La realización de las elecciones, un triunfo. Un nuevo gobierno ¿podrá arreglar la grave situación?
Aram Aharonian|
La mera celebración de las elecciones presidenciales en Venezuela, significa una derrota de los planes de Washington, Bogotá, Madrid, el Grupo de Lima, la Unión Europea, el terrorismo de la prensa hegemónica trasnacional y un triunfo de la Revolución Bolivariana y los gobiernos y movimientos sociales que respaldaron la soberanía del país y la continuidad democrática.
Políticos y candidatos, analistas, encuestadores, gurúes, pueblo en general se preguntan si el ganador de las elecciones presidenciales del 20-M podrá arreglar la principal preocupación de los venezolanos, la grave situación económica del país, mientras sigue latente la amenaza de terror callejero y de una intervención extranjera.
Ante la carencia de proyectos de país, más allá de quien gane las elecciones, poco cambiará si no se adelanta un proceso de diálogo, negociaciones -truncado en Santo Domingo por presiones estadounidenses- en pos de la convivencia y la solución de los graves problemas del país.
Los candidatos son el presidente Nicolás Maduro que aspira a la reelección, y por la oposición el principal contendor es el militar retirado y abogado Henri Falcón, apoyado por Avanzada Progresista, Movimiento al Socialismo (MAS) y una fracción del partido socialcristiano Copei; Javier Bertucci, pastor; Reinaldo Quijada, ingeniero, candidato de la Unidad Política Popular 89; y el empresario Luis Alejandro Ratti, un independiente quien días antes de los comicios prefirió retirarse.
En caso de que ganase Falcón, imaginarse un gobierno suyo es casi imposible porque el chavismo institucional y políticamente seguiría siendo la primera fuerza del país, y los ánimos de revanchismo que desencadenaría la victoria de Falcón, deberá vérselas con esa realidad, lo que conducirá a enfrentamientos que serán la vía más corta a la guerra civil que hasta ahora se ha conjurado con éxito precario, pero éxito al fin, señala el exministro Luis Salas.
Por las redes se lanzó una convocatoria a la violencia preelectoral, con el objetivo de suspender las elecciones, con un paro nacional e indefinido; lograr la renuncia de Maduro y de su gobierno en pleno, y el llamado a un gobierno de transición que decrete nuevas elecciones con reglas claras y órgano electoral confiable. Pero no hubo respuesta popular a tal convocatoria.
Sin poder calentar la calle en la semana previa, destacó un motín (el miércoles 16) en la cárcel caraqueña El Helicoide, protagonizado por presos comunes, quienes en videos difundidos desde los calabozos – contaban con teléfonos inteligentes, conexión a Internet- mostraban que el liderazgo fue asumido por políticos presos por actos terroristas, como Daniel Ceballos y Lorent Saleh.
Los presos comunes fueron utilizados para generar la primera ola de violencia, mientras que los políticos se encargaban de garantizar el impacto informativo de la maniobra, por medio de videos (que enseguida reprodujeron CNN y Telemundo). Obviamente, la operación mediática sirvió para sacar de la agenda política a Henri Falcón, horas después de que la protesta convocada por la oposición abstencionista fracasara.
Es más, el agente estadounidense Joshua Holt, implicado en la preparación de actos terroristas y retenido en El Helicoide, sumó un elemento de la maniobra al denunciar que lo querían asesinar (la oposición terrorista busca un muerto necesario para encender las calles), arrastrando preacordados “apoyos” internacionales automáticos.
El Encargado de Negocios, Todd Robinson, buscando reforzar las tensiones entre EEUU y Venezuela. señaló que “Estamos muy preocupados (…) Joshua Holt y otros ciudadanos estadounidenses están en peligro. El gobierno de Venezuela es directamente responsable por su seguridad y le haremos responsables si algo les sucede”.
Quedaron cuatro candidatos
Los candidatos son el presidente Maduro por el oficialismo, y tres por la oposición: el militar retirado Henri Falcón, el empresario-pastor protestante Javier Bertucci y el ingeniero Reinaldo Quijada. Catorce de los 18 partidos han suscrito un acuerdo de garantías democráticas que ha pacificado la campaña electoral, que se desarrolló con normalidad en el marco de plenas libertades de expresión, reunión, etc.
Pero lejos de ser una “fiesta democrática” es una batalla, y se teme que en la semana que resta hasta las megaelecciones se desate una nueva espiral de violencia terrorista, a sabiendas que existen deseos y planes para ellos de sectores de la derecha financiados y guionados desde el exterior.
Desde hace 19 años la oposición grita fraude cada vez que pierde. Esta vez, lo gritan desde antes que se celebren las elecciones. La académica venezolana María Páez Víctor subraya que una de las razones de la eficacia del organismo electoral (CNE) es la protección contra el fraude en el sistema, que es digital, escrita y electrónica. Hay tres salvaguardas de cada voto: una huella dactilar, un voto electrónico y un recibo en papel.
El militar retirado y ex gobernador del Estado Lara Henri Falcón fue el director de campaña del opositor Henrique Capriles Radonski en la última elección presidencial, la de 2013, quien ahora dice que se integrará a su gabinete. Es hoy el candidato de oposición en la mejor posición, aun cuando Maduro cuenta con mayor intención de voto, pese a que las coberturas mediáticas de los medios nacionales e internacionales lo invisibilicen.
Lo cierto es que Falcón, pese al apoyo del establishment financiero trasnacional, no tiene la confianza ni el apoyo explícito de Washington y su eventual triunfo y ascenso al gobierno, no parece significar la toma del poder.
Entre la dolarización y las promesas oficiales
En lo referente a las propuestas electorales, lo monetario subsume todo lo programático, partiendo del supuesto de que votantes racionales, de acuerdo a la situación económica, premian o castigan la gestión de gobierno. Se formulan y ofrecen medidas tratando de influir en la percepción y las emociones y no al raciocinio del ciudadano.
El candidato-presidente Nicolás Maduro apuesta a El Petro y al Bolívar Soberano (anunciado para julio), y también al Petro-Oro (¿usted sabe de qué se trata?), y por el otro lado se ubica el binomio dolarizador Henry Falcón-Francisco Rodríguez. La necesidad de instalar primero un “nuevo tiempo monetario” es usado como punch propagandístico, totalmente reduccionista de la realidad-real.
Nadie duda de la necesidad imperiosa de políticas monetarias coherentes, pero los graves problemas de fondo del país no se arreglan con slogans. Maduro aseguró que a partir de su reelección arranca la nueva prosperidad económica para el país (¿cómo?) mientras que Henri Falcón promete dolarizar los sueldos, como el remedio mágico para todos los males. Es muy seductor afirmar que todos tendrán posibilidad de manejar dólares, ¿no?
Más allá de su pobreza, este tipo de propuestas electorales son una falta de respeto, un desprecio a un pueblo, al que se le solía explicar cada proyecto, cada medida. Eran épocas cuando se consideraba al pueblo como sujeto de políticas y no solo objeto de ellas, formas que seguramente los sesudos asesores extranjeros, repetidores de fórmulas fallidas en sus democracias -algunas con reyes- y declamativas, ni siquiera imaginan.
El problema mayor es que la gente, el pueblo que antes se enteraba de todo por boca de Chávez, no sabe realmente cuál es el plan de El Petro-Bolívar Soberano (¿habrá dualidad cambiaria y monetaria?) y el Petro-Oro, pese a que Maduro insista en lo importante debe ser el debate de ideas (que es precisamente lo que falta en el debate preelectoral). Los expertos advierten que mensajes confusos y contradictorios, resultan costosos en términos electorales.
Los economistas, incluso los chavistas, advierten que El Petro no está acompañado por un plan económico para acabar con la especulación y el bloqueo económico y financiero, con la escasez de efectivo, con el contrabando de extracción, con el colapso de los servicios públicos, con la ausencia de inversión productiva y con toda la larga cola de los problemas
La dolarización, por su parte, es el slogan vendedor de un proyecto de fondo, el de la entrega del país definitivamente a los capitales especulativos y corruptos, sin distinción de que sean criollos o foráneos. La oferta al 80% trabajador del país, es unos cuantos dólares, mientras los grandes capitales se llevarán hasta las principales empresas del Estado, incluyendo la estatal petrolera Pdvsa. Muchos opositores al gobierno tampoco están de acuerdo con la dolarización, así a secas, sin proyecto, sin plan.
Los candidatos opositores que más destacan son Falcón y Javier Bertucci, quienes hasta ahora fueron actores de reparto dentro del mundo antichavista. No se le ha prestado la necesaria atención a Bertucci, un empresario-pastor, que algunos consideran como parte de una estrategia oficial para quitarle votos a Falcón. Los evangélicos vienen desarrollando en los últimos cinco lustros una agresiva penetración en distintos estratos de la sociedad desalojando en parte a los católicos de posiciones de privilegio. No debiera sorprender que se alcen con buen número de cargos regionales.
Además, han contado con muy buen financiamiento desde el exterior, de los diezmos y también del apoyo de importantes oficiales que ocuparon importantes cargos en el gobierno (en especial en el sector económico-financiero).
Incautación de activos petroleros
Por su parte, la compañía privada de inteligencia geopolítica estadounidense Strategic Forecasting Inc (Stratfor) indicó que, aumentando el bloqueo económico y financiero, la incautación de ciertos activos venezolanos de exportación de energía provocará que la producción de petróleo en Venezuela y los ingresos de exportación del país se desplomen rápidamente y por ende su débil posición política empeorará.
Ante ello, sobrevendría una mayor purga anticorrupción en Pdvsa o una negociación con EEUU para una transición del poder como formas de salir de la creciente inestabilidad. Stratfor analizó el impacto de la sentencia de la Cámara de Comercio Internacional donde obliga a Venezuela pagar 2,04 millones de dólares a la empresa petrolera ConocoPhillips por la confiscación activos en Venezuela en 2007.
Para obligar a Pdvsa a pagar los dos mil millones de dólares, ConocoPhillips solicitó órdenes judiciales de las autoridades holandesas para congelar activos, incluido el crudo, en las instalaciones de exportación del Caribe operadas o de propiedad de la estatal venezolana.
Un tribunal de Curazao autorizó una tercera orden, que perturbó la actividad venezolana en las tres islas caribeñas administradas por los Países Bajos, y Pdvsa redirigió los buques tanque a Venezuela, temor a que las autoridades holandesas confiscaran sus cargas. Las órdenes judiciales pueden permitir que ConocoPhillips tome el control de los principales activos de Pdvsa en el Caribe: la refinería Isla en Curazao y los almacenamientos en San Eustaquio y Bonaire, que representan el 25% de sus exportaciones de crudo y productos refinados (exportación de 409.820 bpd en 2017).
Futurología
Los futurólogos especulan que, de ganar Maduro, se puede hablar de una nueva dinámica entre gobierno y oposición, con la participación de los opositores en los organismos del Estado como los consejos regionales y municipales, Asamblea Nacional, Tribunal Supremo de Justicia, Consejo Nacional Electoral, cargos que hoy detenta mayormente el sector abstencionista
Y están los otros, los abstencionistas, entusiasmados por las promesas de sus ideólogos, estrategas y financistas de Washington, Madrid y/o Bogotá de lograr una salida abrupta de Maduro, vía golpe militar o invasión-intervención extranjera. Para ellos, la posibilidad de un acuerdo poselectoral entre Maduro y Falcón, significaría un segundo suicidio. Lo que debe preocupar es la información de la que disponen los pitiyanquis (Chávez dixit) que explique o justifique la decisión que tomaron.
Aunque fue la propia oposición venezolana la que solicitó un adelanto de las elecciones presidenciales, hoy ya no las quieren. Prefieren encaramarse en el guión de sus mentores, en el argumento de que “no existen garantías electorales”. El Grupo de Lima, el Parlamento Europeo, y expresidentes iberoamericanos legitiman y tutelan a los detractores de la actual administración, en el marco de una agenda teledirigida desde el exterior.
Hoy se palpa un importante descontento con el gobierno, pero a la vez un fuerte desánimo y rechazo hacia la dirigencia antichavista, demostradamente antidemocrática tras el terror desatado en los últimos años en busca del frustrado derrocamiento del gobierno. Pese a que el PSUV se ha convertido en una rueda de negociación entre grupos, tendencias y apetencias, el oficialismo tendrá una participación significativa en las megaelecciones, por encima de la oposición.
Desde allí se ha hecho un gran esfuerzo por la unidad, mientras la oposición se desmorona como resultado de su incapacidad política. Desde el chavismo (incluyendo dirigentes del PSUV) se critican diversas políticas de Nicolás Maduro, sobre todo en temas económicos, retrocesos de la democratización de la tierra y la defensa de los recursos naturales y estratégicos.
El gobierno está desbordado por la hiperinflación y por ataques cambiarios especulativos y eso genera una situación desesperante en las bases menos favorecidas en el reparto de la riqueza. Parece desvestido ideológicamente, doctrinariamente, porque ha perdido coherencia en el discurso y en la interpretación de la realidad. Desde el chavismo se grita desesperadamente por medidas que no llegan…
Decisores políticos y medios de información –oficiales y opositores– han invisibilizado al diálogo como instrumento esencial, apostando a una nueva fórmula mágica: las elecciones del 20-M, cargadas de promesas… pero ningún proyecto de país.
Deschavización
No cabe duda de que la izquierda venezolana está atravesando una profunda crisis, amarrada al ciclo electoral. Es la elección estratégica de montar una sociedad del espectáculo, que lleva a una realidad cultural más cercana al mercadeo que a la política de izquierda, incluso la chavista.
Es triste porque el PSUV Fue un partido donde se concentraron las propuestas profundas, sólidas de largo plazo (en lo económico, social, político) de Chávez, que hoy se ha convertido en una máquina electoral y en una rueda de negociación entre grupos y tendencias… y apetencias.
El constituyente (chavista) Julio Escalona afirma que el gobierno tiene serias deudas con el pueblo y debe pagarlas (…) “El problema es la quinta columna, que tiene más poder que el que nos imaginamos y es a ella a la que hay que desenmascarar y derrocar. Hay que asaltar ese cuartel general y eso es de la mayor urgencia”.
Se vienen acumulando diversas decepciones, por la corrupción, por la tolerancia del gobierno con los especuladores, por la complicidad de los cuerpos de seguridad con los “bachaqueros” (contrabandistas), complicidad que viene de arriba, por los problemas en los hospitales, en el transporte público, en la seguridad pública, por dramas que vuelven a aparecer en las calles, en el barrio, con niños y niñas… pero, ¿absteniéndonos o votando por los que proponen la dolarización resolveremos algo?, añade Escalona.
Se ha perdido el proyecto de Chávez, que sigue estando en la gente, en el pueblo. Los que heredaron el gobierno encontraron sus (otros) proyectos. Hay un intento de matar a Chávez, y echarle la culpa de todos los males (olvidando que ellos participaron en el mismo gobierno).
Quizá no lo matan definitivamente, porque lo necesitan para sobrevivir, necesitan mantener un vínculo de identidad mínimo, porque se está en un proceso de difuminación de propuestas y proyectos en una calesita de anuncios sobre anuncios de medidas venideras (o no), en medio de una crisis donde la responsabilidad no se agota en las importantes culpas del imperialismo y del capitalismo.
Desde la asunción de Maduro se ha desatado un proceso de deschavización y hoy vemos cómo la figura del líder –a quien intentan endosar todos los errores- ha desaparecido hasta de la publicidad electoral. Hugo Chávez planteó el socialismo del siglo XXI, la democracia participativa, comunal, feminista, con el desarrollo de formas sociales de propiedad sobre los medios de producción…
Ante una grave situación económica, el gobierno optó por una respuesta de defensa y conservación, con posibles retrocesos en las conquistas chavistas, fortaleciendo el acuerdo con el empresariado y desandando la apuesta comunal. Chávez impulsó la democracia participativa del pueblo. Hoy al pueblo se le participa que tiene que votar a Maduro.
La oposición vernácula y la foránea
Las operaciones psicológicas o guerra de cuarta generación–ininterrumpidas desde 1999- tuvieron como meta imponer en el imaginario público internacional un cambio de régimen por la fuerza tras la elección de una Asamblea Constituyente, el 30 de julio de 2017. Lo cierto es que la posibilidad de un ataque militar nunca había sido tan propicia, y el presidente de EEUU, Donald Trump no lo excluyó, y le toca al sistema cartelizado de terror mediático convencer la opinión pública de la pertinencia de una intervención extranjera.
Las excusas son varias: una intervención para restablecer la democracia, una contra un Estado canalla (rogue state) o fallido (failed state) y/o una “humanitaria”. El fugado exalcalde capitalino Antonio Ledezma, que había llamado a derrocar a Maduro, declaró que “más que ayuda humanitaria, lo que necesitamos es una intervención humanitaria”.
El tema de la crisis humanitaria – bandera nacional e internacional de la oposición- es alimentado por toda una serie de ONGs con objetividad dudosa -y financiamiento cierto- y retomado por el sistema mediático hegemónico para legitimar una intervención militar extranjera “con fines humanitarios”.
No habrá una verdadera elección en Venezuela el 20 de mayo y el mundo lo sabe. Será una elección falsa, afirmó en la moribunda OEA el vicepresidente de EEUU Mike Pence. ¿Qué autoridad moral tiene para enjuiciar las elecciones en Venezuela? Un gobierno que reivindica la Doctrina Monroe, bajo cuyo manto se erigieron sangrientas dictaduras en América Latina y el Caribe, cuyo accionar socava diariamente a los líderes verdaderamente democráticos e impulsa los de derecha, frutos del lavado mediático de cerebros, cuando no del fraude electoral o el golpe de Estado, se pregunta Angel Guerra en La Jornada.
La guerra económica –parte de la llamada guerra de cuarta generación– incluye negar la venta de medicamentos a Caracas e incluso impedirle el pago a la Organización Panamericana de la Salud de los bulbos para la campaña nacional de vacunación. Y también tratar que la OEA declare el estado de emergencia humanitaria para justificar la ansiada intervención humanitaria, pedido hecho por el líder opositor-abstencionista Julio Borge a Pence en la llamada Cumbre de las Américas, en Lima, recibiendo 16 millones de dólares de éste para seguir esta campaña.
Siguiendo el mismo argumento de la crisis económica, el gobierno de facto brasileño ordenó un despliegue militar en la frontera con Venezuela, mientras Colombia, decidió construir campamentos para refugiados en las ciudades fronterizas
Y sobre estas tres tesis se monta la derecha trasnacional, entre ellos varios presidentes que deslegitiman a priori las próximas elecciones, con Donald Trump a la cabeza (quien se erigió como presidente con menos votos que su rival Hillary Clinton), el golpista brasileño Michel Temer, y los derechistas Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Juan Manuel Santos y Enrique Peña Nieto.
Otros gobiernos de países del Grupo de Lima que han solicitado a Trump, la OEA y organismos multilaterales sanciones contra Venezuela, son Canadá, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú. Y 31 expresidentes iberoamericanos firmaron la llamada “Declaración de Panamá”, una pieza de propaganda en contra del gobierno de Maduro.
Entre los firmantes se encuentran Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Jorge Quiroga, Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos, Belisario Betancur, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Luis Alberto Monge, Rafael Ángel Calderón, Laura Chinchilla, Lucio Gutiérrez, José María Aznar, Vicente Fox, Felipe Calderón, Alejandro Toledo, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle, muchos de ellos cuestionados por casos de corrupción y de violaciones a los derechos humanos.
Independientemente de la falta de resultados, no cesará la intensificación del cerco y asfixia contra el país con el claro fin de capitalizar una ruptura interna en el mediano y largo plazo.
Según Hinterlaces, quizás la más solvente de las encuestadoras, indica que el 86% de los venezolanos rechaza cualquier intervención extranjera; 70% dice que va a participar en las elecciones, 55 % que votará por Maduro; 11% que votará por Falcón y 71% cree que ganará Maduro. Datanálisis, vinculada a la oposición, asigna 40% de la intención de voto a Falcón y 34% a Maduro. No creo en las encuestas y menos en las encuestadoras.
Presiones externas, abstencionismo de parte de la derecha a la espera de una solución foránea, amenazas de nueva violencia, dos aspirantes de oposición que intentaron pero no lograron una candidatura única, expectativas ante anuncios de intervención extranjera con diversos argumentos, y un presidente que insiste en reelegirse en medio de la peor crisis económica del país: todos están a la espera de l