España: Cuando crees que ganas y has perdido
Juan Carlos Monedero
Paradojas de la reconstrucción de la izquierda
El interés por la política no es el mismo hoy que hace diez años. Sobre todo en la izquierda. Y si todos los que en algún momento quisimos «asaltar los cielos» no nos damos cuenta de que hay cosas que hemos hecho mal, somos más parte del problema que de la solución. El equilibrio no es sencillo. Tan desperdicio es no renovarse como renunciar a cuadros de enorme valía. Pero la política es inclemente. No basta gestionar bien para que te voten y no basta haber cambiado la política de España para que los votantes te quieran.
Puede pasar todo lo contrario. Los medios se encargan de destrozarte. Muchos de ellos están ahí, en mitad de la podredumbre de nuestras democracias, casi únicamente para eso. Aunque insisto en una idea en la que llevo una década: se puede hacer política fuera de las instituciones. Es un problema cuando el movimiento social es tan potente que te lleva a los cargos sin haber sido antes cocinero. ¿No se puede desplegar un pleno interés por la política dedicándote al partido? Mal asunto cuando pierdes el cargo y te vas a tu casa.
Gente que lleva toda la vida en política pone vetos a gente que lleva menos tiempo que ellos en la política. Lo hacen por un cálculo pequeñito. Creen que si acaban con Podemos, se quedan ellos con todo ese espacio político. Aunque no sea verdad que vayan a lograrlo. Aunque se brinde una alfombra azul a la derecha.
La política, cuando se asemeja a un mercado, deja de emocionar. Hasta el esfuerzo de ir a votar deja de merecer para muchos la pena. Es un escándalo que la derecha, que miente, traiciona, oculta y niega pueda emocionar más que la izquierda. Una parte la explica el ciclo. Otra, nuestra capacidad para generar indiferencia. Si los que representan a las élites y al privilegio captan mejor que la izquierda el ánimo social, es señal de que la izquierda está a por uvas.
Dicen los que saben de estas cosas que es momento de los políticos y no de los intelectuales. Los intelectuales hablan en el foro. Los políticos negocian en lo oscuro. Y presentan como un valor las negociaciones en lo oscuro. Porque si se supiera lo que negocian, nadie les votaría. Si perdemos la grandeza, los mediocres se engrandecen. Votan a una señora que dice que el cambio climático se para poniendo una maceta en el balcón porque las alternativas han tocado menos el corazón que ella. Cómo estarán los corazones. ¿Dónde están los cardiólogos de la izquierda?
Reconciliar el voto con la realidad
En la tienda enfrente de mi casa, hay un reponedor que ha votado a la derecha. Le he dicho que tiene razón y que todos debemos entender el mensaje. Hemos hablado con su jefe y luego hemos llamado al Ministerio de Trabajo para que le regresen el salario mínimo a 735 euros en vez de los 1080 que está cobrando. Y que no sufra, que vamos a volver también a la reforma de Fátima Báñez para que puedan despedirle si se enferma. Además, le contratarán de cualquier manera, de manera que es bastante probable que deje de ser indefinido.
Un conocido pensionista que escribe mucho en Twitter y que ha votado a la derecha me ha escrito diciéndome que estaba muy contento porque han ganado los suyos. Le he pasado el correo de la seguridad social para que escriba y les pida que no le actualicen la pensión al IPC y que, con ese dinero que no se va a ahorrar, lo imagine, porque le van a subir el precio de muchas medicinas que ahora tenía gratis o subvencionadas. Está muy contento porque le gusta estar con los ganadores. Además, odia a ETA, aunque no tiene claro de qué está hablando, pero tiene miedo de que se rompa España.
Tengo unos vecinos arriba que viven de alquiler. Han votado a la derecha. Han hecho bien, supongo. Me han invitado a un café y nos hemos puesto en contacto con el ministerio para que, en coherencia, deroguen el tope a los alquileres y para que, si tiene que volver a buscar casa, los honorarios de la inmobiliaria los paguen ellos. La inmobiliaria está de acuerdo en empezar ya a a aplicar la contrarreforma. Hemos llamado al propietario para darle las gracias porque el piso es de él y todos nos hemos quedado muy contentos.
Otra vecina, que cobra el ingreso mínimo vital, ha votado a la derecha y otro, que también cobra el IMV, no ha votado. Hay que entenderles. Van a quitarles las ayudas, pero están contentos porque saben que los inmigrantes tampoco van a recibir ninguna ayuda. Piensan: «Que se jodan esos parásitos».
Tengo una compañera de trabajo feminista que odia al Ministerio de Igualdad. Lo odia tanto que ha votado a la derecha. Como el voto es soberano, va a estar muy contenta porque van a quitar todas las ayudas contra la violencia de género, no van a buscar alternativa habitacional a las agredidas por violencia por ser mujeres (que ahora van a ser agredidas por estar en casa, porque la violencia es doméstica).
Cuando vaya al supermercado, mi amiga feminista va a pagar más caros los productos de higiene femenina, preservativos, anticonceptivos y otros productos, porque le van a volver a subir el IVA. Además, si tiene una regla dolorosa, le van a reconocer la baja. Pero le da lo mismo, cada vez que vaya al trabajo jodida y cada vez que pague más caros los productos que necesita, ella se va a reafirmar en lo mucho que odia a Irene Montero y lo va a pagar encantada. Es verdad que también va a empeorar la situación de las mujeres víctimas de trata y de explotación sexual, y que los niños abusados tendrán menos defensa, pera ya se reunirá ella con sus amigas para seguir luchando por la libertad de las mujeres.
Además, mi amiga feminista, que ha votado a la derecha, entenderá que la segregación por género en los colegios es un buen precio a pagar, y hablando de precios, todo el dinero de igualdad ahora se empezará a gastar en luchar contra ETA, aunque ETA hace más de una década que no existe. Con esas carencias, mi amiga podrá estar indignada para seguir luchando por la igualdad de las mujeres.
Tengo un familiar con secuelas de la covid que ha votado a la derecha. Aunque sabe que es probable que vengan nuevas pandemias, y aunque las listas de espera en la sanidad pública se han hecho infinitas, no le importa porque cada vez que ve el Zendal se siente un poco mejor, como cuando te dan un estimulante. Tampoco le importa que el hermano de Ayuso se haya enriquecido con la pandemia, porque a nadie le amarga un dulce. Aunque las largas listas de espera y las dificultades para que le atienda un especialista hacen que el dulce les toque a otros y a él solo lo amargo. Pero ganó el domingo las elecciones.
Tengo un conocido que cortó con su pareja después de la pandemia. Estaba desempleado y, además, vivían en un piso tan pequeño que la convivencia era imposible. Ha votado a la derecha porque está harto de la tristeza de la izquierda, siempre con los problemas, los encierros, las vacunas, las residencias, los tanatorios y las mascarillas. Ahora por fin se ha pasado al bando de las cervezas y las terrazas y los bocadillos de calamares y la alegría. No tiene piso y se ha vuelto a vivir con sus padres. Su pareja no quiere hablar con él. Pero votó ganador.
He coincidido en un cumpleaños con un migrante al que le han dado los papeles hace nada y que ha votado a la derecha. Dice que no quiere que España sea como Venezuela y que no hay nada como ver cómo están los bares y la ocupación hotelera en vacaciones para ver que vamos camino del desabastecimiento.
Se trajo a sus familiares de manera ilegal, pero como no tienen papeles, no van a tener acceso a la sanidad. Tampoco va a poder escolarizar a los hijos de su hermana, pero son cosas que pasan en el mundo libre. Eso sí, van a poder trabajar de temporeros porque les van a contratar en la plaza del pueblo por lo que les quieran dar y, si tiene suerte, podrán trabajar de internos en alguna casa aunque no tengan papeles, que esa gente también ha votado a la derecha y seguro que están encantados de contratarles.
Tengo un alumno que ha votado a la derecha, que estudia con beca y llega a la universidad con un abono transporte. Va a perder los dos, pero sueña con dar un pelotazo como el del hermano de Ayuso para que así se terminen todos sus problemas. Si da el pelotazo, sus amigos de la universidad, que están como él, se quedarán sin poder estudiar, pero hay sueños que solo son posibles si gobierna la derecha.
Conozco una pareja que las pasó canutas con su primer hijo. Él, que ha votado a la derecha, ha disfrutado ahora del permiso de paternidad. Ha votado a la derecha porque dice que cuando lleve a su hijo a la escuela infantil, al volver le pueden haber ocupado la casa. La verdad es que no va a poder llevar a su hijo a la escuela infantil porque no hay plazas, así que podrá estar todo el rato en casa y ahorrarse la alarma de Securitas Direct.
Tengo un primo con tres hijos que estaban estudiando con beca y que ha votado a la derecha. Como las becas ahora van a ser para los ricos, dos de sus hijos se van a quedar sin beca. Pero va a disfrutar viendo lo bonito que está el colegio privado enfrente del de sus hijos. Y, de paso, lo bonito que está el hospital al que no podrá ir y lo limpio y servicial que es el Uber en el que no se podrá montar.
Menos mal que, por lo menos, podrá pasear por las calles donde están las terrazas. Aunque los porteros y los policías, que son amigos de los dueños, cada vez están más agresivos.
El portero de enfrente es un vasco casado con una catalana. Han votado a la derecha porque siempre estaban angustiados por la violencia en Euskadi y las tensiones independentistas en Catalunya y como ahora ya no hay violencia en Euskadi y el procés se ha acabado quieren que la derecha lo resucite porque tienen la sensación de que les falta algo. Pero hemos ganado.
¿El pueblo tiene razón cuando vota o la cosa es un poco más compleja?
No quisiera echarle la culpa a los votantes, pero tampoco quitársela. Si la gente vota a corruptos, es cómplice de la corrupción. No hay un solo «pueblo». Hay un paternalismo soberbio en los que dicen que los pueblos no se equivocan. El voto es soberano, no necesariamente inteligente. Pero, si una parte importante del pueblo no te entiende, dedícate a otra cosa que no sean las elecciones. Si vas cinco metros delante de la gente, vas alumbrando. Si vas cien metros, igual te has perdido.
Seguramente la izquierda tiene su parte de culpa. Si pierdes unas elecciones, la culpa no es de los demás, es tuya. La izquierda no estaba viendo que mientras gobernaba para la gente, el relato lo estaban haciendo en otro sitio. Y que si haces cosas que desgastan, que no explicas bien o que no tienen una explicación, enfrías el corazón de los votantes. Nueve millones han votado a la derecha. Diez millones a la izquierda. Y hay tres millones de abstencionistas que se debieran recuperar. Había buenas cartas y se ha perdido la baza.
El Gobierno de coalición ha perdido la conexión con el pueblo, y una parte es por culpa del cambio de ciclo y otra por ceguera. Si la guerra produce inflación, como ocurre en España, se come parte del bienestar, aunque comparativamente con Europa las cifras sean buenas. Si prometiste más de lo que estás cumpliendo, te miden no por lo que has hecho sino por lo que no has hecho. Si te estás peleando todo el rato y metiéndoos el dedo en el ojo mutuamente, ahuyentas al votante (y la culpa no es solo de quien lo hace en público, sino de quien rompe la convivencia en privado).
Si los medios construyen un mensaje tergiversado sobre tus políticas y te vence la soberbia en vez de la inteligencia de derrotar a sus mensajes tramposos, corres el riesgo de tener razón pero de que no te entiendan. Si se te olvida que los medios son tu principal enemigo, es tu culpa, porque es como quejarte de que las balas te hieran. Porque están ahí para ser tu enemigos implacable. Si no cuidas a tus líderes -a todos-, cuando reciben los ataques del sistema como objetivo principal, vas a perder la partida porque el liderazgo es condición necesaria de la política electoral.
Si no tienes partido o el partido se ha convertido en una empresa o el partido es una comunidad de vecinos mal avenida, la izquierda no va muy lejos porque te faltan cuadros, porque el mensaje no se asienta en los territorios, porque todo se hace efímero. Y porque entonces, en un Gobierno de coalición, el pez grande se come al chico. Ahora, porque hay elecciones, Pedro Sánchez recupera de nuevo el discurso correcto de que los medios son malos. ¿Apostamos a que le da una entrevista a Ferreras en Moncloa?
El votante de la derecha que podría haber votado otra cosa, igual que el abstencionista progresista, ha optado por lo cómodo. En vez de decirle a la izquierda que siguiera haciendo políticas para las mayorías, que se atreviera, que dejara las peleas, que volviera a emocionarles, ha votado a la derecha o se ha quedado en su casa porque nadie ha tenido la fuerza para lograr que fuera de otra manera. La izquierda ha fracasado como fracasa un general que pierde, aunque tenga solo tirachinas y el enemigo misiles. Si hace lo mismo el 23 de julio, no es sencillo que el resultado sea diferente.
Coda
Nadie progresista, salvo que sea un patriota de partido, va a perdonar a ningún político que fomente la división de las fuerzas a la izquierda del PSOE. Los que ponen vetos, están en la vieja política. Invitan al voto útil al PSOE y están cavando su propia tumba, regresando el peor bipartidismo (porque si era malo el que hace una década representaban Susana Díaz y Rajoy, el que puede venir con, pongamos Page y Feijóo con Abascal después de las elecciones, es de temblar).
La fraternidad es el lugar común de las familias de la izquierda. Así hemos llegado hasta aquí. La generosidad es una de las expresiones de la empatía. El agradecimiento es otra. La amabilidad acompaña a la empatía. Empatía, amabilidad, generosidad, agradecimiento, forman parte de lo mejor de la vida, aunque no forman parte de la cotidianidad de la política.
En la izquierda no se viven las trampas igual que en la derecha. No son importantes las personas, son importantes lo que representan. Lo que salga del proceso de unidad que lidera Sumar, deberá emocionar. Si se maltrata a Podemos, será un proceso de destrucción mutua, un fin de guerra fría con las bombas nucleares activadas y donde todos pierden. Ninguna solución va a ser perfecta. Pero si hay humillaciones, la izquierda, como tantas otras veces en la historia, estará desmantelando las defensas antiaéreas cuando vienen los bombarderos de la derecha.
La ciudadanía progresista, que es la que vota, pide unidad, unidad, unidad. Decenas de personas me lo han dicho este sábado mientras firmaba en la Feria del Libro de Madrid. Con desesperación. La política, porque cree que sabe cosas que el pueblo no sabe, se mira el ombligo. Quienes levanten la vista ganarán.
*Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. Artículo divulgado por Público.es
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