Plebiscito constitucional chileno: Un cierre al futuro sin ganadores
Paul Walder
En menos de dos horas desde el cierre de las mesas electorales, ya se supo este domingo 4 de septiembre que el rechazo a la nueva constitución era irreversible. El resultado superó todas las encuestas, con más de un 60 por ciento y más de 7,8 millones de votos en la elección más masiva de la historia política chilena, con casi 13 millones de electores.
Por la contundencia de los números, y por la coyuntura política inserta en una crisis estructural desde el 2019, el resultado del plebiscito ha golpeado a las organizaciones y sectores que impulsaron la nueva constitución pero de forma intensa al gobierno de un Gabriel Boric desde sus inicios relacionado con el proceso constituyente.
No pocos analistas han dicho, tal como lo anunciaron con antelación semanas atrás, que el plebiscito constitucional de salida sería también un mensaje al gobierno. Si esta interpretación es correcta, también es la observación de una derecha que se apropia de este resultado, tal como anoche lo hizo el excandidato presidencial José Antonio Kast, aparecido a la luz pública tras varios meses de silencio.
A pocas horas de conocerse el demoledor resultado para los exconvencionales, para el gobierno, para los gestores del apruebo, para las organizaciones sociales que levantaron las propuestas incluidas en la malograda nueva constitución y para la izquierda en en general, el primer escenario que se asoma es la búsqueda de los responsables del estrepitoso fracaso.
Hoy será el día de la gran polvareda que tardará un tiempo en decantar. Una noche, o día, “de los cuchillos largos” que tendrá efectos en el inminente cambio de gabinete. Una purga empujada desde sectores de la exconcertación contra sus aliados en el gobierno.
Observadores, periodistas y analistas escriben en twitter que el gobierno integrará rostros conocidos en los ministerios, lo que es un regreso en toda regla de la vieja Concertación. No estaríamos lejos de otra versión de la Nueva Mayoría, lo que implicaría una parálisis en la canalización de las escasas demandas sociales recogidas por Gabriel Boric.
El discurso del presidente en la noche del domingo nos da una pauta sobre lo que viene desde del 4 de septiembre. Anuncia que su voluntad es continuar con el proceso constituyente, pero también invita a participar en su elaboración al Congreso, una de las instituciones más desprestigiadas por sus palmarios actos de corrupción.
Su llamado a la unidad es también una clara señal a una nueva entrega a la agenda de una derecha hoy fortalecida y soberbia. Desde los republicanos a los amarillos hasta la “centroizquierda por el rechazo” reclamarán su mérito por los casi ocho millones de votos.
Como puede constatar cualquier observador medianamente interesado, el gobierno de Boric se acercó al establishment político desde el verano pasado durante la conformación del gabinete y la entrega de Hacienda a Mario Marcel. Pese a ello, la oposición ha sido implacable desde el mismo 11 de marzo pasado. Un proceso diario amplificado y fortalecido por la gran corriente mediática que ha desarticulado la agenda gubernamental para incorporar la agenda de la derecha.
El conflicto entre el estado chileno y el pueblo mapuche, hoy militarizado nuevamente, la detención del líder Héctor Llaitul, la postergación y olvido de los presos de la revuelta o el apoyo sin matices a la dirección del cuerpo de Carabineros pese a los antecedentes de violaciones a los derechos humanos durante la revuelta.
Antecedentes para los primeros seis meses de gobierno que a partir de hoy, con una derecha fortalecida, se reproducirán en muchos otros frentes. Con el resultado de la votación la derecha no necesitará negociar con el oficialismo sino relevar su propia agenda a partir de los temas levantados durante la campaña del rechazo. Un gobierno debilitado que podría continuar en las cuerdas durante los tres años que restan.
Por qué ha sucedido esta catástrofe. Es fácil echarle la culpa a la izquierda, pero es también natural hacerlo en cuanto tiene en todo el espectro la representación política de las demandas populares. Y está también hoy con fuerza la búsqueda de responsables en la Convención. Comentarios de periodistas y observadores apuntan a convencionales que levantaron las demandas de sus propias identidades sin tener en consideración que aquellas molestaban a no pocos sectores de la sociedad chilena.
No habrían estado las condiciones para la elaboración de una constitución sobre la base de las corrientes de cambio, como la paridad de género, la plurinacionalidad, el respeto de la naturaleza sobre el lucro o el mismo estado social de derecho. Una acusación tal vez injusta en cuanto estas constituyentes fueron elegidas y elegidos en votación popular.
La interpretación más simple para explicar la debacle ha sido la millonaria campaña de mentiras levantada y difundida a través de los medios de comunicación de masas por las derechas. Por cierto que ha sido influyente, pero no es el único factor.
Porque es de gran complejidad interpretar que el Rechazo ha ganado en prácticamente todas las comunas de Chile. En comunas pobres de la Región Metropolitana, como La Pintana o Cerro Navia ganó, así como en La Araucanía o en Petorca, una comuna que sufre la escasez de agua por las plantaciones de paltas. Una votación que pasa por encima de los factores de clase y por las conciencias sobre sus reales identidades.
El plebiscito de salida contó con casi 13 millones de electores, con casi cuatro millones y medio más que para la segunda vuelta presidencial. Una gran masa electoral que no votaba por razones más o menos complejas para el análisis de cientistas políticos y sociólogos. Una masa que se levantó de su cama para evitar ser multados pero que no tiene ningún interés en el debate ni en el curso de la política.
En una primera observación, estos nuevos votantes se expresaron ayer como conservadores y profundamente temerosos a los cambios. Es el Chile de décadas de neoliberalismo, con personas adaptadas y preparadas para la competencia diaria en el mercado. Son individualistas e incapaces de comprender que los cambios propuestos en la nueva constitución los beneficiaban a ellos. En este punto, la izquierda sin duda tiene una gran responsabilidad por su incapacidad o desidia capaz de informar a estos electores.
Los grandes derrotados van desde el gobierno a todas las izquierdas. Pero el triunfo del rechazo y las derechas es también una ilusión que no tendrá más efectos que sus réditos políticos en el inmediato y corto plazo. Chile continúa en una crisis que se ahondará aún más con las consecuencias de la escena internacional. El plebiscito de este domingo no ha resuelto ninguna de las demandas que saltaron el 2019. Hemos retrocedido varios años.
*Periodista y escritor chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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