Argentina, ¡pobre país!
Juan Guahán|
Hoy Argentina es un país a la deriva: en materia internacional está mal parada en los conflictos actuales; en lo interno, en una lógica absurda confrontan corrupción y bolsillo, acompañan confusión y justicia oportunista. Mata a la riqueza un modelo económico basado en destruir el país, y se le suma una “paz social” cara y que no es solución a un eventual estallido social.
Nuestra América se caracteriza por ser un continente rico con gente pobre. ¿De qué nos ha servido contar con gigantescos yacimientos de hidrocarburos, de oro y plata; de las infinitas riquezas generadas por el humus de nuestras tierras y las posibilidades pesqueras de nuestros ríos y mares?. Todo eso más que constituirse en la base de nuestra felicidad fue y es el sustento de los dolores actuales y los graves riesgos de guerra que nos acechan, como la avidez estadounidense por el petróleo venezolano lo está demostrando, en estos tristes días.
En nuestra querida Argentina pasa algo parecido. No somos un país pobre, somos un ¡pobre país!, incapaz de transformar en conocimientos tantas riquezas. A los males que, desde hace algunas décadas, viene padeciendo se le agrega -en los últimos años- una pésima política que no ha hecho más que agravar dichos males y destruir algunas cosas buenas.
Los modos actuales, recientes, permitieron sumar prácticas y políticas que no conducen al bienestar del pueblo, sino a un malestar que crece día a día. Los temas citados al comienzo de estas reflexiones dan cuenta de varios de esos temas que aquí ampliaremos.
Una política internacional sin destino
La política internacional argentina está signada por dos tendencias principales, con sus naturales claroscuros. Una, como serviles peones de la estrategia británica primero y estadounidense después. Ésta tuvo sus puntos más altos en la “Generación del 80” que moldeó a las instituciones y en las dictaduras militares que siguieron las directivas de los poderes imperiales.
La dictadura cívico-militar (1976/1983) con su participación en el genocida “Plan Cóndor”, de eliminación de los opositores políticos, es la muestra más reciente y extrema de esta estrategia de sumisión a los intereses extranjeros.
La otra, es la neutralidad que caracterizó a la posición argentina en las dos grandes guerras mundiales, durante buena parte del gobierno del radical Hipólito Yrigoyen y luego bajo la influencia del general Juan Domingo Perón. En ambos casos se trató –en términos generales- de un no alineamiento con las potencias en pugna y la búsqueda de cierta autonomía respecto de la dependencia a la que nos condenaba el hecho de estar dentro del “área de influencia” del poder británico-norteamericano.
El gobierno de Mauricio Macri recibió la herencia de una relación más próxima a esta última tendencia, con fuertes inversiones chinas y algunos acuerdos con Rusia. Identificado personalmente con las concepciones ideológicas, políticas y económicas estadounidenses, Macri trató de mantener algún grado de autonomía, por la necesidad e importancia de las inversiones señaladas.
Esa posición tuvo alguna vigencia durante el primer año de su gobierno, cuando el multilateralismo y experiencias multipolares parecían predominar en la política mundial. El advenimiento de gobiernos guiados por un nacionalismo reaccionario y xenofóbico, como el de Donald Trump, dio por tierra con esas posibilidades y fue ahondado con el triunfo de Jair Bolsonario en Brasil.
Hoy el gobierno de Macri transita sin destino una incómoda estrategia, entre la sumisión total a los dictados del FMI (donde hay predominio estadounidense) y a los intereses inmediatos del gobierno de Donald Trump, junto a la necesidad de mantener las inversiones y préstamos chinos.
En este marco, en un horizonte previsible se observan las perspectivas de sucesivas y crecientes concesiones a ambos poderes en pugna, con el riesgo que Argentina quede involucrada en trágicas aventuras militares, al servicio del interés imperial, como la que está transcurriendo en Venezuela.
Absurda confrontación corrupción-“bolsillo”, y una justicia oportunista
Desde los centros de poder fueron instalando la idea que las tradicionales metodologías de corrupción, para allegar fondos a la política, eran la causa de nuestros males. Es sabido que tal mecanismo forma parte del poder. Si bien es cierto que ellas alimentaron también una vastedad de fortunas personales de una amplitud y volumen muy significativos, también lo es que el despliegue de esas “campañas contra la corrupción” también tiene otro sentido.
La concentración capitalista y en empresas trasnacionales asentadas en los países centrales es una regla del sistema. Ella está reflejada en sus concepciones y demostrada por los números de la práctica. Citar el caso de dos grandes empresas: brasileña una, argentina la otra, iluminan esta apreciación. Se trata de Odebrecht y Techint.
Odebrecht es la empresa de construcción más importante de Latinoamérica, que opera desde 1944 y tiene alrededor de 168 mil empleados, desparramados en 27 países. Ha sido acusada de haber pagado coimas (entre 2003 a 2016) en 10 países (ocho americanos y dos africanos), por 349 millones de dólares. Sus directivos están presos. Absolutamente debilitada, esta empresa trata de sobrevivir y muchos de sus multimillonarios contratos han pasado a otras empresas.
Techint es la principal empresa metalúrgica argentina, fabricante de caños sin costura con destino a la industria petrolera mundial. Tiene sedes en 24 países y sus proyectos se desarrollan en 45. Sus directivos están procesados en los “Cuadernos de la Corrupción” y el valor de sus acciones se ha deteriorado notablemente, corriendo riesgos más de uno de sus proyectos, con obvias ventajas para las grandes empresas con las que compite.
La cuestión parece clara. El nefasto tema de la corrupción ha permitido acorralar a fuerzas populares (PT en Brasil, kirchnerismo en la Argentina) y dar ventajas a otras grandes empresas trasnacionales. Todo ello se hace con el aval de una Justicia que del mismo modo que ayer hacía la vista gorda, hoy aparece como implacable. Cosas del poder…
Con esta campaña el gobierno pensaba asegurarse el triunfo electoral, pero los problemas del “bolsillo”, que sus políticas provocan para la mayor parte de los argentinos, parece cuestionar esa estrategia. Da la impresión que ahora ni siquiera van a poder mostrar la recuperación de esos bienes mal habidos, el peronismo ya no teme “quedar pegado” con la no aprobación del decreto presidencial de urgencia (DNU) sobre “extinción de dominio”. Los “cuadernos” están tan “sucios y manoseados” que ya apenas se entiende lo que ellos tenían escrito.
Además el pueblo sabe que el gobierno denunciante tampoco es “trigo limpio” y que la Justicia que actúa está ganada por el oportunismo y a su servicio.
Modelo económico que destruye
Argentina es un país en llamas, con poco futuro y muchas posibilidades de encaminarse hacia un nuevo default con una dramática situación interna socio- económica. El gobierno va a encontrarse –si llega- con unas elecciones a las que irá con la economía donde sopla “viento en contra”. Todos los datos lo indican.
La desindustrialización, de la mano de la apertura y el retroceso económico, está dejando prácticamente sin industrias al país. Las que siguen funcionando lo hacen con poco más del 50% de su capacidad instalada.
El brutal endeudamiento externo hará que, a partir del 2020, estemos totalmente desfinanciados y en manos de negociaciones que –esta vez- no será solamente con entidades bancarias privadas sino con los Estados que controlan al FMI.
La producción del campo, principal fuente de recursos del país, está al servicio de semillas y paquetes tecnológicos que destruyen la naturaleza, afectan la salud y están detrás de las recurrentes inundaciones que sufren buena parte de los argentinos. Otra producción importante, la de los hidrocarburos de Vaca Muerta es una hipoteca a pagar en plazos no muy lejanos.
Todo lo dicho está avalado en datos que ningún Informe oficial puede ocultar.
El precio de la actual “paz social” es caro, sin ser solución
Hace algunos meses, Nicolás Dujovne, un importante funcionario macrista dijo provocativamente: “Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno”. La verdad es que llama la atención que tamaño ajuste no haya provocado episodios que dieran por tierra con el actual gobierno.
Tal situación encuentra una explicación en la amplificación de los planes sociales que fuera un acuerdo entre distintos protagonistas (oficialismo radical, oposición peronista, Iglesia) en los días previos a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa.
Su evolución luego de los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 fue la de un crecimiento incontenible, bajo gobiernos de diferente signo político y el apoyo de distintos organismos financieros internacionales. Allí está la respuesta a lo planteado por Dujovne.
Unas 7,5 millones de personas reciben esos planes sociales y ellos han contribuido a amortiguar los nefastos efectos de las políticas actuales. Ese es el precio pagado por el “sistema” para que el macrismo tenga lo que llaman “gobernabilidad” y al mismo tiempo apunta a reducir los riesgos de lo que se conoce como “estallidos sociales”.
De todos modos cabe aclarar que estas políticas asistencialistas, del modo que están planteadas, cumplen ese rol: el asistencialista, lo cual no deja de ser importante pero no significan soluciones a más largo o mediano plazo.
Peronismo avanza y se calienta la interna del oficialismo
En el peronismo parece predominar la idea de unidad. Aunque tal vez no sean todos, pero si es cierto que ese avance incluye a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y se va desplegando por las provincias argentinas e incorpora a la mayoría de los gobernadores peronistas y principales dirigentes de esa fuerza.
La evolución lógica de esta tendencia coloca a Cristina o la figura que surja de esa unidad ante la posibilidad cierta de un triunfo ante Macri, en primera vuelta. En caso de presentarse tres espacios, es casi segura la victoria de Cristina en primera vuelta, aunque queden dudas de su triunfo sobre Macri en la segunda.
De todas maneras persiste otra duda: la posibilidad de una profundización y aceleramiento de la caída de Macri. Un suceso de este tipo puede acercar a un escenario donde –habiendo tres espacios- la segunda vuelta se dé entre fuerzas acaudilladas por el cristinismo y lo que hoy representa esa alternativa o peronismo federal. Esta posibilidad, para este improbable caso, también podría cuestionar la perspectiva de un triunfo cristinista en la segunda vuelta.
En cuanto a Macri, mientras firmaba acuerdos y convenios en India, Viet Nam y Emiratos Árabes, las noticias que le llegaban desde estas tierras eran más que malas. Le avisaban que los índice económicos siguen peor que ayer, pero presumiblemente mejores que los de mañana. El dólar que se escapa de la jaula y la necesidad de volver a subir las tasas de interés para amansarlo, es el aviso de una corrida que podría hacer tambalear a su gobierno.
La rebelión de los radicales (parte de la alianza Cambiemos), ratificada en la derrota del candidato macrista en la interna de la provincia de La Pampa, fue un indeseado presente y un pésimo augurio. Esto llegó al punto que dirigentes (Ernesto Sanza, Federico Storani entre otros) adviertan sobre la necesidad que el radicalismo tenga un mayor reconocimiento en las postulaciones para las gobernaciones y que la candidatura presidencial surja de las elecciones interna (PASO).
El colmo de la rebeldía lo protagonizó Martín Lousteau, exembajador en EEUU, quien podría ser el candidato alternativo a Macri y que, siendo invitado de éste, hizo declaraciones en la India a periodistas de los diarios hegemónicos Clarín y La Nación planteando la “conveniencia” y “necesidad” de más de una fórmula de Cambiemos en las próximas interna de la alianza.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)