Economía, frases vacías, malabarismos discursivos…y urnas
Superadas las internas abiertas y clarificados los candidatos para los comicios del 22 de octubre, la disputa electoral en los próximos dos meses tendrá una dinámica que pretenderán marcar los profesionales en campañas políticas, esos supuestos asesores calificados de esta época, de mensajes cortos, rápidos, superficiales e impresionistas multiplicados en medios y redes. Puede ser que lo intenten, pero no les será fácil en el cuadro que vive la Argentina.
Como lo puso en evidencia la conmoción por el asesinato de Morena Domínguez, hay una sociedad real distinta a la de las simplificaciones de imágenes. La mayoría del país vive mal, sufre el deterioro de sus condiciones de vida y el crecimiento de la marginalidad. No se conformará con discursos y promesas mediáticas, con referencias a “volver a recuperar la confianza de los mercados con mayor dureza”, a esperar “que los funcionarios del FMI entiendan que estamos dispuestos a hacer los ajustes requeridos” o a que “tendremos el año próximo más dólares por exportaciones para poder tener mayores ingresos para cubrir compromisos financieros”. Hay cansancio con las frases vacías y las referencias ajenas.
Dólares o dolores
El diario La Nación hace referencia en una columna destacada esta semana a “esa gente reticente y mortificada a la que habrá que hacerle los ajustes que prometen, a media lengua, los candidatos que exponen sus programas de estabilización”. Sus candidatos y economistas afirman que la única solución factible será un decidido e inmediato sacrificio social y la introducción de medidas recesivas para el mercado interno, para generar una “salida exportadora” concentrada en productos con altos precios internacionales (alimentos, litio, energía) que “el mundo necesita”. Y, por supuesto, uno se pregunta: ¿Y los argentinos, qué?
Nos encontramos ante paradojas que no pueden tergiversar malabarismos discursivos de asesores de imagen. Se afirma, por ejemplo, que somos un país dotado “para alimentar el mundo” con precios internacionales del trigo sostenidos por el cierre de exportaciones de Ucrania por la guerra y la combinación de la mayor devaluación del peso con menos “costos laborales”. No se reconoce que el emblemático “poner pan sobre la mesa” absorbe una porción mayor de los ingresos hogareños del 85% de la población que hace 50 años. Ello a pesar de haber sido notorio el salto de producción y productividad triguera a lo largo de los años, y aun considerando la sequía de la última campaña.
El fenómeno cotidiano de la alta inflación es de sensibilidad directa, y ello no puede ser ocultado por juegos explicativos de apariencia técnica. No proviene ni deriva de un fenómeno neutral. Se relaciona directamente con la distribución de esfuerzos, resultados e ingresos. Sus efectos no son los mismos para toda la sociedad. Se perciben claramente de distinta forma en la vida cotidiana.
Resulta evidente hoy que la desarticulación inflacionaria impone una regresiva dinámica económica, social y cultural. Pueden sí ser ganadores los beneficiados con el alza de precios del exterior y el mayor ritmo de devaluación del peso (incluyendo, además, la exigencia de cotizaciones especiales, más liberalización cambiaria y la completa eliminación de derechos de exportación que diferencien precios locales de los externos) y el ajuste social (caída de salarios y jubilaciones, menos gasto público social). Se trata de sectores minoritarios que cuentan con ingresos y/o activos en moneda extranjera y/o el poder de ajustar precios e ingresos en pesos por posición dominante o capacidad de especulación.
Simultáneamente, y sin sonrojarse, pueden:
- Llamar al equilibrio fiscal, pero ser simultáneamente grandes evasores de impuestos; exigir más prebendas fiscales por “la insoportable carga fiscal” y fugar desembozadamente capitales, presionando en lo inmediato el mercado cambiario y contribuyendo a la mayor inestabilidad macroeconómica.
- Hacer convocatorias al “esfuerzo patriótico para salir del pozo”, pero no dudar en avalar la entrega de la explotación de recursos naturales sin disputar la renta diferencial.
- Rechazar como “intervencionista” la elemental exigencia, ante la emergencia cambiaria, de control público para garantizar que las divisas ingresen al Banco Central y no falten para priorizar importaciones esenciales.
- Afirmar que “vendrán dólares si se hacen los ajustes duros que se esperan”, mientras se llama a empeorar inmediatamente las condiciones de vida de la mayor parte de la población con ajustes regresivos.
¿Quién puede asimilar que se repita la vieja cantinela de un cuanto peor ahora será mejor el futuro de un tiempo que nunca llega, a una sociedad tan maltratada? Cierto es que nadie, ni siquiera los economistas y políticos que han sido sus impulsores históricos, y llamativamente siguen rondando como gurúes, se anima a proclamar abiertamente la “teoría del derrame automático del mercado”.
Confrontación de prioridades
Mientras los perdedores son quienes bregan por subsistir, los ganadores pueden afirmar desembozadamente que “la culpa es de los argentinos”, por supuesto sin incluirse ellos mismos como responsables.
En un contexto de inestabilidad, son perdedores quienes producen, trabajan y reciben ingresos en pesos que van por detrás de la inflación. Sufren día a día sus notorios efectos al salir a comprar y ver que su plata rinde cada vez menos. Es la gran mayoría del país. No resulta tan inexplicable entonces, como dan a entender los analistas, la polarización de opiniones e interpretaciones de la sociedad.
Un marco electoral trascendente como el que se avecina, por lo tanto, no debiera ser confundido por los artilugios publicitarios de los candidatos y la superficialidad impresionista de sus plataformas para ocultar interrogantes reales objetivamente abiertos: ¿cuáles son las prioridades que entienden deben atenderse en lo inmediato y en perspectiva y con qué recursos? ¿Cuáles son las medidas concretas que proponen y sus costos y beneficios?
Por lo pronto, las posiciones y propuestas deberían definirse y polemizarse en relación a temas clave, entre otros:
- priorizar empleo, salario y redistribución del ingreso, o avalar un ajuste recesivo;
- transparentar y controlar cadenas de valor, costos y precios para revertir la inflación, o suponer que lo hará automáticamente el mercado;
- determinar la necesidad o no de sostener políticas públicas y cómo financiarlas;
- investigar o renegociar la enorme deuda pública, y en qué términos y límites;
- liberalizar aún más o regular el sistema financiero para canalizar el ahorro hacia la producción y el trabajo y no hacia la especulación;
- desregular o controlar, priorizar y transparentar el ingreso y el uso de divisas;
- plantear la explotación de los enormes recursos naturales del país y sus rentas diferenciales con intervención y participación pública, o solo motorizarlas para la acción privada nacional o internacional.
Pero la verdadera pregunta que engloba a todas las demás es: ¿Qué país se propone y para quién se plantea gobernar?
Morena iba a la escuela: la contracara a la marginalidad violenta, y también de quienes proponen más sacrificios sociales inmediatos mientras exigen más prebendas y estigmatizan en forma generalizada a quienes viven en zonas más empobrecidas endilgando que “no quieren trabajar ni estudiar”. Morena refería la esperanza avasallada. No debemos olvidarlo.
* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Vicepresidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Publicado en Elcohetealaluna
*Ilustración principal; Azul Blaseotto. Animación, Silvia Canosa, Elcohetealaluna
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