Dos grandes temas: uno negativo (FMI) y otro positivo (resurrección indígena)
Juan Guahán
En estos días, dos cuestiones mayores ocupan el interés de estas reflexiones. Una de ellas, nuestra relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), constituye el telón de fondo de la vida cotidiana de todos los argentinos. Para algunos –unos pocos- por ser beneficiarios de la misma- y para otros –la inmensa mayoría- porque constituyen la masa de perjudicados por las políticas económicas derivadas de esas relaciones.
Este tema, a su vez, es –junto con las elecciones y los temas cotidianos de inseguridad- el contenido principal de la inmensa mayoría de los medios de prensa. La otra cuestión, que interesa en la perspectiva de estas consideraciones, gira en torno al tema indígena. Es evidente que, sobre esta cuestión, no existe ni el interés, ni una difusión semejante al que tiene la evolución y efectos de la relación con el FMI.
El tema adquiere una significación especial dado que se trata de una modesta visualización de una cuestión que arranca hace más de cinco siglos, sin que se perciba la existencia de un debate y una adecuada solución en los tiempos actuales.
El FMI, siempre el FMI
No se equivocan quienes piensan que, desde Washington D.C (EEUU), en el edificio No. 720 de 19th Street, NW y en la esquina de 19th Street y Pennsylvania Avenue, se terminan de tomar las decisiones que luego se transforman en las políticas que padecemos los argentinos. Allí funciona el Fondo Monetario Internacional (FMI). El mismo que fuera creado en 1947, al final de la Segunda Guerra Mundial y que hoy tiene 184 países miembros.
Actúa como un prestamista no bancario y con la función de atender los problemas de los endeudamientos y la situación de la balanza de pagos de diferentes países. Su composición es una aproximación de la correlación de fuerzas a nivel económico mundial, al terminar la Guerra.
De hecho, junto con el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), son los reguladores de la economía mundial y su actual modelo caracterizado por un mercado de signo capitalista. Sus principales accionistas son: EE.UU. 17,43%, Japón 6,47%, China 6,4%, Alemania 5,6%, y Reino Unido 4,23%. Argentina tiene una participación del 0,67%.
Después del Golpe que derrocó al presidente Juan Domingo Perón en 1955, Argentina fue integrada al FMI en 1956. Desde esa fecha se firmaron 29 acuerdos de créditos, la mayoría de ellos fueron incumplidos. El FMI establece un mecanismo de control a través de las “condicionalidades” que fija para cada uno de esos créditos. Es su forma de mantenernos atados a los intereses de los grandes poderes financieros, por eso su gran negocio es que no nos salgamos de ese endeudamiento eterno.
En junio 2018, el FMI y el presidente neoliberal Mauricio Macri firmaron un inédito y extraño acuerdo, que culminaría en junio del 2020. Su monto era por 50 mil millones de dólares, luego ampliado a 57 mil millones, de los cuales –después de la asunción del gobierno de Alberto Fernández- fueron realmente enviados papeles por 44 mil millones. Este crédito, por sus condiciones imposibles de cumplir, solo se podría cumplimentar con un nuevo acuerdo.
Haciendo caso omiso a quienes planteaban su nulidad por cuestiones de fondo y de forma, eso fue lo firmado por el exministro de este gobierno -Martín Guzmán- en marzo del 2020, contra la opinión de muchos especialistas y la condena de gran parte de la población. Mantiene su vigencia hasta setiembre del 2024.
Una vez más fue ratificado, desoyendo a quienes planteaban que se trataba de una “deuda odiosa”. Su negociador fue el actual ministro de Economía, Sergio Massa, quien lo hizo solo con algunos cambios en metas y condicionalidades.
Gobierno y FMI avisaron que los técnicos ya firmaron los nuevos acuerdos. Pero el Directorio del FMI tiene un receso de 15 días y hay vencimientos inmediatos. Entre el 31 de julio y 1° de agosto tenemos que pagar 3.490 millones de dólares, que serán cubiertos con créditos de corto plazo por otras instituciones, mientras el Directorio del FMI aprueba el acuerdo definitivo, ordenando la transferencia de 7.500 millones para estos vencimientos y otros previstos durante setiembre.
Mientras los técnicos acordaban con el FMI, desde el Ministerio de Economía se fueron tomando medidas para ajustarse a sus requerimientos. Entre ellas se destacan las que están destinadas a mejorar las reservas del Banco Central, para evitar corridas bancarias. También otras destinadas a mejorar los ingresos fiscales, para acercarse a la demanda de reducción del déficit fiscal. Con el “dólar agro”, sobre todo para el maíz, esperan sumar unos 2 mil millones a las arcas del Banco Central.
En lo que respecta a mejorar los ingresos, estiman esa suma en 1,4 billones de pesos, para lo que resta del año. De ese modo esperan acercarse al déficit presupuestado. Para ello subirían los impuestos en materia de importaciones y el valor del dólar oficial destinado a esos fines (7,5% para los bienes y 25% para los servicios).
En lo que respecta a la reducción del déficit fiscal, el déficit previsto para el primer semestre era de 0,7% del PBI, el real resultó ser del 1,1% del mismo. El déficit anual previsto es del 1,9%. Todo esto demandará un mayor ajuste para este segundo semestre. Mientras tanto, la llamada deuda flotante, es decir aquella vencida, documentada y no pagada (con órdenes de pago vencidas o no), suma cerca de otro punto del PBI. Eso da una idea de la diferencia entre la realidad y lo acordado.
Todas estas medidas son devaluaciones encubiertas para acercar las políticas oficiales a las “condicionalidades” que nos impone el FMI. Massa puede decir lo que le parezca, pero esta quinta y sexta revisión del acuerdo existente es una muestra más de nuestra escasa soberanía económica, porque al FMI le cabe aquel dicho que afirma: “La mona, aunque se vista de seda mona queda”.
Mientras tanto ¿qué pasa con la economía mundial y sus efectos para Argentina? La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que maneja el valor del dólar, acaba de aprobar una suma de la tasa de interés. Ella pasó del 5,25 a 5,50, alcanzando el nivel más alto desde el 2001.
Los efectos de esta media son muy rápidos: EEUU frena la salida de dólares y absorbe capitales haciendo más difíciles las inversiones. Estas tendencias tienen –en general- efectos negativos para nuestra economía y ellos se pueden sintetizar en los siguientes puntos: Una desaceleración económica, porque los créditos y las inversiones se reducen, con tendencia a una baja en el nivel de la actividad económica. De ello nuestra economía ya venía dando muestras.
Nuestros productos de exportación básicamente los granos, pierden valor en los mercados mundiales. Todo ello está en línea con el Informe del FMI, conocido como Perspectivas Económicas Mundiales donde prevé para este año una recesión del 2,5% y una inflación anual del 120%. A la luz de los hechos estalla la hipocresía del FMI, pintada en un verso de Sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.
Tercer Malón de la Paz: genocidio, racismo y otro estado
Desde el fondo de la historia de los pobladores de estas tierras, teniendo como punto de arranque simbólico uno de los rincones más alejados de la Capital del poder, se está produciendo un fenómeno de indudable trascendencia: desde Jujuy viene llegando a la capital el “Tercer Malón de la Paz”.
En Purmamarca, en la intersección de las rutas 9 que va a Bolivia y 52 que conduce a Chile, confluyeron diversas comunidades de pueblos originarios, mayoritariamente de la nación Kolla. Ese sitio se ha transformado en el lugar central de los reclamos de estos pueblos. Su expresión más importante son las movilizaciones y variados cortes de rutas, que se siguen manteniendo, en esa provincia.
El motivo fundamental es la quita de derechos que significa la inconstitucional Reforma Constitucional que impuso el dictadorzuelo Gerardo Morales, gobernador de Jujuy y precandidato a la vice presidencia de la coalición de derecha, junto a Horacio Rodríguez Larreta.
Arrancaron el día 25 de julio y van recorriendo diferentes provincias (Salta, Catamarca, Santiago del Estero, Córdoba y Santa Fe) para llegar a Buenos Aires el martes 1° de agosto, Día de la Pachamama, para acampar y reclamar ante el Palacio de Justicia para que la Corte Suprema haga lugar a la demanda de nulidad de la mencionada Reforma, cuestión planteada por una multisectorial jujeña.
También irán a la Plaza Congreso para reclamar al Poder Legislativo la intervención a la Provincia de Jujuy y una ley que dé garantías a la propiedad comunitaria. Este tema, a pesar de su significación histórica, tiene poca repercusión en los medios de prensa y en los espacios sociales y político. En lo político porque las elecciones, a pesar de una creciente pérdida de interés, siguen siendo la ceremonia ritual legitimadora de esta desprestigiada democracia.
En cuanto a las organizaciones sociales una buena parte de las mismas está absorbida por el fenómeno electoral o por una lucha reivindicativa que es imprescindible, dada la profundidad de la crisis social existente, aunque la mayoría acuerda que –si no se plantean objetivos políticos- puede terminar siendo funcional a la reproducción del sistema. Nada de lo dicho llama la atención ante la vigencia de un Estado liberal que promueve el individualismo y legitima la ganancia sin límites. Ella está sostenida en la perspectiva del “progreso infinito” que pone en riesgo el futuro del planeta.
Mientras el Estado actual sigue sin reconocer y reparar el genocidio de los pueblos originarios y los sigue arrinconando, para incorporar más tierras a nuestro modelo productivo, los pueblos originarios asumen la defensa del planeta, con banderas que son de todos y que ellos -durante los siglos de resistencia- vienen sosteniendo.
Un ejemplo de eso –con todas sus limitaciones- gira en torno al tema del agua, que está en peligro con la minería a cielo abierto que utiliza el cianuro, la forma suicida de explotación del litio y la tierra que se sacude al ritmo de explotación de Vaca Muerta, con sus recurrentes terremotos. Todo esto son ejemplos de lo que ya viene sucediendo.
Todo ello dejó una situación con secuelas muy profundas.Por un lado, este modelo económico social profundamente desigual e injusto. Por otra parte, la realidad de este modelo exhibe, desde el punto de vista cultural, un racismo negado que se continúa respecto a estos pueblos originarios –caracterizados como “atrasados”- a los que se suma un sector importante de la sociedad más empobrecida.
Las características de la población carcelaria y las víctimas del “gatillo fácil” (un genocidio por goteo) son la prueba más evidente de lo dicho.
Ni el genocidio, ni el racismo, han logrado destruir las culturas originarias. Pero sí han permitido que sean cercadas y aisladas. Por eso este Malón de la Paz trae al escenario del país una especie de “resurrección” del mundo indígena, de aquel Abya Yala originario que la conquista occidental y su eurocentrismo no han logrado erradicar.
El actual Estado liberal es la consecuencia directa del modelo vigente, mientras no se ponga en marcha su transformación estas tendencias seguirán siendo la ley general que guía las políticas del Estado nacional.Pero hay otra posibilidad que habrá que construirla como alternativa política: la construcción del Estado Plurinacional, donde se respeten y articulen las diferentes perspectivas culturales -incluidos los pueblos
originarios- que son una parte activa de la totalidad social que la realidad contiene.
Ese Estado plurinacional debe ser la superación, construida desde abajo, del actual Estado liberal, conocido bajo la fórmula del Estado nación, donde se impone –desde arriba- una homogeneidad inexistente pero que refleja la concepción del modernismo europeo que le sirvió de base y que nos llegara a través de la Constitución de los EEUU, aprobada en 1853 y que sigue vigente.
Ante la comprobada insuficiencia del actual modelo brota la respuesta común “Esto es lo que hay”. Allí está la madre del posibilismo, cuando en realidad deberíamos preguntarnos “por lo que no hay”. Desde allí, buscar el sentido de la direccionalidad de la historia, los nuevos rumbos para comenzar a construir el Estado futuro.
Una aproximación a este camino nos lo da Viviana Mamaní, comunera del “Tercer Malón de la Paz”, cuando le habló al viento para que lleve su mensaje: “No nos arrodillemos más, ellos son unos simples usurpadores, nosotros somos dueños y con ese orgullo vamos a caminar”.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.