Dossier: Malvinas, 40 años de posguerra, colonialismo y reivindicación soberana

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Se cumplen 40 años del inicio de la “Guerra de Malvinas”, la aventura bélica con la que la dictadura argentina intentó tapar sus crímenes de lesa humanidad y detener su irreversible final recuperando las islas ocupadas por el Reino Unido desde 1833. La guerra dejó heridas profundas y su cuadragésimo aniversario sirve para volver a instalar en agenda uno de los principales reclamos de soberanía que trascendió a la Argentina y sigue siendo hoy una causa regional. La soberanía sobre las Malvinas, unos archipiélagos que se encuentran en la plataforma continental de América del Sur, dentro del Océano Atlántico Sur perteneciente al Mar Argentino. es una de las grandes causas latinoamericanas.

Claroscuros en torno al reclamo de soberanía y saqueo el Atlántico Sur

Luis Wainer

Debemos ubicar a Malvinas en el centro geográfico de un océano Atlántico Sur rico en bienes naturales, y como llave a su depredación constante y creciente militarización. Luego de la guerra de 1982, hablar de Malvinas es hacerlo de un conflicto colonial que implica la disputa territorial más importante en extensión que tiene el mundo.

En ese marco de conflicto geopolítico, debe analizarse cualquier rasgo de militarización en el Atlántico Sur y en las adyacencias de Malvinas, como fue el pasado año, la presencia de un submarino norteamericano con capacidad nuclear realizando ejercicios conjuntos con la aviación británica. Lejos de considerar a estos como una “agresión diplomática”, debe priorizarse analizar un escenario extendido de conflicto geopolítico que tiene en el centro de la escena a la organización militar más poderosa del planeta (OTAN), que le concede a Gran Bretaña la administración de la base militar más dotada del Atlántico Sur, en territorio argentino.

¿La soberanía por delante?: un breve recorrido

El 14 de diciembre de 1960, Naciones Unidas aprobó la Resolución 1514, que proclamó la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo. Luego, la Resolución 2065 del año 1965, tomó en cuenta la existencia de la disputa entre Argentina y Gran Bretaña acerca de la soberanía sobre las Islas Malvinas e invitó a “proseguir sin demoras las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica al problema”. Argentina lograba que la ONU considerara a Malvinas como “un caso especial de colonialismo”, por lo que debía descartarse el principio de “libredeterminación de los pueblos” y aceptarse el criterio de respeto a la integridad territorial.

Como consecuencia de la Resolución 2065, desde fines de la década del sesenta se llevaron a cabo una serie de acuerdos “prácticos” –bajo la figura del “paraguas de soberanía”–, que suponían acercamientos, pero que “congelaban” el reclamo concreto por la soberanía sobre el territorio. Por esos tiempos Reino Unido se mostraba dispuesto a negociar la transferencia de la soberanía, intención explicitada en el Memorándum de Entendimiento de 1968.

Sin embargo, se planteaba la cuestión de los “deseos” de los malvinenses, con lo que quedó en claro que la estrategia consistía en dilatar la discusión sobre la soberanía y colocar por delante la “autodeterminación” de los isleños. Entre los años 1971 y 1972, se conocieron los “Acuerdos de Comunicación” o “Acuerdos Prácticos”, los que buscaron avanzar en materia de servicios aéreos y marítimos, servicios postales, telegráficos y telefónicos; también en salud, educación y agricultura.

Se concretó la construcción de un aeródromo, y empresas argentinas estatales, como Gas del Estado, YPF y Líneas Aéreas del Estado, comenzaron proveer servicios que las islas necesitaban. El punto de mayor avance fue el tratado secreto de 1974, durante el gobierno de Juan D. Perón, que planteaba una soberanía compartida sostenido en el tiempo; situación que sí pretendía poner en discusión la soberanía.

Sin embargo, entre 1975 y 1976 se conoció que existían recursos hidrocarburíferos estratégicos en la zona, a partirHallan petróleo en las islas disputadas de Malvinas de una serie de expediciones; con lo que cambiaría para siempre la óptica de la potencia colonial. Lo que el Reino Unido decidió a partir de entonces fue suspender toda conversación con nuestro país, a partir de los resultados sobre relevamiento de recursos hidrocarburíferos, minerales e ictícolas, contenidos en informes como Griffiths y Shackleton de 1975.

Al mismo tiempo, desde EE. UU. se sentenciaba que la única región fuera de la OPEP y de los países comunistas -con un potencial petrolero significativo- era la cuenca de las Malvinas, entre Argentina continental y las islas Malvinas. Ya en plena guerra, el 30 de abril de 1982, Estados Unidos anunció su apoyo al Reino Unido, priorizando su alianza con Gran Bretaña en el marco de la OTAN, cuyo objetivo quedó establecido en la decisión de Inglaterra de responder al desembarco argentino en Malvinas con el mayor operativo emprendido desde la Segunda Guerra Mundial, buscando consolidar una imprescindible posición estratégica en el Atlántico Sur.

Concluida la guerra de 1982, el gobierno de Gran Bretaña creó la Fortaleza Malvinas (Falkland Fortress) conformada por un sistema de bases militares que incluye a las Islas Georgias, para afirmar la capacidad de proyección aérea en toda la zona en disputa.

Los claroscuros de la posguerra

Los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín, se intentó volver a la situación del año 1965, es decir, cuando Argentina había obtenido la Resolución 2065. La posición argentina consistía en que los avances “prácticos” de los años anteriores a la guerra no habían arrojado resultado alguno.

Pero mientras Argentina planteo que la discusión de la soberanía debía anteceder a cualquier acuerdo, Gran Bretaña amplió su ocupación en Malvinas en la construcción de la base militar de Monte Agradable. En 1986 trazó una zona de exclusión para la pesca y la exploración de hidrocarburos, entre otras acciones que apuntaron a controlar la zona y la población.

Se destaca, además, la elaboración de una “Constitución” en 1985 que, por primera vez, reconocía derechos ciudadanos a los isleños, en tanto ciudadanos británicos. Esa constitución tuvo por objeto asegurar el control político, social y económico del Reino Unido sobre el territorio usurpado, al mismo tiempo que fortalecer el argumento de la autodeterminación de los isleños, con el único fin de mantener la ocupación del enclave colonial.

Durante las presidencias de Menem, la política sobre Malvinas retomó la figura del “paraguas de soberanía”: el reclamo por Malvinas quedó asociado a una épica propia de los grandes relatos “ideológicos”, la que se proponía dejar de lado. Se planteaban otros vínculos con los países centrales, por lo que Malvinas se volvió a pensar desde el punto de vista de los “acercamientos prácticos”, y se dejó nuevamente de lado la discusión del tema de fondo: la soberanía.

En 1989 y 1990 se firmaron los “Acuerdos de Madrid”: la cuestión Malvinas ya no se discutía entre Argentina y Gran Bretaña, como lo reclama la Resolución 2065, sino que sumaba un nuevo actor: los isleños, dando entidad a los históricos argumentos británicos sobre la autodeterminación, dejando en segundo plano la integración territorial (territorio usurpado).

A través de esta política se buscó la cercanía con los isleños, con la consigna difusa de que una “cooperación” durante 50 años traería como consecuencia la soberanía. En lo práctico, se obtuvo el cese de las hostilidades, la restauración de consulados y embajadas luego de la guerra y el restablecimiento de comunicaciones aéreas y marítimas.

También, la posibilidad de que los familiares de los caídos en Malvinas pudieran visitar las islas, y una serie de acuerdos de pesca e hidrocarburos que incluyeron la apertura de licitaciones para exploración de recursos. Estos tratados no hicieron otra cosa que reconocer la arbitrariedad e ilegalidad británica. Argentina convalidaba así la posición británica, que desoía la propia Resolución 31/49 (1976) de Naciones Unidas en cuanto a no innovar en materia de recursos naturales mientras exista el conflicto.

Entre 2003 y 2015, Malvinas pudo ubicarse en el marco general de una región que planteó críticamente la persistencia de dependencias económicas, políticas y culturales. Se adquirió un tono denunciante sobre el proceso de militarización en el continente y ofreció entonces una clave explicativa para dar cuenta de una escalada de instalación de bases militares que, como suele ocurrir, cercan los principales bienes naturales.

Lo que mutó para Malvinas desde 2003 fue la política de los años setenta y noventa: debía ser tiempo de poner por delante el reclamo de soberanía y no los acuerdos instrumentales. Había que volver a colocar el conflicto exclusivamente entre los gobiernos de la Argentina y Gran Bretaña. En consonancia con el tono del reclamo, se señaló que, después de la guerra de 1982, Gran Bretaña construyó la mayor fortaleza militar de la OTAN en el océano Atlántico Sur.

Desde 2016, iniciamos un nuevo ciclo de desmalvinización, cuyo objetivo fue colocar a Malvinas en el marco de la desintegración regional. Con el Acuerdo de septiembre de 2016 (y los posteriores diez acuerdos o entendimientos conjuntos) lo primero que se pretendió fue quitar las islas de los salvoconductos regionales –que en paralelo se fueron desmontando–, así como recuperar el tono acuerdista y profundizar el camino de los Acuerdos de Madrid, en tanto explotación de hidrocarburos y militarización del Atlántico Sur.

Se desprende del acuerdo redactado en Londres (conocido como Foradori-Duncan), una búsqueda por desmantelar medidas jurídicas, en pos de eliminar las restricciones y sanciones a la explotación ilegal de nuestros recursos naturales.

Argentina no solo abandonó un considerable empeño en el desarrollo del Atlántico Sur (en parte promovido por la existencia de Pampa Azul), en tanto defensa integral de su soberanía territorial, científica, satelital y económica, sino que además puso a disposición del país ocupante información sobre su propia plataforma continental.

Apenas dos días después de la firma del Acuerdo Foradori-Duncan, el Reino Unido presentó a los Estados Unidos un ambicioso proyecto de “protección marina” conocido como “Cinturón Azul”, en sus propias palabras, que “duplicaría el tamaño del océano protegido alrededor de nuestros Territorios de Ultramar a un área más grande que la India: cuatro millones de kilómetros cuadrados”.

El Libro Blanco británico y la estrategia de la OTAN

Mientras Argentina se convertía en aliado extra-OTAN en 1999, el Reino Unido dio a conocer su Libro Blanco. Una suerte de manual sobre cómo administrar sus “territorios de ultramar”. Allí, se reconocía el hecho que dicha administración permitía tres elementos fundamentales a la hora de pensar las soberanías nacionales y regionales: posición geopolítica, acceso al conocimiento y posesión sobre recursos naturales estratégicos para el desarrollo industrial, en una era de dificultades en cuanto al acceso a los mismos.

Luego de la guerra, en 1985 Gran Bretaña inició la construcción de la Fortaleza Malvinas, incluyendo la Base Aérea en Monte Agradable, que posibilita el desplazamiento de aviones de gran porte. A esto se suma el puerto de aguas profundas Mare Harbour utilizado por la Marina Real para el amarre de buques y submarinos, donde Londres ha enviado submarinos de última generación y de propulsión nuclear, además de los silos y rampas para lanzamiento de armas nucleares.

Actualmente, este enclave militar tiene entre 1.500 y 2.000 efectivos (entre temporales y permanentes). Muchos de los temporales, conforman contingentes temporales y rotativos que arriban para ser sometidos a entrenamiento y posteriormente son enviados a otros escenarios bélicos. Esta base cuenta con aviones de quinta generación, característica que no cuenta ninguna fuerza aérea en Latinoamérica.

Malvinas: los misterios sin resolver de la guerra más cruenta para los letales paracaidistas inglesesSe estima que alrededor de 200.000 buques de carga transitan anualmente el Atlántico Sur: el 80% del petróleo que demanda Europa Occidental y el 40% de las importaciones de EE. UU. representan parte importante de este flujo comercial. No podemos entender la estrategia del Reino Unido en el Atlántico Sur, sino es asociada a la de EE.UU., por ende, al esquema de despliegue militar de la OTAN: si en el 2004, Londres traslada la Comandancia Naval del Atlántico Sur a Mare Harbour y Monte Agradable, en 2008 EE.UU. anuncia la reactivación de la IV Flota para patrullar el Caribe, América Central y América del Sur con fines “humanitarios”.

Diez años después, en agosto de 2018, el secretario de Defensa británico, Gavin Williamson, resaltó la fortaleza de la relación entre el Reino Unido y los EE. UU.: “Hemos desplegado fuerzas en todo el mundo, podemos recurrir a nuestros territorios de ultramar en Gibraltar, las Áreas de la Base Soberana en Chipre, la Isla Ascensión, las Islas Falklands y el Territorio Británico del Océano Índico. Estos a menudo proporcionan instalaciones clave no solo para nosotros, sino también para EE. UU.”

Si desde el fin de la guerra, por medio de licencias ilegales, esas imponentes ciudades iluminadas en el océano representaron un negocio de entre 150.000 y 200.000 millones de dólares, en paralelo Argentina solo capturó 80 sobre un total de 12.000 buques en el Atlántico Sur. La pesca sigue siendo la principal actividad económica de las Islas Malvinas, representando el 60% y el 59% del PIB nominal, en 2019 y 2020 respectivamente. En ese sentido, vale la pone observar que entre 2010 y 2020, la participación de la industria pesquera en el PIB nominal ha variado entre el 35 y el 63 por ciento.

Malvinas: una petrolera suspende su proyecto de exploración en alta mar por US$ 1.800 millonesEntre 1998 y 2010, se perforaron seis pozos petroleros a cargo Ocean Guardian. El 2 de abril de 2015, Premier Oil, Falkland Oil & Gas y Rockhopper Exploration anunciaron el descubrimiento de reservas de petróleo y gas, superando latgamente las expectativas. En septiembre de 2017, durante la Conferencia “Capital Oil”, el CEO de Rockhopper Exploration anunció que el pozo denominado “Sea Lion” poseía reservas certificadas de entre 500 millones y 1.000 millones de barriles de petróleo. En 2017, proyectaban para 2022 una producción offshore de 75.000 barriles diarios y 120.000 para 2025.

Este 2022, la petrolera inglesa Borders & Southern Petroleum, la cual es propietaria ilegal de varias licencias de exploración y explotación offshore de hidrocarburos (“derechos exclusivos de relevamiento, perforación y producción” en esas zonas del descubrimiento, extendidos hasta el 31 de diciembre de 2022), emitió una importante colocación de acciones para obtener un capital de unos USD  1,8 millones, para avanzar en el desarrollo del yacimiento Darwin, situado al Sur del archipiélago. Recordemos que se trata de la empresa sobre la cual -en 2015 y por el mismo motivo- el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner inició acciones penales, buscando inhibirla para operar dentro del territorio nacional.

Han pasado cuarenta años de la guerra de Malvinas. Varias formas de abordar –con distinto énfasis- el conflicto de soberanía. Los balances están a la vista en torno a la actuado y en relación a sus resultados. Por todo ello resulta imprescindible considerar Malvinas a partir de tres premisas ordenadoras: América Latina y Argentina no pueden pensar su desarrollo económico sin elaborar una política de defensa integral de sus recursos marítimos; es necesario retomar una agenda regional que logre ejercer presión sobre el Atlántico Sur, con Argentina, Brasil y los países de África en el centro del debate.

Al mismo tiempo, urge retomar una agenda de investigación sobre nuestro océano, es decir, volver a invertir con decisión en nuestro Océano Atlántico, tanto como impedir que nuestro país ofrezca información sensible sobre su plataforma continental tanto como logística a las potencias agresoras.

* Sociólogo. Dr. en Ciencias Sociales. Investigador/ Docente UBA-UNDAV-UNaHur. Coord. Área de Estudios Nuestroamericanos del CCC. Coordinador del libro “Malvinas en la Geopolítica de América Latina…” (Ed. CCC, 2020). Titular de la cátedra “Malvinas, una causa de Nuestra América” (UNaHur). Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

 

 

La Causa Malvinas, pilar donde asentar la

recuperación nacional

Juan Godoy*

“Con una admirable capacidad de comprensión, toda la sociedad anglófila, la prensa, los partidos políticos de la “multipartidaria” (…), los intelectuales europeizantes, en suma, toda esa parte de la sociedad argentina que se había formado en los últimos cien años a la sombra de Europa, respiraron con satisfacción apenas velada (…). Todo el mundo quería hablar de la “postguerra”. La canalla de los vendepatria quería tapar cuanto antes la batalla de las Malvinas”. (Jorge A. Ramos)

El pensamiento colonial penetra diversas capas de nuestra comunidad conformando mentalidades que piensan a contrapelo de las necesidades nacionales. Para ello se vale de diferentes instrumentos y mecanismos, lo más sutiles resultan ser los más certeros, que apuntan al debilitamiento de la conciencia nacional.

No resulta casual entonces que ante la gesta de Malvinas haya desplegado todo su arsenal, en tanto la misma resulta la gran causa que galvaniza voluntades y fortalece dicha conciencia. Ésta constituye uno de los últimos bastiones (quizás el único), que quedan en pie en este sentido, ante la debacle iniciada en 1976.

Este entramado se ha sintetizado bajo la noción: desmalvinización, que muy breve y rápidamente podemos definir como la adopción de un punto de vista colonial en relación a Malvinas, o bien asumir la visión del enemigo (o que conviene a los intereses del mismo, más nunca a los nuestros), como propia, quitar Malvinas de la conciencia colectiva.

Asimismo apunta dejar en el pasado esa “aventura” (¿cómo se le ocurre a un país subordinado como la Argentina enfrentarse a las potencias imperiales?), y así re-establecer (¿incluso a pedir perdón?), esa relación tradicional de “amistad” (dependiente). Rodear la noción de un conjunto de “verdades” que más bien se ubican en la categoría jauretcheana de zonceras resulta central para potenciarla.

La desmalvinización resulta un eslabón en la cadena que nos somete a ser un país subordinado a las potencias. El encadenamiento encuentra el entrelazamiento: país semicolonial-ocupacióncolonial-dependencia-desmalvinización-desindustrialización-antimilitarismo-saqueo-desinterés demográfico y territorial-desocupación-pobreza-etc. De esta forma, desarticular la desmalvinización va de la mano con un proyecto nacional de emancipación. Hay que nacionalizar la cultura, y la economía. Es necesario nacionalizar la patria.

Si de la lectura del pasado, de nuestros valores, ideales y el análisis del presente emerge nuestro posicionamiento y accionar político, resulta central desarticular los pilares donde se asienta este discurso desmalvinizador (entre otras cosas), para tener una política profunda y acertada en torno a la recuperación de las islas irredentas. A 189 años de la ocupación colonial y a 40 años del último conflicto, arbitrar soluciones nacionales para la recuperación del territorio se revela urgente.

Más aún cuando ese discurso ha penetrado no solo en los tradicionales sectores de la sociedad anglófila, sino también en otros que se reivindican parte de una tradición nacional (más allá que en muchos casos respondan estructuralmente más bien a otra).

Así por ejemplo Malvinas constituye uno de los “hechos malditos” del progresismo, tan atento a la “última moda” y “abierto” en ciertas cuestiones, como con un profundo desconocimiento del entramado nacional y dogmático en “sus verdades”, antepone su esquema ideológico al anclaje del pensamiento en la realidad nacional, construyendo así un pensamiento (en la tradición iluminista), abstracto.

Avancemos en desentrañar algunos de esos núcleos que no solo buscan separan Malvinas del sentimiento nacional, sino que también terminan alejando la recuperación de parte de nuestro territorio.

En primer lugar la reducción de la Causa Malvinas al último conflicto armado de 1982 durante la última dictadura cívico-militar, es decir quitarle la larga historia de lucha de nuestro pueblo contra el imperio británico y específicamente “olvidar” que la historia Malvinas viene de mucho más atrás en el tiempo, esa estrategia apunta a fortalecer la noción de un hecho destemplado, casi sin explicación (más allá del “manotazo de ahogado”, del cual nos encargamos a continuación), de esa dictadura. La descontextualización no es “buena consejera” para la comprensión.

Las raíces de la Causa entonces atraviesan nuestra historia, y son parte de la formación de la conciencia nacional. Basta tan solo hacer un poco de memoria y dar cuenta que esa invasión británica del 82, es la quinta (aunque algunos historiadores revelan todavía más intervenciones), que se dio a lo largo de nuestra historia en forma directa.

Recordamos tanto el intento colonialista de las invasiones de 1806 y 1807, la ocupación de Malvinas en 1833, la intervención (conjuntamente con Francia), durante la Segunda Gobernación de Juan Manuel de Rosas en 1845, y la última que ya hicimos referencia. A estas intervenciones hay que sumar el avance indirecto sobre nuestro país (recordar el célebre Memorial de Castlereaght), transformándolo en una semi-colonia británica (salvo en el caso Malvinas, desde ya, que adquiere una forma directa), una estructura dependiente (tanto económica como cultural), una independencia formal y una dependencia real, tan perniciosa como en un orden colonial, pero de características que Scalabrini Ortíz bien sintetizó como “invisibles”.

Otros hechos, aunque en sentido contrario, también son silenciados como la patriada de Rivero cuando la ocupación, el vuelo de Fitzgerald  del año 1964, o bien “Operativo Cóndor” dos años más tarde.

Operativo Cóndor, la primicia que hizo historia: el día que el director de Crónica viajó en un avión que fue secuestrado a Malvinas - InfobaeOtro puntal donde se asienta la desmalvinización es pensar la gesta por la soberanía como una “locura” de un militar “pasado de whisky”. Asimismo vinculado a esto último aparece la “guerra sin sentido” (a lo que se suma también la “disparidad” de fuerzas entre los países). Esta idea apunta a que las batallas por la soberanía nacional en contraposición a las potencias colonialistas se enmarcan en lo irracional.

Se quita el largo entramado histórico vinculado a Malvinas y solo queda como un arrebato de un “loco”. Vale remarcar también que toda guerra anti-colonialista está marcada por la disparidad de fuerzas, valdría preguntarse, por ejemplo, por la mentalidad diametralmente opuesta de nuestros libertadores.

También aparece la noción del engaño al pueblo. Del apuntalamiento de una postura demagógica, populista si se quiere en un término actual. Estas teorías siempre piensan al pueblo en “minoría de edad”, necesitado de “tutelaje”, lo observan como ignorante que es engañado por cualquier político/militar/comunicador, siempre como sujeto pasivo de la historia, etc. Al contrario, consideramos que el pueblo argentino (y latinoamericano), entendió la guerra tal cual fue: una combate anti-colonialista, de ahí el apoyo a la misma (más nunca a la dictadura genocida).

Los pueblos consideran que hay causas y guerras justas, por las cuales vale la pena luchar e injustas, las que no lo valen. Basta recordar en este sentido el enfrentamiento a la guerra de la Triple Alianza por parte de las provincias interiores de nuestro país al considerarla un enfrentamiento fratricida, diferente a la lucha por la emancipación, por tomar un ejemplo.

Otra cuestión nodal en esta discursividad es la idea tan difundida de “los chicos de la guerra”. Esto resulta una subestimación a quienes combatieron por la soberanía en el Atlántico Sur contra la OTAN. También pone en condición de “minoría” a los combatientes, se los corre de su entidad de sujetos, para transformarlos en objeto de otro/s. Trastoca el acto patriótico de entrega enmarcada clásicamente bajo la figura del héroe en la contra-figura de la víctima (llama la atención que en la lucha por “otras causas” no se destaca esa condición chico/víctima).

Esos combatientes son transformados en víctimas de múltiples padecimientos: frío, hambre, etc., al mismo tiempo que se los construye como parte de las víctimas de los genocidas. Evidentemente ninguna guerra transcurre en el confort, y también hay un gran ausente (como en todo este dispositivo): los ingleses. Quizás resulta evidente, sin embargo lo ponemos de relevancia: quienes combatieron en Malvinas no fueron asesinados por los militares argentinos, sino por los ingleses.A 36 años de Malvinas: una red de veteranos y profesionales lucha por saldar la deuda histórica de la salud de los ex combatientes | RED/ACCIÓN

Esta última idea viene atada a que quienes combatieron lo hicieron en función de la perpetuación de la última dictadura en el poder, ya que ésta la pensó como un “manotazo de ahogado”. Más allá que el triunfo en Malvinas, como marca Spilimbergo, hubiese agudizado las contradicciones, hay algo que resulta más evidente: los combatientes no fueron a Malvinas a luchar por la Dictadura, sino que lo hicieron por nuestra soberanía.

Es necesario también enmarcar la cuestión desde la distinción entre el nacionalismo de un país opresor, imperialista de características expansivas, no hace falta recordar la historia colonialista de Inglaterra; en contraposición a uno de un país oprimido, dependiente (en nuestro caso una semi-colonia con una porción de su territorio colonizada directamente), de naturaleza defensiva.

Se trata de una reivindicación nacional de naturaleza anti-colonialista, enfrentada al imperialismo anglosajón. Este es el enfrentamiento principal, pese a quien le pese, que se da en la Batalla del Atlántico Sur, así lo reconocieron mayormente los países del Tercer Mundo, y en especial Nuestra América, el caso de la Cuba de Fidel Castro o la Nicaragua sandinista, por ejemplo, resultan emblemáticos en este sentido.

Podríamos continuar enumerando varias cuestiones más vinculadas a nuestra problemática, pero pensamos que con lo expuesto basta para sintetizar lo pernicioso y los objetivos de la desmalvinización. Ésta evidentemente obtura (y tergiversa) la compresión de la Causa Malvinas, va unidad a la anglofilia, y a la auto-denigración de lo nacional.

Quedan bajo un manto de sombra y ocultas diversas cuestiones como el rol del colonialismo, el papel de Inglaterra (y la OTAN), los crímenes de guerra cometidos, la enorme presión de los intereses económicos británicos para el estallido de la guerra, la negación por parte de Inglaterra de una salida negociada, que Malvinas no involucra solo las Islas sino los espacios marítimos, las enormes riquezas y la proyección antártica, también nos impide tener una política certera en el presente en torno a la recuperación ponderando la suramericanización de la Causa.

Desmalvinización - Wikipedia, la enciclopedia libreY por qué no pensar estrategias en torno a los recursos (actuando como uno de los puntales donde asentar la unidad de la Patria Grande), como asimismo encareciendo los costos de la ocupación y dificultando la misma, y más aún volviendo a poner en primer lugar un proyecto nacional de industrialización y recuperación del rol de las Fuerzas Armadas en un país dependiente, etc. No obstante, a pesar de desmalvinización, la Causa Malvinas continuó vigente en el pueblo argentino a lo largo de estos 40 años, y seguirá permaneciendo hasta la definitiva recuperación.

Si entendemos como marca el VGM Fernando Cangiano que el objetivo de la desmalvinización es “deslegitimar la guerra contra el imperialismo inglés por la vía de sembrar indignidad y deshonra en todo lo que tenga que ver con Malvinas (…) impedir que esa reivindicación (…) se convierta en una consigna que galvanice voluntades opuestas a la entrega nacional”, podemos reflexionar sobre su contra-cara en el contexto actual, en tanto pensar Malvinas como  uno de los pilares desde donde asentar el comienzo de la recuperación nacional, que como entendieron los VGM al finalizar la contienda vendrá de la mano de América Latina.

*Sociólogo (UBA). Dr. en Comunicación Social (UNLP). Mg. en Metodología de la Investigación (UNLa). Profesor de Sociología (UBA). Docente de grado y posgrado. Autor de “La FORJA del nacionalismo popular”, “Volver a las fuentes. Apuntes para una historia y sociología en perspectiva nacional”, “La brasa ardiente contra la cuádruple infamia. Los levantamientos de los pueblos de las provincias interiores contra la Guerra del Paraguay”, “Nación, Fuerzas Armadas y dependencia”. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

 

Es hora de terminar con el colonialismo

Daniel Filmus

Todos los 2 de abril los/las argentinos/as rendimos homenaje a los compatriotas que combatieron valerosamente por la recuperación del ejercicio de la soberanía sobre las Islas Malvinas, demás archipiélagos del Atlántico Sur y sus espacios marítimos correspondientes. Al cumplirse 40 años de la gesta que llevaron adelante nuestros jóvenes, el recuerdo y el reconocimiento a su entrega deben ir de la mano de un firme compromiso de continuar luchando por la causa por la cual muchos de ellos dieron sus vidas. El incremento permanente de la presencia militar y la negación durante estas cuatro décadas del Reino Unido de retomar el diálogo por la soberanía en los términos planteados por las Naciones Unidas en su resolución 2065 (XX), ponen en evidencia la ilegalidad e ilegitimidad de la usurpación ocurrida en 1833 y desnudan los intereses económicos, geopolíticos y militares que impulsan a los británicos a intentar perpetuar la usurpación de una importante porción del territorio argentino. Cabe destacar que, terminado el conflicto bélico de 1982, el 4 de noviembre del mismo año la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 37/9 que afirmaba: “se insta a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a que reinicien las negociaciones para encontrar en el más breve plazo una solución pacífica al conflicto de soberanía en el asunto de las Malvinas”. Al mismo tiempo encomendó al Secretario General a iniciar una nueva gestión de buenos oficios para cumplir con esta resolución.

La actual coyuntura global, signada por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, volvió a mostrar la doble vara con la cual Reino Unido concibe su política internacional. Por un lado, condena la ruptura de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia y por otro, mantiene la ocupación de un extenso territorio en el Atlántico Sur que impide a nuestro país ejercer su soberanía sobre toda su extensión. No es el único caso. Reino Unido es la potencia administradora de 10 de las 17 situaciones coloniales que están pendientes de resolución en el Comité de descolonización de las Naciones Unidas.

Tras su independencia de España, la Argentina ejerció plenamente la soberanía de las Islas Malvinas. El 3 de enero de 1833 el Reino Unido, en plena expansión colonial, desalojó violentamente a los representantes del gobierno argentino y a sus pobladores y estableció otra población, proveniente de la propia metrópoli.

Cabe destacar que desde el mismo momento de su usurpación, los gobiernos argentinos han venido reclamando ininterrumpidamente por la restitución del ejercicio pleno de soberanía sobre las Islas. Aún con énfasis y estrategias diferentes, desde 1833 ningún gobierno argentino consintió o legitimó la ocupación colonial. En 1994 este reclamo fue incorporado por unanimidad a la Constitución Nacional.

Tempranamente los países latinoamericanos manifestaron su solidaridad con la Argentina y afirmaron que se trataba de una agresión colonial que atacaba la soberanía de toda la región. Bolivia fue quizás el país que lo expresó en forma más inmediata y contundente. A poco tiempo de ocurrida la usurpación, su gobierno emitió una declaración dirigida a la República Argentina en la que señalaba que: La conducta del gabinete británico en las Malvinas, aunque sea perjudicial esencialmente al gobierno que se siente despojado de su posesión, es ofensivo y demasiado injurioso a todas las repúblicas americanas y, a juicio del gobierno de Bolivia, es un asunto altamente continental”. A partir de mediados del Siglo XX el apoyo a la Causa Malvinas fue incorporada en las resoluciones de la OEA y de todos los organismos multilaterales de la región.

El Mercosur, la Unasur, la Celac, la Olade, la ALADI, el Grupo de Río, las Cumbres Iberoamericana, la Cumbre de países africanos y latinoamericanos, la Cumbre de países árabes y latinoamericanos, la Zona de Paz del Atlántico Sur (ZPCAS), el Parlatino, el Parlasur, entre otros, son algunos de los organismos regionales que se manifestaron sobre la Cuestión Malvinas con un contundente respaldo al reclamo de la Argentina.  Muchas de estas organizaciones también condenan la usurpación de los recursos naturales del Atlántico Sur por parte de la potencia colonial. La exigencia de diálogo es acompañada también por los más importantes organismos multilaterales a escala global. El Comité de Descolonización de las Naciones Unidas y el G 77 + China, entre otros ámbitos, reclaman anualmente el retorno de Reino Unido a la mesa de negociación.

El Gobierno británico no ha dado cumplimiento a las resoluciones de la ONU y ha desconocido todas las declaraciones de los organismos multilaterales. A pesar de intentar fundamentar su posición en el respeto a la autodeterminación” de los pueblos, cada vez quedan más en evidencia los intereses económicos y geopolíticos que subyacen a su pretensión de perpetuar la situación colonial. El Reino Unido intenta forzar la interpretación del principio de la libre determinación para la cuestión Malvinas cuando las Naciones Unidas no lo consideran aplicable pues no se trata de una población autóctona colonizada o dominada. Quienes vivían allí originalmente eran los argentinos que fueron expulsados por los británicos. La implantación de una población traída desde la metrópoli fue precisamente uno de los mecanismos de la colonización.

En el caso de Malvinas, parecen evidentes cuáles son los verdaderos motivos: el dominio militar de la situación del Atlántico Sur, la explotación de los recursos naturales existentes en la región, la necesidad de mantener una cabeza de puente para el apoyo logístico de sus pretensiones en la Antártida y el control sobre el estratégico paso bioceánico. 

La presencia militar británica contradice la Resolución 41/11 de la Asamblea General (Zona de Paz y Cooperación en el Atlántico Sur) que entre otras disposiciones, exhorta a los Estados de todas las demás regiones, en especial a los Estados militarmente importantes, a que respeten escrupulosamente la región del Atlántico Sur como zona de paz y cooperación.

Por otra parte, la exploración y explotación de recursos naturales en una vasta área del Atlántico Suroccidental -sumamente rica en recursos hidrocarburíferos, ictícolas, minerales y de biodiversidad- viola abiertamente la Resolución 31/49 de la ONU.

Otro de los aspectos por los cuales Reino Unido afirma su presencia colonial en las Islas Malvinas es su proximidad a la Antártida. Teniendo en cuenta la fuerte presencia británica en el sexto continente y su pretensión de soberanía -que incluye la totalidad del sector antártico argentino y parte del sector chileno- su posición en las Islas constituye una situación estratégica.

La conmemoración de los 40 años del conflicto bélico debe incluir, entre otros, 3 objetivos fundamentales. Por un lado y como señalamos al comienzo del artículo, el reconocimiento, el homenaje y el apoyo material permanente a quienes combatieron heroicamente en las Islas y a sus familiares. Siempre estarán en el corazón de todos/los/las argentinos/as. Por otro, debe reafirmar la necesidad de conformar una verdadera política de Estado, más allá de los calendarios electorales, para dar continuidad al reclamo y a las estrategias que lo promuevan. En este sentido, la creación del Consejo Nacional de Malvinas y las leyes aprobadas por unanimidad en el Congreso Nacional en el año 2020, han sido un gran paso adelante. Como señala la consigna planteada por el gobierno nacional: “MALVINAS NOS UNE”. Por último, tal como lo enuncia nuestra Constitución, comprometernos a que haremos realidad la imprescriptibilidad del reclamo siempre a través de la paz y el diálogo. La mejor forma de honrar a quienes combatieron en las Islas es mantener viva su causa, no dejar de trabajar todos los días hasta que nuestra bandera vuelva a flamear en las Malvinas.

*Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Argentina y ex secretario de Malvinas, Antartida y Atlántico Sur. Publicado en Nodal.am

 

La ayuda secreta de Perú durante la guerra

La participación peruana durante el conflicto por las islas Malvinas en 1982 entre la Argentina y el Reino Unido merece ser analizada desde una perspectiva histórica.

Son tres los ejes indispensables para analizar y desbrozar la postura y los lineamientos asumidos por el gobierno del Perú de aquel momento, ante la existencia de una imprevista guerra geográficamente cercana. Anotamos que el país estaba conducido entonces por el gobierno constitucional del arquitecto Fernando Belaúnde Terry, perteneciente al tradicional partido centrista Acción Popular.

En los años 70, primaban en la Región las dictaduras militares donde existían complejas herencias de conflictos territoriales irresueltos. Evidentes eran los cabos sueltos en la poco clara definición jurídica de algunas de las fronteras. Un ejemplo de ello fue la guerra entre Ecuador y Perú de 1941, tras la cual ambos tuvieron la posibilidad de elegir un país garante en la firma del Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro de 1942 que puso fin al conflicto, además de los garantes principales: EE. UU. y Brasil, por sus posiciones de hegemón hemisférico y subcontinental, respectivamente. Ecuador mostró simpatía y propensión por Chile, en tanto que Perú hizo lo propio con Argentina.

La década del 70 estuvo plagada de situaciones de tensión, como la crisis del canal de Beagle en 1978; la inminente efemérides del centenario de la guerra del Pacífico que enfrentó a Perú y Bolivia contra Chile (1879-1881); los reclamos bolivianos de salida al mar por el océano Pacífico y el desconocimiento ecuatoriano de un tramo de la frontera con Perú.

Esa fue la moneda corriente de las relaciones internacionales intrarregionales, con el agravante de que la expansión de gobiernos militares produjo un fuerte aumento del gasto militar sudamericano. En los inicios de la crisis del Beagle, en 1978, hubo una intensa interacción y contacto entre los cancilleres del Perú, José de la Puente y Rabdill, y de la Argentina, César Guzzetti, quienes habrían analizando la posibilidad de su “trilateralización” en el contexto de una escalada con consecuencias bélicas bilaterales argentino-chilenas.

Eran tiempos en los que los gobiernos militares abundaban en el vecindario: Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Bánzer en Bolivia, Morales Bermúdez en Perú y Alfredo Poveda presidiendo la Junta Militar en Ecuador. Todo ello, en pleno auge de las doctrinas de seguridad nacional. Hubo al respecto mucha “diplomacia militar” en la trama, con ministros de Relaciones Exteriores procedentes de las FF. AA., como en Chile y Argentina, y una creciente actividad de espionaje recíproco e intercambios de información, agravada por las notorias y masivas compras de armas, además de una figura como la del entonces embajador argentino en Lima, el almirante Luis Sánchez Moreno.

La diplomacia de Belaúnde

En 1982, ejercía en la Secretaría General de las Naciones Unidas un diplomático peruano de carrera: el embajador Javier Pérez de Cuellar, quien en todo momento guardó los obvios equilibrios inherentes a su cargo sin dejar de custodiar el patrimonio que significaba la defensa de los intereses latinoamericanos y coadyuvó a una salida mutuamente satisfactoria para las partes en conflicto.

En abril de 1982, el mandatario peruano Fernando Belaúnde Terry asumió un papel protagónico, dada su cercanía con EE. UU., y articuló una diplomacia presidencial que incluyó una interlocución válida con Washington para esos tiempos de guerra. Belaúnde había hecho su carrera en la Universidad de Texas y se exilió en Argentina y EE. UU. luego de haberse producido el golpe de Estado de 1968, que puso fin a su primer gobierno (1963-1968).

Fue un demócrata típico de la era de la Alianza para el Progreso de Kennedy, un “liberal”, según el léxico norteamericano, que pretendía estrechar relaciones con EE. UU. Pese a su distancia de los halcones hard line republicanos de la era Reagan y del neoliberalismo conservador de Margaret Thatcher, Belaúnde se convertiría en una “bisagra” respecto de los actores involucrados en 1982.

Sus esfuerzos durante las conversaciones con el secretario de Estado, Alexander Haig, deben ser entendidos en el contexto de la búsqueda de una salida que fuera lo más realista y lo menos costosa posible para la Argentina.

Lo paradójico fue que Belaúnde, un político civil neto, conversara con militares de línea dura, como Haig y Galtieri, ubicados en sus antípodas. Lo cierto es que Perú habría seguido jugando un rol activo muy importante en un hipotético escenario de posconflicto, con separación de ambas fuerzas militares en Malvinas y un régimen de administración temporal. También fue importante e intensa la labor desplegada por la Cancillería peruana ante la OEA en Washington para apuntalar las gestiones multilaterales llevadas a cabo por el canciller argentino Nicanor Costa Méndez.

Nunca fue secreta la existencia de estrechas relaciones institucionales en el nivel militar entre las tres ramas castrenses del Perú y la Argentina, especialmente en las décadas del 60 y del 70. Ambos países coincidieron y estandarizaron sus proveedores militares y sus políticas de adquisición de armas.

También influyó la coincidencia de los intensos contactos interpersonales, producto, entre otros aspectos, de la existencia de muchos oficiales peruanos graduados en centros de formación militar de Argentina. Con anterioridad, a fines de los años 70, hubo contactos permanentes entre los jefes de ambos ejércitos, particularmente entre Pedro Richter Prada y Leopoldo Galtieri.

Más intensa aún fue la cercanía entre los máximos jerarcas de la Fuerza Aérea: el general Dante Poggi visitó Buenos Aires en 1977 y, con posterioridad, el general Hernán Boluarte visitó Buenos Aires y labró una óptima relación con su par Omar Rubens Graffigna.

En setiembre de 1981, luego del breve incidente militar peruano-ecuatoriano en la frontera bilateral, aviones A-37B Dragonfly del Grupo 7 de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) que participaron en ese conflicto se desplazaron a la IV Brigada Aérea de Mendoza para realizar ejercicios de recarga aérea con aviones KC-130 y ejercicios de combate disimilares con A-4 Skyhawk. Podemos hacer una doble lectura de este acontecimiento, pues la Fuerza Aéra Chilena disponía, como la FAP, de una cantidad apreciable de A-37 y había interés argentino en conocer detalles de tal aeronave.

El aporte peruano

Iniciado el conflicto de Malvinas en abril de 1982, hubo solicitudes y requerimientos específicos desde Buenos Aires para atender las demandas logísticas de Argentina. Figuras centrales de estos aprestos serían por la parte peruana el ministro de Aeronáutica, general José Gagliardi, y el Jefe de la FAP, Hernán Boluarte.

El apoyo y adhesión del Presidente Belaúnde a tales necesidades fue total y sin titubeos. Los mandos aéreos peruanos analizarían la situación al detalle y solo establecerían dos cortapisas para su apoyo: no transferir el abundante material soviético, en concreto los aviones de combate Sukhoi, para no hacer visible y en extremo evidente la participación peruana en las operaciones militares.

Se decidió, como más realista y discreta, la opción de enviar los Mirage 5 y sus sistemas de armas, como misiles Nord AS-30 aire-superficie. Todo indica que habrían sido diez aviones de la flota de 32 existentes en el Grupo 6 de Chiclayo, al norte de Lima.

La figura fundamental en la etapa de transferencia de los aviones fue el mayor Aurelio Crovetto Yáñez, quien lideró el recibimiento del silente vuelo de los aviones en la ruta La Joya-Jujuy-Tandil por espacio aéreo de Bolivia. Crovetto se quedaría en Argentina hasta finalizado el conflicto, como una suerte de apoyo técnico a sus pares de la Fuerza Aérea.

Sin embargo, el apoyo peruano no se circunscribió solo a lo apenas descripto. Los aviones de transporte peruanos DC-8 realizarían vuelos Lima-Tel Aviv-Lima-Buenos Aires para trasladar material necesario ante la urgencia que ameritaba la situación, en tanto que otros equipos fueron trasladados de forma directa desde Perú por aviones Hércules, en un contexto en que este país también sufriría algunos efectos militares de su toma de posición.

De hecho, en 1982, un embarque de misiles Exocet MM-38, destinado a las corbetas peruanas PR-72, fue extraña e inusualmente “retenido”, pero no embargado, en puertos franceses, debido a la suspicacia subyacente de que podría ser “tercerizado” a la Armada Argentina.

Resumir la participación del Perú en el conflicto de 1982 significa adentrarnos en aspectos y lazos históricos que existen desde la independencia entre ambas naciones. Un dato basta para ilustrarlo: el Libertador José de San Martín fue el creador, el 8 de octubre de 1821, de la Marina de Guerra del Perú. Un noble y patricio ciudadano de nacionalidad argentina, Roque Sáenz Peña, peleó del lado del Ejército del Perú en la Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883).

Sin embargo, la lógica que rodea la posición peruana en la guerra de 1982 no solamente está impregnada de esa condición histórica y emotiva de solidaridad latinoamericana, pues tiene otras características y aristas colaterales, no menos importantes y desdeñables, entre ellas la especial situación geopolítica, estratégica, política y militar existente por esos tiempos en el área subregional andina, y de sus conflictos de poder a partir de la competencia entre gobiernos militares. Es decir, todo ello se dio en el contexto de la disputa por el equilibrio de fuerzas y la supremacía en nuestro subcontinente.

Argentina reafirma su soberanía sobre las Islas Malvinas | Destacados | DW | 03.01.2018

Desde Bolivia: Malvinas a 40 años de la gesta anticolonial

Eduardo Paz Rada

Las fuerzas patrióticas y anticoloniales, argentinas y latinoamericanas, mantenemos la batalla política e ideológica contra las manifestaciones conservadoras, antinacionales y vasallas del imperialismo en torno al tema fundamental de la soberanía argentina en las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur cuando se cumplen los cuarenta años de la Guerra de las Malvinas, gesta de recuperación militar de los territorios ocupados desde 1833 por el imperio inglés.

Esta lucha tiene también el frente diplomático, los foros internacionales, la reorganización de los grupos de solidaridad en los países de la región y, sobretodo, la denuncia y enfrentamiento al colonialismo contemporáneo de Londres y Washington.

La colonización mental y pedagógica pretende archivar este asunto central de dignidad y soberanía de los pueblos latinoamericanos y caribeños a través de políticos, medios de comunicación, voceros, académicos e intelectuales cipayos del discurso anglosajón. Desde principios del siglo XXI con el respaldo de los gobiernos nacionalistas y antiimperialistas de la región, Argentina desempolvó y enfrentó la desmalvinización ejecutada por los gobiernos entreguistas y neoliberales, de Alfonsín, Menem y De la Rúa, reivindicando al mismo tiempo, como parte de un solo proyecto, la unidad e integración emancipadora de la Patria Grande.

La coordinación política bolivariana y sanmartiniana de los gobiernos de Venezuela con el comandante Hugo Chávez, de Cuba con Fidel Castro, de Brasil con Lula Da Silva, de Uruguay con José Mujica, de Bolivia con Evo Morales, de Ecuador con Rafael Correa, de Nicaragua con Daniel Ortega, entre otros, fue el impulso para potenciar las políticas del pueblo argentino y los gobiernos peronistas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de poner en primer lugar de las relaciones internacionales el asunto de Malvinas Argentinas.

Fue fundamental el rechazo frontal de los pueblos de América Latina y el Caribe a la intervención del imperialismo yanqui a través del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata en noviembre de 2005, vigilada de cerca por la cumbre social de los pueblos.

La estrategia norteamericana fue enfrentada con la formación y el avance de los proyectos de la integración de América Latina y el Caribe expresados en la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), PETROCARIBE, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como manifestación del intento más avanzado y profundo de construcción de la Patria Grande.

Todas estas instancias patrióticas regionales se pronunciaron reiteradamente por la reivindicación y derechos históricos, geográficos y geoestratégicos de la República Argentina, y los países miembros acompañaron las posiciones y demandas argentinas en todos los foros mundiales, particularmente la Organización de Naciones Unidas (ONU) que emitió un sinnúmero de resoluciones demandando al Reino Unido de Gran Bretaña al diálogo sobre la soberanía de las Islas Malvinas.

Asimismo, se constituyeron en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe y en otros de los demás continentes los Grupos Nacionales de Apoyo y Solidaridad por la Soberanía de Argentina en las islas Malvinas. Se realzaron dos encuentros regionales de los Grupos en Santiago de Chile aprobando documentos públicos de respaldo a la política impulsada desde Buenos Aires.

El retroceso generado por el gobierno neoliberal y pro inglés de Mauricio Macri de 2015 a 2019, paralelo a la arremetida del régimen de Washington contra Venezuela, Cuba y apoyando gobiernos títeres en Brasil, Ecuador, Chile y Colombia, principalmente, significó no solamente un tiempo de desmalvinización sino de entreguismo y sometimiento total a las tesis inglesas en torno a este asunto estratégico y fundamental, y económica y financieramente a los dictados de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) poniendo a la Argentina de rodillas al Imperio.

El gobierno de Alberto Fernández desde 2020 ha reposicionado el asunto Malvinas al primer plano de la política internacional de Argentina, habiendo conformado un comité con la Agenda Malvinas 40 Años. Inicialmente Daniel Filmus asumió la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur y, al ser nombrado Ministro de Educación, ahora lo reemplaza Guillermo Carmona. En este nuevo contexto interno e internacional, los gobiernos progresistas, antiimperialistas y nacionalistas, ahora incluido el gobierno de México con Andrés Manuel López Obrador, se adhieren a la causa Malvinas Argentinas y también los grupos nacionales de los países de la región preparan actividades de apoyo.

El tema de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur forma parte del desafío latinoamericano y caribeño de construir en este periodo histórico del siglo XXI la integración soberana de América Latina y el Caribe en una situación internacional en la que los Estados Continente, en este caso la Nación Latinoamericana, tienen la oportunidad de establecer su propio proyecto histórico frente a otras potencias como la Unión Europea, China, Estados Unidos, Rusia, India y probablemente la unidad africana y la unidad asiática.

Los antecedentes históricos

Los antecedentes históricos más antiguos sobre este asunto indican, según estudio de Hugo Alberto Santos que las Islas Malvinas fueron descubiertas en 1540 por una expedición española al mando de Francisco de Ribera, que pernoctó una jornada, en el contexto de la búsqueda de otros territorios que dieran mayores riquezas a la Corona Ibérica ávida de posesiones coloniales y de conseguir lugares de tránsito hacia el océano Pacífico, posteriormente en 1600 la expedición holandesa de Weert avistó la isla mayor. En 1763 el marino francés Boungainville funda Saint Louis como primer intento estable de colonizar las islas del Atlántico Sur.

El interés de Inglaterra se manifestó con la presencia de John Byron en 1765 con la fundación de Port Egmont; existiendo entonces puestos francés e inglés. El mismo año el Rey de España Carlos III hizo el reclamo por la ocupación de las islas al Rey de Francia Luis XV consiguiendo el reconocimiento por parte de Francia del derecho español a condición de cancelar un pago de indemnización a Boungaiville y ordenando la fundación de Puerto Soledad.

Tres años después salió la orden de expulsión de los ingleses y en 1770 partiendo del Puerto de Cádiz y haciendo escala en Buenos Aires las naves de Juan Ignacio de Madariaga con 250 hombres llegaron a las islas y lograron la rendición de los marinos ingleses. Finalmente, en este periodo (1790) Inglaterra firma el reconocimiento de España sobre la Patagonia y las Islas Malvinas. Desde 1770 hasta 1811 las autoridades de gobierno fueron nombradas por las autoridades coloniales desde Buenos Aires, encargándose de autorizar los asuntos de estancia, pesca y ganadería.

Con la guerra de la independencia de la Patria Grande, las Islas Malvinas pasan a ser parte de las provincias Unidas del Rio de la Plata y será en 1820 que la bandera argentina será izada en Puerto Soledad. En 1825 el Cónsul británico en Buenos Aires firma el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación sin ninguna observación en relación a los territorios argentinos. En 1829, el gobierno de Buenos Aires crea la comandancia político-militar y el mismo año se presenta una protesta inglesa.

Repentinamente, en el marco de la balcanización de América Latina y de la disputa entre los imperios comerciales de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España por controlar territorios estratégicos de navegación entre los dos océanos, Estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos, se presenta un interés especial de estas metrópolis. Se produce un primer ataque a las Islas Malvinas por parte de Estados Unidos en 1831 y luego del Reino Unido de Gran Bretaña que con la corbeta Clio, que zarpa desde Rio de Janeiro, ataca Puerto Soledad el 2 de enero de 1833 y ocupa ilegal y violentamente el territorio argentino.

De esta manera las Islas Malvinas se convirtieron en un enclave colonial estratégico de los ingleses. Recién en 1934 el parlamentario socialista argentino Alfredo Palacios puso a consideración del Congreso el problema de la usurpación de las islas del Atlántico Sur impulsando iniciativas para que la sociedad argentina conozca y asuma el derecho soberano que Argentina tiene sobre las Islas Malvinas.

Posteriormente los reclamos argentinos ante los organismos internacionales consiguieron que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establezca el carácter colonial de la ocupación británica y apruebe en 1965 la Resolución 2065 que demanda el diálogo entre las partes ya que “admite la existencia de una disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Islas Sandwich y Georgias del Sur” bajo el título “Causa de las Islas Malvinas”. Desde ese momento, la ONU en su Asamblea General y en su Comité de Descolonización han aprobado más de cuarenta resoluciones recomendando el diálogo entre las partes.

La gesta descolonizadora

La gesta descolonizadora de Malvinas del 2 de abril de 1982 ha generado innumerables debates y controversias por haber partido de una decisión de la dictadura militar antinacional y represiva de los años precedentes, sin embargo, inmediatamente el movimiento obrero y popular, que resistió y rechazó a la dictadura, asumió una clara posición de respaldo a la recuperación del territorio argentino. La Central General de Trabajadores (CGT) en ese mismo momento convocó a realizar manifestaciones y tomó Plaza de Mayo para demostrar su posición de defensa del territorio argentino.

Su principal dirigente Saúl Ubaldini junto a Jorge Triaca, el peronista Deolindo Bittel y Jorge Abelardo Ramos, uno de los más brillantes teóricos de la Izquierda Nacional y autor de la Historia de la Nación Latinoamericana, viajaron inmediatamente a las Islas Malvinas recuperadas como demostración del respaldo del pueblo argentino a las acciones de recuperación soberana y patriótica.

Las operaciones militares permitieron a las fuerzas argentinas tomar las islas del Atlántico Sur y asumir su soberanía en tierras que eran parte de los territorios de las Provincias Unidas de Sudamérica, parte de la Patria Grande, desde el 25 de mayo de 1810, momento de la independencia, controlando todos los espacios coloniales de la corona española; por lo tanto, territorio de la República Argentina desde su nacimiento.

Como era de esperar la reacción del gobierno imperialista de Londres, dirigido por la conservadora neoliberal Margaret Thatcher, fue la de enviar una flota naval, submarinos, aviones avanzados, incluidas armas atómicas, para volver a ocupar las islas Malvinas. De inmediato la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el gobierno de Estados Unidos, dirigido por Ronald Reagan, se sumaron a las acciones de Gran Bretaña apoyando todas sus acciones militares y dando apoyo logístico, de información e inteligencia y desarrollando una estrategia como fuerza enemiga de América Latina y el Caribe.

De esta manera, descarada sin ninguna duda, Estados Unidos despreciaba el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947 que establecía la defensa mutua entre los países del continente ante agresiones extracontinentales.

A su vez, los países de América Latina y el Caribe, excepto el Chile del dictador Augusto Pinochet que comunicaba a Inglaterra los movimientos de los aviones argentinos, asumieron su total solidaridad con Argentina, inclusive Perú envió aviones de guerra para apoyar las acciones militares argentinas y desde varios países se sumaron voluntarios para luchar por la soberanía argentina en las Malvinas. La gesta del 2 de abril de 1982 reforzó los ideales de la Patria Grande y la certeza de la independencia y liberación de los pueblos de la región que será obra de los trabajadores y el pueblo organizados.

El ataque inglés, del que participaron los mercenarios gurkas, produjo la muerte de 649 soldados argentinos y también murieron 255 invasores ingleses. El crucero General Belgrano fue hundido por la marina inglesa con 330 soldados a bordo. El cese de hostilidades fue el 14 de junio de 1982 con la nueva imposición del colonialismo inglés aliado de las potencias europeas y Estados Unidos.

La lección histórica más importante para nuestros países semicoloniales y dependientes es que el enfrentamiento estratégico contra el imperialismo ha permitido fortalecer la conciencia nacional teniendo como única vía la lucha por la liberación, la construcción de la unidad e integración de América Latina y la construcción de la Patria Grande hacia un socialismo nacional latinoamericano y caribeño.

Jorge Enea Spilimbergo, dirigente de la Izquierda Nacional, haciendo un balance de la guerra, escribía “la moral de la revolución consiste en saber que los poderosos serán derrotados y que la ruptura histórica generada por la guerra del 2 de abril es inexorablemente irreversible”, asimismo “puso al desnudo que no somos un país europeo, avanzado, aliado de esas potencias llamadas “democráticas”, sino que formamos parte del llamado Tercer Mundo, que es un modo elegante de decir que formamos parte de la zona colonial” y que la Guerra de las Malvinas es un punto de inflexión histórica de Latinoamérica.

Bolivia y las Malvinas

El Alto Perú que fue en el periodo colonial primero parte del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Rio de La Plata se convirtió en 1825, por la balcanización de la Nación Latinoamericana y la derrota del proyecto bolivariano y sanmartiniano, en Bolivia. Antes de su creación, cuando se produjo el Grito de la Junta Tuitiva de La Paz y ahorcado el líder Pedro Domingo Murillo en julio de 1809, varios revolucionarios fueron confinados a las Islas Malvinas, bajo dominio español, a cumplir su castigo.

A esta referencia histórica desde Bolivia se agrega el hecho de que el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, mestizo impulsor de la Confederación Perú-Boliviana, se pronunció luego de la invasión inglesa -14 de julio de 1833- en contra de este acto abusivo e ilegal y manifestó su apoyo al derecho argentino en las islas: “Este suceso desagradable ha causado en el gobierno de Bolivia los sentimientos de desconsuelo que antes de ahora experimentó al ver que intereses mal entendidos frustraron el grandioso proyecto del Congreso de Panamá” y otro párrafo afirma “En violación tan manifiesta del derecho de gentes hay que considerar no sólo el ultraje hecho a la República Argentina, sino también el desprecio que envuelve hacia las demás naciones americanas”.

“En términos más claros, la conducta del Gabinete británico en las Malvinas, aunque sea perjudicial esencialmente al gobierno que se siente despojado de su posesión, es ofensivo y demasiado injurioso a todas las repúblicas americanas, y, a juicio del gobierno de Bolivia, es un asunto altamente continental”, dice la nota oficial

Un siglo y medio después las informaciones de la Guerra de 1982 fueron difundidas en Bolivia ampliamente en los medios de comunicación radial, escrita y televisiva y se generaron opiniones, análisis y debates muy diversos y muchos bolivianos y argentinos hijos de bolivianos se presentaron como voluntarios para luchar en las filas argentinas contra la nueva agresión británica.

El boletín Sobernaía, dirigido por Andrés Soliz Rada y un Consejo Editorial conformado por Gerardo Irusta, Guillermo Moscoso y Eduardo Paz Rada, publicó en 1982, durante la Guerra de las Malvinas documentos, datos, noticias y análisis realizando un seguimiento cotidiano de los acontecimientos bélicos y denunciando el pillaje colonial inglés. El “Embajador de su Majestad Británica” en La Paz, Stanley F. St. C. Duncan envío una nota a Andrés Soliz Rada de SOBERANÍA reivindicando la posición del Reino Unido y recibió una respuesta inmediata del Consejo Editorial.

Parte de la carta de Sobernaía dice “A mentalidades imperiales como la suya, señor Embajador, no le causa extrañeza que su país se haya apropiado, mediante la violencia, de islas ubicadas a más de 12.000 kilómetros de Londres, luego de desalojar a los habitantes y autoridades argentinos, pese a que las Malvinas de ninguna manera están integradas a la economía inglesa y ni siquiera a su defensa militar” y agrega “Lo que sí le parece insólito es que un país tercermundista recupere lo que siempre le perteneció por la misma vía que usaron los usurpadores”

Al respecto, la polémica entre Andrés Soliz Rada y el embajador inglés tuvo amplia repercusión nacional e internacional. En octubre de 2010, Soliz Rada participó del Primer Congreso Latinoamericano “Malvinas, una causa de la Patria Grande” en la Universidad de Lanús con la ponencia “sin soberanía interna, no habrá soberanía externa”

El 15 de septiembre de 2011, a pocos meses de los treinta años de la recuperación de Malvinas, se organizó en Bolivia, en coordinación con la Embajada Argentina, el Grupo Boliviano de Apoyo a la Cuestión de las Islas Malvinas, presentando públicamente la “Plataforma Boliviana de Solidaridad con la Causa de las Malvinas” de respaldo del derecho soberano de la República Argentina en las Islas Malvinas, Georgias de Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.

El Acto Central de Homenaje a 30 años de la Recuperación de las Islas Malvinas y a los caídos en la gesta se realizó en el Paraninfo Universitario de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) con la presencia del embajador Ariel Basteiro y el expresidente del Centro de excombatientes de Malvinas en La Plata, Ernesto Alberto Alonso, quien combatió en la batalla de Monte Longdon.

Durante los siguientes años la embajada argentina y el Grupo Boliviano realizó varias actividades con conferencias y reuniones con los Movimientos Sociales de Indígenas, Campesinos, Mujeres Bartolina Sisa, Interculturales, Juntas de Vecinos, seminarios y conferencias en la Facultad de Derecho de la UMSA y homenajes en la Plaza José de San Martín. Ante la campaña boliviana de respaldo a la causa de Malvinas Argentinas, en 2012 el embajador inglés invitó a varios miembros del Grupo a reuniones con el objetivo de hacer conocer sus puntos de vista sobre el tema.

En marzo de 2013, la Cámara de Diputados de Estado Plurinacional de Bolivia aprobó una Declaración que, entre otros aspectos, decía “ratifica su firme respaldo a los legítimos derechos soberanos de la República Argentina y reitera el permanente interés regional que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se avenga a reanudar las negociaciones con la República Argentina a fin de encontrar, a la mayor brevedad posible, una solución pacífica y definitiva a esa disputa, de conformidad con los lineamientos de la comunidad internacional y la resoluciones y declaraciones pertinentes de la ONU y la OEA”

En 2014 el Secretario de Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, Daniel Filmus, visitó Bolivia, a quien se le entregaron documentos históricos de la posición boliviana y de las actividades realizadas. Luego una delegación boliviana, en representación del Grupo, participó en 2015 en el Encuentro de Grupos de Apoyo de América Latina a la Causa Argentina, realizado en Santiago de Chile, el mismo que aprobó un pronunciamiento de respaldo a los derechos de la soberanía argentina en las Malvinas.

Pasado el periodo de desmalvinización propiciado por el gobierno de Macri de 2015 a 2019, en septiembre de 2021, a iniciativa del embajador Ariel Basteiro se reunió nuevamente el Grupo Boliviano con la inclusión de nuevos miembros con la finalidad de realizar futuras actividades.

La Patria Grande

Finalmente corresponde destacar que la ONU ha determinado declarar la década de 2011 a 2020 como el “decenio de la eliminación del colonialismo” siendo el Imperio Británico el responsable de la mayoría de los casos de colonialismo en este siglo XXI y la Unión Europea, a través del Tratado de Lisboa de 2007, ha decidido validar la situación de las Islas Malvinas como “territorios australes de su propiedad”, en tanto que Estados Unidos e Inglaterra forman un tandém en las políticas de dominación de territorios y océanos de países coloniales y semicoloniales con fines de hegemonía geopolítica.

Solamente cuando se supere la balcanización de América Latina y el Caribe y se consiga la integración y unidad de la Patria Grande como Estado Continente será posible derrotar definitivamente a los imperialismos y potencias mundiales. Los procesos de liberación nacional y social que impulsan el socialismo nacional latinoamericano están en manos de los trabajadores y de nuestros pueblos que paulatinamente van tomando conciencia de su trascendencia histórica. Será la lucha por la soberanía y la dignidad de Argentina y América Latina y el Caribe en las islas Malvinas un hito fundamental en este proceso.

* Sociólogo boliviano y docentes de UMSA. Miembro del Grupo Boliviano Malvinas Argentinas.

 

La estrategia de las cuatro D para Malvinas

Juan Gabriel Tokatlian

Ad portas de que el conflicto de Malvinas cumpla 40 años quisiera insistir en la importancia de ponderar la interrelación y simultaneidad del derecho, la diplomacia, las divisas y la defensa (en 2014 lo llamé las cuatro D para Malvinas).

Hay una enseñanza de los estudios internacionales acerca de la guerra que sirve para apoyar este argumento.

La estrategia del Reino Unido es la que usualmente despliegan los vencedores:

  • a) Asegurar su triunfo con una mayor presencia y control en el territorio disputado.
  • b) Mantener una postura intransigente y así afirmar sus propios intereses estratégicos.
  • c) Dilatar lo máximo posible una eventual solución de la controversia original.

Así se comportan los victoriosos más aún cuando han sido la cabeza de un vasto imperio. ¿Cuál podría ser entonces una estrategia para el derrotado?

La historia muestra que hay países, pequeños y grandes, que han recuperado territorios y mediante una combinación de voluntad, recursos, talento, paciencia y oportunidad. Por eso la importancia de las cuatro D.

La posesión de divisas es vital. Nuestros recurrentes períodos de estancamiento en términos de crecimiento y deterioro en materia de prosperidad operan negativamente también respecto a Malvinas.

No abundan los ejemplos de países que tras un prolongado declive hayan podido recobrar la soberanía territorial perdida.

Generar divisas exige tener un modelo de desarrollo que lo facilite y lo haga sustentable. Exportaciones, inversiones y diversificación productiva constituyen un trípode básico.

En ese marco y en esta coyuntura un acuerdo realista (en su alcance económico), posible (en su validación política) y equitativo (en la distribución social de sus costos) con el FMI podría ser un dato destacable por sus efectos internos y en la política exterior.

La recuperación pacífica de Malvinas será más factible si reconstruimos, así sea gradualmente, poderío material. De lo contrario, esa meta se alejará cada vez más.

El lugar de la diplomacia es central. Contar con un diagnóstico preciso y riguroso sobre el mundo es importante. A diferencia de la Guerra Fría, de la Posguerra Fría y del Pos 11 de septiembre, hoy el fenómeno de la redistribución de poder, influencia y prestigio puede ofrecer un escenario más aprovechable y, a la vez, de mayor exigencia para el manejo del tema Malvinas.

El Brexit y el persistente descontento europeo con el Reino Unido; el fiasco de Estados Unidos y sus socios (en especial, Gran Bretaña) en Irak y Afganistán; los reveses jurídicos ante la Corte Internacional de Justicia (2019) y el Tribunal Internacional del Derecho del Mar (2021) a favor de Mauricio y su soberanía en las islas de Chagos; el debilitamiento relativo de Londres como centro financiero mundial, entre otros, reflejan una cierta pérdida del peso internacional del Reino Unido.

Pero asimismo es notorio el fortalecimiento de la alianza británico-estadounidense en torno al Índico y al Pacífico. A su turno, la rivalidad entre Estados Unidos y China no conduce de manera inexorable a una confrontación: para que el Atlántico Sur no se convierta en un espacio de disputa, la Argentina debiera tener en claro que la cohabitación entre Beijing y Washington, y la desmilitarización de su competencia, son prioritarias para los intereses nacionales y en cuanto a Malvinas.

La evolución jurídica y política del derecho es un elemento trascendente. Esto aplica a conceptos tales como auto-determinación, autonomía, integridad territorial y soberanía. Hasta hace pocos años parecían avanzar, en la práctica y la aspiración, los dos primeros. En tiempos más recientes parecen haber regresado, a la praxis y a la invocación, los dos segundos.

En el último bienio y en particular en Europa, por ejemplo, se apela incluso a la soberanía económica, la soberanía digital, la soberanía alimentaria y la soberanía tecnológica, entre otros. Variaciones sobre la soberanía de diferente tipo se reclaman y proclaman en Estados Unidos, China, Rusia e India.

En América Latina la soberanía ha sido históricamente un pilar esencial. Si bien de manera genérica, la tradicional y renovada gravitación de la soberanía podría contribuir a fortalecer la posición argentina.

En ese sentido, la soberanía es el eje de negociación con el Reino Unido. Lo cual no nos exime de tratar mejor a los isleños y gestar puentes de confianza.

La cuestión de la defensa es relevante. Tener una política de defensa creíble y ligada a la política exterior no implica tener una postura agresiva y mucho menos retóricamente aparatosa. En torno al tema Malvinas hay, al menos, tres asuntos nodales.

Primero, dado que la Argentina adoptó el planeamiento por capacidades resulta crucial disponer de submarinos en condiciones de navegabilidad.

Segundo, es imperativo reactivar la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur compuesta por 24 países ribereños de Sudamérica y África.

Y tercero, recordar que el Reino Unido dejó la Unión Europea pero no la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por lo que es imperioso que la plataforma militar británica en Malvinas no se convierta en una base de la OTAN.

En síntesis, las cuatro D y su entrelazamiento constituyen un compacto indispensable: es bueno en esta hora remarcar que la Argentina requiere robustecer un consenso efectivo, poseer la suficiente calma para desplegar una estrategia razonable y estimular la creatividad propositiva en torno a Malvinas.

* Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.

Antártida: ¿El mismo conflicto que Malvinas?

Teresa Romina Lemos

En múltiples investigaciones y publicaciones, la información sobre el conflicto de Malvinas se circunscribe a los hechos vinculados a la guerra y todas las dimensiones que de allí se desataron que, sin lugar a dudas, marcaron la historia de nuestra Nación. Pero ¿qué vínculo tiene la Antártida con la causa Malvinas?

Remontándonos a la historia, la disputa por nuestras islas tiene incumbencias de diversas índoles. Por citar algunas, las Islas tienen un gran valor como territorio geográfico, punto estratégico y geopolítico, desde su proyección de localización y los precedentes históricos que las han vinculado de manera directa al sector Antártico.

Diferentes marcos legales y normativos que se sucedieron en la historia ponen de manifiesto la imposición por parte del Reino Unido sobre esa porción de territorio, más allá de las reuniones anuales o los reconocimientos oficiales por parte de las Naciones Unidas, en relación a la cobertura de la plataforma bicontinental y los avances en las negociaciones para que decline en la posesión de las islas.  Pero no ha modificado la postura.

Esto, con el correr de los años, cuando las necesidades e intereses por los recursos naturales crezcan, podría ser el inicio de un nuevo conflicto, que se encuentra silencioso con estrecha vinculación entre la Causa Malvinas y Antártida.

En el Tratado Antártico, en su artículo 4, se explicita que se han congelado las reclamaciones de soberanía entre las diferentes naciones que son parte del mismo.  Una vez que finalice nos preguntamos ¿qué pasará con la presencia de nuestra nación sobre esas gélidas tierras?

Esto no está planteado con liviandad o sin sustento, sino enmarcado en el plano jurídico desde el principio de contigüidad, donde se determina que aquellos territorios contiguos al territorio de un Estado y que no pertenecen a ningún Estado, deben pertenecer al Estado del territorio más próximo.  Por ello, la República Argentina se ampara en este principio para sus reclamaciones como si se desconociera su vigencia en la cuestión Malvinas y se debilite su fuerza argumentativa sobre el territorio antártico y viceversa. Asimismo, se suma otro principio como el de unidad geográfica o continuidad, siendo que las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur no son más que una continuación de la masa continental argentina.

En los últimos años, cobró singular importancia para Reino Unido la proximidad que tienen las Islas Malvinas con la Antártida.  Si pierde la colonización sobre el archipiélago de islas perdería la posesión que tiene sobre esta porción de territorio que es fundamental para una posible exploración y explotación de los recursos naturales que posee el sector antártico.

Esta proyección estratégica sobre ambos territorios ya se encontraba en escritos en las Letters Patent que datan de los años 1908 y 1917, donde Reino Unido bautiza “The Falkland Islands Dependencies” a los territorios pretendidos sobre la Antártida, delegando así la administración de Antártida al Gobernador de Malvinas. Esto se da, por ser Malvinas el último asentamiento permanente perteneciente a Reino Unido que se ubica en el extremo sur del área de influencia, justamente ubicado frente a la convergencia antártica.

Es así, que Reino Unido no ha declinado la ocupación de Malvinas, por esta mirada geoestratégica que la vincula con la Antártida, donde en los últimos años se han desarrollado diferentes proyectos de infraestructura que la posiciona como punto central en la logística del sector antártico y los Océanos Atlántico Sur y Pacífico Sur.

Argentina lleva ya 118 años de permanencia ininterrumpida en la Antártida, con un despliegue de bases científicas, tanto permanentes como temporarias, y desarrollando una tarea científica que posiciona al país como pionero en diferentes investigaciones y como el único país que actualmente cuenta con familias y estudiantes en una de sus bases. Sin embargo, no alcanza para que Reino Unido desestime su interés por esta porción antártica.

Para concluir, no se debe pensar por separado la Cuestión Malvinas de la Antártida, ya que se encuentran en estrecha relación por los intereses que tiene el Reino Unido, no sólo por la expansión territorial, sino por el acceso y exploración de los recursos naturales.

Tal es así, que Reino Unido desde mediados de la década de 1940 apoya política y económicamente a las denominadas Falkland Islands Dependencies con visión estratégica y proyección militarizada sobre el Atlántico Sur en connivencia con la OTAN.   Por ello, debemos tener el conocimiento de ambas causas ya que de esa manera se abrirán nuevos caminos para no perder de vista los intereses de quienes hoy continúan con la posesión sobre las Islas Malvinas.

*Maestra bicontinental que ejerció la docencia en la Antártida y fue responsable del registro civil de la estación científica Base Esperanza de la Argentina. Publicado en Nodal.am

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