A 48 años del golpe, en Chile se van abriendo las grandes alamedas
Cecilia Vergara Mattei|
Con la próxima elección presidencial en noviembre y la redacción de la nueva Carta Magna como telones de fondo, y como homenaje y memoria viva de las y los luchadores sociales asesinados, Chile conmemoró el 48 aniversario del golpe militar que puso fin al gobierno del presidente socialista Salvador Allende, que dio paso a la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet.
Cada año se hace necesario recordar que, además de los trágicos acontecimientos suscitados en Estados Unidos en 2001, el 11 de septiembre marca el aniversario de un ataque no menos deplorable y de consecuencias igualmente amplias: el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, su cobarde asesinato a manos de militares traidores y la imposición de la dictadura de Augusto Pinochet.
Y es importante recordar que, de acuerdo con documentos estadounidenses desclasificados, el derrocamiento del gobierno elegido democráticamente y el establecimiento de un régimen de facto fueron impulsados y asesorados desde Washington.
Al igual que en las principales ciudades del país, en Santiago de Chile, miles de corazones se dieron cita en la Plaza Los Héroes, en plena Alameda, y entre lemas y banderas de diversas organizaciones políticas, sociales y de DDHH chilenas y de los pueblos indígenas, trabajadores, asambleas territoriales, ambientalistas, antipatriarcado y comunidad LGBTI+, migrantes, etc., iniciaron la caminata hasta el principal cementerio metropolitano.
La marcha, del centro de la capital hasta el Cementerio General, fue en homenaje y memoria viva de las y los luchadores sociales asesinados por la dictadura cívico militar y los gobiernos pos-tiranía, tras el golpe de Estado de 1973, hace 48 años. Y como es habitual, las Fuerzas Especiales de Carabineros comenzaron a reprimir a los convocados con agua tóxica y gases lacrimógenos incluso antes de que iniciara la marcha, y con mayor violencia durante su transcurso.
Los aspectos distintivos de la marcha este año estuvieron en la exigencia colectiva de la libertad de las y los presos políticos de la revuelta social y del pueblo mapuche, y en la participación de nuevos activos y procesos político sociales, como las asambleas territoriales y el Referente Político Social, entre otras organizaciones disidentes.
Retornó el ambiente de recogimiento que parecía perdido el año pasado por la pandemia, en la marcha hasta el Cementerio General donde descansan los restos de Salvador Allende y donde se ubica el Patio 29, donde la dictadura sepultaba clandestinamente y como “NN” a las víctimas de enfrentamientos y ejecuciones políticas.
Entre las proclamas se recordó a los “presos de la revuelta”, en su mayoría jóvenes que aún están detenidos tras las violentas y multitudinarias jornadas de protesta del estallido social desde octubre de 2019.
Otro acto importante fue el homenaje a Allende donde los partidos Socialista y Comunista y la Central Unitaria de Trabajadores le dejaron ofrendas florales a su estatua ubicada frente al Palacio de La Moneda, lugar que fue bombardeado hace exactamente 48 años.
Morandé 80 es una puerta lateral del Palacio de La Moneda, por donde salieron los restos de Salvador Allende y que Pinochet clausuró para evitar cualquier acto simbólico. Algo que se revirtió recién en 2003, reconstruyéndola y convirtiéndola en un lugar de memoria. Este año, sin embargo, el gobierno no autorizó actos. “Es impresentable que el gobierno de Sebastián Piñera nos negara entregar la ofrenda floral en Morandé 80, eso atenta con la historia”, dijo Karina Oliva, presidenta del partido Comunes.
Comunes forma parte de la coalición Apruebo Dignidad (que llevará como candidato presidencial a Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Oliva señaló que “hoy no sólo queremos hacer un acto de memoria, sino de luchar, y nunca más descansar, para que las alamedas siempre estén abiertas, para que todas las personas pasen libres, para que la educación sea el derecho que tanto se ha peleado, para que la salud sea el derecho de todas y todos”.:
En la tarde, la comentada exhibición por primera vez en la TV abierta de la trilogía “La batalla de Chile” del cineasta Patricio Guzmán -que la propia Concertación centroderechista evitó exhibir por el canal público a pesar de haber comprado los derechos- el gobierno de Piñera –a través del subsecretario del Interior, Juan Francisco Galil- criticó la participación de la alcadesa de Santiago, la comunista Irací Hassler, en la marcha al cementerio.
Un poco de memoria
Hace diez años, la Comisión Asesora para la Calificación de Detenidos, Desaparecidos, Ejecutados Políticos y Víctimas de Prisión Política y Tortura determinó que más de tres mil personas fueron asesinadas o desaparecidas por el pinochetismo, mientras otras 35 mil sufrieron algún tipo de violación de derechos humanos de tinte político entre 1973 y 1990. La propia comisión reconoce que las cifras podrían duplicarse.
Las cifras no reflejan el sufrimiento humano ni el daño duradero que el gobierno militar causó a Chile al convertirlo en campo de pruebas de un salvaje proceso de expoliación de la riqueza, inducción de la desigualdad, desmantelamiento de derechos, privatización de los bienes nacionales y los recursos naturales, y enajenación social.
Hoy, casi medio siglo después, el pueblo chileno sigue luchando para recuperar lo que la dictadura robó a través de este modelo, exportado al resto del mundo a partir de la década de los 80 y bautizado como neoliberalismo.
Luchando por una democracia real y no sólo formal; por los derechos a la educación, la salud, la vivienda, el trabajo y el retiro dignos; la libertad de manifestarse sin sufrir brutales formas de represión y, ante todo, la conciencia colectiva en la lucha por un futuro común y para todos los chilenos.
Las protestas masivas que se vienes sucediendo en los últimos lustros, y que explotaron en el estallido social del 18 de octubre de 2019son parte del renacer de una sociedad atomizada para rearticular su sentido colectivo, de la mano de las generaciones más jóvenes, enfrentando los sistemas político y económico impuestos por la dictadura y petrificados mediante una Constitución que los gobernantes posteriores no han querido reemplazar.
Poco a poco se ha ido venciendo la resistencia a las políticas de saqueo y precarización de los sucesivos gobiernos neoliberales. Luchando contra la despolitización de la sociedad, para la cual se demonizó, trivializó y tecnocratizó la actividad política, a fin de volverla algo que es visto simultáneamente como malo, inútil y demasiado complejo para las mayorías. Y así, las mayorías fueron buscando su participación política en las calles, siguiendo el ejemplo de los más jóvenes.
Hace medio siglo, la vía pacífica al socialismo era una experiencia y un formato que entusiasmaba incluso a los europeos. Y a 48 años del golpe militar, alentado por la derecha vernácula y por Washington, la experiencia chilena recuerda a todos que las derechas latinoamericanas están dispuestas a recurrir a cualquier expediente para descarrilar los proyectos de gobierno que atienden a las necesidades de las mayorías.
El estallido chileno, que llevó a una Convención Constituyente, para terminar con la carta magna que impusiera Pinochet, muestra que en nuestra América la izquierda se salteó los partidos y que hoy es la calle, donde los ciudadanos recobran el valor de la solidaridad y su ciudadanía.
Quizá Allende tenía razón aquel martes 11 de setiembre de 1973 en el último mensaje a su pueblo: “Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano (…)Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”.
* Periodista chilena, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.