8M en Argentina. La urgencia es el hambre
Marina Cataldo
Un nuevo 8 de marzo irrumpe en una coyuntura argentina muy particular, en la que el movimiento feminista una vez más se organiza y copa las calles, no solo para rememorar un día de lucha sino para continuar diciendo ¡Estamos acá!
En un contexto nacional de crisis económica, de devaluación e inflación combinado con salarios y jubilaciones congelados, que se agudiza a límites impensados y que ha llevado a al país a un escenario de alta conflictividad social; las mujeres y disidencias volvemos a encontrarnos y a tomar las calles, que siempre fueron nuestras.
Tal como viene sucediendo, los feminismos mostramos tener la capacidad de pararnos sobre las diferencias y comprender el contexto, articulando respuestas disruptivas y determinantes. Dotadas de una potencia creativa, que nos da nuestra historia de lucha. Tejemos redes virtuales y golpeamos en las calles. Sobrados ejemplos hay de esa dualidad que manejamos en la lucha virtual y la del cuerpo a cuerpo.
Nos aglutinamos a partir de consignas como Ni Una Menos, Yo Te Creo Hermana, Trabajadoras Somos Todas, Nosotres Revolucionamos, Vivas Libres y Desendeudadas/es. Consignas que fueron acumulando densidad política, capaces de impulsa el desborde de las calles con una marea convencida de cambiar todo lo que deba ser cambiado.
¿Por qué el 8M?
El 8 de marzo fue declarado oficialmente por la ONU, en 1975, como el Día Internacional de la Mujer en la lucha por la igualdad, el acceso al trabajo, la remuneración y las condiciones de trabajo dignas y el reconocimiento como sujetas de derechos, debido a la muerte de 149 personas, la mayoría mujeres, tras el incendio de una fábrica en Nueva York.
Sin embargo, la pelea por la igualdad y la visibilidad comienza mucho antes. Por ejemplo, hasta hace 70 años, las mujeres no podían votar en Francia. En los años 60 y 70 en España, necesitaban la autorización del marido. En Argentina el voto femenino se conquistó en 1947, de la mano de Eva Perón, se nos reconoció el derecho al voto y a ser elegidas representantes, un hecho que marcó la historia de los feminismos latinoamericanos.
La primera ola feminista se desarrolla durante todo el siglo XIX y principios del XX, aunque tiene lugar en varias partes del mundo, destacan los movimientos en Inglaterra, EEUU y partes de Latinoamérica. Los objetivos del feminismo de la época perseguían derechos en el matrimonio y algunos derechos políticos como el sufragio.
La segunda ola feminista tiene lugar durante la segunda mitad del siglo XX, concretamente desde los años 60 hasta finales de los 80. Esta segunda ola del movimiento, centra su lucha en una amplia variedad de temas, no sólo en lo jurídico o en el reconocimiento de derechos civiles como lo hacía la primera. Las principales reivindicaciones fueron: la sexualidad, la familia, la desigualdad, la reproducción y el trabajo fuera del hogar.
La Segunda Guerra Mundial contribuyó con gran fuerza a la incorporación de la mujer al mundo laboral. El gobierno estadounidense animaba a las mujeres, casi como un deber patriótico, a ocupar los puestos de trabajo que dejaban los hombres que iban a combatir al frente. La compañía Westinghouse Electric hizo una de las campañas más icónicas, cuya imagen se ha convertido en un símbolo de la lucha feminista. El famoso cartel de “We Can Do it” donde Rosie the Riveter (la remachadora) anima a las mujeres a trabajar en las fábricas.
La tercera ola feminista se extiende desde la década de los 90 hasta la actualidad, aunque algunas autoras afirman que los acontecimientos recientes pertenecen a una cuarta ola.
El feminismo de la tercera ola defiende que no existe un solo modelo de mujer, y aparecen nuevas interpretaciones hacia el género. El feminismo se nutre de otras corrientes y aparecen el ecofeminismo, el feminismo racial, la transexualidad, entre otros. Pero uno de los elementos más importantes de la tercera ola, es la toma de conciencia de que la jerarquía del varón sobre la mujer se basa en toda una estructura social que lleva siglos instalada, el patriarcado o heteropatriarcado.
Las recientes manifestaciones masivas del 8 de Marzo alrededor de todo el mundo, así como los movimientos #Metoo o #NoesNo, la Campaña por el Aborto legal, seguro y gratuito, han despertado la conciencia feminista en una parte de la población que no estaba vinculada activamente al movimiento, ha traspasado fronteras y se ha popularizado . Esto ha provocado que haya voces dentro del feminismo que reivindican que estamos ante un cambio de paradigma, una cuarta ola.
No se puede negar que la base del movimiento feminista está en la lucha de clases, en la ampliación de derechos para todos aquellos sectores que se han visto invisibilizados y vulnerados por un sistema capitalista que nos arroja cada vez más al individualismo y al salvase quien pueda. En ese marco, preguntar dónde está la riqueza que socialmente producimos, cómo hacemos para poner en el foco ese debate. Los feminismos debemos preguntarnos qué es lo que tenemos por ganar, si ya nos han sacado todo y tanto.
La potencia creativa y la fuerza masiva del movimiento, nos pone como una actora política fundamental de los tiempos que corren para construir lazos de sororidad combativa, ante un escenario político que nos violenta en todos los ámbitos de nuestras vidas; somos capaces de volver a poner en el centro la humanidad toda.
Donde más del 57% de nuestra población cayó bajo la línea de la pobreza, sube el nivel de desocupación, aumenta la deserción escolar, el precio de los alimentos se manifiesta como la violencia social más profunda que atravesamos, salarios que vienen muy por debajo de la inflación, y unos pocos se quedan con las ganancias socialmente producidas por las mayorías.
Será la tarea de todas y todes direccionar el movimiento, atendiendo las necesidades urgentes de nuestro pueblo, incomodando las individualidades, discutiendo la riqueza, reconstruyendo lazos sociales de sororidad, construyendo un feminismo popular porque la urgencia es el hambre y con hambre no hay libertad.
*Militante feminista, facilitadora del Programa Raíces de Alfabetización Barrial en la provincia de Mendoza
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