Dossier: ALTERNATIVAS DEMOCRÁTICAS A LA CONCENTRACIÓN MEDIÁTICA
La democratización de la comunicación es un pendiente social ineludible. Este suplemento aborda diferentes perspectivas sobre la construcción de alternativas a la enorme concentración mediática existente en América Latina y el Caribe. La modalidad colaborativa elegida para su confección entre el portal NODAL, la agencia Pressenza y el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica no es fortuita y constituye buena parte de la respuesta.
El antídoto contra la manipulación de los medios concentrados
Javier Tolcachier*
A nadie escapa que los monopolios mediáticos son sicarios de la desigualdad y de un modo de vida depredador y consumista al servicio de las minorías. No hay dudas que la propaganda de estos medios está logrando tergiversar los escenarios, apropiándose de significados como libertad o derechos humanos, precisamente para recortarlos, actuando en contra del bienestar social…
Vuelvo sobre este primer párrafo, para constatar de modo autocrítico, cuánto de “posverdad progresista” contiene.
En una suerte de fe de erratas anticipada o derecho a la autoréplica, este párrafo inaugural debería comenzar así: “A una enorme porción de la sociedad escapa que los monopolios mediáticos son sicarios de la desigualdad y de un modo de vida depredador y consumista al servicio de las minorías.”
Pero como esta nota no será leída por esa enorme porción de la sociedad, sino por lectores relativamente esclarecidos, la errónea apreciación del comienzo hubiera pasado quizás inadvertida. Y allí reside uno de los núcleos del problema.
Señalar los nombres propios de la oligopolia mediática en cada país, aunque esclarecedor, no hará que baje el precio de las acciones de esas empresas productoras de esquizofrenia social avanzada. Decir que Magnetto, Azcárraga, Zucolillo, Angulo Sarmiento, Ardila Lülle, Santo Domingo, Luksic, Marinho, Cisneros o González manipulan la opinión pública para beneficio propio y perjuicio mayoritario, no evitará que continúen con su trama infame.
Comprobar con cifras el dominio de mercado abusivo de grupos de medios como Globo, Televisa, Clarín o Prisa probablemente no menguará sus audiencias.
Destacar la intencionalidad política de medios privados incidentes en públicos locales como Ecuavisa o Teleamazonas en Ecuador, los medios del grupo Líder en Bolivia, El Mercurio en Chile, Caracol o RCN en Colombia, Veja en Brasil, La Prensa en Honduras, ABC en Paraguay o El Universal en Venezuela, por sólo citar unos pocos entre miles de diarios y emisoras de radio y TV pertenecientes a unas pocas empresas, no logrará torcer la inequívoca visión antipopular que animan en cada contienda electoral.
Todos estos medios autodenominados independientes – en verdad lucrodependientes del dinero de corporaciones y pautas publicitarias de gobiernos que los mismos medios instalan – junto al ejército de periodistas que priorizan prestigio y comisiones a la deontología periodística, exhiben un escandaloso comportamiento antidemocrático. Sin embargo, en base a cuidadosas elaboraciones mercadotécnicas, sus contenidos fraudulentos consiguen calar en el sentir de un amplio sector de la población.
Todos ellos logran construir “contrasentidos comunes”, a fuerza de repetición y guiones ficcionales con zócalos amarillistas pero convincentes.
¿Cómo parar este atentado a la verdad, a la información y al crecimiento social?
¿Leyes? Por supuesto. Para limitar la concesión del espectro público a emisores privados, para ampliar la oferta de medios públicos y producciones locales, para fijar presupuestos no discrecionales de financiación a medios comunitarios, cooperativos, independientes. Y para mucho más.[1]
¿Medios alternativos y públicos? Claro. La estructura general de comunicación de una nación informada y democrática debe ser esencialmente pública (sin confundir público con partisano) y comunitaria. La participación popular directa en ambas es clave para una real democratización. Es necesario impulsar una alianza público-comunitaria de comunicación. De esta manera, los medios democráticos dejarán de ser “medios alternativos” y se constituirán en alternativa medial.
¿Contenidos de calidad? Sin duda. A pesar de que el contenido de calidad, crítico, con rigor periodístico e investigativo ya existe en las alternativas democráticas de comunicación, éste se enfrenta a la oferta masiva de entretenimiento vacío de los conglomerados privados, en clara desventaja en la primacía de las preferencias. De trasfondo hay un enfrentamiento entre lo ético y lo banal, donde lo segundo saca momentánea ventaja, situación propia de un mundo en decadencia.
Acorde a ello – y a los intereses non sanctos – lo real es presentado como trama ficcionada y la pura ficción como dura realidad. Nada de ello es nuevo. El sometimiento masivo siempre ha tenido su argumento…
Sin embargo, es necesario que los medios comunitarios y públicos ofrezcan ocio, y si es creativo, mejor. Nada impide que la producción audiovisual llegue a la gente a través de plataformas público-comunitarias abiertas o por internet, sesgando de esta manera el negocio de corporaciones que adoctrinan con subrepticios mensajes políticos de dominación imperialista.
¿Redes? La omnipresencia fáctica del discurso único y su instalación de agendas es acaso la piedra angular del asunto, lo que las prácticas de comunicación comunitaria intentan contrarrestar mediante confluencias operativas. Por lo demás, ante la transformación de las vías de comunicación desde lo analógico a lo digital y la convergencia multimedial con la red internet, nuevos movimientos antimonopólicos de incidencia ciudadana están surgiendo, conformando un frente mundial de acción por una internet ciudadana, abierta y no manipulada.
La gran pregunta a formular, haciendo de ella un cuestionamiento extendido y arraigado en todos los sectores sociales es:
¿Es la comunicación un bien común, un servicio público, el derecho de cada uno y cada una a expresarse y crear sentidos comunes con otros? ¿O es simplemente un negocio para grandes grupos mediáticos y una forma de control de los significados y sentidos de la existencia?
El antídoto duradero a la manipulación comunicacional de los grandes medios concentrados, la única forma de ampliar la libertad de opciones personales y colectivas, es limitar políticamente la expansión de conglomerados mediáticos, potenciar medios comunitarios y públicos y crear conciencia de la función de la comunicación como derecho humano inalienable a través de una masiva alfabetización mediática.
(*) Javier Tolcachier es investigador en el Centro Mundial de Estudios Humanistas y columnista de la agencia internacional de noticias con óptica de Paz y No Violencia Pressenza.
Alternativas a la concentración mediática: ocupar, resistir, producir
Natalia Vinelli*
“Ocupar, resistir, producir” es una consigna que popularizó el movimiento de empresas recuperadas. Señala tres momentos que debe atravesar toda fábrica autogestionada por sus trabajadores y trabajadoras hasta lograr la estabilidad que le permita sostener la fuente laboral, con una lógica sin patrón y dentro de un mercado altamente competitivo. Los medios de comunicación alternativos, populares y comunitarios siguen una lógica parecida. Pueden pensarse como mojones o trincheras que van superando lentamente obstáculos de todo tipo, hasta lograr la referencia necesaria para aparecer primero como opción (entre una cosa y otra), y luego como construcción de alternativa. Que no es sólo productiva o comunicacional, sino también política.
Ocupar el espectro, resistir en el aire y producir contenidos que se encuentren con sus audiencias son pasos necesarios para la construcción de otro modelo de comunicación, que no puede escindirse de otro horizonte para el país y la región. Los dos primeros constituyen hitos que generan identidad; el tercero implica el desafío de hacer medios masivos que pongan en circulación otra mirada de la realidad, en un contexto de concentración que deja poco espacio para la pluralidad de voces.
Ocupar
La comunicación popular tiene una larga tradición en América Latina. A riesgo de incurrir en algún olvido importante, podemos sintetizar un recorrido que va desde los pasquines sediciosos que acompañaron el malestar en las postrimerías de la Colonia hasta las radios insurgentes cubanas o salvadoreñas; desde las escuelas radiofónicas vinculadas con la Iglesia hasta las radios educativas populares de inspiración freireana; desde las radios mineras bolivianas hasta el cine militante; desde los diarios de masas como Noticias o El Mundo en Argentina hasta las radios y canales comunitarios de los 80 y 90.
Toda esta experiencia acumulada a lo largo de décadas tiene varios puntos en común que permiten comprenderla dentro de un tipo específico de comunicación, pero aquí queremos detenernos particularmente en uno: las radios, televisoras y periódicos se lanzaron a funcionar sin esperar que las condiciones estuvieran dadas. Todas buscaron generar esas condiciones a través de su propia práctica. Ocupar espacios y construir una base sólida desde la cual intervenir sigue siendo hoy una de las mejores enseñanzas que nos han dejado quienes nos precedieron en la tarea de pensar y llevar adelante alternativas democráticas a la concentración mediática.
Los cambios en los marcos regulatorios en varios países de la región, y el consecuente reconocimiento del sector social comunitario, son en parte producto de esa persistencia y de la vocación de masividad de los medios populares, que no esperaron a tener las leyes a favor para poner otras voces en el aire ni pidieron permiso para ocupar el espectro radioeléctrico. Plantar bandera es, en nuestra perspectiva, el punto de partida para arrebatar esos espacios a la hegemonía, de la misma manera que la ocupación de una fábrica quebrada es el primer paso para ponerla a producir en manos de sus trabajadores y trabajadoras.
Las legislaciones por sí mismas no pueden garantizar el límite a la concentración ni el impulso democratizador: son un marco fundamental, pero ese marco requiere voluntad política de implementación, una defensa activa por parte de las organizaciones y una base social movilizada. Los grupos que dominan el mercado de la información y la comunicación, además, no asisten de manera pasiva a la lesión de sus intereses. Son clasistas. En Argentina las movidas para eliminar algunos artículos la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fueron certeras, hasta derogar parte de esa ley a poco de asumir la presidencia Mauricio Macri, al frente de un gobierno de línea claramente privado comercial.
Pero no sólo dispararon contra lo macro. También atacaron lo micro: ante cada pequeño avance de parte de la comunicación no lucrativa los grupos mediáticos concentrados interpusieron en la Justicia medidas destinadas a perpetuar sus privilegios. Es lo que hizo la Asociación de Teledifusoras Argentinas (ATA) cuando el entonces AFSCA autorizó de manera provisoria el funcionamiento con tecnología analógica de 42 canales de baja potencia. Una entidad que nuclea a 23 medios, que concentran el 90 por ciento del mercado, demandó la nulidad de las autorizaciones a un puñado de televisoras comunitarias, acusándolas de ejercer… “competencia desleal”.
Éste es sólo un ejemplo entre muchos: podemos señalar también la interferencia de Canal 13 a Barricada TV; las demandas por la televisación del fútbol en el caso de PAREStv, que sigue la campaña del club Flandria; las notificaciones contra ENTV de Viedma o las denuncias por interferencia a canales y radios comunitarias, realizadas por parte de medios concentrados. Cada espacio ocupado debe ser defendido, cada avance apuntalado. Resistir los intentos de desalojo del éter, como las fábricas al momento de la toma, es una clave para establecer una base sólida.
Producir
Finalmente, ¿qué peso real tienen hoy los medios autogestivos, comunitarios, populares en el mapa comunicacional de nuestros países? ¿Cuánto pueden incidir estas voces en escenarios altamente concentrados? Frente a megafusiones como la reciente Telecom/Cablevisión somos peces en un mar dominado por tiburones, para decirlo sin ingenuidad. Sabemos que ninguna experiencia por sí sola puede alternativizar a estos grupos concentrados; que es necesario multiplicar, desarrollar contenidos de calidad que respeten a sus públicos y se propongan la masividad, que la comunicación sea apropiada como una herramienta por el movimiento popular.
Como en el caso de las fábricas recuperadas, la gran batalla es sostener las experiencias, profesionalizarlas, superar las barreras de entrada y producir para encontrarse y ampliar audiencias, es decir, para disputar sentido. La producción no puede escindirse de la circulación y el encuentro con el público, porque la construcción de contrahegemonía –aún en sus flujos y reflujos-, es de masas o no es. De otro modo la práctica es ahogada, aislada en lo micro o marginalizada, o se desvía hacia la mera autorrealización comunicativa. Ocupar el espectro, resistir en el aire y producir contenidos son orientaciones que ayudan a sortear estos obstáculos, plantar bandera y construir un piso en el camino de la construcción más amplia de una alternativa no sólo comunicacional, sino también social y política.
(*) Referente de Barricada TV Canal 32.1 de la televisión digital .argentina. Adjunta en el Taller de Expresión 2 cátedra De Carli (FCSoc UBA). Autora, entre otros, del libro La televisión desde abajo. Historia, alternatividad y periodismo de contrainformación. Barricada TV funciona en el 4to piso de la fábrica recuperada IMPA, la metalúrgica ubicada en el barrio porteño de Almagro que en mayo cumple 20 años bajo gestión obrera.
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Ecuador: Ley Orgánica de Comunicación en el banquillo de los acusados
Adalid Contreras Baspineiro*
Acomodada en afanes comerciales, la libertad de expresión suele ser deformada en su naturaleza para mal amparar la concentración de la propiedad de los medios y la libertad de empresa. Este fenómeno es uno de los factores que enfrenta la Ley Orgánica de Comunicación del Ecuador (LOC), junto con los riesgos de aligeramiento de los sentidos de la comunicación, así como la tradicional reducción de las ciudadanías a masas por la dictadura del rating.
Con un enfoque basado en el derecho a la comunicación, la LOC propone medidas en las dimensiones del acceso, la participación y los intercambios discursivos, contemplando la vigencia de la libertad de pensamiento y de expresión como derechos ciudadanos, así como el derecho a la información que comporta derechos y deberes para los comunicadores y periodistas. Así, la comunicación ya no se mira solamente desde el polo de la emisión, sino también desde el activo espacio de la recepción asentándose en políticas culturales inclusivas y promotoras de la producción endógena. Y la fórmula que materializa su esencia antioligopólica es la redistribución equitativa del espectro radioeléctrico para medios comunitarios, comerciales y públicos.
Grupos conservadores están alentando la derogatoria de esta Ley, con el argumento que estaría atentando contra la libertad de expresión. A contracorriente, soy un convencido que desmontarla significaría un retroceso de décadas en la conceptualización y aplicación de los paradigmas de la comunicación, así como de los derechos ciudadanos.
La LOC recoge los instrumentos internacionales fundamentales que protegen derechos y garantías universales para los profesionales de la comunicación, tales como la prohibición de la censura previa y el derecho a la reserva de la fuente. También contempla deberes como la responsabilidad ulterior, el respeto a la reputación y la seguridad. Así mismo contempla derechos para los ciudadanos, como los de la réplica y rectificación, la protección frente a contenidos discriminatorios, violentos o sexualmente explícitos, la creación del defensor de las audiencias y el funcionamiento de observatorios. Además de estas virtudes, la LOC tiene excesos coercitivos que deben superarse porque chocan con su espíritu democratizador, nos referimos al funcionamiento de la Superintendencia de Comunicación que juzga y sanciona; así como el artículo 26, que a título de linchamiento mediático censura el pluralismo.
Por otra parte, la LOC necesita precisar y/o incorporar elementos que la consoliden en el marco de la democratización de la comunicación, tales como un enfoque de la comunicación para el buen vivir, que suma el diálogo y la convivencia para la interacción sociocultural en correspondencia con la Constitución de Montecristi. Así se superaría la comprensión etnicista que tiene de la interculturalidad y abrirse a alteridades de todas las diversidades. Se tiene que incentivar un mayor protagonismo de los periodistas y sus gremios con sus mecanismos de autorregulación.
Es necesario contemplar un trato especial y diferenciado para los medios comunitarios respetando su naturaleza solidaria y su carácter antisistémico. Por otra parte, es necesario otorgarle un mayor protagonismo al Consejo de Comunicación, fortaleciéndolo con una mayor representatividad ciudadana. Finalmente, la LOC debe mencionar criterios sobre el rol de las redes sociales y no dejarlas navegando en el mar virtual de la anomia a título de pertenecer al campo de la libertad de expresión y no al del derecho a la información y la comunicación.
La Ley Orgánica de Comunicación del Ecuador (LOC) es un instrumento que merece ser protegido y perfeccionado, porque legitima la expresión de las ciudadanías, pone en el banquillo a los poderes oligopólicos y su tendencia a un discurso único sin responsabilidad social y sigue la senda de la democratización de la comunicación.
(*) Adalid Contreras Baspineiro, comunicólogo boliviano, fue Secretario General de la Comunidad Andina – CAN.
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Los gritos de la tierra: ecos de la comunicación popular, territorios y disputas
María Cianci Bastidas*
La palabra también es un territorio en disputa. La palabra nos dice, nos dibuja, nos enuncia. La palabra, el derecho a decirla, a expresarla constituye una de las construcciones políticas y educativas que se evidencian en nuestras cotidianidades con mayores riesgos en los últimos tiempos.
América Latina y el Caribe, AbyaYala – Patria Grande, con frecuencia se identifica como el continente de la esperanza, en la que se construyen diversas alternativas para la vida. A nuestro pesar, según varios informes, es la región con mayores amenazas para quienes ejercen la defensa del territorio, de los derechos humanos y de la naturaleza. Solamente en el año 2017 se registraron más de 170 asesinatos, cientos de desalojos forzosos, detenciones arbitrarias y demás acciones criminalizadoras que atentan contra las personas identificadas con estas causas.
Los cambios en la demanda de alimentos, energía y bienes naturales exigen mayor explotación y depredación, que se acompañan con la liberalización de los regímenes comerciales y laborales. Esto determina una competencia por tierras cada vez más creciente a nivel global, lo que a su vez radicaliza la desigualdad y la exclusión. La ubicación del continente latinoamericano y caribeño en el escenario mundial nos permite comprender las razones geopolíticas por las que crecen de forma avasallante las acciones de su explotación y dominación, las mismas que sustentan el sistema capitalista con fuerte tendencia neoliberal.
La palabra tiene poder, y no es igual usar una palabra que otra. El argumento de la “crisis”se ha constituido como una narrativa naturalizada, que heredamos de situaciones anteriores, sobre la cual hay un destino ineludible e infranqueable. Sin embargo, sabemos que es mucho más complejo. De ello se derivan otros elementos que deben considerarse: reinversión social, redistribución, política fiscal, justificación de la participación de empresas privadas, desregulaciones, intereses en conflictos, sólo por mencionar unas pocas.
Surgen muchas preguntas: ¿Crisis de quiénes? ¿Afectan por igual las crisis a sectores populares que a la clase media o al sector empresarial? Podemos indignarnos y pasar a la movilización social, o por el contrario, pasar indiferentes sobre el asesinato de Marielle Franco en Brasil o de Berta Cáceres en Honduras, Santiago Maldonado en Argentina por tomar tres de tantas vidas que se sembraron para siempre en la lucha colectiva del continente.
El capitalismo neoliberal establece como base que todo puede ser mercancía, así la vida puede ser patentada y manipulada en laboratorios para experimentos genéticos, la educación puede ser privatizada para una formación hacia el trabajo con rentabilidad, la salud es una oportunidad de negocio, la comunicación se muestra como una cartera de rentabilidad rápida y con poca inversión (incluyendo la publicidad). Cuando todo puede ser mercancía, las leyes se rigen por la oferta, la demanda y la especulación, la optimización de la ganancia es la única meta, no importa a qué costo. Queremos descentrar esta lógica que es perversa, porque sólo alimenta la maquinaria capitalista para la explotación de personas y de la naturaleza.
Defender el derecho a la comunicación, es defender la propia palabra para el reconocimiento y la autodeterminación con libertad y desde las múltiples identidades. La concentración monopólica en los medios de comunicación muestra un pensamiento único, homogeneizante, que suele ser ridiculizante de las diferencias culturales, estereotipar los roles de género, exacerbar el morbo desde la cobertura de sucesos. Se hipersexualizan los cuerpos, se reproducen los mecanismos de control securitistas y el descreimiento de la política y al final del día estas matrices allanan la realidad para ser “consumidas” de forma simple, reduccionista, sin profundizar en las causas que generaron estas condiciones de desigualdad, exclusión y violencia.
La propiedad de la tierra en América Latina y el Caribe demuestra la misma tendencia de concentración hegemónica que la descrita para la comunicación, y no dista mucho del resto de propiedades que se acumulan cada vez más en pocas manos. Para contrarrestar esta forma de contar la historia desde un mismo lado, para decir la palabra en testimonio de quienes sufren la explotación y la injusticia nacieron los medios comunitarios.
La historia de la radio popular en el continente está llena de amenazas, asesinatos, persecuciones, desalojos y enfrentamientos en unos años con dictaduras militares y con gobiernos conservadores elitistas en otros, y siempre con los grupos económicos. Muchas emisoras tuvieron fuertes luchas por facilitar los micrófonos y hacer programas en lenguas e idiomas indígenas, a pesar que la mayoría de la “audiencia” no siempre eran hispanohablantes.
El proceso de innovación institucional que ha llevado a cabo ALER[2] con sus socias en el continente inspira una revisión permanente de las prácticas educativas y de comunicación con un compromiso ético, que trasciende las aulas y las cabinas de radio, para asumirse como actores sociales que inciden en la opinión y políticas públicas desde propuestas colectivas, colaborativas a favor de una ética para la sostenibilidad de la vida. Esta mirada renovada nos ha exigido potenciar nuestros esfuerzos en articulación con otros que en afinidad desean tejer redes de solidaridad para el impulso de las potencialidades.
La comunicación en tres gritos: Colombia, República Dominicana y Honduras
La convergencia entre territorio y la comunicación puede ser múltiple e interdisciplinar.En esta ocasión compartiremos tres experiencias que muestran los esfuerzos por comprometerse con la acción creativa de propuestas alternativas al desarrollo, de buenos vivires/vivir bien e inspiran con esperanza la resistencia.
Un punto común (apenas una muestra, pero pudieran ser muchas más) se determina porque la concentración de la tierra tiene una larga trayectoria histórica.Si bien ahora los actores han fortalecido sus monopolios en multinacionales, la tendencia de estas propiedades en manos extranjeras atenta no sólo contra la soberanía y autodeterminación de los pueblos, agudizando -y en muchos casos provocando- conflictos territoriales con violentos desalojos, criminalización de la movilización y protesta social, valiéndose de amenazas, persecuciones, encarcelamientos y asesinatos. Casi siempre el Estado permanece en connivencia con las jugosas ganancias que distribuyen las empresas multinacionales, bien por omisión e ineficiencia en garantizar los derechos humanos o por abiertamente mostrarse promotor del clientelismo y la corrupción.
En cada esquina: Colombia
Las fronteras invisibles. Se llaman así a los obstáculos que se pueden tener para pasar de un sector a otro, esto significa en muchos casos riesgo de amenazas, extorsión o muerte. Una de las dolorosas historias que recuerda Dione, es de un padre que no podía pasar a buscar a su hija a la salida de la escuela, a menos que pagara 20 mil pesos. Entonces se propuso un radioteatro titulado “Tiros de esquina, un partido por la vida”, proyecto que utilizó al futbol para hacer partidos deportivos con jóvenes de un sector y otro, permitiendo pasar las fronteras sin tener que pagar. Habitar la ciudad, también significa transitarla sin miedo y eso quiso demostrar una propuesta creativa que también se valió de las artes y sus producciones comunicativas. Actualmente el padre puede transitar con su hija sin novedades.
Azúcar con sabor amargo: República Dominicana
En 2017, hubo un momento álgido en la comunidad de El Seybo, en el que violando todas las normativas nacionales e internacionales se produjo un violento desalojo a 80 familias, en el cual se apuntaba con armas a niños y niñas durante la madrugada del día de Duarte (el Padre de la Patria). Ésta y otras denuncias han sido llevadas a tribunales internacionales de Naciones Unidas, pero la historia y los intereses son muy pesados a la hora de movilizar decisiones vinculantes.
En otra ocasión un tractor trasladaba impunemente un tanque de glifosato frente a lo cual la gente se mantuvo en cadena humana para evitar su paso. Se obligó al tractor a que se marchara, pero dejó el tanque en medio del campo con el riesgo que se extendiera el veneno por la tierra y el aire. Los intentos para que el gobierno retirara el tanque resultaron infructuosos y la radio decidió utilizar su auto y movilizar este tanque a 15 kilómetros de distancia con una ruta improvisada y peligrosa.
Aún hoy, se realizan diferentes movilizaciones, paros, vigilias para denunciar la situación de estos desalojos en El Seybo, pero también para exigir un hospital, camino asfaltado y una universidad, han enfrentado la fuerza antidisturbio, o la obstrucción policial cuando quisieron ingresar al diálogo con una viceministra en solicitud de una casa de la cultura. Miguel cuenta que Dangeli, una niña de 11 años proveniente de Mata de Palma del Seybo, comentó en una Asamblea de más de 300 campesinos y campesinas con mucha firmeza “nos tratan como si no fuéramos personas, no nos dejemos vencer”.
Vamos a vencer, me lo dijo el río[3]: Honduras
Radio Progreso y el ERIC se han sumado con valentía en la denuncia de los escenarios de abusos y atropellos que se consolidan con la dictadura (con fraude electoral incluido), no sólo oficial desde el Estado sino también la del poder corporativo, actuando con total impunidad. Los editoriales, las coberturas, eventos de formación, son algunas de las estrategias participativas que desarrollan desde este equipo para acompañar la defensa de derechos humanos y de la naturaleza. Han innovado con un formato sarcástico con un programa titulado NotiNada, que rompe la estética tradicional y promueve la reflexión de la audiencia.
La radio también tomó posición, participando incluso en la mesa de mediación y diálogo nacional, cuando 60 estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) enfrentaron procesos penales, 10 de ellos fueron condenados por exigir ampliar la participación y democratización de la gestión universitaria. Otro ejemplo que destaca de muchos, son las acciones de defensa de territorio y auténtica ciudadanía en contra de represas, proyectos turísticos inmobiliarios, de proyectos de privatización de carreteras con instalación de peaje, este último con más de 400 días de movilización para la recuperación de espacios públicos.
A modo de corolario
No se puede cambiar el mundo sin palabras, sin prácticas que concretan nuestras reflexiones particulares y colectivas, saberes, experiencias que se encuentran, interpelan en los espacios de debate. Cambiar la realidad, sus interpretaciones y condiciones inequitativas incluye también disputar los sentidos del mundo que queremos. No podemos cambiar el sistema capitalista que nos estructura sin palabras. Desde la comunicación popular también se disputan los sentidos del territorio aire para decir nuestra propia palabra, para que las luchas, los derechos humanos y de la naturaleza no sean un negocio. Es la voluntad de la esperanza, de la vida que se abre frente al desencanto y la muerte.
Notas
[1]Para esta publicación se realizaron entrevistas colectivas e individuales a integrantes de las experiencias: Pedro Landa, integrante del Equipo de Reflexión Investigación y Comunicación (ERIC) junto Radio Progreso en Honduras; Dione Patiño, directora de La Esquina Radio – Palco Comunicaciones en Colombia y Miguel Ángel Gullón, director de radio Seybo y presidente de la Unión Dominicana de Emisoras Católicas (UDECA). Así como la revisión de documentos institucionales.
[2]ALER promueve e impulsa el trabajo en red para la profundización de la democracia en favor del protagonismo de los pueblos, así como ganar mayor participación social. Acompaña las luchas y denuncias que vulneran los derechos humanos, exaltando la incidencia social y política que se evidencia en las organizaciones y movimientos sociales; así como ayuda a resaltar experiencias de cooperación y logros colectivos inspiradores. Visibiliza campañas a nivel regional y se articula con las iniciativas que amplían los derechos humanos y de la naturaleza con / desde las comunidades, con una opción de lo popular.
[3] Palabras de Berta Cáceres, indígena lenca y lideresa de COPINH, asesinada por la defensa del río.
(*) María Cianci Bastidas es Coordinadora de Formación e Investigación en Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular / ALER
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Desafíos y oportunidades para la democratización de la comunicación
Sally Burch*
Los vientos adversos para los derechos de la comunicación, en el actual escenario político en América Latina, traen nuevos y complejos desafíos al movimiento por la democratización de la comunicación, que le exigen afinar respuestas y renovar estrategias. Pero también se presentan nuevas oportunidades.
Los primeros años de este siglo vio avances hacia una comunicación más democrática, principalmente en los países con gobiernos progresistas, sobre todo en el ámbito legal y constitucional. En varios casos la implementación quedó rezagada, dejando un déficit con la comunicación popular y la ciudadanía. Al mismo tiempo, como nunca antes una afirmación ciudadana que reivindica derechos de la comunicación atraviesa el continente, lo que crea condiciones favorables para un movimiento más amplio por la democratización de la comunicación.
Estos temas estuvieron presentes, justamente, en los debates del reciente Foro Social Mundial en Salvador de Bahía, impulsados, entre otros, por el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica (FCINA). Allí se constató que una de las primeras prioridades de las derechas, al retomar las riendas del poder, ha sido revertir los avances que habían conquistado las luchas sociales por democratizar la comunicación: en Argentina, Macri vació la Ley de Medios Audiovisuales; en Brasil, Temer eliminó la autonomía de la Empresa Pública de Comunicación.
Ante este escenario, se destacó la importancia de fortalecer iniciativas alternativas y populares de comunicación o medioactivismo, en lo nacional y regional. Es el caso de, FCINA, donde convergen redes y medios de comunicación y coordinaciones sociales latinoamericanas, que articulan un trabajo regional de cobertura, constituyendo un referente en temas de integración, alternativo a la versión de los medios hegemónicos que ningunea la soberanía regional. Por su parte, Midia Ninja, en Brasil, que se considera un movimiento social dentro de la comunicación, ha generado la capacidad de disputarle el espacio a los medios comerciales, en el plano de lo estético y lo narrativo, principalmente a través de las redes sociales digitales.
Las tecnologías digitales presentan, justamente, otro ámbito de desafíos, en particular dada la nueva realidad de concentración monopólica en Internet. Elaborar estrategias comunicacionales que dependen de las plataformas controlados por el llamado grupo GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), si bien presenta la oportunidad de llegar a un público masivo, significa también un riesgo, porque son espacios fuera de control propio, por lo que la dependencia que se genera frente a ellas implica una alta vulnerabilidad.
Así vemos que, con el pretexto de descartar el “fake news”, estas empresas, de un plumazo, cambian sus algoritmos para que los medios críticos frente al sistema dominante ya no aparezcan en los buscadores ni en los perfiles de redes sociales. Es más, Google y Facebook han absorbido el grueso de la publicidad en Internet, poniendo en jaque las fuentes de sustento de los medios de comunicación en general. Y ¿qué decir de la manipulación de procesos electorales a través del uso de datos personales para dirigir mensajes mañosos personalizados a través de las redes sociales, como se reveló con el reciente caso de Cambridge Analítica, con datos provistos por Facebook? ¿En qué queda en principio de diversidad y pluralidad mediática?
No es fácil enfrentar el poder de estos gigantes de Internet. Uno de los espacios que ha comenzado a aglutinar una amplia gama de sectores sociales para plantear respuestas es el Foro Social de Internet, del cual es parte la iniciativa Internet Ciudadana en América Latina. Pero también requerimos de respuestas desde los Estados, entre otros para proteger nuestros datos y derechos y precautelar la soberanía en la economía digital. Un país latinoamericano difícilmente podrá implementar respuestas aisladas; por ello, debería establecerse como una prioridad en el marco de los procesos de integración regional.
(*) Sally Burch es periodista de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI)