Los difíciles 17 meses por venir en Argentina, sin soluciones y con final abierto
Juan Guahán
Los próximos meses serán para los argentinos, muy posiblemente, los más complejos de las última décadas. Son muchos los problemas, no son menores los datos que los ponen en evidencia, pero ante esta grave situación las soluciones no están a la vista o son muy inciertas las salidas. Y para peor, todo ello es retroalimentado por la situación internacional.
Faltan cerca de 17 meses –menos de 500 días- para que los actuales titulares del binomio presidencial terminen su mandato, transfiriendo la banda y el bastón a sus sucesores. Dicho así, suena desesperanzador imaginar que esta decadencia pueda extenderse tanto tiempo.
De continuarse las actuales tendencias se corre el riesgo de una profunda disgregación nacional, sin descartar que ella derive en graves pérdidas de soberanía: sobre nuestra comida, sobre los bienes comunes, sobre nuestra propia moneda y… ¿por qué no? también sobre el semivacío espacio territorial argentino.
Pero esa disgregación va acompañada de la descomposición social que esta crisis conlleva, que tampoco es un dato a ignorar. Con más de la mitad de las niñas, niños y adolescentes bajo el nivel de pobreza, con el hambre que se extiende, el declive educativo que se generaliza, la ausencia de oportunidades y con buena parte de la juventud imaginando realizar sus sueños fuera de fronteras:¿Cuál es el futuro que nos espera?
La inexistencia de alternativas ya construidas y la debilidad de la oposición, salvo la audacia de la derechista Patricia Bullrich que se manifiesta en “condiciones de hacerse cargo”, nos deja bastante mal parados respecto a lo que se viene.
Por un lado, la persistencia de este justicialismo (peronismo), que está transitando su ocaso. Maltrecho y agotado, ha devenido en un partido del sistema, pero nadie le puede negar su flexibilidad y la capacidad de lograr mediaciones que le permitan llegar hasta el día del recambio institucional.
Por el otro, la perspectiva de negociaciones y acuerdos institucionales, con los protagonistas de siempre, que permitan una transición para procurar la continuidad al sistema mediante una nueva convocatoria electoral.
Tampoco está fuera de las posibilidades el inicio de un proceso de diferentes tipos de inestabilidades, los “dolores de parto”, hasta que una nueva hegemonía social y política ofrezca alternativas superadoras al actual sistema. En este marco cabe analizar esta realidad desde dos puntos de vista: las condiciones y perspectivas que nos plantea esta situación y la crisis internacional que influye sobre la propia realidad.
La realidad y sus perspectivas
Estamos entrando en los días más críticos. Vamos camino a setiembre, que sería el mes bisagra, con el frío invernal como cuestión excluyente. Es esperable que, para ese momento, la temperatura nos dé un descanso. Con ello las importaciones de gas y gasoil, que desbalancean el déficit fiscal y nos dejan sin divisas, pueden aflojar.
Allí podría llegar un respiro con los dólares que hoy se van tras la energía que el país no supo tener, con las imprevisiones y falta de planificación, típicas de una dirigencia que tiene como prioridad sus intereses, egos, peleas y caprichos, no las necesidades de los millones que dependen de sus decisiones.
No es esperable que setiembre traiga grandes novedades, pero sí es probable que la situación no siga escalando y se estabilice, aunque no se resuelva.
Que nadie se llame a engaño: se trata de una crisis global, crisis civilizatoria. Ella es generalizada y difícilmente esta generación de dirigentes logre salvarse del naufragio al que conducen, por eso no saben qué hacer. Al presidente Alberto Fernández, prácticamente no le quedan cartas para jugar. La única que tiene es amenazar con abandonar la investidura que –indebidamente- le obsequiaron.
La Vicepresidenta (Cristina Fernández de Kirchner) debe saber que la “lapicera” que tanto pedía que usara Alberto, ahora está –para gran parte de la sociedad y para todo el sistema de poder- en sus manos y aquél reclamo es, ahora, para ella misma. El inmovilismo, el mero paso del tiempo, no resolverá esta situación.
Que la oposición derechista no sueñe con emerger impune de la catástrofe en la que estamos entrando. No podrán evitar que las esquirlas de la explosión, que se está produciendo, también los alcance.
Todos aquellos que no alzaron su voz cuando se veía lo que se venía pero, por comodidad, oportunismo o falta de convicciones, prefirieron callar, deben saber que no alcanza ahora con voces heroicas o rimbombantes. Bienvenidos a la realidad: la crisis ha ido excesivamente lejos y la falta de credibilidad está demasiado extendida.
La última semana, la nueva ministra de Economía –Silvina Batakis- hizo llegar al Instituto Patria (usina de ideas y círculo íntimo de Cristina) su Plan o algunas ideas de lo acordado, para los próximos 30 y 150 días. En realidad es un Informe de situación, la notificación de lo que piensa hacer y un pedido de apoyo y solidaridad con las medidas y políticas propuestas.
Algunas medidas para los próximos 30 días incluyen almacenar 2.700 millones de dólares para cubrir los pagos a los buques que traerían el gas necesario para “pasar el invierno”. Otro aspecto, vital para la relación con las provincias, es la decisión de dejar en las manos de las mismas –durante ese período- el pago de Obras Públicas.
Un tema significativo del Plan es la expectativa de contar con el apoyo de la Confederación General del Trabajo, principal central sindical, ante las manifestaciones de las organizaciones sociales. Es interesante la demanda de apoyo dirigida al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Departamento de Estado de EEUU para flexibilizar el cumplimiento de los acuerdos con el FMI, y para eso la ministra viaja a Washington.
En lo que respecto a las medidas a adoptar antes del fin de año (150 días) se destacan mantener la inflación entre el 7% (para julio) y el 5,5% (en diciembre), previendo que esta ascendería -durante el segundo semestre- un 35,5%. Para el mismo período considera que la ayuda a los desposeídos crecería un 25% (10 puntos menos que la inflación).
Asimismo, planifica producir un enfriamiento de la economía para contener la escalada inflacionaria. Estima que el dólar paralelo cerraría el año a $ 370 pesos por dólar, con una brecha del 160% respecto a la cotización oficial. Evalúa que setiembre sería el mes más crítico y la importancia de llegar a noviembre, con el respiro que allí tendría el país por el Mundial de Fútbol.
Los protagonistas de la crisis con más dudas que certezas
Más allá de los planes de la novel Ministra de Economía, quienes tienen sobre sus espaldas las principales responsabilidades institucionales tienen más dudas que certezas. Tales vacilaciones tienen como principal sostén la incertidumbre sobre el desenlace final de estos acontecimientos. Todos recitan las fórmulas y plazos de las normas legales, pero nadie sabe a ciencia cierta si ése será el escalón final.
La oposición derechista, en términos generales, sigue apostando al paso del tiempo. No le asignan mayor importancia a dos contradictorios escenarios que no hay que descartar.
Por un lado que este peronismo, en el punto más alto de su descomposición, puede llegar a la unidad de sus principales referentes y –contra toda lógica- imponer su tradicional arraigo, inserción territorial y vocación de poder, ante una oposición muy fragmentada.
Pero tampoco es descartable que la potencia de la crisis sea tal que rompa con el sentido común que el peronismo ha construido y se produzcan explosiones de masas incontrolables para esa histórica construcción y las actuales –cada vez más insuficientes- políticas asistencialistas.
Estas perspectivas actúan como factores que contribuyen a las dudas y parálisis de muchos protagonistas. La inexistencia o debilidades de construcciones franca y públicamente alternativas fortalecen la irresolución en la coyuntura.
Cristina tampoco sabe si le conviene asumir. Mientras tanto, sin que lo detente, mantiene un indudable poder: se reúne con Melconian, con el Embajador de los EEUU, con la Jefa del Comando Sur; la Sociedad Rural le pide conversar, pero su situación procesal no solo no se soluciona sino que tiende a agravarse. Un probable fallo condenatorio es posible que vea la luz antes de fin de año.
En ese marco sus actitudes indican que prefiere la permanencia de un Alberto débil a los riesgos de un gobierno que ella debería encabezar en estos escasos 500 días que faltan del actual mandato. Claro está que quienes tienen su poder atado al de Cristina están nerviosos y advierten sobre la peligrosidad de esta situación. Ante los ataques que padece, las paredes del Gran Buenos Aires amanecieron el jueves avisando: “Con Cristina no se jode”
La situación internacional realimenta los males
El presidente procura minimizar a la crisis que padece comparándola con la que tienen Europa y EEUU en materia de inflación o Europa en el tema energético y la guerra Ucrania-Rusia como causal. Dice que Europa teme porque se queda sin energía y que la inflación está aumentando entre el 300 al 500% en Europa y 800% en EEUU. Pero la de ellos –anualmente- ronda el 8% y la nuestra ya supera el 70%.
El hecho que la guerra realimente nuestros males no debe impedir tener presente la particularidad, ya señalada, de los daños producidos por el propio gobierno.La inflación es una muestra de la actual crisis. En Europa promedia el 8,5%. Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en el 2021 fue del 3,7%.
En materia energética la situación de Europa es crítica e influirá en el desarrollo de la guerra. Aquí no hay falta de ese recurso, lo que hubo y hay es improvisación. Existen problemas de abastecimiento interno y dificultades para compras, lo que afecta al sistema económico por la cuestión del transporte y a toda la economía, porque debilita las existencias de divisas.
Cuando, desde los países llamados centrales, nos avisan que la recesión mundial está llegando debemos entender la gravedad del mundo que se aproxima.
En materia alimenticia la situación es más grave aún. La escasez de alimentos afecta a nuestras sociedades de dos modos complementarios: por la tragedia del hambre y porque la mala o escasa alimentación abre las puertas a otras enfermedades y sus efectos de mediano plazo son inconmensurables.
La falta de alimentos abre varias ventanas sobre los problemas inmediatos. En la inauguración de la exposición anual de la Sociedad Rural, irrumpió un grupo de jóvenes sorprendiendo a todos, demandando por el acceso a la tierra por parte de trabajadores del campo y campesino sin tierra, haciendo evidente que la mayor parte de la comida la producen estos sectores que no tienen acceso a ese bien utilizado para los grandes negocios. De aquí nace un sinnúmero de problemáticas dignas de consideración.
Otro tema es la atención que se deberá prestar al sistema de salud para amortiguar los efectos sanitarios de estas debilidades motivadas en mala o insuficiente alimentación.
Empresas tecnológicas están preparando el lanzamiento de dos dispositivos con vistas al problema de los precios de los alimentos. Uno destinado a una más rápida determinación del mejor precio y oportunidad para comprar (beneficiando a los gigantes) y el otro para que los grandes negocios acrediten a compradores una parte del precio de los productos vendidos que estén próximos a vencer.
Esto muestra de qué modo la tecnología, para reducir los costos de las grandes empresas, está al servicio de intereses particulares ya concentrados. Ante la insuficiencia de las organizaciones populares y la ausencia de necesarias políticas estatales, acrecientan la influencia de quienes ya son los más poderosos.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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