No es necesaria otra guerra fría, dice Biden, Taiwán es la primera línea roja, responde Xi
Mirko C. Trudeau
Tras una reunión de tres horas en Bali, Indonesia, el presidente de Estados Unidos aseguró que ‘‘no es necesario que haya una nueva guerra fría’’, mientras su homólogo chino instó al jefe de la Casa Blanca a encontrar una dirección correcta para las relaciones bilaterales, al tiempo que advirtió que el asunto de la isla de Taiwán ‘‘es la primera línea roja’’ que no debe cruzar.
Estados Unidos y China se han visto las caras en los prolegómenos de la cumbre del G-20 y han apartado por unas horas sus profundas diferencias para apostar por el diálogo y la desactivación de las crisis mundiales a través del contacto de sus líderes, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping.
Más allá de las buenas palabras pronunciadas por ambos mandatarios en Bali, las brechas que existen entre los dos países son muy profundas y su disputa por la hegemonía en la región de Asia-Pacífico no parece que vaya a remitir en los próximos tiempos.
Xi le aseguró que China no estaba poniendo a prueba el orden internacional, y advirtió del riesgo que entraña apoyar la independencia Taiwán. Defendió que el mundo está en una encrucijada y aseveró que espera que China y Estados Unidos gestionarán de forma adecuada esta situación.
«Compartimos la responsabilidad de demostrar que China y Estados Unidos pueden gestionar sus diferencias a fin de evitar que la competición entre los dos país se pueda convertir en un conflicto. No es necesario preocuparse por una nueva Guerra Fría. Vamos a competir fuerte, pero no estoy buscando el conflicto», dijo el estadounidense.
Biden y Xi reconocieron que el apoyo estadounidense a Taiwán es el principal escollo en sus relaciones. El estadounidense expresó sus dudas de que China fuera a invadir esa isla que Pekín considera su territorio. Sin embargo, Xi Jinping, si bien dijo que la actual confrontación entre ambos «no beneficia a nadie», advirtió de que Taiwán «es la primera línea roja» que Washington no debería cruzar.
Xi Jinping ha estrechado la mano a Joe Biden con la fortaleza que le ha dado su reciente espaldarazo en octubre como líder indiscutible de China. Pero Biden no estaba menos empoderado en esta cumbre, con el refuerzo que le acaba de proporcionar la victoria demócrata en el Senado estadounidense, en las elecciones legislativas celebradas la semana pasada en su país.
Los gobiernos de Biden y Xi habían estado preparando desde hace dos meses este primer encuentro. Por teléfono los dos presidentes hablaron al menos en cinco ocasiones. El gran ausente en Bali ha sido el presidente ruso, Vladímir Putin, quien eludió una confrontación cara a cara con Biden cuando entre sus dos países hay una contienda de facto por el apoyo militar abierto, con dinero y armas, de Washington a Ucrania.
Estados Unidos intenta reducir la tensión con Corea del Norte, que ha acelerado en 2022 sus pruebas de misiles capaces de portar armas nucleares. Washington indicó que contrarrestará esta amenaza con una mayor presencia militar en el Pacífico, diez años después de que el también demócrata presidente Barack Obama anunciara un mayor peso de su ejército en ese océano para apretar el cerco en torno a China
«Creo que China no está interesada en una escalada (militar) por parte de Corea del Norte», dijo Biden al concluir su reunión con el líder chino.
El exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger dijo que «Los dos líderes, que se reunieron brevemente, se darán cuenta de las consecuencias del desastre económico e impacto militar entre uno y otro. El método para la discusión fue acordado y fueron hechas declaraciones generales que son compatibles con el mundo de la cooperación, pero todavía hay un largo camino por recorrer», agregó.
Donde está parado cada uno
Sin embargo, las perspectivas respecto al año que viene no son tan malas en Estados Unidos como las que sacudirán por ejemplo a Europa, que no escapará de la recesión. Mientras, se augura una recuperación económica china y una repercusión positiva de la misma en los mercados asiáticos emergentes con negocios con Pekín.
De lo que no hay duda es que la fuerza económica y política de China en el mundo se ha multiplicado desde la crisis financiera internacional de 2008 a costa –según los analistas europeos- de la cortedad de miras de Occidente. Si logra superar los efectos de la pandemia y las crisis inmobiliaria, de producción tecnológica y la de los carburantes derivada de la guerra de Ucrania, el pulso que puede tender a EEUU será temible.
China ha devenido en un competidor sin igual y con una capacidad de resistencia mucho mayor que Europa e incluso los propios Estados Unidos para aguantar la crisis mundial sin tener que recurrir a la presión militar, las sanciones a sus contrincantes y las guerras por delegación, como está ocurriendo en Ucrania.
En este tablero de ajedrez no se puede dejar de ver que en la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos predomina la línea dura que apuesta por expandir los intereses del país en la región de Asia-Pacífico.
Mientras los halcones de la Administración Biden defienden de forma abierta el incremento del gasto militar de Estados Unidos, no tanto para sostener a Ucrania en la guerra contra Rusia, que ya se hace con otros multimillonarias asistencias, sino para reforzar la presencia militar estadounidense en la zona, armar a los países aliados en el este de Asia y defender sin ambages un apoyo incondicional a Taiwán que saben que tendrá la frontal oposición de China.
Esta tensión geopolítica se percibió en la Cumbre celebrada en Nom Pen este fin de semana por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a la que asistió Biden sin demasiados éxitos en sus contactos. Los países del sudeste de Asia no alcanzaron el consenso para firmar una declaración conjunta al finalizar su encuentro en Camboya y se impusieron sus discrepancias en torno a la guerra de Ucrania.
Para el analista Juan Antonio Sanz, esta guerra, la pugna entre EEUU y China, y la crisis energética y alimentaria mundial pesaron demasiado sobre las reuniones y grupos de trabajo, y quedó claro que la visión geopolítica que tienen Europa, Estados Unidos y los aliados de Washington en Asia no es obligatoriamente compartida por el resto del mundo, realidad que muchas veces obvia la prensa hegemónica occidental.
*Analista del Observatorio de Estudios Macroeconómicos de Nueva York, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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