DOSSIER| Los cien años de Paulo Freire y la vigencia de su Pedagogía del Oprimido

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El legado humanista de Paulo Freire

Nadie lo conoce todo ni nadie lo desconoce todo;
nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo,
los hombres se educan entre sí mediados por el mundo.

-Paulo Freire (Pedagogía del Oprimido, 1968)

El 19 de septiembre de 1921 nació Paulo Freire, el pensador brasileño que más ha influido en el desarrollo de las humanidades y de la educación a nivel mundial. A lo largo de su fructífera vida, Freire fue un actor y autor de enorme coherencia, consagrándose a la lucha por construir un método pedagógico que ayudase a generar las condiciones de emancipación de las personas y que simultáneamente ayudase a transformar el mundo.

Desde sus inicios, como idealizador del Programa Nacional de Alfabetización del gobierno de Joao Goulart, este ilustre pernambucano puso en práctica su concepción de un tipo de alfabetización que recuperase el saber de los sujetos alfabetizados en un contexto histórico concreto. Su pedagogía se asentaba en una crítica de los dispositivos de dominación que existen en las sociedades para perpetuar y consolidar el poder y los privilegios de una minoría que detenta los recursos económicos, políticos, culturales, ideológicos y educativos.

Su perspectiva contestataria de las formas de reproducción del poder a través de los mecanismos educativos lo llevó a concebir a la pedagogía como una práctica emancipatoria vinculada al hecho de que sean los propios sujetos quienes emprendan el proceso de su formación por medio de la toma de conciencia de su lugar en el mundo y de una realidad que es compartida con otros que se encuentran en la misma situación de subordinación.

Todos sabemos algo

Para Freire, entonces, el quehacer pedagógico representa una senda de autodescubrimiento, en donde enseñar no significa meramente transferir conocimientos desde quien los detenta hacia quienes no los poseen. Más bien, todo lo contrario: enseñar en Freire implica generar las posibilidades para la producción y construcción del saber de manera conjunta y colaborativa.

Ello supone la necesidad de situar el proceso pedagógico en cada contexto particular y desprender de esa realidad las potencialidades liberadoras de los educandos en una perspectiva de transformación de las condiciones de vida de los grupos subalternos para superar aquello que llamaba la «relación entre colonizadores y colonizados». Es decir, el «oprimido» descubre en la acción pedagógica dialéctica cuál es la realidad en que está inserto y cuáles son las condiciones que le permitirán transformar ese contexto social.

Aquí la reflexión de Freire apunta a una comprensión estructural de la relación de dominación que se ha ido estableciendo por medio de mecanismos pedagógicos sacralizados presentes en el sistema escolar que suponen un traspaso o «depósito» (modelo de educación bancaria) desde aquellos que se apropiaron históricamente del saber y aquellos que han sido excluidos o que no poseen ningún conocimiento.

Esta única modalidad del quehacer educativo ha sido consagrada a través de la historia, y opera como instrumento de dominación de clase. De esta manera, la educación se torna un acto de depositar, y el único margen de acción que se ofrece a los educandos es el de recibir estos depósitos, guardarlos y archivarlos, haciendo de la acción educativa un mero proceso acrítico de transferencia de saberes, de valores y de la visión de mundo de las clases dominadoras.

En la puesta en práctica de su propuesta educativa alternativa, Paulo Freire fue introduciendo elementos eminentemente innovadores del quehacer pedagógico y de las formas por las cuales es posible articular la enseñanza con las condiciones concretas de vida y de trabajo de los jóvenes y adultos que participan en el proceso de aprendizaje. Freire reconoce y asume que los adultos analfabetos son poseedores de un conocimiento y de una cultura propia, que pueden y deben ser considerados como el punto de partida para todo proceso de enseñanza.

Es por ello que el análisis del fenómeno educativo que propone Freire supone la toma de consciencia de los educandos para que, a partir de esta comprensión de la posición que han ocupado estructuralmente dentro del proceso educativo, superen la visión desencantada y desmovilizadora que los ha ido «formateando» para incorporar una perspectiva crítica que les permita constituirse en sujetos activos del proceso educativo, como una praxis de búsqueda compartida y, consiguientemente, emancipatoria y transformadora.

Son los propios educandos quienes deben abrir sus consciencias para luchar contra la dominación, la opresión y la injusticia. Ello implica descubrir por qué me encuentro en la condición en que estoy y como puedo superar dicha situación por medio de un proyecto colectivo. «Leer el mundo para poder transformarlo»: en eso reside el carácter «subversivo» de la propuesta freiriana y la razón por la cual ha sido atacada sistemáticamente por los portavoces del establishment.

Existe una idea tan simple como nodal en la concepción freiriana: nadie se educa solo. Las personas se educan mutuamente mediadas por el mundo y, en la consecución de este propósito, los educadores populares son actores fundamentales —aunque no exclusivos— pues el desafío educativo requiere de la participación de todos los involucrados. Naturalmente, el educador debe dominar la metodología. Pero el proceso pedagógico es, ante todo, un quehacer colaborativo.

Todos ignoramos algo

Con la experiencia acumulada en la educación de adultos en el medio rural, Freire escribe un notable libro, titulado ¿Extensión o comunicación?, en el que parte cuestionando el concepto de «extensión» —tradicionalmente utilizado en los proyectos de intervención en el sector agrario— y lo desvela como una forma de «invasión cultural», precisamente porque en la visión clásica supone que el conocimiento debe ser una extensión desde un saber legitimado por la ciencia, el cual es introyectado o inoculado entre los campesinos que no lo poseen.

En su reflexión, Freire postula que el proceso de extensión, analizado desde el punto de vista gnoseológico, lo máximo que puede lograr es mostrar la existencia de una información nueva. Por lo mismo, se debe concebir la construcción del conocimiento como un proceso mutuo e interconectado en el cual resulta ser fundamental la presencia curiosa de las personas con relación a lo que sucede en el mundo. Y en este ensayo busca echar luz sobre un tema central de su propuesta pedagógica: toda acción educativa debe considerar que los hombres —en tanto sujetos activos y conscientes del conjunto del proceso— trabajan esencialmente para su propia realización humana. Así, el conocimiento implica también una acción transformadora sobre la vida, una permanente invención y reinvención de la realidad.

En Paulo Freire se encuentra cristalizada la noción de que el fenómeno educativo procura la formación de una conciencia crítica y transformadora en la cual los sujetos incorporan la esencia de un objetivo con orientación política y que asume el proyecto pedagógico en su totalidad, es decir, como parte de un proceso de cambio social y no como un mero adiestramiento destinado a la adquisición de habilidades, destrezas y capacidades para insertarse mejor en la estructura productiva definida por la civilización del capital.

Un factor trascendental para sustentar la práctica educativa consistiría en el establecimiento de un diálogo y una reflexión continua entre educadores y educandos, convirtiendo a los últimos en el centro del aprendizaje en un marco de respeto y generosidad. Para Freire no existe diálogo si no existe la humildad suficiente para reconocer que el otro puede aportarnos mucho desde su experiencia y su saber personal. Este reconocimiento de que sabemos algo, pero también desconocemos muchas cosas, es parte de una convicción fundamental del proyecto educativo freiriano.

Para el pedagogo brasileño, la libertad consistía concretamente en una actividad ejercida cotidianamente por los sujetos a través de la consciencia del mundo y de la puesta en escena de un pensamiento crítico como resultado de la realización del principio de acción-reflexión-acción. De manera tal que, al asumir el programa de alfabetización como parte de un proyecto mayor, quienes participan en él desarrollan cada vez más su capacidad reflexiva por medio de un posicionamiento crítico en torno de la cultura devenida en consciencia histórica para transformar la realidad.

Por eso mismo, la relación entre conocimiento y acción se encuentra en el centro de la reflexión realizada por Freire y tiene su correlato en los desdoblamientos posteriores de la pedagogía política y del proceso dialéctico que se establece entre la teoría y la práctica revolucionaria. Tal como sostiene Jorge Osorio, dicha visión del mundo y el método de la educación popular se apoya concluyentemente en herramientas epistemológicas que dicen relación con una filosofía de la acción transformadora, con su propensión hacia la teorización, lo cual supone una permanente reflexión sobre la acción y su retroalimentación en nuevas prácticas pedagógicas.

Ello ha permitido el enriquecimiento constante de los postulados esbozados hasta ahora y su diálogo fructífero con otras perspectivas teóricas y ámbitos del conocimiento que van desde la Teología de la Liberación hasta el pensamiento decolonial (Pedagogías Decoloniales), pasando por la educación comunitaria, la pedagogía de la alteridad, las teorías del cuidado y las Epistemologías del Sur. Estos movimientos e ideas cobran aún más pertinencia en un periodo en que se observa paralelamente la emergencia de un pensamiento reaccionario y oscurantista en algunos reductos retrógrados del planeta.

Por eso, aprendemos siempre

Desde la época en que Paulo Freire trabajaba con la educación de adultos en Pernambuco, él estaba convencido de que en rigor no existen analfabetos en el mundo, lo que existiría son personas con distintas lecturas de la realidad las que precisamente a partir de la toma de consciencia de su condición de oprimidos, se tornan capaces de participar en un proyecto colectivo de aprendizaje y liberación.

Para él, la autoconsciencia de la propia práctica siempre será un campo fértil de investigación para comprender cómo los «hombres» realizan una lectura del mundo y como pueden compartir esa experiencia cotidiana de vida para intentar transformar la realidad social. Su método que privilegiaba el conocimiento instalado en todos los seres humanos sigue siendo utilizado en miles de experiencias pedagógicas en todo el planeta, consagradas desde ya hace muchos años bajo el nombre de Educación Popular.

Este modelo de Educación Popular no ha estado exento de problemas y críticas, como lo demuestra el fenómeno de que muchas veces este recurso se viene aplicando sobre todo como una fórmula para organizar a los sectores populares, perdiendo en ese intento la dimensión pedagógica y crítica tal como fue concebida por el pensador brasileño. No obstante, la concepción emancipadora de Paulo Freire continúa inspirando a miles de educadores en los cinco continentes, como un camino válido para formar sujetos conscientes y lúcidos de su inserción y de su papel en el mundo.

Esa es la esencia de Paulo Freire: un educador comprometido con su tiempo, que luchó con indesmentible pasión durante toda su vida para elaborar una pedagogía humanista y libertaria, que en la actualidad sigue más vigente que nunca. Como el mismo señaló ante un grupo de educadores populares en uno de sus viajes por América Latina:

No vine aquí para traer un discurso pedagógico, con aires de originalidad, sino para decirles que me entrego de cuerpo entero por las cosas que hago y en las cuales participo. No soy solo mente, soy pasión, soy sentimiento, soy miedo, soy reticencias. Soy preguntas, dudas, deseos y utopías… Soy proyecto.

 

Freire: pedagogía popular permanente

Víctor M. QuintanaLA EDUCACIÓN COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD: BIBLIOGRAFÍA PAULO FREIRE

La pedagogía de Freire no es tanto un “método” de educación, como una serie de actitudes básicas y una mística de trabajo con el pueblo, con las y los oprimidos. Paulo Freire hubiera cumplido cien años el pasado 19 de septiembre. Fue la suya una biografía fecunda que irrumpió en muchas de nuestras biografías personales y colectivas para darles un viraje decisivo. Su historia personal se metió en la historia del sur global y fue una de las palancas que lo hicieran cambiar del rumbo neocolonial, de opresión y dominación.

 

Hasta ahora empieza a aquilatarse el aporte de este educador brasileiro no sólo a la educación, sino a las luchas de liberación, a las causas populares en toda nuestra América y el sur global.

 

La pedagogía de Paulo Freire, entendida, no como un “método” de educación, sino como una serie de actitudes básicas y una mística de trabajo con el pueblo, con las y los oprimidos, vinieron a enriquecer las motivaciones y las prácticas de miles de personas que, en 1968, e inmediatamente después, vimos que la Revolución no se hacía en las aulas ni en las universidades, sino en las calles, en las fábricas, en los ejidos, en las colonias populares.

 

La oleada revolucionaria global de esos años, y la represión de que fue objeto por todos lados, la motivación de los Che Guevaras, de los Camilos Torres, la naciente Teología de la Liberación, nos sacaron de la zona de confort de la teoría revolucionaria y nos llevaron a trabajar y a vivir con el pueblo. Ahí nos encontramos maoístas, comunistas libertarios, guevaristas, cristianos comprometidos, trotskistas, anarcohippies y demás. En aquel entonces teníamos la plena convicción de que las famosas “condiciones objetivas” para el proceso revolucionario estaban ya dadas, pero no le encontrábamos la cuadratura al círculo de las condiciones subjetivas. No bastaban Lenin ni Luckacs.

 

Fue entonces cuando volteamos los ojos a donde deberíamos haberlo hecho: hacia América Latina. Y nos encontramos una serie de prácticas reflejadas en dos libritos –librazos- que nos cambiaron la vida a muchas y muchos de nosotros: “La Pedagogía del Oprimido” y “La Educación como Práctica de la Libertad”. En ellos, sin ningún alarde, ni abstrusos planteamientos teóricos, Paulo Freire nos hablaba de su práctica en Brasil y en Chile, de sus círculos de cultura, el encuentro de las personas para problematizar y cambiar su realidad.

No se trataba aburridos cursos de formación de formación política. Se partía, no de la teoría de los grandes revolucionarios, sino de la realidad inmediata, cotidiana, de cada grupo de gente del pueblo. No se trataba de beber de la cultura revolucionaria, sino de que la gente analizando su realidad dijera su propia palabra y se convenciera ella misma de su capacidad de generar cultura, no libresca, sino de transformación de su mundo. Esto daba un giro copernicano a la metodología para hacer que quienes eran “clase en sí” pasaran a ser “clase para sí”.

Al poner al pueblo como el sujeto activo de su reflexión crítica y de la toma de conciencia colectiva se superaba el papel de la llamada “vanguardia iluminada” y el supuesto educador se convertía en educando y el educando, en educador. Este educar transformando y transformar educando, estas acciones que educan más que la educación para la acción, generó por todos los rumbos de la patria grande y de nuestra patria chica, infinidad de luchas, movimientos, experiencias organizativas, construcción de alternativas populares, comunidades de base, sindicatos independientes, organizaciones de colonos, movimientos campesinos, etc. que cambiaron la faz social y política de nuestro subcontinente.

 

De ahí surgieron en México las famosas coordinadoras de los años 70, en el Cono Sur, las resistencias populares contra las dictaduras, en Centroamérica los núcleos que alimentaron las guerrillas de liberación. Fue un florecer de conciencia, organización y acción comunitaria libertaria desde abajo, no centralizada; fue una acumulación de distintas fuerzas que luego desembocaría en los movimientos que derrumbaron las dictaduras y generaron las fuerzas políticas como el PT en Brasil y las coaliciones que hicieron posible la primera oleada progresista en América Latina y la que ahora estamos viviendo.

No sólo eso, también contribuyó a los movimientos insumisos que encarnan las diversas resistencias y buscan otro mundo posible donde quepan muchos mundos, seguir combatiendo por la vida, la diversidad, la diferencia, la comunidad de los seres vivos, como lo hacen el EZLN, el Movimiento de los Sin Tierra, los movimientos indígenas del Ecuador, de Bolivia. 

 

Es cierto que se ha ido construyendo un sujeto colectivo latinoamericano que ha llevado a varios gobernantes progresistas al poder. Pero la burocratización, la cooptación por los poderes, la lógica capitalista, presente aun en gobiernos progresistas, la exclusión de las y los diferentes, son fuerzas subterráneas que pueden descarrilar, cualquier proyecto alternativo. Eso le confiere vigencia a la sencilla fórmula freiriana para la revolución permanente: “Aprender para poder enseñar y seguir aprendiendo”, llevada a la dinámica cotidiana de transformación social.

 

Como dice Frei Betto: “…si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación”. 

 

Paulo Freire Vive y si no, hay que revivirlo.

 

Una lectura en tiempos de pandemia

Paulo Freire, el pedagogo promotor de la educación para la liberación –  Hitos y Personajes

Gladys Rodríguez Jourdan

Conocí a Paulo Freire en una fría mañana de junio de 1989. Fue la única vez que visitó Uruguay. El frío se transformó pronto en un encuentro cálido. Entre la muchedumbre que lo acompañó, el diálogo amoroso, término que utilizaría muchas veces para referirse a la acción educativa, logró que el frío se transformara en calor humano, en emoción al tenerlo ahí cerquita, con esa barba blanca y esa entrante calva que lo inmortalizó. Fue en el entonces Instituto de Psicología de la Universidad de la República, en la calle Leguizamón.

En los 100 años de su nacimiento, recordarlo en la Casa del Maestro, en la calle Soriano, fue haber vivido algo de su pedagogía. Estaba previsto que fuera al interior de la casa sindical, pero la multitud hizo que se dirigiera al público presente en la calle, desde el balcón, una experiencia que como lo mencionara él, no había vivido ni siquiera en su propio país. Presentado por Reina Reyes, se volvió un diálogo con educadoras y educadores, una experiencia pedagógica para repensar en los tiempos que corren.

En este 2021 se cumplen 100 años de su nacimiento y se le hacen homenajes en buena parte del mundo, en particular en América Latina. Se trata del más notorio referente de la pedagogía latinoamericana del siglo XX, pero la trascendió: no sólo tuvo una importante participación en los procesos descolonizadores en África, sino también en Estados Unidos y Europa.

Su pedagogía fue una construcción desde la praxis; pensaba mientras andaba, y mientras andaba junto a los desposeídos de todo, los desharrapados del mundo, como los definía. Creaba la pedagogía de hombres y mujeres oprimidas. No delante ni detrás, sino junto al hacer de personas luchadoras, los condenados de la tierra, favelados, indígenas, afrodescendientes, blancos pobres.

Creo que un aspecto esencial a considerar es que hoy Paulo Freire merece ser leído teniendo presente lo que él mismo decía en cuanto a que no repitiéramos su pensamiento sino que lo recreáramos, lo rehiciéramos, no a la luz de nosotros sino del mundo y de las circunstancias históricas en las que nos situáramos. Como bien escribe en Grito Manso: “Tenemos que comprender que las luchas de los pueblos atraviesan etapas diferentes y esas etapas tienen dificultades diferentes”.

Paulo Freire: un pensador de oposiciones superadoras

Cuando se habla de transformaciones, Peter McLaren, su amigo y uno de los principales referentes de la pedagogía crítica norteamericana, nos invita a captar las oposiciones a las que recurre en sus obras de tal modo que esas oposiciones no se transformen en categorías fijas, ya que vivimos en un mundo muy complejo en el que los humanos están siempre interrelacionados. Aludiendo a una de sus obras más conocidas, McLaren se pregunta: “¿Quiénes son los oprimidos hoy?”.

Son esos “nadies” que, desde hace más de 500 años, en medio de una pandemia de ribetes universales, en el continente más desigual del planeta, decidieron salir a defender su memoria colectiva, su lengua, sus atuendos, su comida, su alegría danzarina y su polifonía musical como el más hermoso acto de rebeldía ancestral. Ellos, como nadie, aprendieron esa máxima freiriana de que las formas de acción política se reinventan.

Como lo expresa Adriana Puiggrós, en estos tiempos de fatalismo neoliberal que nos condenan al inmovilismo de que nada se puede hacer, fatalismo neoliberal del discurso cerrado y único que no se abre al conjunto de la sociedad, que ha maltratado el concepto de libertad, que no dialoga, que no integra, los pueblos oprimidos se abren y muestran la esencia de su rostro a esa parte de la sociedad que los silencia.

Son esos millones de jóvenes colombianos que, cansados de tanto no tener nada, salieron a las calles en todos los rincones del país, en ese gran Paro Nacional, para denunciar a los despojadores de siempre y usurpadores de la riqueza del pueblo colombiano. Son la Minga indígena que sale con orgullo del ostracismo al que fueron condenados. Salen a luchar con su resistencia acumulada por siglos en bandas musicales, con sus danzas tradicionales, a gritar al mundo la alegría de su reserva cultural resguardada en sus comunidades.

Son los jóvenes estudiantes chilenos hartos de que les vendieran todo a los capitales multinacionales enriqueciendo a unos pocos de la élite oligárquica y tuvieran que pagar por algo tan elemental como el derecho humano a la educación pública y gratuita. Dijeron basta al aumento de 30 pesos del boleto, que no eran 30 pesos, eran 30 años de represión, de abuso pinochetista al servicio de los grandes capitalistas. Son los pobres de las poblaciones, los mapuches que alzaron sus voces y lograron sentarse a una mesa para pensar juntos como ciudadanos y ciudadanas dignos, con derechos. Asumieron la unidad en la diversidad para dialogar en sentido freiriano y escribir una nueva constitución para que sea posible entablar nuevas relaciones y construir un Chile plurinacional. Un diálogo que no cosifique al otro sino un diálogo en el que se crea en los que han sido silenciados, en los que han sufrido el asalto deshumanizante.

Con el asesinato del afroestadounidense George Floyd en Estados Unidos, son los protagonistas de las movilizaciones antirracistas, dice Peter McLaren. Él trata, siguiendo el pensamiento freiriano, de integrar estos movimientos a la pedagogía crítica. Se intenta prohibir la historia de la esclavitud porque los euroestadounidenses blancos tienen miedo a lo que llaman “un invierno demográfico” en el que sean suplantados por población afrodescendiente o inmigrantes latinos, descalificados, según ellos.

Paulo FreireEsos movimientos antirracistas surgen desde el territorio, se enfocan en lo colectivo, movilizan a los actores que viven en campamentos, lugares ocupados en los barrios, los desplazados por razones étnicas, ecológicas, para pensar en algo que Freire llamó la ecopedagogía y la geopedagogía.

Siguiendo con la lógica de las oposiciones: “¿Quiénes son los opresores hoy?”, se pregunta McLaren. A modo de ejemplo, en “las entrañas de la bestia”, como suele decir, durante la era Trump se expandieron los movimientos evangelistas pentecostales que siguen difundiendo la idea de que Donald Trump es una especie de elegido de Dios y en la que mucha gente cree. Aprovechando la pandemia, fuerzan a las familias a continuar con la educación en el hogar y así enseñar la religión conservadora. Como ya planteamos, siguen siendo los capitales transnacionales, las élites dominantes, los latifundistas que arrasan la Amazonia, que se adueñan y mercantilizan las reservas de agua y gas natural, los generadores del extractivismo, los que contaminan el ecosistema y obligan a grandes desplazamientos humanos.

Como manifiesta Carlos Rodríguez Brandão, el mal gobierno y el gobierno del mal de Jair Bolsonaro y sus aliados poderosos quieren borrar la figura de Freire. La descalificación es permanente, quieren desaparecerlo de la pedagogía de Brasil, así como Mauricio Macri lo mandó sacar de la bibliografía de la formación de los educadores en Argentina. Sin embargo, está más vivo que nunca. La pandemia virótica y el pandemonio no han impedido que universidades públicas y privadas, cooperativas, las comunidades de las favelas, el Movimiento de los Sin Tierra, en todo el país y fuera de él, lo recuerden, lo homenajeen y recreen su pensamiento.

Paulo Freire y la educación liberadora de América Latina | Paulo freire, Frases de educacion, EducacionLa educación a la que llamó bancaria sigue siendo la educación de los ricos, de los poderosos, donde el otro no existe. Es la educación que ignora a los educadores, a los pueblos originarios, a los pueblos afro, a los trabajadores, a los desocupados, a los inmigrantes pobres. Es la educación de la sociedad del espectáculo neocolonizador, profundamente enraizado en nuestras subjetividades, que desconoce la identidad cultural de los pueblos, la naturaleza, el cosmos, las actividades productivas de los colectivos aborígenes, de las cooperativas, de los talleres de telares.

En cambio, la educación liberadora, la educación problematizadora, la educación dialógica que propone el pedagogo brasileño es el sustento para romper hoy con el colonialismo y el neocolonialismo, que trajo consigo el patriarcado al que enfrentan hoy los movimientos feministas y LGTB en gran parte del mundo o la revolución de las viejas en Argentina.

Hemos visto hace poco tirar monumentos de Cristóbal Colón en Colombia como símbolo del colonialismo instaurado desde hace más de 500 años y, en su lugar, subirse a su basamento como afirmación simbólica de que los desposeídos siguen siendo, quieren ser sujetos de la historia y no objetos deshonrados. Freire nos deja la posibilidad de aprender a leer la realidad desde la propia historia de los pueblos que han sido desconocidos para escribir la historia desde ese desconocimiento, desde esa invisibilización. Aprender cómo hablan esas voces que nunca han sido escuchadas. Aprender a leer los límites cuando las condiciones son adversas para los desharrapados, pero también aprender a leer las posibilidades de transformación desde esas condicionantes que se pueden transformar.

Freire y el mundo de la pandemia

Como bien expresa el pedagogo chileno Jorge Osorio Vargas, en el mundo de la pandemia se vive en la extrañeza, en la inseguridad de la incertidumbre. Al mismo tiempo que la pandemia desnuda las desigualdades y las injusticias ya existentes, nos enfrenta al desafío de dar cuenta de cómo las personas y comunidades construyen estrategias a los riesgos que vivimos. La excepcionalidad de la pandemia –dice– es un agregado a la falta de vivienda, de salud, de educación, de posibilidades de vivir en un vecindario con dignidad básica.

La epidemia nos ha puesto frente a la precariedad y la injusticia, pero Freire nos deja pistas, porque él fue un alternativista, nos deja la posibilidad de construir alternativas teniendo presente las realidades actuales que se viven. Vivimos un contexto de vulnerabilidad que no es un pensamiento miedoso –dice Osorio–, sino que hay que mirar el sufrimiento, la extrañeza y desde ahí afrontar los desafíos transformadores. La metaexclusión de la pandemia radicaliza la vulnerabilidad, los miles y miles de muertes evitables, los niños y niñas que no pueden ir a la escuela y que no tienen formas de conectarse a la virtualidad, los padres y madres que pierden sus trabajos ya precarios, sus viviendas, sus tierras.

Paulo Freire fue un latinoamericanista, él nos invitó a no perder la capacidad de soñar, sobre todo en tiempos difíciles como los que vive América Latina hoy. Basta observar cómo responden las comunidades que están sufriendo: una pedagogía desde la pobreza, desde el riesgo, pero una pedagogía de la resistencia para que las comunidades sean gestoras de vidas más dignas. Son justamente las adversidades, y es por ellas que no hay que perder la capacidad de soñar con cambiar las condicionantes adversas.

Siguiendo con Osorio, estamos viendo nacer las semillas de las comunidades desposeídas que prometen germinar algo incierto aún, un futuro que no podemos definir a ciencia cierta. Las comunidades, los barrios, los estudiantes han asumido el sufrimiento y están gestando procesos de resistencia.

Y aquí creo que vale tener presente que Freire nos habla del miedo de los poderosos y del miedo de los dominados como miedos diferentes. En las luchas que se dan en América Latina, en Estados Unidos, vemos cómo los pobres, los estudiantes, la ancestralidad africana van perdiendo el miedo a la libertad puesto que, como dice Freire, “se sienten capaces de asumir el riesgo de asumirla”, de ahí nace la valentía que les permite enfrentar las represiones de la élite dominante. Élite que tiene miedo, pero el miedo es otro, es el miedo de perder sus privilegios, y apela a la represión y al lenguaje del terror.

Cambiar es difícil pero posible

Cambiar es difícil pero posible, nos advierte Paulo Freire. No estamos determinados por las realidades históricas que nos imponen los poderosos, estamos condicionados por esas realidades que ellos imponen. Pero los pueblos son capaces de tomar conciencia de esos condicionamientos, unirse y luchar para cambiar esas condiciones en favor de los postergados de siempre. “Es precisamente la relación entre la dificultad y la posibilidad de cambiar el mundo lo que introduce la cuestión de la conciencia en la historia”, afirma Freire.

Se reitera en los homenajes la idea del inédito viable como un concepto importante para comprender los estallidos sociales. La miseria, el hambre, la desocupación se transformaron en situaciones límite que estimularon la necesidad de manifestarse, provocando muy diversas formas de expresión que se recrean en formas colectivas de concientización desde su condición de oprimidos. Van dejando al descubierto lo inédito de esas movilizaciones colectivas, que es lo que precede a descubrir las posibilidades de la viabilidad de cambios más profundos.

Cambios que aún no se percibe cómo serán, pero van haciendo camino, como la retirada de la reforma tributaria y la intentona aún más privatizadora de la salud pública en medio de una pandemia que deja sin atención a millones de personas en Colombia.

Es el plebiscito para nombrar los y las constituyentes que redactarán la nueva constitución en Chile y que acaban de elegir a una activista y académica mapuche como presidenta de la Convención Constituyente.

Son los indígenas y campesinos, ronderos, jóvenes y viejos que se sintieron identificados con el lápiz y un sombrero de campesino de un maestro de escuela rural como símbolo de la unión entre la educación y la tierra y salieron a defender su voto en las calles de Perú, compartiendo abrigo, ollas populares y la esperanza en que uno de ellos llegara al gobierno. Es la lucha de todas las sangres, expresan los campesinos peruanos.

En América Latina, en Estados Unidos, en África, es la misma lucha, pero no es la misma lucha. Paulo Freire acompañó los procesos de descolonización europea en África, pero la decolonialidad es hoy una noción que hay que deconstruir a la luz de las realidades actuales. No me sigan, recreen mi pensamiento –nos advertía–, porque la historicidad es un principio fundamental que recorre su obra. Los seres humanos somos seres situados en una historia, en una cultura, en un tiempo y espacio determinado.

Y no olvidar que Freire nos invita a pensar que la pedagogía es política y la política es pedagógica. La pedagogía como política de reflexión y acción y la política como pedagogía de transformación.

A modo de cierre, traer a luz una experiencia que le pasó a él, narrada al inicio de Pedagogía de la esperanza. Allí Paulo Freire deja bien claro que la naturaleza de la educación es política. “Eso fue lo que ocurrió en un encuentro realizado recientemente en la Unesco, en París, según me contó uno de los que participaron en él, en que representantes latinoamericanos me negaban la condición de educador.

Que obviamente no se negaban a sí mismos. Criticaban en mí lo que les parecía mi politización exagerada. No percibían, sin embargo, que al negarme a mí la condición de educador, por ser demasiado político, eran tan políticos como yo. Aunque ciertamente, en una posición contraria a la mía. Neutrales no eran ni podrían serlo”.

*Docente y licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de la República, Uruguay. Publicado en ladiaria.com

 

Homenaje en el centenario de su nacimiento

Paulo Freire, el hombre que enseñó a preguntar | Periodistas en EspañolFrei Betto

 

Si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático.

Puedo afirmar, sin miedo a exagerar, que Paulo Freire está en la raíz de la historia del poder popular brasileño a lo largo de 50 años, entre 1966 y 2016. Ese poder surgió como un árbol frondoso de la izquierda brasilera actuante en la segunda mitad del siglo XX: grupos que lucharon contra la dictadura militar (1964-1985); las comunidades Eclesiales de Base de las Iglesias cristianas; la amplia red de movimientos populares y sociales que despuntaron en los años 70; el sindicalismo combativo.

Y, en la década de 1980, la fundación de la CUT (Central Única de los Trabajadores); de la ANAMPOS (Articulación Nacional de los Movimientos Populares y Sindicales) y enseguida de la CMP (Central de Movimientos Populares); del PT (Partidos de los Trabajadores); y del MST (Movimento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra); y de tantos otros movimientos, ONGs y entidades.

Si tuviese que responder a la pregunta: “Indique una persona causante de todo eso”, diría sin ninguna duda: Paulo Freire. Sin la metodología de educación popular de Paulo Freire, no habría esos movimientos, porque él nos enseñó algo muy importante: a ver la historia desde la óptica de los oprimidos y hacerlos protagonistas de los cambios en la sociedad.

Los excluidos como sujetos políticos

Al salir de la prisión política, a finales de 1973, tuve la impresión de que toda lucha, aquí fuera, había acabado por la fuerza de la represión de la dictadura militar, y porque todos nosotros, imbuidos de la pretensión de ser los únicos entendidos en la lucha capaz de rescatar la democracia, estábamos en la cárcel, muertos, o en el exilio. Cuál no fue mi sorpresa, al encontrar una inmensa red de movimientos populares diseminados por todo Brasil.

Cuando fue fundado el PT, en 1980, vi a compañeros de izquierda reaccionar: “¿Obreros? No. Es mucha pretensión querer que los obreros sean la vanguardia del proletariado. Somos nosotros, intelectuales teóricos, marxistas, quienes tenemos capacidad para dirigir a la clase trabajadora”. No obstante, en Brasil los oprimidos empezaban a volverse no sólo sujetos históricos, sino también líderes políticos, gracias al método Paulo Freire.

Una vez, en México, compañeros de izquierda me preguntaron:

— ¿Cómo hacer aquí algo parecido al proceso de ustedes en Brasil? Porque ustedes tienen un sector de izquierda en la Iglesia, un sindicalismo combativo, el PT… ¿Cómo se obtiene esa fuerza política popular?

— Empiecen haciendo educación popular –respondí– y de aquí a treinta años…

Ellos me interrumpieron:

— ¡Treinta años es demasiado! Queremos una sugerencia para tres años.

— Para tres años no sé cómo hacer –observé–, pero para treinta años conozco el camino.

En resumen, todo el proceso de acumulación de fuerzas políticas populares que resultó en la elección de Lula como presidente de Brasil, en 2002, y mantuvo al PT en el gobierno federal durante trece años, no cayó del cielo. Todo fue construído con mucha tenacidad a partir de la organización y movilización de las bases populares aplicando el método Paulo Freire.

El método Paulo Freire

Conocí el método Paulo Freire en 1963. Yo vivía en Rio de Janeiro, formaba parte de la Dirección Nacional de la Acción Católica. Al surgir los primeros grupos de trabajo del método Paulo Freire, me comprometí en un equipo que los sábados subía a Petrópolis, a 70 km de Rio, para alfabetizar a obreros de la Fábrica Nacional de Motores. Allí descubrí que nadie enseña nada a nadie, unos ayudan a otros a aprender.

¿Qué hicimos con los trabajadores de aquella fábrica de camiones? Fotografiamos las instalaciones, reunimos a los obreros en el salón de una iglesia, proyectamos diapositivas e hicimos una pregunta totalmente simple:

— En esta foto, ¿qué es lo que ustedes no hicieron?

— Bueno, no hicimos el árbol, la planta, el camino, el agua…

— Eso que ustedes no hicieron es naturaleza –dijimos–.

— ¿Qué es lo que hizo el trabajo humano? –indagamos–.

— El trabajo humano hizo el ladrillo, la fábrica, el puente, la cerca…

— Eso es cultura –dijimos–. ¿Y cómo fueron hechas estas cosas?

Ellos discutían y respondían:

— Fueron hechas a medida en que los seres humanos transformaron la naturaleza en cultura.

Enseguida, aparecía la foto del patio de la Fábrica Nacional de Motores ocupado por muchos camiones y las bicicletas de los trabajadores. Simplemente preguntábamos:

— En esta foto, ¿qué hicieron ustedes?A 44 años del triunfo de Salvador Allende: La medida 29, el derecho al deporte y la recreación

— Los camiones.

— ¿Y qué tienen ustedes?

— Las bicicletas.

— ¿No estarán ustedes equivocados?

— No, nosotros fabricamos los camiones…

— ¿Y por qué no van a casa en camión? ¿Por qué van en bicicleta?

— Porque el camión cuesta caro y no es nuestro.

— ¿Cuánto cuesta un camión?

— Cerca de 40 mil dólares.

— ¿Cuánto ganan ustedes al mes?

— Bueno, ganamos en promedio 200 dólares.

— ¿Cuánto tiempo tiene que trabajar cada uno de ustedes, sin comer, sin beber, sin pagar alquiler, economizando todo el salario para ser un día dueño del camión que construye?

Ahí ellos empezaban a calcular y tomaban conciencia de la esencia de la relación capital x trabajo, lo que es la plusvalía, la explotación, etc.

Las nociones más elementales del marxismo, en cuanto crítica del capitalismo, venían por el método Paulo Freire. Con la diferencia de que no estábamos dando clase, no hacíamos lo que Paulo Freire llamaba ‘educación bancaria’, o sea, meter nociones de política en la cabeza del trabajador. El método era inductivo. Como decía Paulo, nosotros, los profesores, no enseñábamos, ayudábamos a los alumnos a aprender.

Culturas distintas y complementarias

Cuando llegué a São Bernardo do Campo (SP), en 1980, había militantes de izquierda que distribuían periódicos entre las familias de los trabajadores. Cierto día doña Marta me preguntó:

— ¿Qué es “contradicción de clase”?

— Doña Marta, olvide eso.

— No soy de mucha lectura –se justificó– porque mi vista es mala y la letra pequeña.

— Olvide eso –le dije–. La izquierda escribe esos textos para leerlos ella y quedarse contenta, creyendo que está haciendo la revolución.

Paulo Freire nos enseñó, no sólo a hablar en lenguaje popular, plástico, no académicamente conceptual, sino también a aprender con el pueblo. Enseñó al pueblo a recuperar su autoestima.

Al salir de la cárcel, viví cinco años en una favela en el Estado de Espíritu Santo. Allí trabajé en educación popular con el método Paulo Freire. Al volver a São Paulo, a finales de los 70, Freire me propuso hacer un balance de nuestra experiencia en educación y, gracias a la mediación del periodista Ricardo Kotscho, produjimos el libro titulado “Esa escuela llamada vida” (editorial Ática). Es su relato como educador y creador del método, y mi experiencia como educador de base.

En el libro cuento que, en la favela donde yo vivía, había un grupo de mujeres embarazadas de su primer hijo, asesoradas por médicos de la Secretaría Municipal de Salud. Pregunté a los médicos por qué trabajar sólo con las embarazadas de primer hijo.

— No queremos mujeres que ya tengan vicios maternales –dijeron–, queremos enseñar todo.

Pues bien, pasados unos meses, llamaron a mi puerta.

— Betto, queremos su ayuda.

— ¿Mi ayuda?

— Hay un cortocircuito entre nosotros y las mujeres. Ellas no entienden lo que hablamos. Usted, que tiene experiencia con ellas, nos podría asesorar.

Fui a presenciar el trabajo de ellos. Al entrar en el Centro de Salud del barrio, me asusté. Allí estaban mujeres muy pobres, y el Centro había sido adornado con carteles de bebés Johnson, rubios de ojos azules, propaganda de Nestlé etc. Delante de aquel espectáculo visual, reaccioné:

— Todo está equivocado. Cuando las mujeres entran aquí y ven esos bebés perciben que eso es otro mundo, no tiene nada que ver con los bebés de ellas.

Presencié el trabajo de los médicos. Hablaban en FM y las mujeres estaban sintonizadas en AM. La comunicación realmente no funcionaba. En una sesión, el doctor Raúl explicó, en lenguaje científico, la importancia de la alimentación materna y, por tanto, de las proteínas, para la formación del cerebro humano. Cuando él terminó la exposición, las mujeres lo miraron como yo al abrir un texto en mandarín o árabe: sin entender nada.

— Doña María, ¿usted entendió lo que dijo el doctor Raúl? –pregunté–.

— No, no entendí, sólo entendí que él dijo que nuestra leche es buena para la cabeza de los niños.

— ¿Y por qué no lo entendió usted?

— Porque no tengo estudios. Fui poco a la escuela, nací pobre en el campo. Yo tenía que trabajar la tierra y ayudar al sustento de la familia.

— ¿Y por qué el doctor Raúl supo explicar todo eso?

— Porque él es doctor, tiene estudios. Él sabe y yo no sé.

— Doctor Raúl, ¿usted sabe cocinar? –pregunté–.

— No sé ni hacer café.

— Doña María, ¿usted sabe cocinar?

— Sí sé.

— ¿Sabe hacer pollo en salsa oscura (plato que en Espirito Santo y también en algunas áreas del Nordeste se llama galinha de cabidela)?

— Sé.

— Por favor, póngase de pie –le pedí–, y cuéntenos cómo se hace un pollo en salsa oscura.

Doña María dio un aula de culinaria: cómo se mata el pollo, cómo se despluma, cómo se prepara la carne y se hace la salsa, etc.

Cuando se sentó, dije:

— Doctor Raúl, ¿usted sabe hacer un plato así?

— Claro que no, me gusta, pero no sé cocinar.

— Doña María –concluí–, usted y el doctor Raul, están perdidos en un bosque espeso, muertos de hambre, y de pronto aparece una gallina. Él, con toda su cultura moriría de hambre, usted, no.

La mujer abrió una sonrisa de oreja a oreja. En aquel momento ella descubrió un principio fundamental de Paulo Freire: no existe nadie más culto que otro, existen culturas distintas, socialmente complementarias. Si ponemos en la balanza toda mi filosofía y teología y la culinaria de la cocinera del convento en el que vivo, ella puede pasar sin mis conocimientos, pero yo no puedo pasar sin los de ella. Ésa es la diferencia. La cultura de una cocinera es imprescindible para todos nosotros.

Paulo Freire y desafíos de futuro

Ante la emergencia de tantos gobiernos autoritarios y la profusión de mensajes antidemocráticos, racistas, homofóbos, machistas y negacionistas en las redes digitales, me parece de suma importancia volver a Paulo Freire en esta fecha del centenario de su nacimiento.

El reflujo de las fuerzas progresistas en América Latina en los últimos años y el despuntar de figuras neofascistas como Bolsonaro en Brasil, nos obligan a reconocer que hace décadas abandonamos el trabajo de base de organización y movilización populares. Ese vacío en las poblaciones de la periferia, de las favelas, de las zonas rurales pobres, está siendo ocupado por el fundamentalismo religioso, por el narcotráfico y los milicos.

Paulo Freire nos enseña en sus obras que no hay movilización sin concientización previa. Es preciso que las personas tengan un “perchero”, donde colgar los conceptos políticos y las claves de análisis de la realidad. El “perchero” es la percepción del tiempo como historia.

Hay civilizaciones, tribus, grupos, que no tienen percepción del tiempo como historia. Los griegos antiguos, por ejemplo, creían que el tiempo era cíclico. Hoy, el tiempo retorna por medio del esoterismo, del negacionismo, del fatalismo y del fundamentalismo religioso. Pero retorna sobre todo por el neoliberalismo.

La esencia del neoliberalismo es la deshistorización del tiempo. Cuando Fukuyama declaró que “la historia acabó”, expresó esto que el neoliberalismo nos quiere inculcar: ¡Hemos llegado a la plenitud de los tiempos! El modo neoliberal de producción capitalista, basado en la supremacía del mercado, es definitivo. Pocos son los escogidos y muchos los excluidos. Y de nada sirve querer luchar por una sociedad alternativa, ¡por “otro mundo posible”!

De hecho, hoy en día es difícil hablar de sociedad alternativa. Socialismo, entonces, ¡ni pensar! Se ha creado un pudor, un bloqueo intelectual y emocional. “El socialismo se acabó, se derrumbó, colapsó, fue enterrado”, alardean las pitonisas. Las alternativas que se plantean son por lo general intrasistémicas.

La noción de que el tiempo es historia viene de los persas, pasada a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Tres grandes paradigmas de nuestra cultura son de origen judaico –Jesús, Marx y Freud– y, por lo tanto, trabajaron con la categoría de tiempo como historia.

No se consigue estudiar el marxismo sin profundizar en los modos de producción anteriores, para entender cómo se llegó al modo de producción capitalista. Y entender, enseguida, cómo sus contradicciones podrían llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone por tanto el rescate del tiempo como historia.

Si alguien hace análisis o psicoterapia, el psicoanalista pregunta al paciente sobre su pasado, su infancia, su educación. Si el paciente puede hablar sobre su vida intrauterina, tanto mejor… Toda la psicología de Freud es un rescate de nuestra temporalidad como individuos.

La perspectiva de Jesús era histórica. El Dios de Jesús se presenta con currículum vitae: no es un dios cualquiera –es Dios de Abraham, Isaac y Jacob–, o sea, un Dios que hace historia. La categoría principal de la predicación de Jesús es histórica: el Reino de Dios. Aunque situado allá arriba por el discurso eclesiástico, teológicamente no se sitúa allá arriba. El Reino es algo ahí adelante, es la culminación del proceso histórico.

Es curioso que en la Biblia la historia, como factor de identificación del tiempo, es tan fuerte que en el relato del Génesis la Creación del mundo ya aparece marcada por esa historicidad del tiempo antes de la aparición del ser humano.

Para muchos, historia es lo que hombres y mujeres hacen. Entonces, no habría historia antes del surgimiento de hombres y mujeres, tanto es así que se habla de prehistoria. Para la Biblia, ya hay historia antes de la aparición del ser humano. Tanto que los griegos consideraban al dios de los hebreos una entidad muy incompetente. Un verdadero dios crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como muestra el relato bíblico. En el relato de la Creación, en siete días, ya hay historicidad. Y Paulo Freire, hombre de formación cristiana y militante adepto a los fundamentos del marxismo, supo percibir la importancia de la lectura del mundo como condición para la lectura del texto.

Al neoliberalismo no le conviene esta perspectiva. Por eso, no se puede hacer educación popular sin tener el “perchero vertical” en el que colgar las ropas… Ese “perchero” –el tiempo en cuanto historia– es fundamental para poder visualizar el proceso social y político. Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué hoy muchos tienen dificultad para hacer proyectos de vida? ¿Por qué hay jóvenes que llegan a los 20 años sin la menor idea de lo que pretenden ser o hacer en la vida? Para muchos de ellos, todo es aquí y ahora.

Por eso, si queremos rescatar el legado de Paulo Freire, el camino es volver al trabajo de base con las clases populares, adoptando su método en una perspectiva histórica, abierta a las utopías libertarias y al horizonte democrático. Fuera del pueblo no hay salvación. Y si creemos que la democracia debe ser, de hecho, el gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo, no queda alternativa sino adoptar el proceso educativo paulofreiriano que sitúa a los oprimidos como protagonistas políticos e históricos.

Cuando Paulo Freire volvió de 15 años de exilio, en agosto de 1979, nos encontramos en São Paulo. Éramos vecinos y con frecuencia lo visitaba. Estrechamos mucho nuestras relaciones personales.

Termino este homenaje con este texto que escribí el día 2 de mayo de 1997, fecha de la transvivenciación de Paulo Freire:“Ivo vio la uva”, enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hace que adultos y niños en Brasil y en Guinea-Bissau, en la India, en Nicaragua y en tantos otros lugares, descubran que Ivo no vio sólo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.

Ivo vió que la fruta no resulta del trabajo humano. Es Creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en y sobre la naturaleza. Y la mano, multiherramienta, despierta las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza en años y años de evolución del Universo.

Coger la uva, aplastarla y transformarla en vino es cultura, señaló Paulo Freire. El trabajo humaniza la naturaleza y, al realizarlo, el hombre y la mujer se humanizan. Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social. Gracias al profesor, que inició su pedagogía revolucionaria con trabajadores del Sesi de Pernambuco, Ivo vio también que la uva es recogida por temporeros, que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mucho más.

Ivo aprendió con Paulo que, aun sin todavía saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía levantar una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todos sus estudios, no son capaces de construir como Ivo. Paulo Freire enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.

«Ivo vió la uva», y Paulo Freire le mostró los racimos, el parral, toda la plantación. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. De esa relación dialógica entre texto y contexto, Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje la praxis de Ivo es lo que importa. Praxis-teoría-praxis, en un proceso inductivo que torna al educando sujeto histórico.

Ivo vio la uva y no vio el ave que, desde arriba, mira la parra y no ve la uva. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así, Paulo Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de epistemología: la cabeza piensa desde donde pisan los pies. El mundo desigual puede ser leído con la óptica del opresor o con la óptica del oprimido. Resultan lecturas tan diferentes una de otra como entre la visión de Ptolomeo, al observar el sistema solar con los pies en la Tierra, y la de Copérnico, al imaginarse con los pies en el Sol.

Ahora Ivo ve la uva, el parral y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cáliz de vino, pero ya no ve a Paulo Freire, que se sumergió en el Amor la mañana del 2 de mayo de 1997. Nos deja una obra inestimable y un testimonio admirable de competencia y coherencia.

Paulo debía ir a Cuba, donde recibiría el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana. Al sentir dolorido su corazón, que tanto amó, pidió que fuese yo a representarlo. Pero yo tenía que ir a Palestina y no me fue posible atenderlo. Sin embargo, antes de embarcar fui a rezar con Nita, su mujer, y con sus hijos en torno a su semblante tranquilo: Paulo veía a Dios.

 

Freire, Mariátegui y una educación popular campesina

salvador-allende-unidad-popular-chile-educacion-paulo-freire-utem - Ediciones UTEM

Oscar Soto

Las líneas que siguen a continuación toman distancia de las elucubraciones academicistas que suelen circular en torno de lo pedagógico y ciertas “reflexiones” teóricas del pensamiento educativo. Así como la “toma de distancia” en la educación tradicional de nuestras escuelas latinoamericanas ha sido un acto de disciplinamiento corporal naturalizado, la escritura en torno del pensamiento rebelde de Nuestra América suele presentarse rutinizado en las indexaciones de cierto tipo de bibliografía especializada –no en vano más de unx suele colocar a Freire y a Mariátegui,  como insumo de una teorización delimitada de las ciencias sociales-. Inversamente a ello, pensamos que Mariátegui y Freire son una clave estrictamente política nuestroamericana, luego todo lo demás.

Intentamos aquí simplemente una crónica de sucesos recientes, ni más ni menos que a modo de “ensayo”. Nos probamos una vez más que la lucha silenciosa de la educación es escrita como resistencia y re-existencia; y que ésta bien puede ser nominada como una pedagogía que surge de la lucha. Se nos ocurre que pedagogía del oprimido, pedagogía de la autonomía, de la esperanza, de la pregunta, educación como práctica de la libertad etc.… son nombres sumamente urgentes y actuales. A cuento de esa actualidad nos llega la vigencia de Paulo Freire y del Amauta José Carlos Mariátegui.

I- Inicio de la crónica. Resistencia ancestral

El proceso de acumulación europea que explica con sangre, cuerpos y territorios el despojo de América Latina, no merece palabras benévolas. Se trata de una “conquista” y la conquista como primerísima forma de extranjerización de la tierra y los bienes comunes, conforma una dinámica de extracción necesaria para el sostén de la empresa capitalista imperial, entre otras cosas a partir de la esclavización y las formas de sometimiento de las poblaciones nativas[i].

La colonización y la opresión son el más añejo antecedente de la acción antidialógica que el grito freireano denuncia. Dicho de otra forma: la invasión cultural como vehículo para la inautenticidad de los sujetos invadidos (Freire, 1969: 138), tiene su fecha de origen en la época de la colonia, pese a que aún persiste caprichosamente en la actual sociedad del capital.

Fuimos dominados y resistimos desde el comienzo, volvimos a ser sometidos y sin embargo el curso de nuestras rebeldías se ha tornado, al decir de Martí (1883), “una enérgica, madura y casi simultánea decisión de entrar con brío en el concierto de pueblos trabajadores y triunfantes”.

Hay allí una resistencia abigarrada.

II- Crónica cercana. El avance de las luchas: Paulo Freire

El problema del indio, de la tierra y de la economía, entre muchos otros dramas de América Latina -latentes en el ensayo mariateguiano, por otro lado-, han sido metabolizados en los territorios rurales de nuestra región. Mujeres y hombres latinoamericanxs, sujetos cargados de historicidad que se saben en el mismo movimiento como seres “inacabados” (Freire, 2015: 95), transitan desde siempre una obstinación militante o lo que en términos de Romain Rollaind ha sido un “pesimismo de la razón [entreverado con un] optimismo de la pasión”, propuesto a reinventar los espacios de humanización posible.

¿Pero qué hay de nuevo en la historicidad latinoamericana si nos pensamos a partir de la crónica reciente? Si bien lo viejo no termina de morir en nuestra región, los rincones del despojo se recrean como espacios de libertad, a pesar de las dependencias, la colonialidad y tantas más. Pensamos que aquí es donde la palabra enunciada en Freire se escucha reivindicar la humanidad de los vencidos y una pedagogía liberadora: el oprimido liberándose y liberando al opresor (Freire, 2015: 39).

Paulo Freire es la persistencia de una esperanza cuando el mundo se presenta desesperanzado; cuanto menos es el ensayo militante que sugiere al sujeto latinoamericano empaparse de una profunda creencia en los hombres y las mujeres (Freire, 2015: 81), tal vez porque como él mismo diría “sin un mínimo de esperanza, no podemos ni siquiera comenzar el embate” (Freire, 2010a: 25). La lucha por la liberación y la humanización que en Freire tiene la amplitud de los sueños que portan los pueblos oprimidos de América, es una fuerza desde abajo que detona todas las estructuras posibles con la finalidad de trascender, dialogar, participar, anticipar, prefigurar, subvertir.

La educación popular de Paulo Freire es la posibilidad de que trabajadorxs, campesinxs, sin tierra, obrerxs, excluidxs y marginadxs se piensen y se re-inventen en el tránsito de espectadores a genuinos creadores de las condiciones materiales de la vida. No en vano el lenguaje de la rebeldía pedagógica del oprimido/oprimida, es hablado en los movimientos populares, en las comunidades de base, en las teorías de las dependencias, las sociologías de la explotación, las teologías liberadoras, los socialismos latinoamericanos, la investigación-acción participativa y tantas tradiciones de la resistencia de Nuestra América.

III- Crónica reciente: Notas sobre una educación popular auto-emancipadora

El acuse de tiempo que despinta el calendario, desde las notas de Freire a fines de los ´60 hasta la condensación de procesos autónomos políticos y culturales que echan raíces en esa matriz de inconformismo y revolución, deja visibilizar cómo en “las esquinas” de la práctica social mayor (Freire, 2010b) en la que se consolidan los discursos libertarios como éste, quedan los restos de lucha social que explican nuestro presente de resistencias.

En la multiplicidad de movimientos y organizaciones sociopolíticas que asumen la esperanza freireana, su dialogo y su horizontalidad, la escuelas campesinas integradas a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina internacional, son una sólida evidencia de tanta humanidad. En Mendoza, Argentina, la Escuela Campesina de Agroecología (ECA) de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra del Movimiento Nacional Campesino Indígena – UST/MNCI- es una constante actualización de lo que alguna vez Paulo Freire expresara: hombres y mujeres que, desafiados por la dramaticidad de la coyuntura, se proponen a sí mismos como problema (Freire, 2015). La tierra, la educación, la soberanía alimentaria y la reforma agraria y popular se siembra como elemento de lucha en la Escuela Campesina.

La larga historia que narramos desde la colonización hasta la organización de saberes subalternos como formas de re-existencia en la actualidad, bien puede inscribirse en la genealogía de la pedagogía del oprimido 50 años después de esas reflexiones.

El pasado 11 y 12 de octubre el compañero Miguel Mazzeo visitó la ECA junto a muchos compañerxs que transitan ese espacio de re-educación colectiva, de desaprendizaje y de constante contradicción entre educador/educando. El motivo del encuentro giró en torno del diagnóstico y los desafíos que atraviesa el campo popular en la hora actual de América Latina. La excusa de conversación fue el dialogo en torno a Mariátegui, sin embargo el reverso de ese intercambio mientras caía la tarde, parecía dibujar entre reflexiones la figura de Paulo Freire.

Es que Mariategui y Freire, así como los movimientos campesinos, los bachilerratos populares, los colectivos autogestivos y las organizaciones populares de Nuestra América, esbozan tal como sostiene Mazzeo una comprensión ampliada de la política como praxis transformadora y utópica; a modo de “elementos de socialismo práctico” que emergen permanentemente.

En el recorrido de nuestras luchas, las interpretaciones del pensamiento crítico latinoamericano ha heredado de Freire y Mariátegui una virtuosa capacidad de evadir las clausuras deshumanizantes de la historia y de reinventar las luchas rurales, urbanas, campesindias y populares. La educación popular y en nuestro caso la educación popular campesina constituye una pedagogía humanista y liberadora.

Es a partir de allí que podemos pensar tal vez que, en la incesante puesta en cuestión de las dicotomías que la educación bancaria impone, se erigen formas de construir esa otra emancipación surgida de los territorios campesinos, históricamente apropiados. Es decir que lo pedagógico en los movimientos campesinos es -como relataba Miguel Mazzeo siguiendo a Mariátegui- una forma de auto-educación y auto-emancipación de las clases subalternas orientada a socializar el poder y configurar esa sociedad sin oprimidos a la que aspiramos.

 

 

Referencias

Freire, Paulo (2010a) Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires.
Freire, Paulo (2010b) La educación como práctica de la libertad. Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires.
Freire, Paulo (2015) Pedagogía del oprimido. Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires.
Martí, José (1883) La América, Nueva York.

Notas

[i] Precisamente todo acto de conquista, nos dirá Paulo Freire, implica un sujeto que conquista y un “objeto” conquistado al que se le otorga ambigüedad; se trata de “un ser que aloja en sí al otro”, un acción esencialmente necrófila (Freire, 2015: 177).

*Oscar Soto. Politólogo. Miembro del colectivo de educadores de la Escuela Campesina de Agroecología – Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra – Movimiento Nacional Campesino Indígena. Mendoza.

Enseñanzas de Paulo Freire: la democracia socialista

12 libros de Paulo Freire para educar para la libertadJavier Biardeau*

Decía Paulo Freire que la acción política junto a los oprimidos debe ser una acción cultural para la libertad, rompiendo con la visión de los opresores que refuerza los vínculos de dependencia y sumisión en las relaciones de poder. A través de la concientizació n, de la reflexión y de la acción, la dependencia de la situación de dominación deber dar paso a la independencia, a la autoliberación junto con otros

Se trata de una experiencia de autoemancipación a través de una política crítico-dialógica.Por tanto, el método del liderazgo revolucionario no es la «propaganda liberadora», no se trata de «depositar la creencia de la libertad en los oprimidos», sino en el hecho de dialogar críticamente con ellos.

Esto implica no sólo hablar, sino escuchar, comprender activamente la palabra ajena, sus significados, sentidos y acentos socio-ideológicos en la interacción verbal y semiótica.

Mientras el liderazgo populista supone que realiza una donación hacia el pobre, y que por tanto el pobre entra en deuda con el líder, el liderazgo revolucionario rompe las cadenas de la dependencia y el clientelismo, construyendo la reciprocidad. Construir el consentimiento activo, como sujetos, y no el consentimiento pasivo, como objetos disponibles y manipulables, no nace de la propaganda, nace del diálogo, de la reflexión y la acción que problematiza la realidad a ser transformada.

Contrahegemonía equivale a desmantelar la separación entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos, entre élites y masas. También puede hablarse de «hegemonía democrática» en contraposició n a la «hegemonía autoritaria». Planteamos el debate sobre contrahegemoní as.

No es posible usar la acción pedagógica para la liberación usando los métodos de propaganda del opresor. No se trata de engranajes, sino de seres humanos activos, reflexivos y responsables. Dice Freire que la propaganda, el dirigismo, la manipulación, como armas de dominación, no pueden ser instrumentos de liberación. El liderazgo revolucionario no puede reproducir la conversión de seres humanos en cosas, en objetos manipulables, sino que debe advenir en relación dialógica, crítica que problematice permanentemente.

El liderazgo revolucionario que no sea dialógico con la multitud mantiene la «sombra» del dominador dentro de sí, y es presa de un sectarismo que conlleva a reforzar la lógica del opresor.

El diálogo revolucionario se opone a la «propaganda bancaria», al discurso vertical, a la transformació n de la pronunciación del mundo en intercomunicació n por la consigna burocrática. Del diálogo revolucionario nace la intersubjetividad, la intercomunicació n liberadora, no la palabra hueca.

El liderazgo revolucionario se distingue de la élite dominadora no sólo por sus objetivos sino por sus métodos de actuación, tiene pues un compromiso con la libertad, pues la adhesión verdadera es la conciencia libre de opciones, verificándose en la intercomunicació n, mediando y transformando la realidad.

Aquellos que insisten en imponer su palabra de orden no estimulan ni organizan al pueblo, simplemente manipulan.

Cuando uno aborda la contrahegemoní a plantea la necesidad de construir la autoridad compartida. Se trata de un quiebre paradigmático del término eghesthai que significa «conducir», «ser guía», «ser jefe». La dirección política en la democracia socialista del siglo XXI no puede confundirse con estilos burocráticos o militaristas, debe ser fundamentalmente una acción pedagógica y cultural liberadora.

Entonces el asunto tampoco es transformar el reaccionario «principio del líder» por el liderazgo colectivo, sin transformar el paradigma del liderazgo revolucionario. Tarea pendiente, sobre todo para quienes pregonan el fetichismo del líder indiscutible, desconociendo que la fortaleza de una revolución, en una etapa de ascenso revolucionario, está en el pueblo organizado, consciente y dispuesto a luchar por un proyecto socialista. Pues el Liderazgo revolucionario es necesario, pero más necesario es un pueblo que quiera hacer una revolución para su autoliberació n.

El dilema entonces es: ¡Democracia socialista o barbarie!

*Socialógo, catedrático de la Universidad Central de Venezuela

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