Comercio y clima: Todo va mejor con Coca-Cola, principal patrocinador del CP27
Eduardo Camin
El Informe 2022 sobre el comercio mundial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), presentado en la 27ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CP27) en Sharm el-Sheikh (Egipto), ofrece nuevos análisis y recomendaciones sobre el modo en que el comercio internacional y una mayor cooperación pueden ampliar los esfuerzos mundiales para hacer frente al cambio climático y encaminar al planeta por la senda de la sostenibilidad.
La publicación emblemática de la OMC, también examina las consecuencias del cambio climático sobre las estructuras del comercio y la prosperidad futura. La Directora General Ngozi Okonjo-Iweala señaló en la Cop27 que espera “que surja allí y en otros lugares es una vía de facilitación del comercio y la inversión para apoyar una transición justa hacia una economía baja en carbono. El informe sostiene que el comercio es una fuerza positiva para el clima y parte de la solución para lograr una transición baja en carbono, resiliente y justa», dijo.
El informe transmite cuatro mensajes principales, la primera que el cambio climático es una amenaza importante para el crecimiento y la prosperidad futuros debido a las posibles pérdidas de productividad, la escasez de producción, la infraestructura de transporte dañada y las interrupciones de la cadena de suministro.
Señala que sin reducciones significativas en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), es probable que muchos países vean cambiar sus ventajas comparativas, con la agricultura, el turismo y algunos sectores manufactureros particularmente vulnerables a los impactos climáticos.
Indica en segundo lugar, que el comercio es un multiplicador de fuerza para los esfuerzos de los países por adaptarse a las perturbaciones climáticas, reduciendo los costos de la tecnología y los bienes y servicios esenciales. A más largo plazo, la apertura de los mercados internacionales ayudaría a los países a realizar ajustes económicos y a reasignar los recursos necesarios. Esto es particularmente pertinente para las economías más vulnerables: los países menos adelantados, los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países en desarrollo sin litoral.
En tercer lugar, indica que el comercio puede reducir el costo de la mitigación del cambio climático, apoyando la reducción o prevención de las emisiones de GEI, y acelerar la transición a una economía baja en carbono y la creación de empleos verdes.
Las simulaciones de la OMC presentadas en el informe sugieren que la eliminación de aranceles y la reducción de las medidas no arancelarias sobre un subconjunto de bienes ambientales relacionados con la energía podrían impulsar las exportaciones en un 5% para 2030, mientras que los aumentos resultantes en la eficiencia energética y el uso de energía renovable reducirían las emisiones globales en un 0,6%.
Por último, el informe destaca que la cooperación internacional en los aspectos de la política climática relacionados con el comercio es clave para hacer que las acciones climáticas sean más efectivas y la transición a una economía baja en carbono más justa, minimizando las fricciones comerciales y la incertidumbre de los inversores.
Sin la cooperación global en políticas climáticas ambiciosas, el mundo no logrará el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global a muy por debajo de los 2 grados centígrados, indica el documento de la OMC.
El orden del sistema capitalista ecodestructivo
El efecto eco destructivo generado por la “racionalización” económica del mundo –por sus dispositivos teóricos, discursivos y lingüísticos de poder– así como por las distorsiones y desviaciones de las idealizadas condiciones de equilibrio económico –las derivas del mercado–, dejan en evidencia, la irracionalidad ambiental de la racionalidad económica.
El informe de la OMC reconoce que el cambio climático representa una amenaza grave, generalizada y con efectos potencialmente irreversibles para la población, los ecosistemas, la salud pública, la infraestructura y la economía mundial. Si no se le pone freno, podría echar por tierra gran parte de los avances conseguidos en los últimos decenios desde el punto de vista del desarrollo, (“capitalista”) la reducción de la pobreza y la creación de prosperidad.” (consumo masivo”).
Es probable que los países en desarrollo, los pequeños Estados insulares y los países menos adelantados (PMA), sean los más susceptibles a este fenómeno, debido a que están más expuestos a los riesgos climáticos y los desastres naturales, y son más vulnerables a sus efectos, y a que tienen una capacidad más limitada para adaptarse al cambio climático.
La idea de aprovechar el comercio para luchar contra el cambio climático presenta diversas oportunidades de desarrollo y crecimiento, y será necesario adoptar importantes medidas de política para promover una transición justa hacia un futuro con bajas emisiones de carbono, inclusivo y resiliente.
El cambio climático y la crisis que deriva en los ciclos biológicos del carbono, el agua, el fósforo y el nitrógeno; la acidificación de los océanos; la pérdida creciente y acelerada de la biodiversidad; los cambios en los patrones en el uso de la tierra y la contaminación química de la industria, son algunas de las terribles manifestaciones cuyas consecuencias se manifiestan en la tendencia hacia la descomposición de sus condiciones naturales de producción y reproducción.
A esta dinámica ecodestructiva en forma de diagnóstico, se relaciona directamente la degradación social y material de cientos de millones de personas que sufren la miseria, el desempleo y la precariedad laboral, mediante los cuales el capitalismo asegura su rentabilidad y reproducción.
Las cifras pueden resultar abstractas, pero toman cuerpo cuando se advierten sus consecuencias reales como la potenciación de todos los fenómenos catastróficos relativos al clima, su permanencia en el tiempo y la aceleración de sus ritmos: incendios incontrolables que arrasan ciudades enteras en todo el globo (asociados también a la propagación de especies invasivas y una gestión forestal orientada al monocultivo y únicamente al lucro), olas de calor extremas, inundaciones masivas o sequías catastróficas.
El cambio climático ¿un problema del patrimonio común o del mercado?
El informe de la OMC señala, a su vez que los mercados no son suficientes para hacer frente a las amenazas de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, porque las empresas y los consumidores a menudo no se enfrentan directamente a los costos de las emisiones que originan.
Para corregir esas deficiencias del mercado, se necesitan políticas de mitigación del cambio climático elaboradas cuidadosamente para incentivar un cambio de comportamiento y un aumento de las inversiones en eficiencia energética y tecnologías inocuas para el clima. Las ambiciosas políticas de mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero se enfrentan a un gran número de dificultades, como unas prioridades económicas y de desarrollo contrapuestas, unas estrategias energéticas discrepantes y la competencia geopolítica.
Además, la frágil recuperación económica de la pandemia de la Covid-19, las crecientes presiones inflacionistas, el aumento de los problemas de seguridad alimentaria y la guerra en Ucrania son factores que generan aún más incertidumbre.
E insiste que una transición a bajas emisiones de carbono bien gestionada puede limitar los riesgos climáticos, promover la biodiversidad y mejorar la seguridad alimentaria. Asimismo, las inversiones en energía limpia propician la mejora de la calidad del aire, la salud pública y la calidad de vida de las poblaciones de todo el mundo.
La adopción de medidas audaces relacionadas con el clima reportaría un beneficio económico acumulado de 26 billones de dólares entre 2018 y 2030 La transición a bajas emisiones de carbono también podría crear millones de nuevos puestos de trabajo en el sector de la energía limpia y otros sectores relacionados con la energía y apoyar una economía más inclusiva, entre otras cosas porque hay más mujeres que trabajan en el sector de las energías renovables que en el de los combustibles fósiles .
La actual acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera hace que un cierto grado de cambio climático sea inevitable. También hacen falta estrategias de adaptación para conseguir que las comunidades sean más resilientes frente al aumento del nivel del mar, tormentas más intensas y cambios en el régimen de lluvias que dan lugar a más inundaciones, sequías e incendios forestales y tienen importantes repercusiones en la productividad agropecuaria.
Estas consecuencias tendrán una profunda repercusión en el comercio internacional y, a fin de hacerles frente, se necesitan esfuerzos de adaptación para identificar, prevenir y reducir los riesgos climáticos, y minimizar las pérdidas y daños inevitables.
La deriva ideológica o la letra pequeña de las cumbres
Para los ideólogos del mercado se trata de un ejercicio de sincretismo entre neoliberalismo y “economía verde”. Denuncian el calentamiento global y acuerdan en costosas cumbres climáticas, medidas de protección ambiental, controles y grandes objetivos de reducción de emisiones, que en todos los casos no son más que documentos diplomáticos y resoluciones sin mayores consecuencias prácticas.
Frente al escenario catastrófico actual, los poderes fácticos o el núcleo central del capitalismo internacional oscilan entre dos estrategias: por un lado, una campaña de negación pura y simple de las evidencias científicas tendiente a presentarlos como una “ideología”; por el otro, una estrategia de promoción de un “capitalismo verde” o “sostenible”.
Éste es promovido desde la Internacional Socialista (socialdemócrata) y líderes políticos de los principales países europeos junto a diversos “partidos verdes”, pasando por algunas corporaciones capitalistas, organismos internacionales, hasta ambientalistas y algunas ONGs, y los mecenas de ocasión, que impulsa acuerdos internacionales, otra falacia que nos propone una reconversión parcial y limitada de los sistemas productivos, mientras fortalece el modelo de acumulación y explotación capitalista.
Al mismo tiempo, se plantea hacer reparaciones, limitar la producción de sustancias tóxicas y la destrucción de recursos naturales y desarrollar simultáneamente nuevas tecnologías “suaves”, argumentando al mismo tiempo que se trata de una nueva fuente de crecimiento económico, ya que las corporaciones capitalistas podrían realizar jugosos negocios y una elocuente rentabilidad.
Una de las medidas llamativas más recientes en este campo fue implementar un impuesto a las emisiones de CO2 (gravando por ejemplo el consumo de carne, los combustibles o el tráfico aéreo) para renovar la industria hacia una transición ecológica. Un impuesto que provocaría la subida de precios y un ataque en regla a la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora, mientras no representa ninguna medida sería ante la crisis climática.
En definitiva, la estrategia neoliberal del “capitalismo verde” termina siendo “negacionismo light”. La idea que subyace detrás de esta perspectiva es que si los gobiernos de los principales países industrializados del mundo y las grandes multinacionales toman consciencia de la situación serían capaces de adoptar medidas en favor de la preservación del ambiente.
Pero la ilusión de que se pueda armonizar la contradicción entre los intereses capitalistas y la preservación del ambiente y de la vida de cientos de millones de personas, ni siquiera es utópica, sino simplemente reaccionaria.
El modo de producción capitalista está en total contradicción con la naturaleza y con los procesos naturales de desarrollo. Para el capital, el factor determinante en este proceso es meramente cuantitativo. La feroz competencia obliga a cada capitalista a buscar constantemente formas de reemplazar a los trabajadores por máquinas que aumenten la productividad del trabajo y la masa de bienes lanzados al mercado.
Y, por ende, la cantidad de recursos naturales consumidos para producirlos. La repetición constante de este ciclo de producción y reproducción del capital exprime impiadosamente todos los recursos, sin tomar en cuenta el tiempo requerido para su producción y regeneración natural.
La causa de este tipo de desarrollo eco-destructivo más que la propia irracionalidad capitalista, es su lógica inherente; es el resultado lógico de un sistema económico cuyo motor es la sed de ganancias de los capitalistas. Mientras en la agenda no esté el debate sobre el sistema capitalista, adquiere una renovada actualidad la disyuntiva entre “socialismo o barbarie”
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra .Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.