Aprietos de EEUU en América Latina: Fracasos con barras, estrellas y zanahorias/ EUA na América Latina: fracassos com listras, estrelas e cenouras
Jorge Elbaum|
El vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence se dispone a visitar América Latina a fines de junio, por tercera vez, desde que asumió su cargo. Sus dos destinos serán Ecuador y Brasil. En las tres ocasiones anteriores el objeto central de su periplo fue contribuir al aislamiento del gobierno de Nicolás Maduro y quebrar el proceso bolivariano iniciado en 1999, primera versión en la región del enfrentamiento al neoliberalismo.
El trayecto de Pence se desarrollará luego de que Washington haya sufrido un nuevo fracaso en su estrategia continental, pese a involucrar todos su esfuerzo diplomático y político en aras de vulnerar un proceso social que muchos parecen haber subestimado y que sobrevive luego de una crisis económica forjada por la caída de los precios internacionales del petróleo, el sabotaje interno de los sectores que vieron caer su ingente rentabilidad acostumbrada, y el despiadado bloqueo estadounidense.
En el 48º período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA, desarrollado entre el 3 y el 5 de junio, realizado en Washington, el Departamento de Estado, en conjunto al Grupo de Lima, apenas logró agrupar 19 voluntades en contra de Caracas. El vicepresidente Pence exigió aplicar los artículos 20 y 21 de la Carta Democrática Interamericana que estipula una mayoría de dos terceras partes (24 votos) para suspender y/o expulsar a un miembro, sin poder alcanzar su cometido, pese a las advertencias y amenazas cursadas a varios de los representantes.
Entre 2014 y junio de 2018, el tema de Venezuela fue abordado en 32 reuniones del Consejo Permanente de la OEA, en todos los casos con una misma intencionalidad injerencista. En lo que va de año 2018 Caracas ha sido denunciada en nueve ocasiones y ha sido víctima de ejecuciones de embargo (incluso de medicinas oncológicas), bloqueos y persecuciones internacionales –de índole policial– a sus dirigentes. A pesar de ese esfuerzo, en ninguna de las sesiones convocadas por EE. UU. –con el apoyo del grupo de Lima en los últimos años— han logrado más de 20 votos de los 34 en disputa.
El Grupo de Lima es un conjunto de países entre los que figuran Argentina, Brasil, y Paraguay, conformados a pedido de Washington para tramitar el ahogo político del chavismo. Días antes de la última cumbre de cancilleres de la OEA, el representante de Estados Unidos ante el organismo, Carlos Trujillo, aseguró que contaban con los votos necesarios para aislar a la República Bolivariana.
Dado el nuevo fracaso de EE. UU., que ya lleva dos años de frustrados intentos, con varias votaciones que nunca alcanzaron el número previsto para defenestrar a Caracas, se intentó camuflar la contrariedad de Pence detrás de una resolución de “suspensión” a ser resuelta en próximas reuniones del organismo. La enésima ofensiva del Departamento de Estado estuvo precedida por una recepción llevada a cabo el lunes 4 de junio, en la que el propio Mike Pence se dirigió a 22 de los 34 países miembros. En ese ágape, el vicepresidente les prometió diversas formas de cooperación futura –en un intento que algunas delegaciones caracterizaron de acción desesperada— en el caso de que la moción de expulsión sea aprobada.
Dicha dramatización no pareció tener mucha repercusión mediática dado que Venezuela ya había anunciado, un año atrás, su deseo de no continuar siendo parte de ese organismo multilateral. Según el estatuto de la OEA, para abandonar el sitial, se requiere un aviso de dos años de anticipación. Venezuela lo adelantó el año pasado y –en palabras de Nicolás Maduro–, “Esta es la última cumbre de la OEA a la que asiste Venezuela (…) Ya van 13 meses de los 24 que tenemos que esperar para que se haga efectivo (el retiro)”.
Eufemismos humanitarios
La propuesta elaborada por el Departamento de Estado incluía el desconocimiento de las elecciones de mayo último y una “ayuda humanitaria”, similar a la que se está emplazando en la actualidad en Argentina, cerca de la reserva gasífera de Vaca Muerta. La ayuda humanitaria en Neuquén supondrá una inversión de 2 millones de dólares e incluirá un helipuerto apto para helicópteros militares. Será financiado en su totalidad por el US. Southern Command (Comando del Sur del pentágono, ministerio de defensa) a través de la Embajada de los Estados Unidos.
Lo que EE. UU. no puede lograr con Caracas, dado que el gobierno bolivariano es muy celoso de sus recursos, se implementará al sur del continente, dado que en los próximos 10 años la inversión global en equipos e infraestructura de las empresas estadounidenses en el yacimiento no convencional superarán los 100.000 millones de dólares. La ayuda humanitaria, de esta manera, permitirá proteger aquello que los inversionistas consideran, gracias a la anuencia local, algo digno de ser protegido cual fuese su propiedad.
La expedición de Pence está prologada por la visita del despedido jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, quien, en agosto de 2017, antes de girar por Colombia, Chile, Argentina y Panamá instigó a las fuerzas armadas bolivarianas a quebrar la institucionalidad: “La forma en que habitualmente se solucionan los problemas en América Latina es con un golpe militar. Luego ordenan el país”.
El viaje a Ecuador y a Brasil continúa esa estrategia ambivalente de afianzar colectivos funcionales a los deseos unilaterales de Washington (Como el Grupo de Lima), empecinados en ver en Venezuela el peligroso contaminador de autonomías y emancipaciones dentro de la región. La derrota de Washington es también el fracaso de esa iniciativa, liderada por Macri y Temer, que empiezan a ver cómo se diluye su cuarto de hora de seguidismo hegemónico, frente a la persistente resistencia venezolana.
Esa decepción se ve amenazada, además, por la inquietante posibilidad de variaciones políticas producto de sendos procesos electorales cruciales en la región, el de México y el de Brasil, donde candidatos opositores a la lógica neoliberal (Andrés Manuel López Obrador y Lula) aparecen como favoritos en sus respectivos países.
Además, los visitados por Pence no podrán recibirlo en un buen momento. Si bien el primero se abstuvo en relación con el pedido de expulsión de Venezuela, sus devaneos con las políticas neoliberales junto con la sorpresiva ruptura de la organización partidaria que compartía con Correa (que muchos caracterizan de una traición) lo convierte, según muchos analistas, en una presa fácil de la lógica prebendaría de Washington, acostumbrado a ofrecer migajas por pleitesías poco duraderas.
Por su parte, el presidente de Brasil es el titular de un poder ejecutivo que se encuentra en un tembladeral, golpeado por un cuasi unánime repudio popular, huelgas y lock-out reiterados, una recesión duradera y una sorpresiva requisitoria judicial en la que la Policía Federal solicitó a la Suprema Corte autorización para obtener datos sobre sus conversaciones telefónicas de 2014, en las que, se conjetura, se viabilizaron sobornos de la constructora Odebrecht.
El canciller venezolano en la OEA
El 48º período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA fue la caja de resonancia de una preocupación creciente (incluso entre las delegaciones pertenecientes al Grupo de Lima) acerca del derrotero contradictorio e imprevisible del Departamento de Estado. Las polémicas en los coquetos bares de la capital estadounidense fueron especificadas en relación –básicamente– con la contradictoria forma de multilateralismo desplegada por Washington. Por un lado, en contradicción con el declamado proteccionismo, expresado repetidamente por Donald Trump, con la consigna “American First” (que impone a todo el continente una apropiación indebida), y por el otro en referencia a los crecientes conflictos migratorios que tienen como víctimas a ciudadanos de los países convidados a ser socios de las aventuras persecutorias del Departamento de Estado.
El reino de los derechos humanos
Según un afamado periodista argentino con sede en Miami, Andrés Oppenheimer –distante de ser considerado un chavista– “La política del presidente Trump de separar a un creciente número de padres indocumentados de sus hijos es tan cruel -e innecesaria- que debería ser denunciada ante las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.”
También en referencia a la OEA, pero específicamente al Capítulo XV de su carta fundacional, vinculada a las normativas de Derechos Humanos, Al Cárdenas, ex presidente de la Unión Conservadora Americana, y referente del Partido Republicano de Florida expresó: “quizás sea triste que tengamos que recurrir a las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos para investigar nuestra política tercermundista de separar por la fuerza a los niños de sus padres”.
El multilateralismo engañoso –que únicamente manipula gobiernos domesticados— parece obtener solo fracasos a la hora de imponer sus renovadas adecuaciones de la doctrina Monroe. En ese marco, asume políticas unilaterales en relación con el abandono de los Acuerdos Transpacíficos (ATP), que agrupaba a más de una decena de países del sudeste asiático, amenaza con quebrar el NAFTA –con México y Canadá– y rechaza el acuerdo de desnuclearización con la República Islámica de Irán (conocido como 5+1). A eso le suma la reciente mudanza provocativa de la embajada a Jerusalén (en árabe, Al-Quds) que supone una violación del derecho internacional. Para completar, instala en la agenda global una guerra comercial –supuestamente– para recuperar puestos de trabajo al interior de EE. UU. y morigerar el superlativo déficit comercial.
Geopolítica de trasfondo
El multilateralismo de Trump relativo al Club de Lima –del cual forma parte Canadá—no le permitió al vecino septentrional de EE. UU. conseguir ningún beneficio ni prerrogativas económicas: Canadá era hasta el 2017 el mayor exportador de acero y aluminio a Estados Unidos. El gobierno estadounidense, a través de un decreto avalado por necesidades de “seguridad nacional” decidió imponerle gravámenes del 25 por ciento al acero y 10 por ciento al aluminio proveniente de su vecino.
La respuesta desconcertada de su primer ministro, Justin Trudeau, referida a que su país puede ser catalogado como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos “es inconcebible”. Luego agregó: “muchos canadienses han muerto junto con soldados estadounidenses en operaciones militares conjuntas a lo largo de los años (…) “Estos gravámenes son una afrenta a la asociación de seguridad de larga data entre Canadá y Estados Unidos”.
Esta conflictividad económica declarada por el propio presidente Trump expone, además, la necesidad –según los analistas del Departamento de Estado—de impedir la expansión de China y Rusia en el continente latinoamericano. Uno de los socios prioritarios de ambas potencias emergentes es Venezuela que diversificado inversores e intercambios estratégicos, tanto en áreas de infraestructura como de comercialización, de aparatología bélica y mecanismos para la promoción del desarrollo. Dado que los recursos potenciales de Venezuela son infinitamente superiores a los cubanos, en la perspectiva del pentágono, Caracas es una presencia muchísimo más desafiante que los revolucionarios castristas, que aún permanecen perseverantes y vitales pese a las casi 6 décadas de bloqueo.
Esa ofensiva de Washington no tiene como objetivo solo a Venezuela, que ha decidido alternativizar los flujos de oferta de sus barriles de petróleo. Incluye un plan global que demanda –entre otras medidas—la sustitución de la dependencia energética de Europa con respecto a Moscú. El 30 por ciento del gas que importa la UE procede de los Urales y las empresas petroleras con sede en norteamérica pretenden suplantar el gas ruso por GNL (gas natural) frackeado en EE. UU. para ser transportado por buques gaseros desde la costa este. La guerra de mercado supone además el ofrecimiento de utilización de tecnologías de fracking dentro de los países vecinos a Rusia, para deteriorar el crecimiento de la economía impulsada por Putin.
En las últimas semanas esta ofensiva ha quedado en evidencia al presentarse en el Senado de EE. UU. un proyecto de enmienda que propone medidas restrictivas contra el gasoducto Nord Stream 2 (cuya longitud total prevista es de 1.200 Km) ideado para transportar energía rusa hasta Alemania. Ante los requerimientos de Washington, el Consejo Europeo asumió la necesidad de revisar al acuerdo con Moscú, motivado en la posibilidad de que el “gasoducto podría fortalecer la dependencia de la UE del gas ruso y consolidar la posición dominante de Gazprom en el mercado europeo”.
Mientras tanto, en Ciudad Gótica, El Club de Lima –liderado por Macri y Temer—intenta aferrarse a una soga interamericana cuyos sostenedores en el norte se encuentran más preocupados (se podría decir que desesperados) en salvar su resquebrajada hegemonía, que en atender lo que consideran nimiedades sociales o posibles estallidos de ira popular. Sus títeres regionales aparecen como encaprichados corredores maquillados detrás de una zanahoria globalizada a la que nunca llegan pero que cada 15 años intentan alcanzar, dejando en el camino, programas económicos de ajuste, amenazas injerencistas, invasiones, endeudamientos, guerras y cócteles. Un combo perfecto que cada tanto, estalla.
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*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Publicado en cohetealaluna.com
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EUA na América Latina: fracassos com listras, estrelas e cenouras
O vice-presidente dos Estados Unidos, Mike Pence se dispõe a visitar a América Latina pela terceira vez desde que assumiu o cargo, o que fará no final de junho. Seus dois destinos serão Equador e Brasil
Por Jorge Elbaum
O vice-presidente dos Estados Unidos, Mike Pence se dispõe a visitar a América Latina pela terceira vez desde que assumiu o cargo, o que fará no final de junho. Seus dois destinos serão Equador e Brasil. Nas três ocasiões anteriores, o objetivo central de sua viagem foi contribuir para o isolamento do governo de Nicolás Maduro e quebrar o processo bolivariano iniciado em 1999, a primeira versão na região do enfrentamento ao neoliberalismo.
O trajeto de Pence acontece depois de Washington sofrer um novo fracasso em sua estratégia continental, apesar de envolver todo o seu esforço diplomático e político para vulnerar um processo social que muitos parecem ter subestimado e que sobrevive até mesmo a uma crise econômica forjada pela queda dos preços internacionais do petróleo, pela sabotagem interna dos setores que viram cair sua ingente rentabilidade e pelo impiedoso bloqueio estadunidense.
No 48º período ordinário de sessões da Assembleia Geral da Organização dos Estados Americanos (OEA), que aconteceu entre 3 e 5 de junho, em Washington, o Departamento de Estado, em conjunto com o Grupo de Lima, conseguiu agrupar 19 posturas contra Caracas. O vice-presidente Pence exigiu aplicar os artigos 20 e 21 da Carta Democrática Interamericana, que estipula uma maioria de dois terços (24 votos) para suspender e/ou expulsar a um membro, mas não conseguiu alcançar esse patamar, apesar das ameaças a vários dos representantes.
Entre 2014 e 2018, a questão da Venezuela foi abordada em 32 reuniões do Conselho Permanente da OEA, e em todos os casos com uma mesma intencionalidade intervencionista. Durante este 2018, Caracas foi denunciada em nove ocasiões e tem sido vítima de execuções de embargo (inclusive de remédios oncológicos), bloqueios e perseguições internacionais – de índole policial – aos seus dirigentes. Apesar desse esforço, em nenhuma das sessões convocadas pelos Estados Unidos – com o apoio do Grupo de Lima – foi possível juntar mais de 20 votos dos 34 em disputa.
O Grupo de Lima é um conjunto de países entre os quais figuram Argentina, Brasil e Paraguai, conformados a pedido de Washington para tramitar o isolamento político do chavismo. Dias antes da última cúpula de chanceleres da OEA, o representante dos Estados Unidos no organismo, Carlos Trujillo, assegurou que contavam com os votos necessários para ilhar politicamente a República Bolivariana.
Devido ao novo fracasso dos Estados Unidos – que acumula anos de frustradas tentativas e com várias votações que nunca alcançaram o número previsto para defenestrar Caracas – tentou-se camuflar a contrariedade de Pence através de uma resolução de “suspensão”, a ser avaliada nas próximas reuniões do organismo. Antes da enésima ofensiva do Departamento de Estado, houve uma recepção, no dia 4 de junho, na que o próprio Mike Pence se dirigiu a 22 dos 34 representantes de países membros. Nesse evento, o vice-presidente prometeu diversas formas de cooperação futura no caso de que a moção de expulsão seja aprovada, numa tentativa que algumas delegações consideraram como uma ação desesperada.
Tal dramatização não pareceu ter muita repercussão midiática, uma vez que a Venezuela já havia anunciado há um ano o seu desejo de não continuar sendo parte desse organismo multilateral. Segundo o estatuto da OEA, para abandonar seu lugar é preciso um aviso de dois anos de antecipação. A Venezuela o adiantou no ano passado e, segundo o presidente Nicolás Maduro no evento deste ano, “esta é a última cúpula da OEA na qual o país participará, pois já se passaram 13 meses dos 24 que temos que esperar para que se torne efetiva (a sua saída)”.
Eufemismos humanitários
A proposta elaborada pelo Departamento de Estado consiste no não reconhecimento das eleições de maio, que reelegeram Maduro, e uma “ajuda humanitária” similar à que se está realizando atualmente na Argentina, na região da reserva de gás de Vaca Muerta. Essa ajuda humanitária em Neuquén supõe um investimento de 2 milhões de dólares e inclui um heliporto apto para helicópteros militares que será totalmente financiado pelo Comando Sul do Pentágono, através da Embaixada dos Estados Unidos.
O que os Estados Unidos ainda não conseguiram devido a insistência do governo bolivariano em ser muito cuidadoso com os seus recursos, se implementará na região sul do continente, visto que nos próximos 10 anos o investimento global em equipamentos de infraestrutura das empresas estadunidenses e em jazidas não convencional superarão os 100 bilhões de dólares. Esse tipo de “ajuda humanitária” permitirá proteger aquilo que os investidores consideram, graças à obediência local, algo digno de ser protegido independente de quem seja o proprietário.
Antes da expedição de Pence, o ex-chefe da diplomacia estadunidense, Rex Tillerson, fez uma série de visitas à região, começando com a de agosto de 2017, que passou por Colômbia, Chile, Argentina e Panamá, e instigou as Forças Armadas bolivarianas a quebrar a institucionalidade e dar um golpe contra Maduro: “a forma com que habitualmente se solucionam os problemas na América Latina é com um golpe militar. Logo, ordenam o país”, disse ele na ocasião.
A viagem ao Equador e ao Brasil é uma continuação dessa estratégia ambivalente de fortalecer os coletivos funcionais aos desejos unilaterais de Washington (como o Grupo de Lima), insistindo no discurso de que a Venezuela é um perigoso contaminador de autonomias e emancipações dentro da região. A derrota de Washington é também o fracasso dessa iniciativa, liderada por Macri e Temer, que começam a ver como o poder de sua hegemonia no continente se dilui perante a resistência venezuelana.
E essa decepção pode ser ainda maior, por causa das possíveis variações políticas que podem surgir dos próximos processos eleitorais na região: o do México e o do Brasil, onde candidatos opositores à lógica neoliberal (Andrés Manuel López Obrador e Lula da Silva) aparecem como favoritos.
Contudo, os países visitados por Pence não o receberão um bom momento. Embora o Equador tenha optado pela abstenção com relação ao pedido de expulsão da Venezuela, seus devaneios com as políticas neoliberais, junto com a surpreendente ruptura da organização partidária que o presidente Lenín Moreno compartilhava com seu antecessor Rafael Correa (que muitos caracterizam como uma traição) o transformou, segundo muitos analistas, em uma presa fácil da lógica de Washington de oferecer migalhas e outras vantagens pouco duradouras, mas que podem ser aceitáveis para um mandatário em problemas.
Por sua parte, o presidente do Brasil se encontra em apuros muito maiores. Com um repúdio popular quase unânime e após enfrentar greves e locautes reiterados, com uma recessão duradoura e uma ação contra si da Polícia Federal para obter dados sobre suas conversas telefônicas de 2014, nas quais se especula que foram viabilizadas as propinas da empreiteira Odebrecht.
O chanceler venezuelano na OEA
O 48º período ordinário de sessões da Assembleia Geral da OEA foi a caixa de ressonância de uma preocupação crescente – inclusive entre as delegações pertencentes ao Grupo de Lima – sobre as derrotas imprevisíveis do Departamento de Estado norte-americano. A principal polêmica foi a contraditória forma de multilateralismo utilizada por Washington. Por um lado, essa postura choca com o declamado protecionismo expressado repetidamente por Donald Trump, com a consigna American First, que impõe a todo o continente uma apropriação indevida. Por outro, em referência aos crescentes conflitos migratórios que têm como vítimas a cidadãos dos países convidados a serem os sócios das aventuras persecutórias do Departamento de Estado.
O reino dos direitos humanos
Segundo o famoso jornalista argentino residente em Miami, Andrés Oppenheimer –que não pode ser considerado um chavista –, “a política do presidente Trump de separar um grande número de pais indocumentados de seus filhos é tão cruel e desnecessária que deveria ser denunciada à Organização das Nações Unidas (ONU) e à OEA”.
Também em referência à OEA, mais especificamente ao Capítulo XV de sua carta fundacional, vinculada às normativas de Direitos Humanos, Alberto Cárdenas, ex-presidente da União Conservadora Americana e figura destacada do Partido Republicano da Flórida, expressou que “talvez seja triste ter que recorrer à ONU e à OEA para investigar nossa política de separar as crianças de seus pais pela força”.
O multilateralismo enganoso, que serve somente para manipular governos domesticados, tentar impor suas renovadas adequações à Doutrina Monroe, mas vem obtendo somente fracassos. Assume políticas unilaterais com relação ao abandono do Tratado TransPacífico (TTP), que agrupava mais de dez países do sudeste asiático, ameaça quebrar o Tratado de livre comércio com México e Canadá, e o faz efetivamente com respeito ao acordo de desnuclearização com o Irã. Isso sem contar a recente provocação com a mudança da embaixada a Jerusalém, que significa uma violação do direito internacional. Para completar, instala uma agenda global baseada na guerra comercial, supostamente para recuperar os empregos dos estadunidenses e diminuir o superlativo déficit comercial.
Geopolítica de bastidores
O multilateralismo de Trump com relação ao Clube de Lima – do qual o Canadá forma parte – não permitiu ao vizinho setentrional dos Estados Unido conseguir algum benefício ou prerrogativa econômica: o Canadá era, até 2017, o maior exportador de aço e alumínio aos Estados Unidos. O governo estadunidense, através de um decreto inspirado nas necessidades da “segurança nacional”, decidiu impor sanções de 25% do aço e 10% ao alumínio proveniente do seu vizinho.
A resposta desconcertada do primeiro-ministro Justin Trudeau sobre o fato o seu país poder ser catalogado como uma ameaça à segurança nacional dos Estados Unidos “é inconcebível”. Logo, acrescentou: “muitos canadenses morreram junto com soldados estadunidenses em operações militares conjuntas ao longo dos anos (…) estas sanções são uma afronta à associação de segurança de longa data entre o Canadá e os Estados Unidos”.
Este conflito econômico declarado pelo próprio presidente Trump expõe também a necessidade – segundo os analistas do Departamento de Estado – de impedir a expansão da China e da Rússia no continente latino-americano. Um dos sócios prioritários de ambas as potencias emergentes é a Venezuela, que possuem vários investimentos e intercâmbios estratégicos, tanto nas áreas de infraestrutura como nas de comercialização, aparatos bélicos e mecanismos para a promoção do desenvolvimento. Devido a que os recursos potenciais da Venezuela são infinitamente superiores aos cubanos, na perspectiva do pentágono, Caracas se torna uma presença muitíssimo mais desafiante que a dos revolucionários cubanos, que ainda permanecem perseverantes e vitais apesar de quase seis décadas de bloqueio.
Essa ofensiva de Washington não tem como objetivo somente a Venezuela, que decidiu criar alternativas aos fluxos de oferta de seus barris de petróleo. Ademais, a empreitada estadunidense inclui um plano global que demanda – entre outras medidas – a substituição da dependência energética da Europa com respeito a Moscou. Cerca de 30% do gás que a União Europeia importa proveem da região dos Montes Urais, e as empresas petroleiras com sede na América do Norte pretendem suplantar o gás russo por GNL (gás natural) dos Estados Unidos, transportado por navios que partem da sua costa leste. A guerra de mercado supõe também a oferta de utilização de tecnologias de fracking dentro dos países vizinhos da Rússia, para deteriorar o crescimento da economia impulsada por Putin.
Nas últimas semanas, esta ofensiva ficou evidente ao se apresentar no Senado estadunidense um projeto de emenda que propõe medidas restritivas contra o gasoduto Nord Stream 2 (cuja longitude total prevista é de 1,2 mil quilômetros – idealizado para transportar energia russa até a Alemanha. Diante dos pedidos de Washington, o Conselho Europeu assumiu a necessidade de revisar o acordo com Moscou, motivado pela possibilidade de que o “gasoduto poderia fortalecer a dependência da União do gás russo, e consolidar a posição dominante da Gazprom (empresa estatal de gás da Rússia) no mercado europeu”.
Enquanto isso, em Gotham City, o Clube de Lima – liderado por Macri e Temer – tenta se segurar numa corda interamericana sustentada por diretrizes que vêm do norte, elaboradas por gente que está mais preocupada – ou melhor seria dizer desesperada – em salvar sua arranhada hegemonia que em atender o que consideram baboseiras sociais ou possíveis explosões de ira popular. Seus títeres regionais aparecem corredores maquiados que perseguem uma cenoura globalizada que nunca alcançarão, mas que tentam alcançar a cada 15 anos, deixando pelo caminho programas econômicos de ajuste, ameaças de intervenção, invasões, endividamentos, guerras e coquetéis. Um pacote perfeito que de vez em quando estoura.
Jorge Elbaum é sociólogo, doutor em ciências econômicas e analista senior do Centro Latino-Americano de Análise Estratégica (CLAE)
www.estrategia.la