La primera derrota de Milei

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Pedro Brieger

A menos de dos meses de asumir, el gobierno de Javier Milei acaba de sufrir un estrepitoso fracaso en el Congreso. La “Ley Ómnibus”, como se conoce al proyecto “Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”, fue rechazada en la Cámara de Diputados. Las “Bases” contenían en su versión original más de 600 artículos que iban desde las privatizaciones de las empresas públicas hasta la desregulación de la economía, pasando por el uso de una toga negra por los jueces y juezas.

En realidad, el la intención de Milei es refundar la Argentina y eliminar lo que queda del “Estado de bienestar”, que en lenguaje argentino es sinónimo del primer peronismo (1946-1955). Las diferentes dictaduras militares y los gobiernos de derecha han tratado de eliminarlo, pero no lo consiguieron. Milei cree que él puede hacerlo. Sin embargo, el partido de Milei, “La Libertad Avanza”, tiene apenas un 15 por ciento de representación en la Cámara de Diputados, menos del 10 por ciento en la Cámara de Senadores y ningún gobernador. Como por ahora —además— carece de la capacidad de movilizar en las calles era previsible que enfrentara serias dificultades para que le aprobaran la ley.

Su lenguaje favorito es el de las redes sociales donde tuitea frenéticamente, a tono con quienes consideran que las protestas son parte del pasado y ya no inciden en las nuevas formas de hacer política. Se equivocó. El paro y las movilizaciones en todo el país el 24 de enero han demostrado una vez más que las redes sociales tienen un límite y que en la Argentina las calles sirven como termómetro social. Es posible que Milei estuviera convencido de que, quitando numerosos artículos de la ley y negociando con varios partidos de derecha, iba a conseguir la aprobación recortada que también le confería poderes casi absolutos sin necesidad de contar con el Congreso.

Fracasó. Todo vuelve a Foja Cero. Según el reglamento de la Cámara de Diputados si un proyecto retorna a comisiones debe someterse nuevamente al trámite ordinario como si nunca se hubiera tratado. Fracaso absoluto e ira descontrolada de Milei por las redes sociales apoyado por un batallón de trolls agraviando a diestra y siniestra como si todavía fuera un tertuliano. Milei utiliza como latiguillo que los obstáculos que se interponen en su camino responden a los privilegios que “la casta” no está dispuesta a perder, refiriéndose en particular a “los políticos”, pero nunca a los empresarios que manejan los hilos del verdadero poder económico.

En un notable trabajo de investigación, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) analizó la composición del gobierno de Milei, para verificar si estaba gobernando sin aquellos que denostó como miembros de la “casta”. En el estudio encontraron —paradójicamente, o no— que “siete de cada 10 personas de su gobierno son Casta según su propia definición”. Esto es, que fueron parte de gestiones de gobiernos anteriores y se incorporaron a su gobierno cuando en su discurso repite que es imposible construir un nuevo país con los mismos de siempre.

Mientras en el Congreso naufragaba su proyecto de ley y sus diputados no sabían qué hacer, Milei estaba de viaje en el Estado de Israel en una visita que mezcla lo personal con lo político. Milei hace años manifestó sus simpatías hacia la religión judía e incluso evaluó la posibilidad de convertirse al judaísmo. Es así que decidió viajar a Israel en medio de un importante debate parlamentario para rezar en el Muro de los Lamentos en la ciudad de Jerusalén.

Allí se lo vio acompañado por un rabino que siempre Milei presenta como su asesor espiritual, y al que designó de manera sorpresiva embajador ante el Estado de Israel. Las preferencias religiosas y espirituales de Milei son de índole personal y como tal deben ser respetadas. Sin embargo, Milei no visita Israel como si fuera todavía un tertuliano de los programas de televisión que solía frecuentar, sino en representación de la Argentina.

Sus definiciones personales son políticas. La idea de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén ya tuvo el rechazo de la Liga Árabe que —mediante un comunicado— manifestó su repudio porque “constituiría una flagrante violación del derecho internacional” y “una desviación, no deseada, de la política tradicional equilibrada de su país sobre la cuestión palestina”.

Por otra parte, en sus manifestaciones de apoyo absoluto al primer ministro Netanyahu cabe preguntarse si Milei —en nombre de la Argentina— avala la ocupación de los territorios que Israel mantiene bajo su poder desde 1967 violando las diferentes resoluciones de la ONU. Además, mientras varios gobiernos piden un cese del fuego Milei avala la continuidad de los bombardeos indiscriminados sobre la Franja de Gaza, que ya provocaron la muerte de cerca de 30 mil personas, entre ellas más de 10 mil niños y niñas, según la propia prensa israelí.

Desde Israel, enterado del fracaso de su ley, recurrió a citas bíblicas sobre Moisés y los diez mandamientos que dios le entregó, para compararlo con su “ley Ómnibus”. ¿Suena exagerado pensar que estamos frente a un personaje mesiánico? Para nada.

Emulando a Moisés —o a su particular interpretación de Moisés— desde Israel lanzó sus dardos de furia contra “la casta” quitándole los subsidios al transporte público a las provincias para castigar a quienes le votaron en contra en el Congreso. El “castigo” en forma de venganza afectará a los más humildes que ya sufren el alza de todos los productos básicos y la inflación que no cede. Muchos de los humildes lo votaron creyendo que le quitaría los privilegios a “la casta”.

La pregunta es hasta cuándo le seguirán creyendo…

*Sociólogo, académico y periodista argentino, director de Nodal.am

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