Escaleras resbaladizas para las científicas argentinas: deudas pendientes
Lina Merino, Carolina Flores Bracamonte, Agustina Medina
El pasado 24 de junio se conocieron los resultados de las Promociones en la Carrera de Investigador/a del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) de la Convocatoria 2020 y, por primera vez, se quiebra una tendencia histórica -y patriarcal- en que las mujeres formamos parte mayormente de la base de la pirámide, siendo mayoría en el ingreso a la Carrera y en las primeras categorías, pero quedando luego en el camino, con dificultades para acceder a los cargos más reconocidos y mejor remunerados.
Según los datos publicados, el total de promociones de la Convocatoria 2020, fue de más de 1200 investigadores/as. De estas, más de 630 corresponden a mujeres y más de 570 a varones. Si comparamos con los datos registrados hasta el 2019, del total de 11007 investigadores 5905 son mujeres, mientras que 5102 son varones. Esto muestra, una vez más, que la principal institución que nuclea a les científiques en nuestro país está conformada en su mayoría por mujeres.
Sin embargo, si mirábamos la distribución por categorías, a medida que se ocupaban los cargos de mayor jerarquía de la carrera de investigación, se iba reduciendo la presencia de mujeres, reafirmando el conocido “techo de cristal” o “efecto tijera”, llamado así por la forma que toma la gráfica que representa las jerarquías.
Por ejemplo, en la categoría de Investigador/a Principal, el 58% estaba representado por varones, mientras que el restante 42% correspondía a mujeres. Es notoria la masculinización de las jerarquías sobre todo, si vemos que según los datos presentados hasta el 2019, en la categoría más alta de Investigador/a Superior (categoría a la que se accede mediante la evaluación de una comisión ad hoc) el 75% de los cargos estaban ocupados por varones.
En función de los resultados correspondientes a la última promoción vemos un cambio en dicha tendencia, siendo la mayoría de mujeres en todas las categorías. Así, en la categoría de Investigador/a Adjunto, encontramos un 55% de mujeres y 45% de varones; en Independiente 51% frente a 49%; y en la Principal 51% de mujeres y 49% de varones. Aunque todavía falta para revertir definitivamente la distribución desigual en la composición, la tendencia de esta promoción muestra cambios positivos.
Cabe destacar, además, que la dirección del organismo tiene al frente a una mujer desde diciembre de 2019, la Dra. Ana María Franchi. Ella se ha mostrado a favor de las luchas del movimiento feminista y la igualdad de género. En más de una oportunidad se ha definido como feminista. Sin entrar en particularidades, no es extraño que pueda establecerse una asociación entre una Dirección del CONICET en manos de una mujer y el cambio de una tendencia histórica y patriarcal con la mayor promoción de mujeres conseguida en la Convocatoria 2020.
Tal situación, resulta, entonces, en una pequeña validación de la idea-fuerza de que el feminismo debe trazar, en todos los frentes y en todas las instituciones, una estrategia de poder para ocupar los espacios de decisión, y así poder tener en sus manos el uso de las “lapiceras”.
Sin embargo, hay mucho por hacer y transformar. Aún prevalecen las desigualdades de género en el directorio del CONICET, en las direcciones de Unidades Ejecutoras y en las Universidades Nacionales, donde sólo el 12% están conducidas por mujeres a pesar de representar más del 60% de la comunidad universitaria.
Sabemos que la mujer se incorporó a la vida académica y al mundo del trabajo, a fuerza de organización y lucha, pero lo ha hecho sin abandonar las tareas de cuidado. Ahora carga las tareas productivas y reproductivas a la vez. Respecto a la brecha salarial, el informe mundial sobre salarios de la OIT (2018/19) señala que en promedio las mujeres ganan un 20% menos que los hombres, observándose mayores diferencias en función de la región que se analice.
La igualdad de género se viene construyendo desde la lucha del movimiento feminista y las diversidades, cuyas acciones tienen la capacidad de transversalizarse e irradiar su concepción en todos los ámbitos. El sistema científico argentino se ha desarrollado en sintonía con los procesos políticos, económicos y sociales que fue atravesando el país. Y si bien las conquistas del movimiento feminista no se reducen al cupo, sabemos la importancia de ocupar los espacios de jerarquía y toma de desiciones con perspectiva de género para construir un sistema científico inclusivo para todes.
La ciencia no es objetiva ni neutral, está condicionada social, económica, e históricamente. A veces ni siquiera es novedosa, simplemente la sociedad en su conjunto, la comunidad, le asigna un valor a los resultados obtenidos. Por eso, necesitamos repensar qué sistemas de valores vemos, pensamos y diseñamos; la ciencia que hacemos y cómo influye en el mundo en que vivimos.
Se sabe que el género y los roles permitidos o negados a lo largo de la historia, son una construcción social y cultural. En este sentido es necesario, también, repensar desde la perspectiva de una ciencia feminsta, la inclusión de las diversidades al sistema científico. Las diversidades son un sector todavía más excluido sobre el que debemos también direccionar esfuerzos y acciones a partir de datos concretos, para que puedan acceder y aportar a la creación de una ciencia para todes.
Entonces, si hombres, mujeres y disidencias son producto de relaciones sociales históricamente definidas, la sociedad puede (y debe) cambiar desde la construcción de nuevos valores. Nuestra transformación implica la transformación de la sociedad.
Las luchas de los movimientos de mujeres y disidencias son un faro para pensar un modelo más justo. Creemos que es posible y también necesario, pensar un sistema científico que esté a la altura de las problemáticas de nuestro Pueblo, que sea inclusivo y solidario.
Por ello, no se puede pensar el feminismo o una política con perspectiva de género, por fuera de una agenda económico-política que redistribuya las riquezas, combata al neoliberalismo y a la derecha y que dé la batalla por un nuevo sentido común de época, donde predomine la igualdad, un concepto que el feminismo ha resignificado. Y que esta visión de mundo contribuya a la construcción de justicia económica y social.
Como plantea Nancy Fraser, “La abrumadora mayoría de las mujeres no rompe ningún techo de vidrio; están atrapadas en el sótano, están limpiando y barriendo los pedazos de vidrio rotos”.
*Merino es Dra. en Ciencias Biológicas (UNLP), Lic.en Biotecnología y Biología Molecular (UNLP), Diploma en Género y Gestión Institucional (UNDEF). Flores Bracamonte es Licenciada y Profesora en Ciencias Biológicas (UNRC), Doctoranda en Ciencias Biológicas (UNRC). *edina es Lic en Biología Molecular (UNSL), Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires con mención en Fisiología. Las tres son investigadoras del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y colaboradoras del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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