Una pandemia, dos ideas civilizatorias, las respuestas de la Otan ynuestra idea de Comunidad Organizada
Facundo Di Vincenzo|
Los términos confianza, justicia social y Comunidad Organizada, no suelen encontrarse en los textos de los defensores de la Civilización Occidental “Global” progresista y liberal del Atlántico Norte (OTAN). Sin embargo, en los mal llamados populismos, estas ideas son las que vertebran la relación entre los Estados y sus habitantes hasta el punto de trastornan los lenguajes, las expresiones y los sentidos comunes.
En los pueblos en donde se da esta relación, la palabra Comunidad (vinculada con el suelo, tradiciones y costumbres colectivas) empieza a reemplazar, hasta desplazarla totalmente, a la palabra “sociedad” (relacionada con el liberalismo, los contratos sociales y demás elementos jurídicos ejercidos sobre seres insectificados).
No es casualidad que en los medios de comunicación (liberales) hegemónicos estos términos cuando aparecen, se encuentran cargados de sentido negativo. Generalmente asociados a la persecución política, limitación de libertades públicas e intolerancia. En este sentido, para los liberales, los Estados Nacionales que necesariamente se sostienen con estos tres elementos deben ser reducidos a su mínima expresión posible. En otras palabras, los recursos destinados a fortalecer el sentimiento de comunidad que directamente se relacionan con las áreas de Salud, Educación, Asistencia Social y Fuerzas Armadas, son considerados innecesarios
Pensar y pensarnos
Debemos reflexionar: esta idea de Civilización Occidental como señalaron los filósofos Carlos Astrada[1], Alberto Buela[2], Franz Tamayo[3] y recientemente el ruso Aleksandr Dugin[4], no es más que una idea de Civilización, promovida desde la segunda mitad del siglo XIX por las potencias de la OTAN. Idea, que bajo los efectos de la pandemia desatada por el coronavirus, ha colisionado en nuestra región con otra idea de civilización (nuestra), que se expresa por ejemplo, en los mensajes del Papa Francisco, en las medidas tomadas por el presidente argentino, Alberto Fernández o en la ayuda brindada por los médicos y médicas voluntarias/os cubanas/os, verdaderos hombres y mujeres nuevas, parafraseando al tipo de humano que proponía Ernesto “Che” Guevara.
Nuestra idea de Civilización, tiene una larga tradición en nuestro suelo, sin embargo, su manifestación plena se dio de forma intermitente en la historia. Fue una idea de solidaridad, intercambio y reciprocidad presente en los primeros pobladores de estas tierras y que se manifiesta por ejemplo, en la forma comunidad del ayllu andino[5], que también emergió con en ciertos sacerdotes humanistas cristianos de voluntad mestizadora, como señala la filósofa Amelia Podetti, con su virtud de unidad y la aptitud de trasmutar tradiciones culturales[6].
Aptitud que se mantuvo luego, durante el aluvión inmigratorio, y que nos distingue de los demás continentes, como dice Alberto Buela: “América ha sido la tierra de lo ´hóspito´, en donde las gentes que arribaban a ella, huían de la pobreza, la persecución, la guerra, el hambre, del ahogo existencial y de la imposibilidad de ser verdaderamente hombres en otras latitudes de la tierra”[7].
Una forma de Civilización que resistió durante el siglo XIX como pudo, a sangre y fuego, el avance del iluminismo, ilustración, liberalismo y las ideas-fuerza de Orden y Progreso. Que emergió en los años veinte y treinta, con las reformas educativas realizadas por José Vasconcelos en México o Haya de la Torre en Perú, trastocando las jerarquías y jerarquizaciones, llevando la universidad a los sectores históricamente excluidos: indios, mulatos y negros o en el Brasil hacia los años 30´, con el Estado Novo de Getulio Vargas y su representación por sectores productivos, no politiqueros, sino que aquellos que tenían una función social eran quienes decidían en el Congreso.
Finalmente, una idea que observo en Argentina con el texto La Comunidad Organizada redactado por Juan Domingo Perón en 1949, solidificación epistemológica, filosófica y espiritual de la movilización popular del 17 de octubre de 1945, aquella irrupción masiva que pidió por la liberación de su líder.[8]
En otras palabras, la situación actual brotan una serie de cuestiones que se vinculan con la tradición de estos gobiernos peronistas de 1946 y 1951, y proporcionan una fuerza multidimensional (o al menos una reflexión) que nos interpela con la pregunta: ¿desde dónde pensar esta pandemia? ¿Se seguirá pensando como dicta la lógica civilizatoria del Atlántico Norte o miraremos hacia atrás, a esa (nuestra) forma de civilización?
La otra Civilización (la nuestra). Obediencia, Confianza y Comunidad Organizada
El mal llamado y peor definido “populismo” (Ansaldi, Rouquie, Laclau[9]), designa a una serie de gobiernos elegidos por las mayorías bajo formas democráticas (Perón, Vargas, Lázaro Cárdenas, Velazco Alvarado, Gaitán). Como hasta mediados del siglo XX en las democracias latinoamericanas no elegían las mayorías, los estudiosos del tema pensaron que a los gobiernos verdaderamente democráticos había que llamarlos de otra manera.
En fin, estos gobiernos lograron una vinculación muy estrecha, fraternal-paternal, si se quiere, con sus pueblos gracias a un conjunto de acciones y medidas que transformaron los comportamientos de las personas. Las decisiones de los gobernantes eran tomadas con confianza y obediencia. La llamada Justicia Social promovida por estos gobiernos trastocó las bases sobre las que se apoyaba el modelo de Civilización de la OTAN.
Por ejemplo, la solidaridad mecánica (liberal y atomizada) fue reemplazada por otro tipo de solidaridad: orgánica, cooperativa y comunitaria. Mientras la primera idea de Civilización de la OTAN se fundó en un sistema de creencias regido por principios morales de corte individualista donde las leyes (la razón-la propiedad-lo material) siempre están por encima de los humanos; en la segunda opción, se presenta una sociedad cooperativa con conciencia integral, en donde los sujetos gracias una educación y sentimiento nacionalista, mancomunan de forma orgánica.
En síntesis, los humanos que forman parte de ese agregado social, por ejemplo, del argentino, asumen (confían y obedecen) que cada uno de ellos forma parte de algo mayor, posibilitando que de esta forma se superen las diferencias sociales y todos los sujetos que forma parte del mismo agregado social colaboren para mejorar el funcionamiento de la organización que integran.
Ahora bien, obedecer y confiar, como sabemos, se encuentra en las antípodas de la desobediencia y la intolerancia. Me interesa aquí señalar que la idea de Civilización promovida por el Atlántico Norte se funda en la desobediencia (a la comunidad organizada: El Estado) y la intolerancia.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la Soberanía de los Estados de las potencias del Atlántico Norte ha quedado supeditada a los grandes capitales. Empresas trasnacionales en la mayoría de los casos. Aquellos gobiernos que, defendiendo ciertos intereses de los capitales nacionales o ciertas cuestiones soberanas, realizaron gastos de capital no lucrativos para las trasnacionales (desde Perón hasta Hugo Chávez) han chocado con estos sectores transnacionales.
Éstos, de diferentes formas, principalmente con sus medios de comunicaciones masivos, intentaron quebrar la sustentabilidad de estos gobiernos fomentando la desobediencia a partir de los patrones liberales y progresistas de siempre, caratulando sus gobiernos como dictaduras o generadores de persecución política, limitación de libertades públicas e intolerancia. Pero pensemos en esta última palabra, la intolerancia.
La intolerancia inmanente en la idea Civilizatoria de la OTAN
La tolerancia liberal tiene su punto de partida teórico en John Locke con su Carta sobre la tolerancia de 1689. Alberto Buela, en su libro: Pensamiento de ruptura (2008) define esta idea: “Esta tolerancia liberal está fundada en la ideología del igualitarismo según la cual las personas ya no son iguales en dignidad sino que son per se iguales, cuando en realidad las personas son per se distintas; nuestros rostros y figuras así nos lo indican.
Esta tolerancia lo que hace es introducir la idea de disimulo, de simulacro en la política, pues la tolerancia no es hoy otra cosa que: la disimulada demora en la negación del otro. Hacemos «como si» respetáramos al otro, cuando en realidad estamos disimulando su negación.”[10]
Reflexionemos un poco más. ¿Cómo han reaccionado las Naciones Unidas a esta pandemia? ¿Y la Unión Europea? Se han hundido embarcaciones con niños, hombres y mujeres en el mediterráneo, se invadieron poblaciones civiles de los nuevos “malditos” en medio oriente, Europa del Este, África, América Latina y el Caribe, Asia.
En síntesis, la segunda guerra mundial fue la última realizada en su “cancha”, de allí en más las guerras fueron promovidas hacia el afuera (la llamada periferia) a mayor distancia del centro, mayor la violencia. Inclusive, estas potencias actúan con doble moral sobre aquellos periféricos que transitan sus calles. Niegan su existencia bajo el mote de “clandestinos” e “ilegales” y destruyen sus espacios de sociabilidad, los insectifican, volviéndolos invisibles pero no tanto, ya que son utilizados en los trabajos más peligrosos, insalubres y peor pagos, en otras palabras, son y no son reconocidos por esa Civilización, perdón: me faltaba señalar que en la idea civilizatoria de la OTAN la hipocresía es uno de sus principales pilares.
¿Cómo es ésto? Ya vimos que no es una civilización tolerante, pero además, ¿Es una Civilización no inclusiva? Como señaló Dugin en su última visita a la Argentina, bajo el halo de los derechos humanos, han logrado desplazar la idea del Estado como Comunidad Organizada, han logrado disolver los lazos espirituales, sentimentales, nacionales y colectivos, en otras palabras, “los valores eternos” a los que alude Juan Domingo Perón en La Comunidad Organizada[11].
Dice Dugin: “El liberalismo, a través de los principios de los Derechos Humanos, quiere establecer la idea de que no hay ninguna diferencia entre los individuos. Que no cuentan ni el género, ni la Nación, ni la etnia, ni la identidad étnica, ni la identidad religiosa. Esa es la idea clave del liberalismo.
La supuesta libertad del individuo contra las identidades colectivas. Hoy en el mundo podemos ser liberales de izquierda o de derecha. Incluso, en algunos casos, podemos ser liberales de extrema izquierda, como el Antifascista norteamericano. O la extrema derecha liberal, como los ucranianos nacional-socialistas que luchan contra los rusos, que están a favor del liberalismo occidental. En definitiva, podemos ser liberales de cualquier sesgo pero no somos libres de no ser liberales.”
Para decirlo rápidamente, la tolerancia y la inclusión que propone la idea de Civilización la OTAN no emanan del pueblo, ni de sus tradiciones, menos aún de su diálogo espiritual metafísico con el suelo que habitan. En consecuencia, sus ideas trastornan nuestras vivencias y separan nuestros seres de la tierra, de nuestros antepasados y costumbres, alimentando aún más la desvinculación con los sujetos de nuestra comunidad.
Esta pandemia puede (debería) hacernos reflexionar al menos en dos cuestiones, primero: ¿Cuál la idea de civilización que adoptamos y que beneficios nos da esta idea? Y segundo: En estos tiempos, ¿Esta idea de civilización nos dará tiempo para darnos cuenta que no nos sirve?
Notas
[1]BUELA, ALBERTO, Aportes a la tradición Nacional, Buenos Aires, Ed. Theoría, 1998.
[2] ASTRADA, CARLOS, El mito Gaucho, Buenos Aires, Ediciones Cruz del Sur, 1948; Metafísica de la Pampa, Buenos Aires, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 2007.
[3] TAMAYO, FRANZ, “Creación de la Pedagogía Nacional” [1910], en TAMAYO, FRANK, Obra Escogida, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979.
[4] DUGIN, ALEXANDR, La cuarta teoría política, Madrid, ediciones Nueva República, 2013; Geopolítica existencial, Buenos Aires, Nomos, 2017; Identidad y Soberanía contra el mundo posmodernos, Buenos Aires, Nomos, 2017.
[5] GARCIA LINERA, ÁLVARO, Forma valor y forma comunidad. Aproximación teórica abstracta a los fundamentos civilizatorios que preceden al Ayllu Universal, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2010.
[6]PODETTI, AMELIA, “La irrupción de América en la Historia” [1981], en Revista Hechos e ideas, Buenos Aires, Noviembre / Diciembre de 1986, pp. 34-46.
[7]ALBERTO BUELA, El sentido de América, Buenos Aires, Ed. Theoría, 1990.
[8]PERON, JUAN DOMINGO, La Comunidad Organizada [1949], Buenos Aires, Adrifer Libros, 2001.
[9] ROUQUIÉ, ALAIN, Extremo Occidente. Introducción a América Latina, Buenos Aires, Emecé, 1994; LACLAU, ERNESTO, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005; WALDO – GIORDANO, VERÓNICA, América Latina. La construcción del orden, Buenos Aires, Ariel,2012.
[10]BUELA, ALBERTO, Pensamiento de ruptura, Buenos Aires, Theoria, 2008, pp. 48-49.
[11]PERÓN, JUAN DOMINGO, La Comunidad Organizada [1949], op., cit.
*Profesor de Historia, Universidad de Buenos Aires, Doctorando en Historia– Universidad del Salvador, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano – Universidad Nacional de Lanús, Docente e Investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, del Instituto de Problemas Nacionales y del Instituto de Cultura y Comunicación.