Ucrania, el desliz de Biden, la manipulación de la guerra
Mirko. C. Trudeau
La guerra e invasión de Rusia a Ucrania tiene que ver con el progresivo deterioro de la relación entre Washington y Moscú, concretamente con el empecinamiento del gobierno de Joe Biden (y de sus antecesores) de ampliar hacia el este la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de rodear las fronteras occidentales rusas mediante un enorme aparato militar.
Los líderes de la OTAN anunciaron la semana pasada que la alianza planea reforzar su frente oriental con el despliegue de más tropas en Bulgaria, Hungría, Polonia y Eslovaquia –entre ellas miles de efectivos estadunidenses–, y enviar equipo para ayudar a Ucrania a defenderse de las amenazas químicas, biológicas, radiológicas y nucleares. Si bien la OTAN no proporciona directamente armas, muchos de sus miembros sí.
Si bien la guerra es justificable, tampoco estas medidas tomadas años después del derrumbe de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría. La violenta incursión ordenada por Rusia fue (es) una respuesta a esa “necesidad” de mantener a Rusia en jaque permanente y, sobre todo, no permitir que siguiera siendo el abastecedor primario de la energía y granos a buena parte de Europa.
El renombrado académico estadounidense Noam Chomsky señaló que hay muy poca información creíble en relación con las negociaciones, y algo de la información que se filtra parece levemente optimista. “Hay buena razón para suponer que, si Estados Unidos accediera a participar en serio, con un programa constructivo, las posibilidades de poner fin al horror podrían aumentar”, añadió.
Señaló que el elemento primario es un acuerdo de neutralidad por parte de Ucrania: no integrarse a una alianza militar hostil, no albergar armas dirigidas a Rusia (incluso las que llevan el equívoco nombre de defensivas), no realizar maniobras militares con fuerzas militares hostiles.
“No es alentador leer que más de una tercera parte de los estadounidenses favorecen una acción militar (en Ucrania) aun a riesgo de un conflicto nuclear con Rusia, tal vez inspirados por comentaristas y líderes políticos que deberían pensar dos veces antes de hacer sus interpretaciones de Winston Churchill”, señaló Chomsky en Truthout. Quedarse en el país invadido haría que el drama de Afganistán sea un día de campo (…) Si Washington quisiera realmente la paz las posibilidades crecerían, puntualizó el lingüista
Cuando se habla del conflicto, hay que considerar los vínculos históricos –por demás complejos- entre Ucrania y Rusia –de una enorme complejidad histórica, la de la relación entre Rusia y Europa y la de la correlación de fuerzas entre Moscú y Washington, que con la guerra alcanzó un alarmante nivel de tensión.
La Declaración conjunta sobre la sociedad estratégica EEUU-Ucrania firmada por la Casa Blanca el 1º de septiembre de 2021, se declaraba arbitrariamente que la puerta estaba abierta para que Ucrania se uniera a la OTAN y remataba con un Marco de Defensa Estratégica que crea un fundamento para el incremento de la defensa estratégica y la cooperación de seguridad entre EEUU y Ucrania, al proporcionarle armamento avanzado antitanque y de otro tipo, junto con un robusto programa de entrenamiento y ejercicio.
Fue parte de un proceso que la OTAN (y Washington) ha perfeccionado desde que en 1998 Bill Clinton violó la firme promesa de George Bush de no expandir la OTAN hacia el Este, decisión que suscitó enérgicas advertencias de diplomáticos de alto nivel, desde George Kennan, Henry Kissinger, Jack Matlock, William Burns (actual director de la CIA) y llevó al secretario de la Defensa William Perry cerca de renunciar en señal de protesta
Junto a ello, Estados Unidos ofreció todo su apoyo a sectores rusófobos y neonazis en Ucrania y presionó –diplomática y económicamente- al resto de los países para que adopten medidas hostiles en contra de Rusia. Preocupa, sin duda, el tono de desmesurada agresión del casi octogenario presidente Joe Biden para con Rusia y su presidente Vladimnir Putin (en su visita a Polonia, lo calificó de “carinicero” y dijo que “por el amor de Duios, este hombre no puede seguir en el poder).
Los desmanes del viejo Joe
Estados Unidos debió aclarar que no quiere sacar a Putin del poder luego del «desliz» de Biden. El secretario de Estado Antony Blinken, de visita en Israel, aclaró que su gobierno «no tiene como estrategia un cambio de régimen en Rusia» y advirtió que Putin no debe ser «empoderado» para librar una guerra en Ucrania.
Blinken aseguró que “no tenemos una estrategia de cambio de régimen en Rusia”. Pero el agresivo discurso de Biden no va a disipar las dudas rusas sobre las intenciones de Washington, lo que puede explicar en alguna medida la orden de ataque contra Ucrania emitida por Putin en febrero. Es sin duda una insensatez llevar los intercambios declarativos entre dos estados poseedores de miles de armas nucleares al ámbito de los exabruptos y las bravuconadas.
“Por un elemental sentido de responsabilidad, es urgente que Washington y Moscú eviten que la invasión rusa a Ucrania contamine el conjunto de su relación bilateral y restauren condiciones de comunicación propicias para resolver de manera pacífica el conflicto mencionado y otros que provocan destrucción, sufrimiento y muerte en diversos puntos del planeta”, señala un preocupado editorial del diario mexicano La Jornada.
El presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller federal alemán, Olaf Scholz, se distanciaron del comentario del jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, de que el mandatario ruso, Vladimir Putin, no debe seguir en el poder. Francia pidió evitar que el conflicto escale. Macron, que habló en varias ocasiones con Putin en (hasta ahora infructuosos) esfuerzos por controlar el conflicto, se distanció del comentario de Biden.
Mientras, Scholz afirmó que un cambio de régimen en Rusia no es el objetivo de la OTAN. Señaló que “lo que debemos garantizar es que no se viole la integridad y soberanía de los estados”. Y el papa Francisco redobló sus peticiones de negociaciones para poner fin a los combates en Ucrania.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, dijo que su gobierno está «estudiando a fondo» la cuestión de la «neutralidad» de Ucrania demandada por Rusia, un punto clave de las negociaciones de paz, mientras los enviados de Kiev y Moscú se preparan para una nueva ronda de conversaciones destinadas a poner fin a la brutal guerra que ya lleva más de un mes.
«Las garantías de seguridad y el estatus neutral y no nuclear de nuestro estado. Estamos dispuestos a aceptarlo. Este es el punto más importante», ha indicado Zelenski, tal y como recoge la cadena CNN. Así, ha hecho hincapié en que «cualquier acuerdo tendría que ser sometido al pueblo ucraniano en un referéndum». Señaló.
El control mediático
La campaña (des) informativa de la casa Blanca y la OTAN, y su masiva difusión por los medios de comunicación hegemónicos, imponen un imaginario colectivo a favor del eje EEUU-OTAN, y no constituyen ayuda alguna a una solución pacífica. Peor, han internacionalizado el conflicto y amenazan con alcanzar una escalada bélica sin precedente que podría arrastrar a buena parte del planeta.
Una encuesta realizada por Latinobarómetro y la socialdemócrata Fundación Friedrich Ebert en diez países de la región, señala que Rusia y China lideran el ranking de imagen negativa entre los ciudadanos latinoamericanos mientras que, en el otro extremo, Estados Unidos y Alemania cosechan las mejores valoraciones. El sondeo tenía el foco puesto en la importancia relativa y el lugar que la Unión Europea ocupa en los vínculos, intereses y percepciones de los latinoamericanos.
Las conclusiones tienen relación directa a lo que esperaban sus patrocinantes: la fuerte preferencia por la democracia con un acento significativo contra modalidades de autoritarismo, y un notablemente alto conocimiento público de la Unión Europea y un elocuente reconocimiento del creciente liderazgo de Alemania», señaló Juan Gabriel Tokatlian, a cargo del diseño y análisis de la encuesta junto a otros colegas de la región.
*Integrante del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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