Hipermediación digital y crisis de ciertas directrices del Estado

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Jonathan Prueger

La hipermediación digital y algorítmica de nuestros tiempos nos orienta hacia una pasividad que contrasta mucho con las crisis y encrucijadas dilemáticas que atraviesan las sociedades occidentales. En una de las últimas caracterizaciones de las rupturas con las formas del poder disciplinario, Foucault proponía la categoría de “tecnologías del yo” para dar cuenta de ese desplazamiento de un poder que se ejerce principalmente desde afuera (normando, ordenando, homogeneizando) a uno que se ejerce desde adentro (promoviendo que el sujeto se autodiseñe a sí mismo en función de los requerimientos del poder).

La formulación previa de la categoría de gubernamentalidad destacaba el mismo mecanismo, pero a nivel de las dinámicas colectivas. Digámosle: una autorregulación de lo social en función de relaciones de dominación; una forma del poder que pretende intervenir lo menos posible, modificándose en el devenir a través de una readaptación constante al desenvolvimiento ‘natural’ o emergente de lo social.HUMANISMO DIGITAL timeline | Timetoast timelines

Se trata de un poder más flexible que inflexible en su forma de afectar. Sin embargo, se sigue ordenando en función de la eliminación de la alteridad, aunque ahora sea de manera más sutil y con tendencia hacia la autorregulación.

A principios de los noventa del s. XX, Deleuze optó por la categoría de control, destacando, entre otras cosas, la centralidad ascendente de las TIC´s (Tecnologías de la Información y la Comunicación).  Entre sus características fundamentales encontramos su capacidad de afectar modularmente (readaptación en el devenir, cosa que -como vimos- ya está presente en Foucault) y dividualmente, esto es: ejerciendo la posibilidad tecnológica de dividir y afectar milimétricamente las interioridades del ser humano.

Para ya situarnos en la actualidad, siguiendo a Rouvroy y Berns, Rodríguez, Bruno, Rauning, entre otras y otros, las modalidades algorítmicas y digitales del poder de nuestros tiempos vienen desarrollando una destreza técnica muy grande a la hora de dividirnos y afectarnos milimétricamente. Dichas modalidades constituyen la concreción técnica y automatizada de un poder que se reactualiza constantemente en función de lo relevado como información por los artefactos-pantalla. Desde allí se orientan a la regulación sutil de lo social.

Lo que logran es recepcionar y a la vez suscitar ciertas partes de nosotros (de nuestra interioridad, de nuestros deseos, de nuestros complejos psíquicos) para que las mismas sean canalizadas a través de la mediación digital. Esto a la larga condena a una pasividad, a un acostumbramiento (al placer, al apañamiento) que ‘anestesia’ y doméstica al ser humano.

Las modalidades digitales y algorítmicas de nuestros tiempos son las que garantizan la perpetuación dinámica de las burbujas digitales. Me refiero a la capacidad de las plataformas digitales de adaptar la imagen del mundo a las particularidades de cada subjetividad y, junto a ello, restringir las posibilidades de sociabilidad entre los que no piensan, sienten, gustan y actúan parecido.

A medida que las sociedades capitalistas se han ido complejizando cada vez más (capitalismo inicial, industrial-fordista y postfordista o, más bien ya, capitalismo de plataformas) también lo han hecho las dinámicas del poder. Es posible identificar la transición desde unas dinámicas más explícitas a unas cada vez más sutiles.Plataformas digitales, la nueva fase del capitalismo - El Extremo Sur

Una transición desde un predominio de la coerción física a una centralidad del consenso. Sin embargo, ese consenso desde los años setenta del s. XX viene pasando a ser cada vez más pasivo (inconsciente) que activo (consciente). A su vez, también vemos una capacidad ascendente de impactar en las interioridades del ser humano.

Como expresión paradigmática, mencionamos que el contraalmirante Cluzel, auspiciado por la OTAN, oficializa un nuevo dominio de combate en plena pandemia de COVID-19, planteando que es en la “Guerra Cognitiva” donde se definirá la transición geopolítica mundial.

Hacia nuestros tiempos, lo dispositivos digitales y algorítmicas particularmente se especializan en la eliminación de la alteridad proveniente de lo psíquico inconsciente. No solo el deseo es prefigurado por distintas modalidades del poder que conviven hoy en día, sino que las propensiones inconscientes previas a toda formación o formulación de deseo logran ser suscitadas y capturadas por los dispositivos algorítmicos.

Aquí proponemos considerar que los dispositivos algorítmicos se orientan a la captura de los complejos psíquicos desde el psicoanálisis, pero, fundamentalmente, desde la psicología analítica de Jung.

Ciertas partes de nosotros mismos, que no encuentran despliegue por fuera de lo digital, encuentran una subcompensación en los artefactos-pantalla. Lo no integrado del todo en nosotros encuentra algún parche desde la mediación digital.

Las plataformas digitales y las ofertas algorítmicas están a la orden del día para sugerir un salvavidas a alguna parte de nosotros mismos. Las afectividades y virtudes que nos habitan se enfrentan a una regulación y domesticación que logra neutralizar sus potenciales: sus posibilidades de despliegue tanto en lo ‘individual’ como en lo ‘colectivo’.

Todo esto refuerza el individualismo y el centramiento en la diferenciación identitaria e ideológica en base a estereotipos sociales. La intolerancia hacia la alteridad, el opuesto, se asienta en las sociabilidades, pero fundamentalmente en el acostumbramiento psíquico inconsciente.

Enajenándonos en tanto individuos de la condición objetiva de ser parte de lo social, fortalecen la ilusión de separación. Sumado a esto, el Estado logra ser discursivamente constituido como el principal responsable de las frustraciones inherentes a la experiencia de vida de nuestras sociedades occidentales actuales y la imposibilidad de acceder a todo aquello que instala como expectativa la mediación digital.

En este sentido, no se puede dejar de destacar lo invisibilizadas que se encuentran las pocas manos (GAFAM: Google, Appel, Facebook, Amazon, Microsoft) -de claro alineamiento geopolítico con la OTAN- que concentran un gran poder sobre el conjunto de mediaciones digitales de nuestras subjetividades y sociabilidades contemporáneas.

Crisis de ciertas directrices del Estado

Para visualizar mejor el impacto de la hipermediación digital y algorítmica de nuestros tiempos podemos referirnos a la crisis del sistema educativo. Dicha crisis no puede ser limitada a la cuestión presupuestaria, sino que manifiesta también la impotencia de las pedagogías disciplinarias (que tienden a homogeneizar, ordenar, mandar y limitar el aprendizaje a la incorporación de conocimiento exterior) frente a las modalidades del control digital (que tienden a seducir, suscitar la inclinación inconsciente, entretener, apañar).

Hacia nuestros días resulta cada vez más evidente que no es posible ganarle al control digital solo con disciplina. La proliferación de propuestas que nos invitan a reflexionar en torno a lo que se popularizó como “Inteligencia Artificial”, y sus impactos en las cuestiones de Estado y soberanía, no nos tiene que sugerir solamente, aunque es fundamental, preguntarnos por cómo limitar el injerencismo transnacional, sino que también nos obliga a suscitar en nosotros mismos aquello que no puede ser capturado del todo por los dispositivos del poder.

La comunicación política en tiempos digitales y el intento de regulación por el EstadoEl escenario actual obliga a darle centralidad en nuestras políticas públicas al cultivo y despliegue colectivo de las pasiones y virtudes de los seres humanos.

Pero, sobre todas las cosas, este tiempo nos exige creatividad para promover el desenvolvimiento de las “tensiones creativas” que nos posibilitarían la formulación de una alternativa civilizatoria desde el Sur. Encaminar un proceso de potenciación en y desde lo institucional, con un fuerte acompañamiento social, de dinámicas colectivas que constituyan un despliegue sinérgico de los potenciales que nos habitan.

No puedo dejar de considerar que los procesos de transformación tienen siempre su génesis social: en las complejas relacionalidades afectivas y técnicas que constituyen el centro ontológico de lo social. Por ello es fundamental recuperar y promover las experiencias que logran integrar los procesos de realización ‘individuales’ y ‘colectivos’; problematizando y superando en la praxis misma la ilusión en torno a una separación ontológica entre individuo y sociedad, desde una ontología relacionista y del devenir.

En una próxima entrega, abriremos la pregunta: ¿Qué tipo de relación es posible considerar que se configuran entre la hipermediación digital y la grieta ideológico-cultural que domina el escenario político? Nos referimos a aquella que ubica de un lado a un progresismo globalizado dominante junto a un movimiento nacional y popular (desdibujado por las crisis de representación y relevo generacional) y a las nuevas derechas del otro.

Una afirmación ontológica y epistémica descolonizada se presenta como una posibilidad de enfrentar las dinámicas del control digital -sin recaer en mera disciplina– y vencer. Desde esta, a su vez, pareciera ser posible la formulación de una alternativa civilizatoria que logre superar la encerrona de la disyuntiva entre los progresismos globalizados y las nuevas derechas.

*Licenciado en Sociología y Doctorando en Cs. Sociales (FaHCE-UNLP). Becario Doctoral (IIGG-UBA/CONICET). Integrante del PPID: “Dependencia epistémica, eurocentrismo y colonialidad del saber: hacia un pensamiento situado”. Integrante del UBACyT: “Big data, algoritmos y plataformas: las nuevas formas de gubernamentalidad a la luz de la teoría de lo transindividual de G. Simondon”. Miembro de la Red PLACTS. Integrante del Foro del Pensamiento Nacional Latinoamericano. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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