Todo huele mal en la Casa Blanca: el Congreso inicia juicio político a Trump
La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, anunció que iniciará el proceso formal de impeachment (juicio político) en contra del presidente Donald Trump, cediendo a la presión de otros demócratas y llevando a un país dividido a un enfrentamiento entre el Congreso y el mandatario, en año electoral.
La investigación se centra en si el magnate abusó de su autoridad y buscó ayuda de un gobierno extranjero para su campaña de reelección. Las acciones de la presidencia revelaron los hechos deshonrosos de traición a su juramento al cargo, la traición a nuestra seguridad nacional y la traición a la integridad de nuestras elecciones
, acusó Pelosi, al anunciar el inicio del procedimiento.
El mandatario, poco antes de intervenir en la Asamblea General de Naciones Unidas, replicó que el proceso de destitución en su contra es “acoso presidencia, una cacería de brujas, basura
”. Trump prácticamente retó a los demócratas a iniciar el proceso, confiado en que el espectro de un juicio político reforzaría el respaldo de los votantes.
«Hay que exigir responsabilidades al presidente. Nadie está por encima de la ley». Con estas palabras, Nancy Pelosi, anunció que inicia formalmente la investigación para un posible proceso de juicio político (impeachment) Donald Trump.
Todo huele mal en la Casa Blanca. El presidente en ejercicio, parece haber presionado a otro jefe de Estado para que investigara a un ciudadano estadounidense que además es uno de los políticos más destacados de su país y su posible rival electoral en 2020, cuando todavía no se ha esclarecido su responsabilidad en la manipulación de 2016, con la presunta cooperación de Rusia, enemiga bélica de la que aparecía implicada.
Lo que no consiguió el informe Mueller con el Rusiagate, lo pone en marcha la denuncia anónima y en origen discreta de un miembro de los servicios de inteligencia de la Casa Blanca, en momentos en que ya no parece tan seguro el blindaje de la mayoría republicana en el Senado, que será, a la postre, el órgano de poder que decida la suerte del presidente, cuya capacidad y honestidad fue nuevamente puesta en duda.
Frente a la Casa Blanca desfilan los fantasmas políticos de la reciente historia estadounidense: Nixon (Watergate), Reagan (Irán-Contras), Bill Clinton (Whitewater, Lewinsky), que esperan que Trump se una al cortejo.
En 2016, personas del entorno más cercano de Trump se reunieron con agentes rusos a fin de obtener información confidencial que dañara la campaña de la demócrata Hillary Clinton, y volvieron a cobrar fuerza cuando se reveló que el magnate habría comprado el silencio de dos mujeres con quienes mantuvo relaciones extramaritales. Trump condicionó la ayuda militar a un aliado crucial en el horizonte geoestratégico, a cambio de su complicidad en una confrontación política interna a Estados Unidos
Hoy, la filtración de una llamada telefónica entre Trump y el jefe de Estado de Ucrania, Volodymir Zelensky, en la cual el estadounidense habría coaccionado a su par europeo para que éste investigue alegaciones de corrupción contra Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente y aspirante presidencial demócrata Joe Biden
Zelensky, actor de profesión, es un presidente inexperto y pretendidamente renovador, sigue enfeudado a los intereses económicos de su patrón, protector y financiador. Asimismo, Biden quedó bajo la sospecha d proteger los negocios de su hijo, mientras la Casa Blanca le ha negado información al Congreso, lo que convierte el escándalo en un potencial conflicto institucional explosivo y destructivo.
La actuación de Trump, señalan los analistas, resulta de un egoísmo monstruoso en cualquier jefe de Estado, y es revelador de la hipocresía de quien justifica su conducta pendenciera ante el mundo con el lema Estados Unidos primero. Y constituye una señal de alarma para los líderes europeos, pues el que gobierna en su principal aliado y paraguas militar no muestra ningún escrúpulo en dejarlos a su suerte si cree que con ello puede obtener una ganancia política personal.
La actuación egoísta y prepotente de Trump deja pocas dudas sobre su responsabilidad, así como en su flagrante obstrucción a la justicia a lo largo de la investigación del fiscal especial Robert Mueller en torno de la trama rusa, todo lo cual haría necesario su separación del poder. El país más poderoso del mundo se encuentra expuesto a que un ególatra apueste los intereses geopolíticos en aras de su propia carrera y sus propios intereses financieros y económicos.
El camino de los demócratas
Los demócratas plantean que Trump «ha traicionado la seguridad nacional y la integridad de las elecciones», por conspirar con una nación extranjera para influir en el resultado electoral, luego que el mandatario reconociera que, en al menos una llamada telefónica, presionó al nuevo presidente de Ucrania para que investigara los negocios en el país del hijo de su principal rival político, Joe Biden, vicepresidente de Obama y hoy por hoy el favorito entre los demócratas para presentarse contra él en 2020.
Tras haberlo negado varias veces, Trump admitió el martes que, poco antes de esa conversación con el presidente de Ucrania, ordenó congelar las ayudas de 400 millones de dólars a ese país a pesar de que está en mitad de un conflicto con Rusia. O sea, le dijo que desbloquearía el dinero si atacaban a Biden. El mandatario sigue impidiendo al Congreso acceder a la denuncia del oficial estadounidense de inteligencia que fue la que descubrió todo el asunto y tampoco hace pública la grabación de la llamada.
Cabe recordar que los demócratas siempre han estado divididos sobre cómo había que tratar las maniobras de Trump para hacerse con la presidencia. Los moderados (entre ellos Pelosi) señalaban que un intento de echarlo por una vía que no fuera la electoral podría convertirse en un boomerang político y terminar por reforzarlo. El ala progresista, reforzada tras las elecciones legislativas de medio mandato de 2018, pugnaban por una actitud de máxima beligerancia.
Fue el empecinamiento del equipo presidencial en despreciar al legislativo lo que modificó la tradicional posición cautelosa de los demócratas.
Pero el del impechment es un proceso largo y complejo, que debiera arrancar de la remisión al comité judicial de la Cámara las investigaciones de los delitos cometidos por el presidente por los seis comités de la Cámara de Representantes. El comité debe decidir entonces si estos son «graves crímenes y faltas», como indica la Constitución, y por tanto si recomienda que se adopten como «artículos de impeachment» contra Trump.
Tras ese paso, el pleno de la Cámara debería votar si acusa o no formalmente al presidente. Los demócratas tienen mayoría en todos esos comités y en el pleno, así que es razonable pensar que lo logren. Tras ello, el juicio se celebraría en el Senado, donde para alcanzar un veredicto condenatorio y destituir al presidente haría falta que votaran a favor de su culpabilidad dos tercios de los senadores.
Hoy eso parece muy improbable porque los republicanos tienen mayoría en la cámara y Trump tendría que sufrir al menos 20 deserciones de su propio partido.
Apenas dos presidentes -Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1999 (caso Mónica Lewinsky)- han llegado a ser formalmente acusados por la Cámara de Representantes y juzgados en el Senado, y dos fueron declarados inocentes. Richard Nixon, el de caso Watergate, nunca fue acusado formalmente, ya que prefirió renunciar, 14 meses después de iniciarse el proceso.
En el momento en que el presidente fuera condenado por el Senado y apartado del cargo, automáticamente el vicepresidente se convertiría en presidente. Mike Pence recibiría todos los poderes, pero solo hasta que tomara posesión el ganador de las elecciones de noviembre de 2020. De no poder asumir Pence, sería Pelosi, presidenta de Diputados, la que asumiría el cargo. De darse el juicio político, seguramente también se impediría la participación de Trump en cualquier otro cargo público.
La Constitución estadounidense dice claramente que el proceso de impeachment no puede continuar después de que el acusado abandone el cargo, y el proceso moriría si Trump pierde las elecciones de noviembre de 2020 y su sucesor toma posesión en enero de 2021.
. Economista del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EEUU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)