Educación superior centroamericana: cara, deficiente y margina a los pobres
Edgardo Ayala
Décadas de guerras civiles y falta de políticas públicas educativas de largo plazo, entre otros males, han hecho que la educación superior en América Central sea, en general, precaria y costosa.
En esta región del mundo, conformada por Guatemala, Honduras, Belice, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde viven unos 50 millones de habitantes, la calidad que ofrecen las universidades, públicas y privadas, es deficiente, mientras los costos son altos, para quienes los pueden pagar.
A la zaga
Una forma de medir la calidad de la educación superior es por medio de la producción científica, casi nula en el istmo centroamericano.
“La educación superior en Centroamérica está muy a la zaga de lo que sucede en el campo científico”, afirmó a IPS el académico Óscar Picardo, director del Instituto de Ciencias, de la privada Universidad Francisco Gavidia, de El Salvador.
Picardo puso de ejemplo las pocas patentes o productos de investigación registrados como creaciones propias, por parte de universidades de América Central, públicas y privadas, en comparación con el resto de instituciones latinoamericanas.
Por ejemplo, las universidades colombianas, dijo, han producido alrededor de 400 patentes y las chilenas rondan las 800, mientras que en Centroamérica solo la pública Universidad de Costa Rica (UCR) ha logrado 44. De hecho, son dos instituciones costarricenses las que más destacan en la región: la UCR y el también público Tecnológico de Costa Rica.
“Tenemos presupuestos muy limitados para investigación, para atracción de talento humano, para retener doctores, entonces eso hace que nos quedemos en un escenario bastante complicado”, recalcó Picardo.
La inversión en infraestructura, también ha sido deficiente, y eso lo perciben estudiantes de la región. “Hay un buen bagaje de pensamiento, los maestros tienen el conocimiento, pero la universidad se queda corta en temas de tecnología, hay mucha precariedad en eso”, contó la salvadoreña Karla Rodas, egresada de la carrera de periodismo, en la pública Universidad de El Salvador.
Rodas, de 30 años, llegó a su casa de estudios el 23 de enero a indagar sobre su proceso de graduación, pues por diferentes circunstancias lo ha venido posponiendo desde que finalizó sus estudios, en 2018. Sobre la falta de inversión en infraestructura, añadió: “Cuando estuve en la universidad, había un estudio para hacer radio, pero definitivamente no eran los mejores equipos. Tampoco había cámaras fotográficas”.
La misma experiencia ha tenido la hondureña Yakeline Corea, también estudiante de periodismo de la pública Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
“El pensum está bien, pero la universidad no cuenta con todos los recursos para tener buena infraestructura, buenos laboratorios, aptos para el nivel que se está impartiendo”, señaló Corea desde Tegucigalpa, la capital del país. La estudiante, de 21 años, dijo que decidió seguir una carrera universitaria porque representa una ventana para poder aspirar a un mejor futuro.
Otros jóvenes deben ingeniárselas para poder cursar estudios universitarios, como Omar Hurtarte, estudiante de ingeniera en sistemas de producción agrícola, en la pública Universidad San Carlos de Guatemala, fundada en 1676, que fue la primera en el istmo y la cuarta en América.
Hurtarte, residente en Mixco, a 13 kilómetros al oeste de la Ciudad de Guatemala, la capital, dijo que tuvo que montar un pequeño negocio para poder mantenerse en la universidad, sobre todo por los costos asociados, como transporte, alimentación, internet y otros.
La escolaridad es gratuita en las universidades públicas de la región, aunque sean mayoritariamente instituciones autónomas, pero hay otros muchos costos asociados al estudio, sobre todo para los estudiantes que viven fuera de las capitales.
“Es un emprendimiento, conseguí un horno para hacer pizzas y un perol (olla grande) para hacer chicharrones, aquí en Mixco, y así he estado financiando mis estudios”, detalló el estudiante de 36 años. Y agregó: “Con la agronomía busco los conocimientos especializados, tecnológicos, para contribuir al desarrollo de prácticas agrícolas sostenibles y eficientes”. Hurtarte es de los pocos afortunados que pueden estudiar en la universidad en su país.
Según un estudio de la Unesco, en Guatemala, con 19,6 millones de habitantes, solo 2,6 % de la población entre 18 a 26 años ha iniciado sus estudios universitarios y el porcentaje de estudiantes que completan dos años o más es aún menor. Cifras del Consejo Superior Universitario Centroamericano revelan que hay unas 242 universidades en América Central, incluyendo República Dominicana, en el Caribe, nación que es parte del Sistema de Integración Centroamericano.
De ese total, 27 son públicas y 215 privadas, lo que confirma la marcada tendencia de la privatización del sector, no solo en el istmo sino en el resto de América Latina, como lo señaló un informe publicado en 2023 por el sitio especializado en educación Educ@.
Esa creciente tendencia, señala otro reporte publicado por Educ@, se observa en Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador y República Dominicana, mientras que Cuba tiene matrícula exclusivamente pública. En Argentina y Uruguay, la matrícula de educación superior privada representa menos de 25 % del total.
Mala gerencia
Sobre la deficiencia en la calidad en América Central, Juan Pablo Escobar, decano de la facultad de Humanidades, de la privada Universidad Rafael Landívar de Guatemala, sostuvo que la situación es “triste y poco esperanzadora”, sobre todo en las instituciones públicas.
Sin embargo, acotó que la deficiencia no es tanto en la enseñanza en sí, sino en el desorden gerencial y en la falta de una inversión estatal adecuada a las necesidades, en el caso de las estatales.
“Yo no estaría cuestionando a los profesionales y profesores, sino a la estructura, la lógica que está detrás, la administración, la inversión de la universidad pública no es la esperada, no logra el impacto que se desea”, afirmó Escobar a IPS, desde Ciudad de Guatemala.
El decano destacó que en la región hay universidades públicas y privadas que, a pesar de los retos por subsanar, están comprometidas en formar buenos profesionales. Otras le apuestan a enseñar desde una visión puramente técnica, y están las que ven la educación como negocio.
Sin embargo, pese al panorama poco alentador, las instituciones están haciendo esfuerzos por mejorar. Le han apostado a la acreditación internacional, un proceso de evaluación realizado por agencias especializadas, que verifican el cumplimiento de estándares básicos.
Los conflictos sociales y guerras civiles en la mayoría de países de la región, en los años 80, mermaron la capacidad de los Estados para apostarle a la educación.
Y mientras Guatemala, El Salvador y Nicaragua se desangraban con sus conflictos armados, Costa Rica vivió una relativa paz y pudo invertir en salud, educación y otras áreas sociales, entre otras razones que explican su avance en esa área.
Tanto el salvadoreño Picardo como el guatemalteco Escobar coincidieron en que en esas naciones no hubo consensos políticos mínimos para impulsar estrategias educativas de largo plazo, sino que cambiaban con la llegada de nuevos gobiernos.
Costos altos
La educación superior es, además, costosa en América Central, para quienes tienen la posibilidad de pagarla, y excluye a las mayorías de la población con escasos recursos.
“Los estudios superiores lamentablemente no son accesibles para todos y es injusto, gran parte de los estudiantes graduados de bachillerato de escuelas públicas no tienen acceso a estudios superiores”, aseveró Oneyda Fuentes, estudiante de Traducción en Interpretación del Idioma Inglés, en la privada Universidad Evangélica de El Salvador. Fuentes, de 32 años y en su segundo año de la carrera, narró que paga 100 dólares de cuota mensual, en la modalidad virtual.
Pero el año pasado, detalló, cursó una materia de forma presencial, y presupuestaba 200 dólares al mes, para incluir los gastos vinculados, pues debía viajar desde su natal Nejapa, un pequeño poblado localizado a 20 kilómetros del norte de San Salvador, la capital del país.
Fuentes costea sus estudios con los trabajos “freelance” que ya realiza como traductora e intérprete, pues tomó clases de inglés previamente.
Al inicio de 2024, el salario mínimo en El Salvador, que varía según los sectores económicos, ronda los 300 dólares mensuales, similar a los de Honduras y Panamá, mientras que en Guatemala, promedia los 400 dólares y en Costa Rica se acerca a los 700 dólares, según datos oficiales de cada país.
Con ese contexto, el costo de estudiar en una universidad de América Central es alto incluso en una pública, que por ley son gratuitas, sobre todo para jóvenes de la zona rural que deben alquilar un apartamento y pagar alimentación en las ciudades donde están los campus.
“Cuando decidí estudiar, me trasladé a Tegucigalpa, porque si tuviera que viajar desde mi pueblo, son 6 horas en autobús”, contó Corea, la estudiante hondureña, originaria de El Membrillo, parte del municipio de Yaramanguila, en el departamento de Intibucá, en el suroeste del país. Dijo que gasta un promedio de 240 dólares al mes en cubrir esos gastos.
Aunque muy pocas, en Centroamérica hay también instituciones enfocadas en atender estudiantes de la clase media-alta y alta, que cobran mensualidades de entre 500 y 600 dólares.
En instituciones enfocadas en capas medias, como la Rafael Landívar, regentada por la católica Compañía de Jesús, una licenciatura en sicología puede costar 275 dólares mensuales, dijo el decano Escobar.
“La educación superior en Guatemala es carísima, lo digo como doctor en educación, como decano y como papá, pues tengo dos hijos ya en la universidad”, señaló.
Por su parte, Picardo, el académico salvadoreño, comentó que con la educación se da la paradoja de que, para que sea buena y de calidad, tiene que recibir fondos de algún lado.
“No puedes sostener un campus, una planta docente de buen nivel, con laboratorios de buen nivel, sin el respaldo financiero, la educación de calidad es cara”, acotó.
*Corresponsal de Inter Press Service en El Salvador desde 2009. Periodista salvadoreño especializado en artículos de fondo en áreas política, económica y social, publicados en medios locales e internacionales.
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