan la economía mundial capitalista como una totalidad jerarquizada imperialista.

La continua reproducción a una escala constantemente creciente de las acumulación capitalista, con sus derivaciones antiecológicas, no hace más que replantear la cuestión de “los límites naturales de la producción al nivel biosférico global” [45]. Por eso, el capitalismo es la primera sociedad capaz de generar una catástrofe ambiental verdaderamente planetaria.

La crítica de la economía política de Marx revela las profundidades de la orientación antiecológica que caracteriza al imperativo de la acumulación de capital. Los capitalismos verdes y todos los planteos de “sostenibilidad” que son cada vez más considerados como de sentido común en ámbitos empresariales –aunque las extremas derechas ponen en cuestión ese consenso desde posturas negacionistas de la crisis ecológica– tienen como presupuesto que la crisis ecológica puede ser afrontada bajo el dominio de la misma clase que la provocó, y manteniendo el imperativo de someter a toda la naturaleza –incluyendo la vida humana– al imperativo de la valorización. El continuo fracaso de las cumbres climáticas pone en evidencia lo falaz de estas pretensiones.

De lo analizado no se deriva, por supuesto, ninguna tendencia al derrumbe o colapso de este modo de producción bajo el peso de las contradicciones ecológicas. El capital puede continuar reproduciéndose incluso en medio de los desastres ambientales, volviendo las condiciones para la vida humana y no humana cada vez más insoportables, incluso si se ve negativamente afectada su rentabilidad y se agravan las contradicciones sistémicas. Debemos tomar en nuestras propias manos terminar con este sistema explotador del trabajo y expoliador de la naturaleza.

Solo restableciendo la unidad entre quienes producen y los medios de producción, expropiando a los expropiadores capitalistas, será posible empezar a establecer una relación sostenible entre los humanos y la naturaleza.


Notas:

[1] Paul Burkett, Marx and nature: A Red and Green Perspective, Nueva York, Palgrave Macmillan 1999, p. 80.

[2] Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857- 1858. Volumen 1, Madrid, Siglo XXI, 1972, p. 362.

[3] David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Quito, Traficantes de Sueños, 2014, p. 245.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

[6] Paul Burkett, ob. cit., p. 19.

[7] Ver por ejemplo, Stephen Bunker, Underdeveloping the Amazon: Extraction, Unequal Exchange, and the Failure of the Modern State, Champaign, University of Illinois Press,1985. Gunnar Skirbekk, “Marxism and Ecology”, Capitalism, Nature, Socialism,Vol. 5, No. 4, Diciembre 1994; David Orton, “Envirosocialism: Contradiction or Promise?”, en Jesse Vorst, Ross Dobson, y Ron Fletcher (Eds.), Green On Red: Evolving Ecological Socialism, Winnipeg: Fernwood Publishing – Society for Socialist Studies, 1993, 189–203.

[8] Zehra Taşdemir Yaşın, “The Adventure of Capital with Nature: From the Metabolic Rift to the Value Theory of Nature”, Journal of Peasant Studies Vol. 44, N.° 2, 2017; Giorgos Kallis y Erik Swyngedouw, “Do Bees Produce Value? A Conversation Between an Ecological Economist and a Marxist Geographer”, Capitalism Nature Socialism Vol. 29, N.° 3, 2018; Dinesh Wadiwel, “Chicken Harvesting Machine: Animal Labor, Resistance, and the Time of Production”, South Atlantic Quarterly Vol 117, N.° 3 2018.

[9] Jason W. Moore, El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital, Madrid, Traficantes de sueños, 2020.

[10] John Bellamy Foster y Paul Burkett, “Ecología y marxismo: el valor no lo es todo”, Ideas de Izquierda, consultado el 4/7/2024 en https://www.laizquierdadiario.com/Ecologia-y-marxismo-el-valor-no-lo-es-todo.

[11] Ibídem, p. 18.

[12] Esteban Mercatante y Juan R. González (comp.), Para entender la explotación capitalista, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2018, pp. 19-27.

[13] Karl Marx, Elementos fundamentales…, ob. cit., p. 449.

[14] John Bellamy Foster, The Vulnerable Planet, Nueva York, Monthly Review Press, 1994, p. 111.

[15] “La naturaleza social abstracta denomina la constelación de procesos a través de los cuales Estados y capitalistas cartografían, identifican, cuantifican, miden y codifican las naturalezas humanas y extrahumanas en pro de la acumulación del capital. Dicha constelación de procesos es inmanente a la ley del valor capitalista; es directamente constitutiva de las relaciones que nutren y mantienen la autoexpansión a largo plazo del capital, cuya sustancia es el trabajo social abstracto”. Jason W. Moore, El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital, Madrid, Traficantes de sueños, 2020, p. 228.

[16] Paul Burkett, ob. cit., p. 61.

[17] Ibídem, p. 62.

[18] Ídem.

[19] Ídem.

[20] Ibídem, p. 282-3.

[21] Paul Burkett, ob. cit., p. 63.

[22] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Tomo I / Vol I, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p. 224.

[23] Kohei Saito, La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2023, p 151.

[24] Karl Marx, El capital, tomo I, ob. cit, p. 279.

[25] Kohei Saito, ob. cit., p. 149.

[26] Ibídem, pp, 149-150.

[27] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Tomo I, Vol. II, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, pp. 466-468.

[28] Karl Marx, Economic manuscripts 1861-1863, marxists.org., consultado el 27/06/2024 en https://marxists.architexturez.net/archive/marx/works/1861/economic/ch35b.htm.

[29] Ídem.

[30] Ídem.

[31] Ídem.

[32] Paul Burkett, Marxism and ecological economics. Toward a red and green political economy, Leiden, Haymarket Books, 2009, p. 270.

[33] Kohei Saito, ob. cit., p. 160.

[34] Ídem.

[35] Paul Burkett, Marx and…, ob. cit., p. 161.

[36] Karl Marx, El capital. Tomo I, Vol. II, ob. cit., p. 467.

[37] Paul Burkett, Marx and…, ob. cit., p. 68.

[38] Kohei Saito, ob. cit., p. 160.

[39] MEGA 2 ii/4.3, p. 80.

[40] Kohei Saito, ob. cit., p. 163.

[41] Ídem.

[42] “As Insurers Around the U.S. Bleed Cash From Climate Shocks, Homeowners Lose”, New York Times, 13/05/2024.

[43] Wangyang Lai, Yun Qiu, Qu Tang, Chen Xi y Peng Zhang, “The Effects of Temperature on Labor Productivity”, Annual Review, Vol 15, 2023.

[44] David Harvey, ob. cit., p. 250.

[45] Paul Burkett, Marx and …, ob. cit, p. 68.

*Economista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas. Autor de los libros El imperialismo en tiempos de desorden mundial (2021), Salir del Fondo. La economía argentina en estado de emergencia y las alternativas ante la crisis (2019) y La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo (2015).

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