El genocidio sigue y EEUU amenaza con una “metástasis” regional

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Isabella Arria

La amenaza de los ministros extremistas del Gobierno de Benjamín “Bibi” Netanyahu de anexionar Gaza a Israel al terminar la guerra y hacer una previa limpieza étnica de palestinos dispara la tensión en Oriente Medio, y no solo abre grietas en la cúpula de poder israelí y el Ejército, sino que confirma la turbia reputación de un país que ha hecho de la matanza de civiles su principal estrategia para acabar con sus enemigos.

U.S. Secretary of State Antony Blinken, left, shakes hands with Qatar's Emir Sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani.
Blinken y el emir de Qatar Sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani.

En su última gira por Medio Oriente, y en el contexto del exterminio en curso de la población de Gaza por Israel,  el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, amenazó con que el conflicto en la Franja se convierta en una metástasis regional y aseguró que el gobierno de Washington trabaja para evitar que el conflicto se extienda por todo Medio Oriente, una declaración tan paradójica como inverosímil.

Dos días después de la declaración de Blinken, las fuerzas militares estadounidenses perpetraron un ataque aéreo en Bagdad contra posiciones de las Fuerzas de Movilización Popular, prácticamente integradas al ejército regular iraquí.

Pero a pesar de la verborragia de Blinken, la administración de Joe Biden no ha alterado en nada su respaldo incondicional –financiero, militar y diplomático– al régimen de Tel Aviv, pese a que éste lleva tres meses masacrando civiles en Gaza y Cisjordania y perpetrando asesinatos fuera de su territorio, como el de Saleh al-Arouri, un alto dirigente de Hamas, asesinado la semana pasada en los alrededores de Beirut.

Ni la prensa hegemónica occidental ha podido ignorar que en estos tres meses las fuerzas de Tel Aviv han dado muerte a más de 22 mil personas (70 por ciento de ellas, mujeres y niños, según cifras de Naciones Unidas), y han lesionado a casi 60 mil, es decir, a uno de cada 30 habitantes.

Netanyahu pierde apoyo

Manifestación «sin precedentes» contra Netanyahu

El sábado, miles de personas se manifestaron en Tel Aviv y reclamaron elecciones anticipadas e inmediatas. La bronca popular crece contra Netanyahu y eso podría empujarle a una huida hacia delante de consecuencias imprevisibles, especialmente si implica la extensión regional de la guerra, y dispara el riesgo de una escalada que pueda llevar a una nueva invasión del Líbano, como las ocurridas en 1982 y 2006..

Netanyahu está acorralado políticamente y el conflicto está a punto de incendiar el Líbano. Las miradas de la diplomacia internacional están ahora puestas en la frontera entre Israel y el Líbano, y en este contexto EEUU ha reducido sus críticas al gobierno de Netanyahu e incluso le ha animado a defenderse contra la amenaza de las milicias proiraníes de Hizbulá y otros grupos del llamado Eje de Resistencia.

Dentro de Israel las divisiones crecen también, no tanto por la matanza de palestinos, pues en el país sigue vendiendo el mensaje de la necesaria venganza por el asesinato el 7 de octubre de 1.200 personas en la masiva incursión de Hamás, sino por los errores cometidos por el gobierno ultranacionalista de Netanyahu en esta crisis.

La prensa israelí señala que ya se está investigando el error colosal de la seguridad  que permitió la entrada de esos miles de milicianos de Hamás hace tres meses. Hay una profunda brecha entre quienes abogan solo por la derrota de la guerrilla palestina en Gaza y quienes reclaman además la expulsión de los palestinos de la Franja y su reocupación por colonos judíos.

¿Otra invasión al Líbano?

Choques cada vez más duros entre Israel y Hezbolá - Politica - ANSA LatinaEn la frontera sur del Líbano las escaramuzas y los combates localizados se suceden con una creciente intensidad desde que Israel asesinara esta semana al número dos de Hamás, Saleh al Arouri, en Beirut. A los cohetes lanzados contra territorio israelí por Hizbulá, el Ejército de Israel está respondiendo con breves pero mortíferas ofensivas aéreas y terrestres,

En la gira por Oriente Medio, incluido Israel, que ha realizado esta semana el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken indicó que los esfuerzos de su país se centran «principalmente en evitar la propagación del conflicto en Gaza». Blinken cerró filas con Netanyahu: «Está claro que Israel no quiere una escalada, pero debe defenderse», en referencia a la situación en la frontera con el Líbano.

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, en cambio insistió en que la prioridad debe ser evitar que el Líbano se vea llevado a una guerra regional. Borrell se reunió en Beirut con representantes de Hizbulá, e indicó que su papel era convencer y no amenazar a los eventuales contendientes en una guerra.

Según el responsable de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, Martin Griffiths, Gaza se ha convertido en un lugar «inhabitable», donde «no hay comida, agua ni escuelas, nada más que los aterradores sonidos de la guerra, y así día tras día». Cerca de 2,3 millones de personas «ven cada día amenazada la propia existencia», agregó.

¿Y después, qué?

Israel
Gallant y Blinken

En cuanto a las discrepancias surgidas sobre el eventual día después a la conclusión de la guerra, Yoav Gallant, el Ministro de Defensa israelí ha indicado que, aunque habrá ocupación militar de Gaza por cuestiones de seguridad, será una autoridad palestina la que se encargue de administrar la Franja.

La hoja de ruta del ministro de Defensa implicaría a Estados Unidos al frente de una fuerza internacional destinada a reconstruir Gaza, con la participación de Egipto y otros países árabes. El Gobierno civil correría a cargo de los propios palestinos, aunque la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna en Cisjordania, podría quedar relegada de esa administración.

El plan de Gallant contradice las posiciones más extremas del Gabinete de Netanyahu. Esta semana, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben Gvir, llamaron a la erradicación de los palestinos de Gaza, enviándolos a otros países con los que ya estaría negociando Tel Aviv, e instaron al reasentamiento en Gaza de los colones israelíes que tuvieron que dejar la Franja en 2005, evacuados de los emplazamientos ilegales que habían ocupado.

Una de las bazas que pueden utilizar los ultranacionalistas para avanzar hacia la ocupación no solo militar sino también política de Gaza está en la posibilidad de una extensión del conflicto para renovar ese sentimiento de víctima atacada que utilizó hace tres meses.

«Está claro que nadie en Israel se opondría a una emigración voluntaria de los gazatíes, si lo hicieran, claro, motu propio y alegremente», pero eso «no es realista», explicó el ministro Zohar, quien recordó el rechazo de Estados Unidos a una reubicación forzada de los palestinos. Estados Unidos, Alemania y Francia han calificado la eventual expulsión de los palestinos de Gaza como una violación de la ley internacional.

El portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Miller, insistió en que «Gaza es territorio palestino y debe seguir siéndolo», sin el reasentamiento forzoso de sus habitantes en otros países. Ya nadie compra la muletilla del derecho a la autodefensa: los crímenes de guerra cometidos en Gaza, el genocidio, hace tiempo que le retiraron al Estado israelí esa «carta blanca», sobre todo cuando se está llevando el conflicto al otro territorio palestino, Cisjordania.

Allí la miríada de asentamientos ilegales israelíes impide los bombardeos que han arrasado Gaza y el Ejército de Netanyahu tuvo que recurrir a redadas masivas contra hogares y negocios, represión violenta de las protestas y asesinatos a manos de los soldados y de los propios colonos judíos. Ya son más de 300 los palestinos asesinados en Cisjordania por los colonos o los soldados israelíes desde que comenzó la guerra en Gaza.Israel detiene a 23 palestinos en redadas en Cisjordania

Mientras, los asentamientos se han multiplicado en este territorio palestino desde el 7 de octubre, incluyendo la instalación de nuevos campamentos colonos, carreteras, vallas y barricadas, indicó esta semana la ONG Peace Now, que señaló que los colonos ilegales se están aprovechando de la guerra en Gaza para hacerse con el control de la llamada área C de Cisjordania, sobre la que Israel tiene el control administrativo y de seguridad, y que supone más de la mitad de ese territorio palestino.

En medio de un genocidio, resulta iluso suponer que una carnicería como la emprendida por Israel en los territorios palestinos –Gaza, la Cisjordania ocupada-, podría llevarse a cabo sin reacciones de las múltiples organizaciones integristas aliadas de Hamas, particularmente las que operan en Líbano, Siria y Egipto, países árabes que comparten, los tres, fronteras con Israel.

Los choques entre las Fuerzas Israelíes de Defensa y la milicia chiíta libanesa Hezbolá se han incrementado y ya han dejado más de un centenar de bajas de ambas partes, en tanto que la organización rebelde yemenita Ansarallah (Partidarios de Dios), conocida como los hutíes, que opera a dos mil kilómetros de Israel, ha emprendido ataques contra buques occidentales, en solidaridad con la  población palestina, lo que ha ocasionado una crisis de navegabilidad comercial en el mar Rojo.

Pese a la necesidad de imponer el imaginario colectivo de que Washington tiene las llaves de una solución difícilmente los grupos mencionados podrían ver a EEUU, cofinancista de la guerra, como mediador o un factor de contención en la zona.

Es obvio que la Casa Blanca no sólo no ha adoptado ninguna medida para frenar la barbarie y el genocidio israelí, sino que los ha apoyado activamente mediante el envío de pertrechos de guerra y con financiamiento.

Muchas de las bombas lanzadas sobre las poblaciones gazatíes son fabricadas en EEUU, así como las aeronaves y drones que las lanzan– y mediante su veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, impide una resolución vinculante de la comunidad internacional para detener la masacre y hasta para llevar ayuda humanitaria básica a la población de Gaza, facilitando una internacionalización del conflicto (que quizá sea, en definitiva, la meta de sus políticas).

Si la situación regional desemboca en una metástasis, como dice Blinken, la responsabilidad última será de la Casa Blanca.

*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

 

 

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