¿”El siglo de la India”? El bulo de los think tank de EEUU contra China
Nazanín Armanian
Con el título de “Regreso a Asia” el expresidente de EEUU Barak Obama lanzó en 2015 su agresiva doctrina dirigida a contener el progreso en China, así como su imparable avance a nivel mundial, por ser la potencia que puso fin a la única década en la que EEUU se convirtió en la superpotencia solitaria del mundo tras el fin de la Unión Soviética.
Desde entonces han crecido el número de las bases militares de EE UU. que rodean China, se han ampliado las alianzas contra esta nación (Aukus o Quad), así como las propagandas que le presentan como el nuevo Coco del que la humanidad debe temer, entre otras medidas desesperadas. ¡OK!, diría su audiencia.
Pero, ¿qué sería de la humanidad sin los bazares chinos o sin su tecnología e innovación? Si en el propio EEUU cuatro de las cinco aplicaciones más populares utilizadas han sido creadas por el nuevo Hombre de Saco del Pentágono (¡el quinto es Facebook!). ¡No se preocupen! Nuestros think tanks (analistas a sueldo) os aseguran que India sí o sí va a sustituir a China, y además en un santiamén, o sea en 2030.
Ya sabemos que, una de las tácticas para acabar con los enemigos es dividirlos, luego atraer la colaboración de unos para eliminar al resto, y al final borrar del mapa a estos mismos cómplices, y no me refiero a lo que ha hecho EE. UU. con Europa. En 1972, Richard Nixon apretó la mano de Mao Zetong, con el fin de ir juntos contra el “social-imperialismo”, apodo dado por el maoísmo a la Unión Soviética.
Una vez desmantelada la URSS, EEUU se da cuenta de que:1) no consigue domesticar a Rusia, pues el viejo imperio, a pesar de restaurar el capitalismo, se niega a ser un satélite del país de los vaqueros incivilizados; y 2) si la nueva Rusia llega a unirse con China, juntos le arrebatarían la hegemonía mundial, cosa que hicieron en julio de 2001 creando la Organización de Cooperación de Shanghái (meses después, la OTAN ocupa Afganistán, ubicado en las proximidades de Rusia, India, Irán y sobre todo el único país controlado por la Alianza con frontera terrestre con China).
Las guerras contra Rusia, el miembro menos fuerte de este eje, es la misma táctica nixoniana, pero esta vez contra China, y que además va acompañada por la búsqueda de una alternativa del gigante asiático para impedir el hundimiento del propio Occidente, dependiente con mil lazos con la República Popular China. Y, ¡socorro! Han pensado en India.
India frente a la prueba del polígrafo
Lo que comparten los chinos y los indios es un número parecida de habitantes, una civilización milenaria, su liberación en la misma década de 1940 – para convertirse uno en un estado socialista y el otro seguir con su capitalismo subdesarrollado, pero ahora “independiente” del imperialismo británico-, o que sus gobernantes no respetasen las libertades políticas, aunque lo de China “ya lo sabemos“.
Pero no nos dicen que quien hoy gobierna India, el partido de extremaderecha hinduista Bharatiya Janata (Popular), liderado por un tal Narendra Modi, está vinculado con la organización paramilitar fascista Rashtriya Swayamsevak Sangh (Asociación Patriótica Nacional), considerada “el grupo violento de ultraderecha más poderoso del mundo”, que pretende una “India solo para los hindúes” (¿incinerando en las piras a 150 millones de compatriotas musulmanes?), está lanzando una verdadera limpieza religiosa y cacerías contra “otros”, o que, las “familias” de las élites corruptas indias, que se han repartido el espacio político, actúan como un partido único, contra el pueblo.
Una breve comparación
1. Debido al sistema político que les rige, las diferencias entre India y China son tan profundas que imposibilitarán que el país de Mahatma Gandhi alcance el nivel del desarrollo de la tierra de Mao Zedong y lo reemplace. Por un lado, está el socialismo con rasgos chinos (y discutible en numerosos aspectos) cuya base es la propiedad del Estado sobre los medios de producción, que permite al gobierno planificar la economía y el uso de los recursos naturales y humanos en virtud de las necesidades de la nación, utilizar ciertos elementos capitalistas y tomar las decisiones sobre todos los proyectos que realizan las compañías privadas -obligadas a rendir cuentas al Estado-, tanto en el interior como en extranjero, con el principal objetivo, que es ir hacia la autosuficiencia del país en todos los aspectos.
Por otro lado, está el capitalismo del vecino cuyo fundamento es la “libertad” de una minoría multimillonaria de maharajás para seguir explotando a una mayoría cosificada, sometida a un subdesarrollo multidimensional, cuyo sistema de castas y la vergonzosa existencia de los “intocables” le otorgan los “rasgos indios”. Según Oxfam, el 1% más rico de la India poseía, en 2021, más del 40,5% de la riqueza del país, gracias al control que siguen ejerciendo los señores feudales que mantienen la arraigada estructura de poder, obviamente corrupto, sobre los “desheredados”, impidiendo cualquier reforma política. En China esta clase de explotación medieval ya se desmanteló en los años 50.
2. El laicismo del Estado en China impide que las organizaciones religiosas parasitarias y peligrosas -por ser ideologías supremacistas y totalitarias-, manipulen los sentimientos más primitivos de los creyentes a beneficio propio. En India, cerca de dos millones de dioses y diosas son protegidos por los poderes para entretener a mil millones de personas, las mismas que se supone que tendrían que preparase, en solo 7 años, para cumplir el sueño de EE. UU. de fulminar a China.
3. A pesar de que, las economías de ambos estados eran casi iguales a finales de los 90, e incluso a partir del 2000, los dos se convirtieron en las sedes de las compañías multinacionales (la “globalización”). China optó por ser la “fábrica del mundo” e India “la “oficina administrativa” del planeta, desaprovechando esta oportunidad para empelar a su inmensa fuerza laboral. El país manufacturero más grande del globo llegará a exportar más de la mitad de lo que produce a todos los continentes.
El crecimiento de la economía china fue tal que entre el 2000 y 2007, superó a Francia, al Reino Unido, y también a Alemania. Un años después, y mientras el mundo capitalista se hundía en la crisis económica, China reemplazó en 2010 a Japón para convertirse en la segunda economía más grande del mundo por el PIB nominal, 17,7 billones de dólares en 2021, cerca de ser 5,7 veces mayor que el de India.
Su secreto ha sido la inversión de alrededor de la mitad de su PIB en las infraestructuras del país, como viviendas, fábricas, miles de kilómetros de vías férreas, aeropuertos, puertos, presas, (la de las Tres Gargantas, el generador de energía hidroeléctrica más grande del mundo), parques eólicos (el de Gansu es la mayor instalación de energía eólica del planeta), y herramientas monstruosas como la máquina de construcción de túneles SLJ/32Bridge Building Machine.
4. El crecimiento tecnológico de China está basado en la inversión pública, mientras en India, este sector, que ha sido la joya de la corona de su economía, ha dependido de las inversiones privadas y extranjeras, y además concentradas en las infraestructuras digitales, que no físicas. El resultado del espejismo de “levantar la economía en torno a lo informático”, descuidando la construcción del país, se reflejan en las tragedias que continuamente sufren sus ciudadanos, como las inundaciones o el accidente ferroviario del junio, en el que perdieron la vida cerca de 300 personas.
Según el Fondo Monetario Internacional “China será el principal contribuyente al crecimiento global en los próximos 5 años, y su participación será el doble que la de EE. UU.“. La economía de 15 billones de dólares de China le capacita para promover la Ruta de la Seda, que ya incluye al 62% de la población mundial de todos los continentes, uniendo el mundo con el centro de China, potencia que, en 2021, presentó 1,5 millones de solicitudes de patentes, comparando con 61.573 en la India, donde 43% de la población aún trabaja en el sector agrario, y en un 60% ni tiene acceso a internet.
Así, China ha podido remodelar hasta las reglas de las relaciones internacionales. El Sur Global, confesó amargamente el presidente francés Emmanuel Macron, ya está bajo el paraguas de esta superpotencia. El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura de China cuenta con unos 80 países en desarrollo de Asia y África, presentándose como una alternativa al depredador Banco Mundial.
5. Es cierto que en las fotos de las autoridades chinas hay dos cosas que brillan: el pelo teñido en negro y engominado de los hombres, y la ausencia de mujeres en el poder. Sin embargo, sus féminas no tienen nada qué envidiar a las indias: la brecha de género de la tierra de Indira Gandhi es del 62,9% (el puesto 135 entre 146 países), le convierte en uno de los peores países del mundo para nacer mujer.
No hace nada que se celebró el último sati (la quema viva de las viudas) o que se está permitiendo a las viudas casarse a partir de los 60 años. A pesar de ser uno de los países con mayor número de mujeres políticas, el fuerte sistema patriarcal, consolidado por la influencia de las religiones, junto con falta de seguridad y la protección de los derechos más elementales de la mujer, hace que muchas familias no las permitan trabajar lejos de casa por temor a secuestros y violaciones (muchas en grupo).
Y la situación empeora: la participación de las mujeres indias en la fuerza laboral, mayormente en el sector agrario, que fue un 31% en 2000, cayó en el 21% en 2018. Millones dejan sus empleos después de casarse. Un informe de McKinsey de este mismo año afirma que India podría agregar 550 mil millones de dólares a su producto interno bruto si aumenta la incorporación de la fuerza laboral femenina en solo un 10%. Las autoridades del país deberían recibir un duro castigo por desperdiciar el talento de la mitad de la población, que además en un 50% en las mayores de 15 años está condenada al analfabetismo. En comparación, el 65% de las mujeres chinas trabajan y hasta casi el 100% saben leer y escribir.
6. País de ley, orden y disciplina (para todos, incluso las élites). En China la gente trabaja un promedio de doce horas y libra un solo día a la semana, y el desempleo se sitúa en el 5.2%. La cultura de trabajo en India es más relajada, quizás demasiada, al tiempo que la economía de mercado subdesarrollado indio no es capaz de crear puestos de trabajo para unos 8 millones de jóvenes que cada año buscan vender su fuerza física o sus conocimientos.
¡El sector informal emplea al 80% de la fuerza laboral de India! En 2019, 12,5 millones de personas solicitaron 35.000 puestos vacantes en los ferrocarriles del país; en 2022 no hubo ninguna oferta en esta compañía estatal, provocando disturbios sociales.
7. La diferencia en la gestión entre los dos gigantes asiáticos se manifestó durante la pandemia. La imagen de cerca de 100 millones de migrantes indios, regresando de las grandes urbes a sus aldeas a pie y a veces descalzos impactó al mundo. Se les informó del cierre del país solo unas horas antes de que se paralizara. La cifra de los muertos por el COVID19 puede ser de 4,2 millones, según The New York Times, que no los 300.000 declarados por el régimen.
8. Pobreza: India alberga el mayor número de personas más pobres del mundo, unos 228,9 millones (2021). Al menos 36,1 millones de niños menores de cinco años tienen retraso del crecimiento por malnutrición. La cantidad de indios que duermen con el estómago vacío aumentó de 190 millones en 2018 a 350 millones en 2022. La esperanza de vida no alcanza los 68 años, diez menos que los chinos. Desde finales de los 70, el socialismo ha sacado de la pobreza a 800 millones de personas -sin precedente en la historia de la humanidad-, y entre 2015 y 2020 a casi 100 millones de personas de la pobreza extrema.
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EEUU, experto en desmontar estados y borrarlos del mapa sin evaluar antes las consecuencias para su gente, para el mundo e incluso para su propio país, está organizando una gran guerra contra China. Que alguien le haga dos únicas preguntas (y no va de la apocalíptica Destrucción Mutua Asegurada, por armas nucleares): ¿acogerán ustedes, o sus aliados europeos, a cientos de millones de ciudadanos chinos que huirían de la guerra en pateras? ¿Será capaz su capitalismo de alimentar a uno de cada siete ser humano en esta Tierra, que es lo que hace la República Popular China?
*Escritora y politóloga iraní exiliada en España desde 1983. Se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de Educación a Distancia donde de 2009 a 2013 fue profesora de Ciencias Políticas.
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