Alemania, la locomotora europea, pisa el freno
Eduardo Camin |
La economía alemana pisa el freno. Ya empezó a caer en el segundo trimestre, y ahora el Banco Central (Bundesbank) reafirma la tendencia de que lo mismo sucede entre julio y septiembre, con lo que Alemania entraría técnicamente en una recesión, tras encadenar dos trimestres consecutivos de caída de la actividad económica.
La entidad financiera central de la llamada «locomotora europea» asume una mayor probabilidad de entrar en una recisión técnica, y anticipa que el PIB puede sufrir una ligera contracción que se sumaría a la caída del 0,1% registrada entre los meses de abril y junio, en el segundo trimestre.
Alemania entrará en recesión con un golpe más fuerte en este tercer trimestre y podría traer el primer déficit en años. La última vez que Alemania entró en una recesión técnica fue entre 2012 y 2013, cuando en dos trimestres consecutivos su economía se contrajo un 0,4% y un 0,5%, respectivamente. No obstante, el Bundesbank sostiene que desde la perspectiva actual el resultado sigue siendo abierto y dice que dependerá de si hay una recuperación de las exportaciones.
Pero, sin duda que la recesión en la industria comenzará a expandirse hacia otros sectores. En realidad, la pérdida de ritmo prolongada de la economía alemana indica que existen problemas de fondo.
Actualmente Alemania, se enfrenta a la competencia feroz del gigante asiático, cada vez más tecnologizado. El problema es mucho más complejo, ya que no se ciñe solo a Alemania. Si Berlín para los motores, arrastrará consigo a la UE, ya que sus cadenas de producción y suministro están estrechamente entrelazadas.
En su boletín mensual, publicado recientemente, por el Bundesbank este señala que la economía alemana tampoco está creciendo en los meses de verano y asume que «seguirá previsiblemente sin impulsos» durante el tercer trimestre. El debilitamiento continuo de la industria tiene una importancia decisiva en la contracción económica de Alemania, según el informe.
Sin olvidar el actual escenario de vulnerabilidades en que se desarrolla la crisis; como la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el Brexit. En efecto los conflictos internacionales en general y el brexit en particular debilitaron notablemente la industria y las exportaciones de Alemania en la primera mitad del año. Los pedidos ya habían sido débiles en el primer trimestre y solo fueron a peor en la primavera, y según la nueva previsión del banco central alemán seguirán esa tendencia este tercer trimestre. «No se vislumbra aún» el final de esta recesión.
El boletín del Bundesbank advierte de que, «en general, el desempeño de la economía podría volver a declinar ligeramente», y agrega que los datos más recientes de la situación en el sector industrial «apuntan a una caída igualmente significativa en el trimestre actual». Todo indica que se prevé una ligera contracción que se sumaría a la caída del 0,1% registrada entre abril y junio, cuando el PIB creció un 0,4%.
El Gobierno alemán de coalición liderado por Angela Merkel estudia poner en marcha un plan de estímulos fiscales para reactivar el crecimiento, aún a costa de engordar la deuda pública, según el Des Spiegel. El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, dijo que Alemania podría aplicar estímulos por valor de 50.000 millones de euros si la economía tiene dificultades.
A pesar del moderado optimismo, cabría preguntarse entonces, ¿por qué las previsiones siguen revisándose a la baja trimestre tras trimestre desde hace un año?
Según algunos analistas hay tres factores claves: la amenaza arancelaria de Donald Trump a los coches europeos, la caída de la demanda china y el cambio de modelo productivo del gigante asiático. Este último factor hace más necesario que nunca que el Ejecutivo alemán impulse la inversión en innovación, si no quiere perder terreno en favor de la cada vez más competitiva economía China.
A pesar de la creciente necesidad de inversión e innovación para hacer la economía alemana más resiliente y para garantizar un modelo de crecimiento sostenible e inclusivo, los esfuerzos han sido limitados, asegura la Comisión Europea, después de frustrar la fusión del gigante alemán Siemens y el francés Alstom, una decisión ferozmente criticada por París y Berlín. Sus gobiernos alegan que la decisión minará la competitividad de la industria europea frente al desembarco futuro de las empresas chinas.
Lo cierto es que Alemania sigue apostando toda su suerte a las exportaciones. Las que tienen como destino países fuera de la zona euro representan casi el 40 % de su PIB. Por eso, cuando falla una pieza en el engranaje exterior, toda la cadena colapsa. Es lo que ya ocurrió en diciembre del 2018.
China, el desequilibrio programado
Las importaciones del país asiático cayeron un 21,5 % como respuesta a la amenaza arancelaria de Trump, según el Ministerio de Comercio chino. Esa tendencia de demanda a la baja coincide con el segundo mayor retroceso de producción industrial en el año para Alemania (-3,9 %), a pesar de que China es todavía el tercer destino favorito para los exportadores germanos (6,83 %). Berlín tendrá que replantearse su relación con Pekín, sin perder de vista a Washington.
Sopla viento gélido desde el otro lado del Atlántico. El presidente estadounidense sigue sin despejar las dudas en torno a la imposición de aranceles del 25 % a los automóviles importados. «Las exportaciones de coches a Estados Unidos podrían caer un 50 % a largo plazo si se imponen esas tarifas arancelarias», asegura el director del Centro de Economía Internacional (Ifo), Gabriel Felbermayr.
Sus expertos calculan que los aranceles podrían reducir las exportaciones totales de coches desde Alemania en un 7,7 %, el equivalente a 18.400 millones de euros. Esa incertidumbre, sumada al brexit(l salida del Reio Ujido de lña Uni´pon Europea), está aplazando “inversiones vitales” para la salud industrial alemana.
Pero como tantos otros debates en el marco de las ciencias sociales, el capitalismo sigue ausente en la academia y siempre debemos hacer referencia a Carlos Marx para sustraer alguna enseñanza, aun cuando el capitalismo industrial europeo que conoció y estudió es anterior a su universalización.
Sin embargo, el revolucionario alemán percibió y analizó una tendencia inscrita en el ADN del capital: la agresiva necesidad de expansión continua que preside su lógica es la causa, a su vez, de sus crisis recurrentes. Esta compulsiva característica del sistema nadie la discute, ni en el campo de sus defensores y beneficiarios, ni en el de sus detractores y perjudicados. Es un hecho evidente en la era de la globalización (capitalista) a los ojos de la mayoría.
No obstante, los economistas de todo pelaje se devanan los sesos para cuadrar las cuentas de resultados y para ajustar el déficit económico; desarrollan modelos matemáticos y tratan de devolver la “confianza a los mercados”.
*Analista uruguayo, acreditado en ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)