La creatividad como potencia revolucionaria
Lucas Aguilera
El desarrollo de las fuerzas productivas establece los marcos generales que ordenan las sociedades, pero no podemos dejar de mencionar que el trabajo, llevado adelante por el ser humano, le da vida a todo este sistema. El ser humano transforma la materia y en ese trasformar él mismo se transforma. Es cierto que el devenir del ser humano en este sistema está dado por la “cosa”, pero la cosa como cosa trabajada.
En este sentido, ponemos al ser humano en el centro del mundo en tanto corazón del sistema capitalista de apropiación. El “ser” hombre dentro del sistema productivo se transforma en “no-ser”, en hombre-cosa. Este trabajador subsumido en el proceso de producción transforma la materia en producto (mercancía) y éste va al mercado para ser vendido, para obtener dinero para acumular en medios de producción y medios de trabajo para continuar con un nuevo ciclo productivo.
En este ciclo, obtiene el producto del trabajo no remunerado que al realizarlo se transforma en plusvalor que, salvando las distancias teóricas, en manos de un industrial es ganancia, en manos de un banquero es interés y en mano de un terrateniente es renta del suelo.
Este ciclo productivo se encuentra en tensión: si bien no se encuentra desarrollado nítidamente, lo que apuntamos a develar es que el desarrollo de las fuerzas productivas generan nuevos espacios de explotación. El “espacio-informático-analógico” queda subsumido a un “espacio-virtual-digital”, generando modificaciones en el ámbito del trabajo, desplazando también el espacio productivo. La máquina (tecnología) está hecha para sustituir al obrero, siendo en realidad su negación.
De esta manera, se observa que el trabajo se estaría transformando en un apéndice definitivo de la máquina, y que la transformación de la materia está centralmente dada por el despliegue de las fuerzas productivas y no por la fuerza de trabajo, siendo el trabajo un proceso de automatización y robotización monótono, generando en la fuerza de trabajo menor potencia creativa.
En este proceso in-humano donde el sujeto se objetiviza cada vez más, podemos preguntarnos ¿dónde se realiza (si es que se realiza)? ¿Dónde canaliza sus creatividades, sus recreaciones, sus espiritualidades? Esta es la discusión central que debemos desarrollar para desentrañar los “hilillos invisibles” de este momento histórico.
El nudo gordiano de nuestro análisis, tiene que estar en la potencia creativa, desde ahí podremos desentrañar las contradicciones que emergen de esta nueva fase y por qué no, del germen de un nuevo sistema, sea de dominación o liberación humana.
En las fases anteriores del sistema capitalista, la potencia creativa la podíamos encontrar en el trabajo de la tierra, en el trabajo de la materia, y también en el tiempo de la recreación y del desarrollo de la espiritualidad, esta era la totalidad del sistema en su conjunto y su desarrollo.
En la actualidad, observamos que la automatización de los procesos productivos no sólo ha reducido a un mínimo el tiempo de trabajo socialmente necesario, sino que también está anulando la potencia creativa que se desarrollaba anteriormente en el mismo proceso de trabajo. Estos dos elementos parecen apuntar a un desplazamiento de la centralidad que tenía el tiempo de trabajo comprendido en la jornada laboral, poniendo en el centro de la tensión y de la disputa al tiempo restante, que Marx define como tiempo disponible o, incluso, como tiempo social.
No es que desaparece todo el ciclo productivo anterior, sino que el mismo queda subsumido bajo una nueva lógica de acumulación, la cual pone el eje, por un lado, en el control del tiempo en su totalidad y, por el otro, en el control de la potencia creadora del trabajo. Estos serían dos elementos centrales que, en su estudio y análisis, permitirían develar lo que está detrás de la apariencia de “libertad” que propone la digitalización.
Ya sabemos que el ser humano está subsumido por la materia trabajada dentro del ciclo productivo, y que hoy sería un apéndice de la máquina. Pero en esta nueva fase aparecen herramientas más sofisticadas que avanzan sobre el tiempo disponible y desplazan la creatividad en el trabajo (actualmente nula) hacia la creatividad “fuera” del ciclo productivo.
Esta potencia creativa transforma el tiempo disponible, libre, en fuerza productiva que, captada por el capitalista puede ser transformada en valor. El mismo está conectado por una red de redes que, puesta en su totalidad por las fuerzas extrañas del capital y la fuerza creadora del trabajo, generan en potencia, una riqueza social. Aquí es donde estamos poniendo el acento.
Pareciera que el capital entendió que esta riqueza, en su mayor proporción, no está hoy puesta en el tiempo de la jornada laboral, si no en el tiempo restante. Debido a ello, logró subsumir este tiempo disponible que, en tanto clases subalternas, lo entendíamos como posibilidad de revolución cultural y posibilidad de liberación de ese no-ser como hombre-cosa en el sistema productivo, al ser como hombre en un mundo humano. Bajo estas condiciones, hoy lo observamos como potencia destructiva, es decir, se volvió negatividad.
La potencia creativa es negada desde las nuevas herramientas, que han devastado las formas anteriores del tiempo disponible. Si bien pareciera que empiezan ayudar a otra cosa, en realidad ya funcionan para el sistema[1]. Toda esta potencia está unida por las nuevas herramientas, construyendo un devenir con más explotación, aumentando los grados de necesidad, aumentando los grados de dispersión social, pero de mayor interacción creativa.
Las fuerzas de los medios de producción unifican las dispersiones sociales, imponen una única forma de transformar la materialidad en el tiempo libre, logran generar un marco de conducta y de movimiento también fuera del sistema productivo. La praxis creativa está subsumida. Es praxis de no creatividad, en tanto y en cuanto sea apropiada por el capitalista.
Esto no significa que, anteriormente, los tiempos libres no fueran tiempo de dominio, pero eran tiempos que ayudaban a la jornada laboral, ahora observamos lo contrario, el tiempo disponible, captado por el capitalista, es posibilidad de generación de valor y de posibilidad de no tiempo de trabajo necesario.
Entendemos que a las contradicciones hay que buscarlas dentro del tiempo en su totalidad y, más específicamente, en el tiempo libre, en el tiempo disponible. Cuando logremos este acercamiento podemos transformar ese tiempo, que ahora es de trabajo no remunerado, en posibilidad de liberación.
La complejidad de nuestras afirmaciones tienen variables que pueden ponerse en tensión con el fin de ir en el camino de lo concreto explicado. Afirmar que en el tiempo disponible la praxis podría transformarse en trabajo no remunerado, en una representación caótica podría encajar, pero tratar de ir al concepto tiene un proceso de dificultad mayor.
La fuerza de trabajo va al mercado a intercambiarse por un monto de dinero (salario) que ofrece el dueño de los medios de producción. Esto es claramente una realidad concreta, basada en varios elementos como la propia necesidad para sobrevivir y reproducirse del obrero, y la necesidad del propio capitalista de lograr un sobrante de producción.
Ahora cabe preguntarnos: ¿bajo qué elementos nos fundamos para afirmar que el tiempo disponible en manos del capital es trabajo no remunerado utilizado para perfeccionar y mejorar los medios de producción? ¿Sobre qué realidad concreta se basa tal afirmación?.
Entendemos al uso del tiempo como la base central de este cambio de fase, entendido como tiempo de producción que, al ser tratado analíticamente y dentro del ámbito de la producción, está conformado por el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo no remunerado. Sumado todos los tiempos globales conforman el tiempo social de producción total.
El desarrollo de las fuerzas productivas ha permitido reducir a mínimos históricos el tiempo de trabajo necesario, aumentando en proporción el tiempo de trabajo no remunerado, el cual sin embargo se traduce en una tasa media de ganancia inferior para la clase capitalista, fundada en la ley de tendencia de su decrecimiento establecida por Marx en El Capital.
Por ende, observamos como se amplían los procesos de producción social hacia los tiempos restantes de vida, como los dedicados a las necesidades espirituales, creativas e intelectuales. Estos tiempos son tiempos de posibilidad de reflexión-acción, o sea de praxis, que puede ser posibilidad de ruptura con el sistema. Son tiempos sociales que en la etapa anterior podemos decir que estaban mediados por actividades (deportivas, culturales, etc).
Esa socialización hoy la encontramos en la virtualización, en el mundo de las redes sociales, donde en la realidad “concreta” (de carne y hueso) se observa una dispersión de una magnitud nunca vista, un momento de individualización (atomización, aislamiento, microsegmentación), pero de un nivel de conectividad que permite que en un segundo podamos tener la interacción de miles y miles de seres humanos.
La socialización de la producción parece haberse traducido en la socialización de los instrumentos de trabajo por los cuales accedemos a la virtualidad, y son estos mismos instrumentos los que cumplen un rol central en la guerra llevada adelante por el capital por capturar nuestra atención. La instantaneidad con la que interaccionamos en redes sociales, cumple la función de dejarnos cautivos en un momento de inmediatez, privándonos de la capacidad de reflexión, elemento fundamental para realizar una crítica consciente al sistema productivo imperante.
El costo que llevaba, en la etapa anterior, enviar un mensaje a miles de personas era demasiado elevado. Hoy estamos a un click, o a un link para conectarnos. La mayor parte de nuestro tiempo disponible del día transcurre en el mundo virtual. Hoy es nuestro campo social, el lugar de nuestro aprendizaje, de nuestra creatividad, de nuestra socialización, más allá de la conciencia que se tenga de la alienación o no, es nuestra realidad y existe.
Esta nueva forma de mediación exige que se la mantenga en movimiento, en funcionamiento, y la praxis aparece como la respuesta a la máquina (redes). Para un ejemplo más cotidiano, en el teléfono tenemos las plataformas que ordenan nuestros comportamientos y, tanto como ellas necesitan mantenerse activas, el dueño del teléfono se mantiene activo generando una relación sinérgica, donde el ser humano se transforma a medida que transforma la materia (ahora intangible).
Este círculo “virtuoso” se fue transformando en círculo de producción y los dueños de las empresas tecnológicas, fueron perfeccionando el método de obtención de atención y de alienación, basado centralmente en la competencia inter-capitalista, que contribuye a profundizar la utilización y el mecanismo de perfeccionamiento de la plataforma para ganar en tiempo y en usuarios. Hasta el punto que observamos que a cada segundo que nosotros navegamos por cada plataforma la misma se va perfeccionando.
El gran sentido histórico del capital es la producción de tiempo de trabajo excedente, y el mismo logra su objetivo cuando la producción de este tiempo de plustrabajo alcanza a consolidarse como necesidad general a partir de las necesidades individuales. Hoy la necesidad de existir del hombre la encuentra en las plataformas.
Cuando entra en ese mundo se aliena, se transforma en hombre-cosa y, la plataforma, en cosa-hombre. Observemos pues que es en el mismo sentido que el círculo de la producción y reproducción del sistema capitalista industrial-informático-analógico, pero ahora con mejor capacidad de persuasión, ampliando el tiempo de explotación.
El sistema consigue colocar al ser humano como un medio, enmascarando la actividad en una actividad pasiva, pero que, en su conjunto, en la interacción en la red de redes, lo que se entiende como pasividad se transforma en fuerza social que, captada por los capitalistas, se transforma en medios de producción.
En el tiempo disponible las herramientas (la materia trabajada, el instrumento de trabajo) se le presentan al obrero como una “unidad constitutiva”: las plataformas constituyen al sujeto, la existencia del otro en la plataforma se vuelve contra sí y pone en movimiento el interés propio por la existencia nuestra. Es una materialidad exterior donde se objetiviza. El producto que genera lo siente como propiedad privada, lo siente propio, pero el ser humano no alcanza a develar que el producto principal de trabajar la plataforma, para existir en-si, es un producto que no ve y que se apropia el capitalista.
La plataforma forma al obrero en tanto que el obrero forma a la máquina, sin que el trabajador vaya al mercado a vender su fuerza de trabajo para oponerse al capitalista en una relación de antagonismo desde donde conseguir mejores salarios.
En esta fase, el antagonismo no se presenta con nitidez, sino todo lo contrario: El sujeto va a la plataforma sin “ninguna” relación de antagonismo con los dueños. Va a las plataformas para existir en tanto que otros existen en ese mundo, en ese espacio virtual. Las plataformas le ordenan su mundo social, mientras que el hombre perfecciona el mundo material.
Como afirma Sartre en Crítica de la razón dialéctica, “el interés nace de la alteridad como primera relación humana y práctica, aunque deformada por la materia conductora y manteniéndose en el medio de la alteridad” (2021: 382). En síntesis, la clave, para ir desatando el nudo gordiano, es la disputa por el tiempo disponible.
Nota
- – Según el informe de enero de 2022 de Data Reportal, la humanidad transcurre 12,5 mil millones de horas en línea, “un nuevo hito en la adopción de Internet y nuevos récords en el uso de las redes sociales”. Este portal también indica, en su informe, que los usuario de internet, de entre 16 y 64 años, usan internet durante 6,58 horas a diario, de las cuales 2,27 horas son utilizadas en redes sociales. El acceso a internet diario se realiza desde el teléfono móvil en un 92,1% de esas casi siete horas, es decir, un equivalente a una jornada laboral formal promedio. Fuente: https://datareportal.com/reports/digital-2022-global-overview-report
* Magíster en Políticas Públicas y Desarrollo (FLACSO). Analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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