Argentina: menos pandemia, más de economía, empleo y política
Juan Guahán|
Mientras los datos de la pandemia se van acercando al famoso “pico” que sería a fines de mayo o comienzos de junio, el hartazgo o cansancio psíquico, moral, va creciendo en gran parte de la población. Desde el gobierno ensayan, una y otra vez, el mismo y válido argumento: “Nadie destaca lo que no pasó (las muertes), pero sí insiste y se queja por aquello que le falta (la posibilidad plena de circular y trabajar)”
De hecho la cuarentena está hecha un colador y los controles son cada vez menores. El Presidente está dando cuenta de esta situación y el gobierno va siguiendo lo que está pasando de hecho, procurando que sus efectos no sean muy graves. Se sostiene la cuarentena, pero cada vez más flexibilizada. Los controles se mantienen y fortalecen en los puntos críticos.
Esta evolución da cuenta de una situación práctica, los graves problemas de la economía y las dificultades de gestión que tiene el gobierno. También atiende al hecho que la política vuelve a reaparecer en los debates.
Economía y deuda
A nadie le quedan dudas que la situación económica se está volviendo insostenible con esta insoportable recesión. La ausencia de los cigarrillos en el mercado es apenas un avance de esta difícil situación, la crisis de empleo y empresarial es otra de sus horribles caras.
La ausencia de un plan económico fue una política oficial del gobierno desde su asunción. Ella tenía como fecha límite la definición sobre el tema de la deuda. Estamos recorriendo los últimos peldaños de esa situación. El default está allí y nadie puede asegurar si se llegará o no a ese destino final.
Anuncios de algunas inversiones y el pago de 320 millones de dólares al privilegiados FMI, por el vencimiento de intereses trimestrales, fortalecen la idea que el gobierno intentará evitar el default. De todos modos ¡renegociará o pagará sin discutir legalidad y legitimidad de lo que reclaman!
Además de la deuda, esta semana hubo dos grandes novedades financieras.
Una ocurrió el martes 5 cuando hubo una video conferencia entre el Presidente y Gustavo Beliz con Luis Carranza Ugarte presidente del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). Esa noticia fue ampliamente divulgada por el CAF pero aquí no tuvo mayor repercusión, si bien se publicó en un cable de Télam. Allí tomo estado público el financiamiento del CAF a nuestro país por 4 mil millones de dólares en cuatro años.
De esa cifra recibiríamos 900 millones este año. Unos 340 millones estarían rápidamente disponibles. Para las provincias están previstos 40 millones y 300 para las políticas sociales. El resto quedaría en manos del Ejecutivo para diversas obras públicas.
Aquí no termina la cuestión, el jueves 7 hubo otra teleconferencia. Los interlocutores argentinos fueron los mismos, Alberto Fernández y Gustavo Béliz, del otro lado –Luis Alberto Moreno- el Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Allí se anunció otro crédito por 1.900 millones de dólares, más de la mitad de los cuales sería acreditado este año. El destino de 500 millones serían para el sector productivo, 300 para salud.
Estos dos anuncios, en momentos que se está clausurando el debate por la deuda con los bonistas, hacen pensar en algunas cuestiones y generan dudas. ¿Todo esto es una cortina de humo o no será que también habrá algunas monedas para “tirarles un hueso” a los bonistas, antes del 22 de mayo y evitar el default? El hacedor de ambos acuerdos es el mismo, Gustavo Béliz. Éste, durante estos largos años de exilio del kirchnerismo, fue funcionario del BID. Entre otras cuestiones es destacable el importante “destino social” e inmediato de 300 millones, mientras que el conjunto de las provincias solo reciben 40 millones.
Por último, el creciente rumor en el sentido que el mundialmente poderoso financista George Soros estaría detrás de estos acuerdos, que serían al precio de…varias cuestiones, entre ellas seguir atados (posiblemente con collares distintos) al poder financiero internacional que ha demostrado largamente el “profundo y desinteresado cariño” que tiene por nuestro pueblo.
El gobierno y sus dificultades para gestionar
El coronavirus dejó al descubierto el hecho que la idea rectora del neoliberalismo es decir el “Estado mínimo”, dejó el lugar protagónico a su contraparte el “Estado máximo”. Hoy todo, salvo una parte significativa del sistema comunicacional, pasa por el Estado. Con una economía prácticamente parada la única actividad que se mantiene funcionando, con mayores compromisos que antes de esta peste, es el Estado.
Naturalmente que el gobierno, con escasas experiencias por su reciente constitución, se había preparado y configurado para lidiar con otra realidad estatal. De repente se encontró con esta novedad.
Desatada la pandemia los tres grandes efectores de nuestro sistema sanitario: estatal (sistema hospitalario), privado (medicina prepaga) y social (obras sociales) se mostraban escasamente capacitados para enfrentar a este “enemigo invisible” que contaba con una presencia y difusión inédita en los medios de prensa. Ante esa situación todas las miradas se concentraron en las respuestas estatales y sus recursos.
El gobierno, recientemente constituido, dudó unos días pero casi inmediatamente el propio Presidente se puso al frente: Que el virus no circule, recomendaron los científicos consultados ¡Quédese en su casa! fue la consigna, didácticamente explicada por Alberto Fernández. La respuesta, sanitariamente adecuada, socialmente aceptada y políticamente ajustada a los intereses del gobierno, funcionó de un modo casi impecable durante varias semanas. Pero, poco a poco, el miedo al virus fue siendo compartido con el temor y las necesidades -sin respuesta- de una economía apaleada.
El Estado asumió nuevas, diferentes e inesperadas tareas. Los planes y subsidios estatales, para repartir comida o ingresos mínimos se multiplicaron. Los pedidos de ayuda empresariales llovían. Casi todos recibían promesas de ayuda.
Aquí apareció un nuevo problema, el gobierno no se había constituido, ni estaba preparado para un evento de este tipo. Estallaron los problemas de gestión. Algunos ejemplos lo explican. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), una módica -demasiado módica- ayuda de 10 mil pesos pensada solo para el mes de abril y para menos de 4 millones de personas, recibió cerca de 11 millones de peticiones.
Casi 8 millones de solicitudes fueron aprobadas, días después se incrementó en otro millón de subsidios. El pago del IFE fue ampliado al mes de mayo. Pero a mediados de esta semana habían cobrado su cuota de abril los primeros 4,5 millones de personas, solo un poco más de la mitad. Esta demora junto a las vergonzosas colas de jubilados delante de bancos –entre otras razones- motivaron la renuncia del titular del ANSES. Algo semejante ocurrió con créditos prometidos a Pymes. También hubo que modificar sobre la marcha las condiciones incumplibles para que el Estado asuma el pago parcial de salarios para aquellas empresas que argumentaron su imposibilidad de hacerlo.
Estas dificultades de gestión hacen que el gobierno tenga miedo a una apertura de la actividad económica porque desconfía de su propia capacidad de gestionar una novedad de este tipo. El Presidente dejó en manos de los gobernadores los riesgos de la gestión de esa apertura, guardó para sí el manejo de la dura cuarentena en Capital y Gran Buenos Aires.
La politica en la gestión estatal
A las señaladas dificultades que tiene el gobierno para gestionar la actual situación se le agregan un par de cuestiones políticas que complican la tarea del gobierno nacional.
Una de ellas tiene que ver con la presencia cada vez más fuerte de Cristina. En algunos casos se trata de sus comunicaciones personales y en otras con la actividad –cada vez más intensa- de Máximo Kirchner y La Cámpora. De ese modo el poder de Cristina aumenta en el control de instituciones y aparatos del Estado, desde los cuales sigue lógicas propias que no siempre coinciden con las que tiene Alberto. El rol significativo que va alcanzando Béliz, en las últimas negociaciones internacionales, prepara un escenario con el que el cristinismo no termina de acordar.
Otro punto de fricción aparece por el lado de los gobernadores, totalmente alejados de aquella afirmación de Alberto que su gobierno sería de “un Presidente y 24 gobernadores”. Ahora están molestos no solo por ese incumplimiento sino también por las promesas concretas hechas a cada distrito. Los últimos enojos están vinculados a una constante reducción de sus ingresos en lo que tiene alguna injerencia el Ejecutivo Nacional.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)