La nueva política exterior y la importancia del viaje de Alberto Fernández a México
Juan Guahán
El Presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, culminó su primer viaje internacional. México fue el destino, en un obvio adelantamiento de su política exterior. Justamente ese país está recuperando un nivel de autonomía que fue una característica de las largas y fructíferas décadas de la Revolución Mexicana iniciada en 1910.
Ella no solo aspiraba a liberar a su campesinado sino que fue una avanzada en la región en el tema de mantener cierta independencia respecto a los EEUU de quien lo separan no solo los miles de kilómetros de frontera, sino también el robo de buena parte de su territorio por parte de esa potencia mundial.
Pero los años fueron pasando y esa potencialidad de la Revolución se fue agotando. A pesar de reiterados gobiernos condescendientes con su poderoso vecino del Norte y de una progresiva evolución interna a favor de grandes grupos económicos, el sentimiento de solidaridad regional de su pueblo con el resto de Nuestra América nunca se apagó. Pero muy recientemente un nuevo gobierno de signo progresista pretende restablecer esas marchitas banderas.
Allí estuvo el Presidente electo de los argentinos. México es, después de Brasil, el país más poderoso de la región y junto con Argentina conforman el trío de los más importantes de la América -no anglosajona- colonizados por el poder que tenían España y Portugal.
Alberto Fernández quería dar una señal en el sentido que una buena relación con México le daba mayor a “aire” a sus necesidades ante las avasallantes y provocadoras políticas brasileñas del ultraconservador Jair Bolsonaro, ahora debilitado por la reciente libertad de Lula. Pero Alberto también tiene otras urgencias que explican este viaje, entre ellas hay varias que se destacan.
Una de ellas es lograr un aval mexicano a las arduas negociaciones que tendrá con el FMI. La suerte de estos próximos meses está fuertemente atada al resultado de tales negociaciones, donde seguramente Donald Trump pondrá sus condiciones económicas y las estratégicas vinculadas a cuestiones internacionales.
Otro tema que tiene varias aristas es establecer un marco para el apoyo económico. Allí una de las cuestiones centrales gira en torno a la industria automotriz argentina, regida por un agotado convenio firmado con Brasil. La importación brasileña podría ser reemplazada por vehículos fabricados en México y Argentina lo podría compensar con venta de alimentos cuyo ingreso al Brasil es cada vez más difícil.
Otra cuestión está vinculada a inversiones mexicanas. En ese sentido México aspira a que las empresas ya instaladas relacionadas con el sector alimenticio y las que puedan venir en otros rubros no sean lastimadas por la voracidad impositiva argentina.
En el orden político ambos países, junto a Uruguay, tratan de intervenir en el tema de Venezuela buscando una salida que deje la decisión final en manos del pueblo venezolano. En ese sentido Argentina aspira mantener su intervención en los dos niveles públicos hoy existentes.
En el Grupo Lima, integrado por la mayoría de los países de la región, sostén de las políticas intervencionistas de los EEUU y la OEA, procurando moderar sus posiciones; mientras por otro lado forma parte del Grupo Puebla del que participan las organizaciones y gobiernos progresistas de la zona y que se reunipo el último fin de semana en Buenos Aires, con un rol protagónico de Alberto Fernández.
De este modo va quedando perfilado el modo de pararse que tendrá el futuro gobierno argentino en la materia internacional. Buscan su margen de autonomía pero fuertemente condicionado por los dos colosos mundiales.
EU por un lado, demandando solidaridad para con sus políticas agresivas y avances en la región; el gobierno argentino aspirando a una mayor autonomía pero sin olvidar la deuda que tiene el país con el FMI y el control de ese organismo por parte de los EEUU, situación que Trump seguramente utilizará como un elemento de indudable influencia, más allá de las declaraciones de Alberto en el sentido que esa negociación no influirá sobre nuestra posiciones en materia de política inter nacional.
Por el otro lado China, un gran mercado para la producción primaria argentina, que sigue siendo el núcleo central de la inserción internacional del país y una de las causas de su debilidad estructural.
En esa dirección en bueno señalar que existen las condiciones para que Argentina desplieguie condiciones para desarrollar potencialidades que no han sido aprovechadas.
Todo parece indicar que las próximas semanas el Presidente electo estará ocupado en la preparación de las primeras medidas de gobierno y el armado del gabinete con el que deberá gobernar. En ese marco y dentro del desfile de nombres que van y vienen, da la impresión que Alberto tiene, además de la grave problemática socio-económica, tres cuestiones en mente:
-Mostrar en el gabinete figuras de su confianza, aunque no sean del agrado o hayan sido cuestionadoras de Cristina;
-Tener un gabinete propio pero dejando en manos del cristinismo vínculos que le permitan supervisar la relación cotidiana con los gobernadores y tercero,
-Mantener viva –para consumo interno- una simbología progresista y “simpática” para la juventud suburbana. Eso se manifestó en mostrarse con la gorrita al revés y del tradicional del progresismo.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)