El adiós de un comandante guerrillero: murió Roberto Perdía
Rubén Armendáriz
Roberto Perdía, excomandante de la organización político-militar argentina Montoneros y dirigente de movimientos sociales, falleció este miércoles a los 82 años. Fue miembro de la conducción tripartita de la organización guerrillera durante los años ’70, junto con Mario Firmenich y Fernando Vaca Narvaja. Era otra Argentina, sin dudas.
Perdía nació en Rancagua, provincia de Buenos Aires, en 1941. Hijo de chacareros, estudió y se licenció en Derecho por la Universidad Católica Argentina, donde presidió el Centro de Estudiantes. Trabajó como bancario, fundó una agrupación sindical y participó en la legendaria huelga bancaria de 1959.
Luego abandonó sus estudios de sociología y se radicó en la cuña boscosa santafesina. Allí asumió la defensa de trabajadores de diversos gremios a los que asesoraba. A principios de 1963, “El Pelado” Perdía organizó -junto a Raimundo Ongaro y el sacerdote Rafael Yacuzzi- la Marcha del Hambre del norte santafesino (provincia en la que residía).
Desde 1967, participó junto a otros jóvenes en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y luego, en Montoneros. En 1976, a partir del Golpe de Estado, debió abandonar el país.
El exdirigente de Montoneros también era referente del movimiento social Organizaciones Libres del Pueblo y trabajó como abogado, integrando la Gremial de Abogadas y Abogados y el grupo de fundadores y docentes de la Universidad de los Trabajadores (IMPA). Con el seudónimo de Juan Guahán, brindó cada semana un profundo análisis semanal de la realidad argentina, en diversos medios argentinos e internacionales.
Fracasada en 1979 la llamada Contraofensiva de Montoneros, con un alto costo de vidas, la organización comenzó a plantearse la posibilidad de recuperar espacio político dentro del movimiento peronista, una estrategia que se profundizó luego de la guerra de Malvinas, que marcó el principio del fin de la dictadura.
Los primeros pasos tuvieron lugar antes de la guerra, en 1981, cuando en un documento secreto se planteo la tarea de “participar en el Partido Justicialista como una parte de la lucha por la recomposición y unidad del movimiento peronista”. El contacto se inició en 1981 con el sector Intransigencia y Movilización Peronista (IMP), dirigido por el exgobernador de Catamarca Vicente Leónidas Saadi.
Del acuerdo inicial salió un periódico de edición nacional, llamado La Voz, que fue el que dio a conocer al país y al mundo los campos de concentración de la dictadura, en especial la Escuela de Mecánica de la Armada. La dictadura denunció al diario como un órgano financiado por Montoneros, una acusación que, pese a varias requisas, infiltración de espías y allanamientos, nunca pudo probar.
En octubre de 1989, el por entonces presidente, Carlos Saúl Menem, indultó a varios ex miembros de la guerrilla, entre ellos Perdía. Pero años más tarde volvió a tener problemas con la justicia y en 2003 estuvo detenido dos meses por orden del corrupto juez Claudio Bonadio, en una investigación por la desaparición de militantes montoneros desaparecidos durante la contraofensiva.
Analista serio de la realidad, todas las semanas, hasta un mes antes de su muerte, bajo el seudónimo de Juan Guahán, comentaba el devenir no solo de Argentina sino de América Latina, en notas difundidas por la prensa nacional y extranjera. Perdía dejó su mensaje para las nuevas generaciones: En 2013 publicó Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona (Editorial Planeta).
Las respuestas de Perdía
El periodista Gabriel Fernándes le realizó una entrevista para Radio Gráfica, parte de la cual reproducimos aquí:
– Vamos al origen, si se lo tuvieras que explicar a los jóvenes, ¿qué fue la contraofensiva?
– Fue un hecho bastante elemental, que no era nuevo. Eso pasó en los últimos 60, 70 años, pasó varias veces en la historia, las contraofensivas populares. Los golpes militares, avasallando todo, después de un tiempo empiezan a aflojar su ritmo. En ese momento hay dos alternativas, o uno se queda esperando que ellos se cansen y se vayan, o los empuja.
En general en el pueblo argentino se repitió con el golpe del 55, pasó con el golpe del 76, que el pueblo no espera que se cansen y se vayan. Sino que sale en lo que se llama resistencia. Sale a decirles ‘miren muchachos tienen que irse. Ustedes están acá avalados por nada’.
Lo que hicimos nosotros en el año 79, lo discutimos en el 78, lo discutimos después del mundial, para que se entienda. En medio de la euforia triunfalista, pero ahí ya veíamos que se estaban agotando los tiempos de la dictadura, y que ellos iban a tender a prolongarlo en el tiempo.
Ahí hay un dato muy interesante, el promedio de las dictaduras de las décadas de los 70 y 80 en los países del Sur de América es de 17 años computado Uruguay, Brasil, Bolivia y Chile. 17 años. En Argentina duraron 7 años, es decir duraron 10 años menos. Esos 10 años menos es exactamente el valor de la cantidad de compañeros desaparecidos, muertos en pos de derrotar a los militares.
No se alcanzó este tema de que se fueran para siempre, pero se consiguió expulsarlos. Y mucho menos se consiguió cambiar el sistema por uno más digno, más humano, pero se consiguió echar a los milicos, o por lo menos reducir esa ausencia de libertades, ese actuar como se me canta, etcétera.
Ese fue el triunfo de la resistencia que obviamente y por un montón de razones que sería largo de discutir tiene otra caracterización en la prensa, se los ve de otra manera. Pero la verdad es esa.
– Uno de los elementos centrales que se pudo corroborar es la resistencia del movimiento obrero.
– La resistencia de tipo militar tuvo su auge en septiembre del 79, la mayor parte de los operativos, exactamente en el momento que estaba en su punto más alto la lucha de los trabajadores organizados.
Acá en Zona Sur, en Alpargatas, están un par de plantas fabriles, metalúrgicas, y estaban con un conflicto serio, habían suspendido gente, echado. Justamente hacia adentro se sabía que estaba una organización que planteaba agarrar Hipólito Yrigoyen e ir hasta la Capital, de alguna manera imitando lo que se había hecho unos años antes en el Norte con la Panamericana.
Dentro de las fábricas aparecían pintadas con los nombres de las organizaciones “subversivas”. Ese es el problema, cuando se confundían, se mezclaban, una lucha con la otra. Ese era el temor de la dictadura y lo que aceleró enormemente los tiempos. Además, porque ellos sabían que no se estaba hablando por hablar, no eran charlas de café, eran preparaciones para una lucha que se dio. Como hecho militar uno puede decir fue derrotado, como hecho político y social, no.
–Vos no ignorás que la Contraofensiva ha sido cuestionada por sectores internos del peronismo revolucionario. Una de las observaciones críticas está relacionada con el tipo de convocatoria, con la falta de preparación, y la otra es una consideración sobre errores políticos de apreciación de la realidad nacional.
-Tienen su cuota importante de razonabilidad. Es cierto que hubo escasa preparación, es cierto que la convocatoria no tuvo los niveles de clandestinidad que se hubieran exigido. También es cierto, y yo lo marco como error propio, el tema de la apreciación sobre la situación interna, las dificultades. Inclusive lo planteo en términos de números de compañeros caídos. La mayor parte de los compañeros caídos tuvo que ver con lo que se llamó la estructura política, que era la que tenía que tomar contacto con los emergentes sociales de la época, y cuando digo emergentes sociales de la época estoy hablando de los sindicatos, los laburos barriales, las marchas de la Iglesia, ese tipo de cosas que si uno lo mira a distancia se venían desarrollando.
Allí nos dimos cuenta de la fortaleza de la penetración que habían tenido los militares dentro del pueblo. A todo eso, yo creo que se sobrepuso la voluntad de dar la pelea y de ahí devienen estos 10 años menos que duró en promedio la dictadura argentina. Viene con eso, con esos errores. Ahora uno puede colocar el foco en esos errores o puede colocar el foco en el periodo completo y en lo que pasó en los países vecinos. Son dos formas distintas de mirar la realidad.
Si vamos a buscar aspectos puntuales, quiero recordar una anécdota trágica de lo que nos pasaba cada vez que caía un compañero. Siempre le asignábamos la razón de la caída, que era algún error que ese compañero había cometido. Siempre pasaba eso, hasta que un día dijimos ‘a ver pensemos un poco, ¿cómo es esto? Si todos los compañeros que caen por errores que comente, y era cierto. Siempre se caía por algún error que cometía. Si no se cometiera algún error no habría bajas.
No era esa la causa del error, la causa real del error era que estábamos metidos contra una fuerza inmensamente superior.
Eso conllevaba a que en estas situaciones estábamos sometidos a una correlación de fuerzas infinitamente inferior. Esas eran las condiciones de la pelea. Acá se repite lo mismo. Si uno mira la Contraofensiva como un hecho estrictamente montonero, si hubo un montón de errores. Ahora si uno la mira en dimensión histórica como situación del pueblo yo creo que al revés fue un gigantesco triunfo. A las pruebas de lo que pasó en las sociedades, nuestras y vecinas me remito.
– Por los testimonios conocidos también vale la pena remarcar la vocación y la voluntad de los que se alistaron porque también se juega un poco con la perspectiva de ciertas obligaciones. Creo que vale la pena reivindicar esa militancia que quiso venir a pelear.
-Absolutamente, en todo caso el engaño era autoengaño, nos convencíamos todos y estábamos convencidos que esa pelea valía la pena, y valió la pena. Más que engaño era vocación fuerte de la esperanza de que quiero que esto sea así, y porque lo quiero mucho pongo mucho en juego.
Eso sí existió, existió en todos nosotros, ahora después cada uno la decisión que tomó la hizo tal cual, y está corroborado por todos los rincones, absolutamente como voluntad y decisión propias y eso es lo que vale ante la historia. Yo decía en la audiencia durante el juicio que uno siente una gran responsabilidad, básicamente ante la voluntad de aquellos que dieron su vida y ante la situación de esas familias, el padecimiento que tuvieron.
Simultáneamente que hay que pensar que esa era la forma en cómo la sociedad en su conjunto pudo dar esta pelea y darla vuelta.
– Tantos años después, ¿Qué queda de Montoneros? Y no estoy hablando de tal o cual sector organizativo ni mucho menos. ¿Qué queda de aquel espíritu que congregó desde los años 60 para acá, desde el Peronismo Revolucionario, a una enorme cantidad de militantes nacionales, populares que se conjugaron detrás de esa bandera?
-Yo creo que eso no tiene una gran importancia. La gran importancia es lo que queda en términos de la historia. Nosotros vamos a encontrar aquellos elementos que nos dieron fuerza y razón para mantener esa pelea. Y encontramos en la lucha de esos caudillos federales, las montoneras federales del siglo XIX la razón de ser del futuro, no del pasado.
Ellos habían sido derrotados, por cierto, en múltiples batallas, tuvieron fracasos, errores y divisiones. Pero si habían sembrado una vocación de transformar la realidad como también la habían tenido 50 años antes o 60 años antes los primeros patriotas en los años de la Independencia política, los San Martín, Bolívar, Güemes, acá en el sur.
También fueron traicionados después para que se haga la constitución del ´53, y todas las mentiras, muchas de las cuales llegan a nuestros días. Si aquello pasó a comienzos del siglo XIX, en la segunda mitad del siglo fue la pelea de los caudillos. Y ya en el siglo XX en el país y su industrialización en camino apareció el fenómeno peronista con sus 17 de octubre y demás.
Nosotros aparecimos dentro de eso, con esa reivindicación del federalismo y sus caudillos que intentaban un desarrollo endógeno, es un desarrollo a partir de lo propio, y no mirar hacia fuera.
Eso fue el modelo y el ejemplo que nos dejaron las luchas anteriores. Lo que significó esa generación hace 40 años atrás es esto y servirá para que, en algún momento, no se si dentro de 5 o 10 o 40 años otras generaciones con otros mecanismos, otras estructuras, de vuelta asuman la realidad y digan donde encontramos la razón de ser para transformar esto en algo más digno y más humano. Allí yo creo que van a encontrar entre sus antecedentes, a estas luchas como nosotros las encontramos en las anteriores.
Ese es el valor profundo de lo que se hizo, esa es la razón de ser de lo que se hizo, y que se irá transmitiendo como un eslabón más de generación en generación, hasta que alguien culmine el proceso.
Aquellas palabras de John William Cooke: “Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá de todas las frustraciones”. Bueno se trata de eso exactamente. De buscar la redención a través de la historia en el triunfo que algún día llegará. Por ahí vale la pena, llegará ese triunfo y ese triunfo habrá que establecer nuevas condiciones que generarán nuevas luchas. Así es la vida de la humanidad.
Lo nuestro fue un escalón en esa dirección.
– ¿Qué balance te queda hoy de Juan Domingo Perón? Y esa pregunta deriva en otra. Vos que hablaste con él, que conociste bien su modo de proceder ¿Hubo un desencuentro entre Montoneros y Perón?
-Es complicado. Yo creo que Perón fue un líder histórico en la Argentina, el líder histórico más importante en el Siglo XX, sin lugar a duda. Es la figura trascendental de aquel movimiento que surgió el 17 de Octubre, que emergió justamente bajo el nombre de ‘Libertad a Perón’, denota que no es que un montón sobre algo, sino que es algo que él mismo generó.
No queda ninguna duda que supo plantear ante un mundo que estaba complicado, ante un mundo que emergió de una guerra, y un mundo en el cual nadie sabía muy bien qué rumbo se iba a tomar. Ahí es donde se empezó a definir más la hegemonía norteamericana y demás.
Perón fue derrotado en el 55, fue derrotado después de situaciones ocurridas en los últimos años; lo que voy a decir a partir de ahora es absolutamente polémico. Fue derrotado a partir de un hecho familiar, la muerte de Evita, a partir de una situación internacional, y de una situación interna.
La situación internacional es que el poder de los yanquis, como nuevo poder hegemónico mundial, se consolidó. Una situación interna donde fracasan algunas cuestiones: fracasa el tema de las cosechas, una sequía, vienen épocas que no son de las más dulces.
En todo eso Perón se encuentra con un problema. El peronismo en aquella época había encontrado una fórmula, que era entregar nuevos derechos a las masas trabajadoras, no a sectores minoritarios. A las mayorías populares darle derechos, y esos derechos que se daban a las mayorías populares se daban simultáneamente sin comprimir, sin ajustar el cinto de los grandes poderes económicos.
Se vivían momentos de euforia que después de la guerra el mundo demandaba nuestros productos primarios, hacían falta, nosotros los teníamos y los podíamos vender y regalar un montón de cosas más, entonces el peronismo crecía con fortaleza y fuerza, cuando en el 53 estallan los primeros problemas, creo que Perón se encuentra ante un dilema: ‘¿qué hago? ¿me apoyo en los trabajadores y empiezo a apretar el cinto a los empresarios que hasta ahora vienen creciendo y creciendo? ¿o me apoyo en los empresarios y empiezo a aflojar un poco el cinto a lo que son los trabajadores, con sus derechos y demás? Estaba claro que la situación como venía no se podía mantener. Había que tomar algún rumbo.
Perón no se animaba a tomar ese rumbo, no quería traicionar a quienes lo habían sostenido, a los trabajadores, pero tampoco podía sostener la situación que tenía con el empresariado. Entonces durante un tiempo, aquel tema de la productividad, de cómo mejorar la producción, eso no duró mucho. Y la crisis fue creciendo y Perón siguió indefinido.
Muchos de los viejos militantes nuestros, que participaron de la vida política en la primera línea de aquel 55, Oscar Bidegain, por ejemplo, que después fue gobernador de la provincia de Buenos Aires, y presidente de la cámara de Diputados, nos hablaba de cómo faltó voluntad allí, cómo nos faltó pelear, como las órdenes se cambiaban en el camino, de cómo se mandaba a reprimir y no se lo hacía, hasta que se fue dando vuelta la tortilla, y en el medio, Perón se va.
Me parece que Perón renuncia a la lucha en ese momento, cuando tenía que optar por un camino. La situación fue llevando después de eso a que la perspectiva se radicalizara, Perón se transformó en un gran estadista, hablaba del mundo, de sus problemas. En el año 72 su mensaje por el medio ambiente es una genialidad, advirtiendo lo que hoy se nota y se sabe. Ese Perón viene de una Argentina que ya se había cambiado bastante, nosotros veníamos de la nada, veníamos de ser el mundo oculto de aquella realidad, el mundo que no se veía.
Perón seguía jugando, habian instituciones que ya habían perdido mucha fuerza, hubo un hecho, por lo menos para mí, yo detecto un error gravísimo, hasta los militares habían entendido esa contradicción, entonces había un General Carcagno, que había sido el represor del Cordobazo, que por equis circunstancias fue llevado a la Jefatura del Ejército.
Este mismo Carcagno va a una reunión de ejércitos latinoamericanos donde se conducía la política estratégica de la región, y le dice a sus congéneres que ‘acá la guerra no es contra la subversión, la guerra es en definitiva contra los sectores financieros internacionales’. Ocurre que a Perón no le gustó que hubiera un Carcagno que se entendiera con los ´muchachos´ como lo éramos nosotros, por fuera de su relación, y mucho menos que planificáramos cosas que no las conociera, él no estaba dispuesto a que eso creciera.
Tenía miedo, tenía en la cabeza, el recuerdo del 55, yo creo que fue un hecho claramente negativo. Teníamos un montón de cosas planificadas de que manera hacer un transito y darle poder popular, aun armado, a ese pueblo.
No hablábamos de herejías, hablábamos de historia y como se había practicado y como, en definitiva, la sentía gran parte del pueblo. A Perón no le gustó y echó a Carcagno. A los pocos días vino un general -ya sabemos- y volvimos a lo de siempre. Yo con ese Perón no quiero saber nada. Porque me parece que eso actuó en contra de la historia en un momento crucial. Es lamentable, pero yo creo que hay que decir las cosas como son aunque sean dolorosas.
De un gigantesco líder popular, puesto en una circunstancia donde la edad y las situaciones concretas fueron achicando su capacidad de ver todo el panorama, terminamos en esa situación. De ahí viene, y con esto respondo la segunda parte de tu pregunta, esa es la contradicción entre Montoneros y Perón. Esa contradicción nosotros no tuvimos manera de resolverla, Perón la entendió de otra manera, y terminó de la peor forma imaginable.
*Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.