Argentina: La tierra, siempre la tierra: ¿ventaja o problema?

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Juna Guahán

 

Argentina es un país agropecuario. De eso no quedan dudas, para lo bueno y lo otro. Es por ello que el tema de la tierra, su apropiación, su organización productiva y el destino de sus frutos, son claves en nuestra historia pasada, presente y futura.

Es imposible -en estas líneas- reflexionar sobre todas esas variantes pero sí podemos introducirnos en el estado actual del problema. Entre otras cuestiones, buena parte de nuestros límites nacionales e interprovinciales tienen que ver con lo dicho sobre la tierra y la historia argentina.

Nunca más una campaña del desiertoEntre 1822 y 1830, unos pocos propietarios (538) se adueñaron, por la Ley de Enfiteusis rivadaviana, de cerca de nueve millones de hectáreas de las mejores tierras. Buscando ampliar las “fronteras agropecuarias”, esa tendencia fue consolidada por la “Campaña al Desierto” (general Julio A. Roca 1878/1887), que les permitió acceder a otras 41 millones de hectáreas.

En realidad esas acciones tenían por objeto expulsar a los indígenas que ocupaban esas tierras para repartirlas entre los amigos del poder. Así fue como la “Generación del 80” definió nuestros límites territoriales, la apropiación de las tierras y las modalidades productivas. Así nació nuestro país agroexportador y la oligarquía terrateniente que lo usufructuaba.

Ese modelo fue actualizado -en el siglo XX- durante el gobierno de Carlos Menem y por gestión de su ministro de Agricultura, Felipe Solá (hoy canciller). El país agroexportador fue complementado con el extractivismo y los agro-negocios que terminaron por imponerse mediante la sojización, los paquetes tecnológicos y las semillas genéticamente modificadas.Mineria a cielo abierto

Actualmente el 0,94% de propietarios acumula el 34% de las tierras productivas, manteniendo la señalada concentración de los tiempos precedentes. Desde allí y con la anuencia de diferentes gobiernos se determinó el tipo y destino de nuestra producción agropecuaria.

Recurrentemente, como ocurriera con la “Resolución 125” en el 2008 y ahora con el tema de la agroexportadora Vicentin, nuestra economía padece problemas puntuales con esa franja social. Lo malo no son sólo esas cuestiones específicas, sino el problema estructural con un sector que influye o determina la política en un área clave de la economía conformado en contra de los intereses del pueblo.

 

Organizaciones populares y la soberanía alimentaria

Durante largos años este tema estuvo fuera de la agenda de los sectores populares. Hace pocas semanas un grupo de organizaciones populares formuló la propuesta de “crear un millón de chacras mixtas combinadas con la industrialización del campo, planificada y federal”.

Esa propuesta parte de la base que existen 30 millones de hectáreas de tierras fiscales, de las cuales 18 millones son cultivables. Este es un abordaje a este tema donde, sin modificar sustancialmente la fuerte concentración existente, toca una de las cuestiones más profundas del movimiento popular y la economía nacional.

El tema nos introduce en la cuestión del modelo productivo, la soberanía alimentaria, la necesidad de un nuevo sujeto económico y –fundamentalmente- nos conduce a un reordenamiento territorial.Radio: "¿Por qué se armó el #Verdurazo?"

Allí, partiendo desde el principio que la tierra es para el que la trabaja, es posible avanzar hacia una profunda desconcentración de la propiedad de la tierra y de la población de las grandes urbes. Al mismo tiempo crecer industrialmente a través de un encadenamiento productivo en manos de los sectores populares organizados.

Ello permitiría asociar largos procesos que van desde la producción de las semillas hasta la elaboración de alimentos listos para consumir, por fuera de los modelos actualmente vigentes.

Allí se podrá privilegiar la cercanía territorial, las necesidades y soberanía alimenticias, sin depender de las grandes trasnacionales y sus productos chatarras, que procuran la uniformar mundialmente el consumo contribuyendo a la destrucción de las culturas y economías locales.

Los Estados –en transformación- no podrán permanecer ajenos a esta perspectiva pero los grandes protagonistas, los sujetos de estas posibilidades son las propias expresiones del pueblo económica, social y políticamente organizado.

Todo esto supone generar las condiciones para crear, desde abajo, las bases de un nuevo modelo que no esté regido por las actuales reglas del mercado y la ganancia, características del decadente mundo actual.

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

 

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