Un desarrollo para América Latina y el Caribe, nuestra propia perspectiva
Alberto César Croce| América Latina y el Caribe, nuestra región, se encuentra atravesada en este momento histórico por inmensos desafíos. Algunos son estructurales y permanentes. Pero otros son, en cierta manera, nuevos, y exigen posicionamientos y miradas para las que no estábamos ni estamos tan preparados.
La segunda década del Siglo XXI nos encuentra en un continente en donde las desigualdades se han profundizado de manera dramática. Los esfuerzos de muchos gobiernos “populares” por impulsar modelos distributivos como nunca antes había sido posible imaginar, se han enfrentado contra el muro de intereses de sectores de las derechas latinoamericanas que, desde la nueva articulación entre grupos muy poderosos del Poder Judicial y los Medios de Comunicación, han logrado frenar estos procesos y ponerles un límite muy duro.
Ayudados por las propias incoherencias e inconsistencias al interior mismo de los sectores progresistas, están logrando torcer la historia hacia un modelo económico neoliberal, que parecía haber sido derrotado, con mayor contundencia que la que hoy estamos comprobando.
Desde la epopeya del “No al ALCA” a este escenario de “fortalecimiento del Tratado Transpacífico (TTP)” han pasado –sólo– 10 años.
Todo es demasiado reciente como para poder sacar conclusiones permanentes. Los cambios se están produciendo y nosotros estamos siendo protagonistas de los mismos. Nos toca vivirlos como actores o espectadores. Un proceso como el de Venezuela que está a la espera de su resolución y que puede hacer variar sustancialmente cualquier predicción de evolución de la situación regional. O Brasil, que sufre un nuevo “golpe blando” a partir de las presiones de los sectores más ricos que manejan la prensa y la justicia, alterando “legalmente” los procesos democráticos. O la situación del Perú, con una tremenda paridad en un ballotage que ha dejado al gobierno constitucional con una debilidad que hará muy compleja su gobernabilidad. Y así siguiendo, por cada uno de los países de la región… Por eso no es posible aventurarse aún con definiciones certeras a largo plazo.
Desarrollo para los pueblos
Las Redes de Organizaciones de la Sociedad Civil que actúan en los campos de incidencia a nivel global o regional procuran todas –cada una según su especificidad– impulsar o monitorear los procesos de Desarrollo de y para los pueblos.
Desde la Alianza de Organizaciones por la Eficacia al Desarrollo-Regional América Latina y el Caribe (AOED-ALC) nos toca, especialmente, monitorear los procesos de la Cooperación Internacional al Desarrollo (CID) e impulsar, desde los distintos países y sectores que la componen, procesos que la impliquen –a la CID– como actor central. Hoy es una tarea particularmente compleja.
Por una parte, la Cooperación Internacional al Desarrollo está viviendo también un momento muy particular. El mundo, atravesado por contradicciones extremadamente profundas y por formas de terrorismo que se manifiestan con un poder inusitado y una lógica despiadada, a la vez que muy difícil de neutralizar, está generando escenarios imprevisibles respecto de Europa, con migraciones inmensas de poblaciones que buscan refugio y mínimas seguridades en los países centrales.
Esta situación, entre tantas otras, ha terminado de poner en jaque a la llamada “Cooperación Internacional”. Los países centrales miran para “adentro” de sí mismos y esto pone en evidencia cada vez más descarnadamente que, cuando se proponen cooperación “para afuera”, salvo honrosas excepciones, se trata de operaciones interesadas en promover el comercio internacional con otros países.
Poco a poco, la “Cooperación” se ha centrado en las ayudas a los países que sufren catástrofes humanitarias o naturales. La lógica de la Cooperación Internacional al Desarrollo va quedando cada vez más relegada y empequeñecida.
Se impulsa la “Cooperación Sur-Sur”, pero con una clara intencionalidad de dejar en manos de los países que ahora son “emergentes” o “de Renta Media”, sus propias posibilidades y necesidades de desarrollo. Más allá de los discursos que hacen valorar estas iniciativas y reconocer muchas virtudes de esta cooperación, la búsqueda de desligarse de las responsabilidades por el desarrollo de los países no centrales, va quedando cada vez más claro en el escenario internacional.
Por otra parte, la crisis financiera internacional que afecta a todo el planeta de diversas formas, pero en especial a los mismos Estados, que están riesgosamente endeudados unos con otros, hasta niveles que ya no son sustentables, hace mirar al llamado “Sector Privado” como un actor decisivo para poder alcanzar algunos niveles de desarrollo. Este Sector, beneficiado hasta el escándalo por las políticas internacionales que él mismo impone, encuentra en el lucro y la especulación –y no en la solidaridad– su motor fundamental. Difícilmente será el socio que declaman y ansían los documentos internacionales que hablan de él. Sin las regulaciones, controles y sanciones que los Estados deben imponerle, poco o nada harán por el desarrollo del planeta. Y en la medida en que los Estados estén más bien controlados por el Sector Privado, el camino por el que se transita es justamente el inverso. Cada día queda más en evidencia que este Sector, a nivel internacional, salteando cualquier regla ética, se mueve en el mundo de la opacidad y la evasión tributaria, volcando grandes capitales a operaciones transacciones ilícitas.
El otro aspecto decisivo tiene que ver con la amenaza ambiental en el planeta. La “casa común” está al límite de sus posibilidades de sustentabilidad, señalan los expertos. Las advertencias que se realizaron en la última Conferencia sobre el Clima –COP 21– de París marcan la delgada línea roja que ya estamos atravesando. En este contexto, “Desarrollo” es una palabra que se vuelve en sí misma paradójica. Querer “desarrollar” a los países más pobres al nivel de los ricos, parece llevarnos al abismo. No quererlo hacer nos lleva a cristalizar la injusticia. Lo mismo sucede al interior de cada país. Los que más amenazan el ambiente son los que más consumen. Es cierto que los pobres del mundo, especialmente los que viven hacinados en las grandes ciudades, tienen prácticas cotidianas muy contaminantes, pero los sectores ricos, que se presentan como más cuidadosos respecto de estos temas, son los responsables de los grandes emprendimientos que lo destruyen todo (bosques, mares, ríos, aires, lluvias…) sin medida alguna.
Eficacia del desarrollo
En este contexto, ¿qué puede ser realmente la “eficacia del desarrollo”?
Desde América Latina y el Caribe, contamos con un activo fundamental, como lo es el conocimiento y sabiduría de nuestros pueblos originarios, que no es un saber arcaico y de museo sino una conciencia vívida en millones de personas que vivimos en esta región. Hemos venido tratando de articular estos saberes alrededor del concepto del “Sumak Kawsay” o Buen Vivir. Básicamente, afirmando que no nos interesa alcanzar el tipo del Desarrollo que los países del Norte o del Centro nos proponen. Sin embargo, esto también nos genera inmensas contradicciones, en especial en lo que se refiere a la “explotación” de nuestros recursos naturales. En un mundo en el que se dejó para América Latina y el Caribe el lugar de seguir siendo proveedor de materias primas, siendo este todavía el principal recurso exportable que tienen nuestros países, es muy difícil encontrar alternativas al modelo “extractivista” que se nos propone como motor de nuestro propio desarrollo.
Son muchas y muy profundas las tensiones que atravesamos como región. Nos preguntamos cómo poder desarrollarnos con un modelo propio que logre resolver todas las contradicciones que señalamos y que no agotan todas las existentes. Para los sectores históricamente dominantes en nuestra región, la salida es resignar lo que entienden son miradas utópicas de la realidad, e insertarse al mundo para jugar el juego que se nos propone. Ese juego hoy deja afuera a millones y millones de seres humanos que son considerados sencillamente como de descarte. Desde la AOED-ALC no podemos abrazar esa propuesta sin renunciar a nuestra propia razón de ser. Para nosotros, no existe ningún “desarrollo” que no incluya a todos y todas, incluyendo a la Madre Tierra, de la que nos sabemos parte. Cualquier propuesta que no contemple esta perspectiva, para nosotros no puede entenderse como una salida sino como una trampa. El mandato de los pueblos andinos de “No mentir, No robar y No ser holgazanes” parece ser tan sencillo como necesario en medio de los males que nos aquejan…
No tener todas las respuestas a la mano puede ser visto como una debilidad. Pero también, reconocerlo es francamente una fortaleza. Avanzar creídos de saber todo lo que necesitamos, sin saberlo realmente, puede llevarnos a cometer errores mayores y con consecuencias aún más devastadoras. Asumimos que en medio de tantas contradicciones y desafíos, caminamos a tientas. Pero buscamos irrenunciablemente el camino que nos lleve a la salida de este laberinto, descartando soluciones individualistas que nos salven en soledad mientras las grandes mayorías sucumben por las injusticias a las que el modelo internacional las somete.
Los artículos de la edición 515 (julio 2016) de la revista América Latina en Movimiento, con las miradas diferentes desde las distintas perspectivas, intentan ayudarnos a encontrar algunas pistas por dónde sea posible seguir andando. Desde las miradas que dan los distintos sectores y varias de las subregiones de América Latina y el Caribe. Son miradas diferentes pero no contradictorias y expresan la búsqueda, las preguntas y las tentativas que vamos haciendo desde estas tierras protegidas por la Pachamama, regadas por las lluvias del Amazonas y el Paraná, custodiadas por los cóndores, alimentadas por el maíz y entibiadas por el Inti que aparece sobre el Illimani, el Aconcagua y el Popocatépetl y nos recuerda que hay una fidelidad irrenunciable hacia nuestras raíces y hacia nuestro futuro común.
* Coordinador Regional de la Alianza de Organizaciones por la Eficacia al Desarrollo-Regional América Latina y el Caribe